No es tan fácil como se cree
luchar contra un mito y, menos, acabar con él.
Al mito no puede matársele
sustituyéndolo por otro, tendríamos, ya, dos mitos presentes.
Los mitos sólo mueren,
desaparecen, cuando se gastan, de ya no hacer falta usarlos y/o de haberlos
usado tanto y haberlos desgastado.
Porque un mito no es una
“idea”, que pueda ser falsada o verificada, el mito es una “creencia”, y no
necesariamente con matiz religioso.
¿”Creemos” tantas cosas, que
no “sabemos”? Creemos que la tierra es redonda, porque somos (casi todos)
incapaces de verificarlo. Creemos que existe Alaska, y nunca la hemos visto.
Creemos que nuestro padre era, realmente, nuestro padre, sin poder demostrarlo.
Creemos que las estrellas que vemos están a no sé cuántos millones de años
luz. Creemos…. Creemos…. Creemos a los
biólogos, a los genetistas, a los astrónomos, a los físicos y a los químicos,….
Somos, más que una fuente de saberes, un almacén de creencias.
Decía Ortega que “las ideas
se tienen, en las creencias se está”. Por eso no es difícil cambiar de ideas,
pero no es tan fácil cambiar de creencias, porque se te va el suelo donde
pisas, en el que estás.
Solemos adjetivar las
creencias con el “religiosas” pero vivimos en un mundo de creencias humanas,
tanto científicas, como filosóficas, como vitales.
Así como las ideas son
pensamientos explícitos, las creencias no se formulan expresamente, ellas
operan desde el fondo de nuestra mente, las damos por supuestas, contamos con
ellas.
Interpretando un dicho
religioso, “en las creencias vivimos, nos movemos y somos”.
Cuando caminamos por la calle
o subimos o bajamos de la acera actuamos “creyendo” que el suelo es rígido y no
va a hundirse cuando pongamos el pie en él, “creemos” que podremos caminar normalmente
y “creemos” que la escalera que me conduce al piso de arriba, en mi pareado,
sigue allí, aún cuando yo no la vea ahora.
Contamos con ello.
Las creencias se instalan en
nuestra mente por herencia cultural, por la presión de la tradición, por las circunstancias
que nos han envuelto y en las que nos hemos desarrollado.
Las creencias no pueden
eliminarse con argumentos.
¿Cómo es que, durante el año,
se suceden las estaciones, siempre igual, en el mismo orden y con los mismos
fenómenos, el sol, las flores, los frutos, la vida,…. O el frío, la nieve, las
nubes,…? Pero la naturaleza “no sabe” actuar, sin embargo, actúa. ¿Por qué? ¿Y
por qué siempre igual?.
Cuando nada se sabía sobre
rotación y traslación y de la inclinación del eje de la tierra, había que darle
respuestas a las preguntas de los porqués. Y llega el mito, los mitos, que son
respuestas fantasiosas que acallan la urgente necesidad de responder.
Perséfone, hija de Zeus y de
Deméter, es raptada por Hades. Llegan a casarse y a habitar en el reino de la
oscuridad.
Zeus interviene y logra un
acuerdo con Hades, pero éste le ha dado a tomar, a Perséfone, seis semillas de
una granada, por lo que Perséfone quedaría condenada a permanecer…
Ya tengo respuestas. Ya he
calmado mi inquietud. He saciado mi sed de respuestas. Ya puedo dedicar toda mi
energía a vivir o sobrevivir.
El hombre necesita saber de
este mundo para poder situarse, para orientarse en él, para acomodarlo y
someterlo a sus necesidades.
De la antigua “adaptación al
medio”, en la evolución natural, se ha pasado a la moderna” adaptación del
medio” al hombre, gracias a la evolución cultural. Nos da igual que haga frío o
calor, lo adaptamos a nosotros.
No se puede vivir sin
interpretaciones del mundo, pero si lo interpretas mal no sólo no te sirve, es
que puedes salir muy perjudicado.
Ideas son los pensamientos
que tenemos sobre el mundo. Son el resultado de nuestro pensar el mundo, tanto
si son pensamientos vulgares, como si son científicos.
Los pensamientos son ideas, y
las ideas las tenemos.
Pero también son pensamientos
las creencias, aunque son de otro tipo distinto.
Que un pensamiento sea idea o
creencia depende del papel que tenga en la vida del sujeto, depende del arraigo
que tienen en la mente.
El mismo pensamiento puede
ser idea o creencia.
No hay que limitar las
creencias a la esfera de la religión.
Hay creencias religiosas,
pero también las hay no religiosas.
Ocurre, (como he indicado más
arriba) que las ideas se formulan expresamente, son pensamientos explícitos.
Las creencias, en cambio,
actúan en la sombra, desde el fondo mismo de nuestra mente. Las damos por
supuestas, contamos con ellas, las damos por descontado.
Contamos con la transparencia
del cristal y contamos que si voy a asomarme a la ventana veré, a su través, el
bloque de enfrente, como siempre. Contamos con ello.
Contamos con las creencias
tanto cuando pensamos como cuando actuamos.
Ni todo pensamiento es
consciente, ni toda nuestra conducta lo es. Debajo o delante están las
creencias.
No somos conscientes de nuestras
creencias, pero las tenemos, y actúan en nosotros.
Como antes hemos afirmado,
con Ortega, “en las creencias vivimos, nos movemos y somos”.
Normalmente no llegamos a
ellas como consecuencia de una actividad intelectual, racional.
Se instalan en nuestra mente
como se instalan ciertas costumbres, ciertos comportamientos, por “herencia
cultural”, por la “presión de la tradición”, por “las circunstancias” de haber
vivido así y no de otra manera, en este lugar y no en otro, en este tiempo y no
en otro, en esta cultura y no en otra,….
Las creencias son las ideas
que están en el ambiente, que pertenecen a la época, a la generación que nos ha
tocado vivir.
Contra las creencias nada
pueden los argumentos, sólo se eliminan con otras creencias, que vienen a ocupar
el lugar dejado por las anteriores.
Identificamos la realidad con
lo que nos ofrecen nuestras creencias.
La nuda/desnuda realidad
siempre nos es ajena, porque a ella vamos, siempre, vestidos. Los “noumenos”
siempre están más allá de nosotros, nos son incognoscibles, sólo conocemos
“fenómenos” – Kant dixit –
Igualmente, no vemos hechos
puros, sino interpretados por nosotros, que como somos así, los interpretamos
así, si fuéramos de otra manera…
Estas nuestras
interpretaciones de los hechos, de la realidad, son las ideas que nos hemos ido
fabricando, pero poniendo nosotros, en el producto final, un sumando.
Lo que llamamos “realidad” es
la “realidad interpretada con el bagaje que llevamos a cuestas”, es la suma de
dos sumandos, uno objetivo, que nos viene de fuera, y el otro subjetivo, que
aportamos nosotros.
Esta misma realidad
interpretada por otro hombre, en otro tiempo, en otra cultura,… sería distinta.
Esta misma realidad,
interpretada por un elefante o por un microbio, es distinta a la nuestra.
La idea, arraigada, es la
creencia.
Cuando decimos “yo creo que…”
en realidad estamos diciendo “yo sé y digo que…”.
Lo que para nosotros es
“real” y es así, depende de nuestras creencias.
El mismo objeto, la tierra,
es distinta para un astrónomo, científico, que para un agricultor presocrático,
mientras uno ve un planeta, el otro ve a la diosa madre fecunda.
Una persona sedienta, un
hortelano, un ecologista, un meteorólogo,…. “mirando” la misma agua, “ven”
cosas distintas.
Cada cual se acerca a los
objetos desde lo que cada uno es y tiene.
Estamos asentados sobre las
creencias y, además, tenemos ideas.
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