Las religiones, como las culturas, no discurren a través del
tiempo de manera independiente.
Van cruzándose, interactuando, influenciándose, oponiéndose,
creciendo, fusionándose sincréticamente, conviviendo de forma pacífica, o no,
en una misma sociedad,…
También la intolerancia religiosa ha estado muy presente
entre ellas desde el momento mismo de surgir, una intentando aplastar y la otra
intentando escapar del aplastamiento.
Esta intolerancia ha estado muy presente, sobre todo en
nuestro Occidente, el más cercano y el más conocido.
Judaísmo, Cristianismo e Islamismo “nunca se llevaron bien”,
a pesar de la utópica teoría de la convivencia pacífica en Córdoba, en Toledo,…
“ciudades de las tres culturas”, porque una mandaba y cobraba y las otras
obedecían.
Coexistencia sí, convivencia no. Era una relación vertical,
no horizontal.
Las tres, al ser religiones políticas, y según las épocas, subyugan
a las otras dos.
Cristianos contra musulmanes (las Cruzadas).
Musulmanes contra cristianos (la Guerra Santa )
Católicos contra protestantes (las Guerras de Religión).
“El triunfo de la
Iglesia sobre la
Sinagoga ” (cuadro de Van Eyck, en el Museo del Prado).
En todas ellas surgió el celo misionero, la expansión, la
propaganda, la imposición de la religión de los conquistadores
desplazando/aplastando a las religiones autóctonas (sobre todo el Cristianismo,
el Islamismo y, también, el Budismo)
Tanto cristianos como islámicos lo han hecho con la fuerza
de las armas por delante, acompañando a los religiosos misioneros al tiempo que
a los descubridores y conquistadores.
En el siglo XVIII, los ilustrados, repasando y recordando la
historia, maldecirán a toda religión dogmática y abogarán por una religión
natural, y racional, sin mitos ni tradiciones, sino fundamentada en la
naturaleza humana, racional, y excluyendo la violencia, la intolerancia, la
superstición,…
La observación de que no hay sociedad humana sin religión
los conducirá a afirmar la existencia de una predisposición natural del hombre
hacia la religión, hacia la creencia en un Dios creador y remunerador (el
“deísmo”).
Hume, Rousseau, Kant (“La religión dentro de los límites de
la razón”) así difundieron la nueva “religión natural”, desarrollando tesis
deístas (no teístas), cosa que también lo hiciera el piadoso cristiano Newton,
el enciclopedista librepensador Voltaire (cuyas obras sobre esta temática y su
estilo literario cautivan a todo lector).
El principio de libertad religiosa, de pluralismo (y no sólo
tolerancia) de cultos,… formarán parte fundamental de los Derechos Humanos y se
hallará enunciado en todas las Constituciones democráticas del mundo.
Es un hecho la existencia e incremento de la secularización
de la sociedad, sobre todo en Occidente, avanzando a pasos agigantados no sólo
la increencia, la indiferencia religiosa galopante, sino también el ateísmo y,
cada vez más, el antiteísmo (que los ateos, en un error de perspectiva, lo
identifican con la
Iglesia Jerárquica ) cuestionando la supuesta religiosidad
connatural al hombre y poniéndola en el platillo de la enseñanza/aprendizaje,
además en edad temprana, cuando la conciencia aún no ha madurado.
Ante este fenómeno de indiferencia y/o de oposición a lo
religioso, así como la oferta en el mercado de nuevas, aunque sean
extravagantes, creencias, las religiones establecidas cierran filas frente al
adversario común, con movimientos de encuentros y diálogo entre ellas.
El movimiento ecuménico aspira a restablecer la unidad del
cristianismo, hoy roto y dividido en diversas iglesias.
En África y en América, sobre todo los jesuitas, las
religiones dominantes procuraron integrar los contenidos de las religiones
indígenas (el “peyotismo”, del que escribimos en entradas anteriores).
Y se promueven encuentros a nivel de las primeras cabezas de
la jerarquía, la amistosa relación, la solidaridad, el enriquecimiento mutuo,…
y todo para no abdicar de y mantener el poder que hasta ahora han tenido pero
que están dejando de tener.
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