domingo, 6 de julio de 2014

8.- 26 EL ENCUENTRO DE LAS RELIGIONES.



Las religiones, como las culturas, no discurren a través del tiempo de manera independiente.
Van cruzándose, interactuando, influenciándose, oponiéndose, creciendo, fusionándose sincréticamente, conviviendo de forma pacífica, o no, en una misma sociedad,…

También la intolerancia religiosa ha estado muy presente entre ellas desde el momento mismo de surgir, una intentando aplastar y la otra intentando escapar del aplastamiento.
Esta intolerancia ha estado muy presente, sobre todo en nuestro Occidente, el más cercano y el más conocido.
Judaísmo, Cristianismo e Islamismo “nunca se llevaron bien”, a pesar de la utópica teoría de la convivencia pacífica en Córdoba, en Toledo,… “ciudades de las tres culturas”, porque una mandaba y cobraba y las otras obedecían.
Coexistencia sí, convivencia no. Era una relación vertical, no horizontal.

Las tres, al ser religiones políticas, y según las épocas, subyugan a las otras dos.

Cristianos contra musulmanes (las Cruzadas).
Musulmanes contra cristianos (la Guerra Santa)
Católicos contra protestantes (las Guerras de Religión).
“El triunfo de la Iglesia sobre la Sinagoga” (cuadro de Van Eyck, en el Museo del Prado).

En todas ellas surgió el celo misionero, la expansión, la propaganda, la imposición de la religión de los conquistadores desplazando/aplastando a las religiones autóctonas (sobre todo el Cristianismo, el Islamismo y, también, el Budismo)

Tanto cristianos como islámicos lo han hecho con la fuerza de las armas por delante, acompañando a los religiosos misioneros al tiempo que a los descubridores y conquistadores.

En el siglo XVIII, los ilustrados, repasando y recordando la historia, maldecirán a toda religión dogmática y abogarán por una religión natural, y racional, sin mitos ni tradiciones, sino fundamentada en la naturaleza humana, racional, y excluyendo la violencia, la intolerancia, la superstición,…

La observación de que no hay sociedad humana sin religión los conducirá a afirmar la existencia de una predisposición natural del hombre hacia la religión, hacia la creencia en un Dios creador y remunerador (el “deísmo”).

Hume, Rousseau, Kant (“La religión dentro de los límites de la razón”) así difundieron la nueva “religión natural”, desarrollando tesis deístas (no teístas), cosa que también lo hiciera el piadoso cristiano Newton, el enciclopedista librepensador Voltaire (cuyas obras sobre esta temática y su estilo literario cautivan a todo lector).

El principio de libertad religiosa, de pluralismo (y no sólo tolerancia) de cultos,… formarán parte fundamental de los Derechos Humanos y se hallará enunciado en todas las Constituciones democráticas del mundo.

Es un hecho la existencia e incremento de la secularización de la sociedad, sobre todo en Occidente, avanzando a pasos agigantados no sólo la increencia, la indiferencia religiosa galopante, sino también el ateísmo y, cada vez más, el antiteísmo (que los ateos, en un error de perspectiva, lo identifican con la Iglesia Jerárquica) cuestionando la supuesta religiosidad connatural al hombre y poniéndola en el platillo de la enseñanza/aprendizaje, además en edad temprana, cuando la conciencia aún no ha madurado.

Ante este fenómeno de indiferencia y/o de oposición a lo religioso, así como la oferta en el mercado de nuevas, aunque sean extravagantes, creencias, las religiones establecidas cierran filas frente al adversario común, con movimientos de encuentros y diálogo entre ellas.

El movimiento ecuménico aspira a restablecer la unidad del cristianismo, hoy roto y dividido en diversas iglesias.

En África y en América, sobre todo los jesuitas, las religiones dominantes procuraron integrar los contenidos de las religiones indígenas (el “peyotismo”, del que escribimos en entradas anteriores).


Y se promueven  encuentros a nivel de las primeras cabezas de la jerarquía, la amistosa relación, la solidaridad, el enriquecimiento mutuo,… y todo para no abdicar de y mantener el poder que hasta ahora han tenido pero que están dejando de tener.

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