No cabe duda: Tenemos un problema.
“Mientras más se alejan los hombres de Dios más avanzan en
el conocimiento de las religiones” –Ciorán dixit.
Las religiones están ganando a Dios por goleada.
Mientras la fe en Dios decae y el mundo y el mismo hombre se
secularizan, crece el interés por las religiones, que toman un protagonismo
social, al margen de Dios.
Está produciéndose un “eclipse de Dios”.
Dios está siendo un problema.
Y es que, si no existe quizá queden, todavía, cosas sin
explicar, pero es que, si existe, se amontonan igualmente los problemas.
En palabras de Pascal: “incomprensible que exista Dios e
incomprensible que no exista”.
Para muchos, Dios es un problema, para otros Dios es una
pregunta, y para otros Dios es un misterio, por lo tanto inexplicable.
Una cosa es la vivencia religiosa y otra muy distinta
estudiarla, analizarla e intentar contestar al porqué.
Una cosa es acercarse a Dios con el sentimiento, con la
imaginación, con el afecto (Teología) y otra muy distinta acercarse a Él con la
razón (Filosofía).
No es igual acercarse a Dios como Platón, San Agustín,
Eckhart, Pascal, Kierkegaard o Unamuno que acercarse a él como Descartes,
Leibniz, Kant, o Heidegger.
¿Hay que optar entre Atenas (la Razón ) y Jerusalén (la Fe )?
O, como dice Unamuno: “piensa el sentimiento, siente el
pensamiento”.
¿Es posible este “híbrido” o es una lucha agónica querer
compatibilizar lo incompatible?
Agotadas las posibilidades de lo divino el hombre se propuso
explorar lo humano.
“Antropocentrismo” desbancando y sustituyendo al
“teocentrismo”.
Este giro antropológico, desplazando a Dios, y no queriendo
que el pedestal quedase vacío, dio lugar a que el hombre se centrase en las
religiones.
Así, las religiones pasaron a ser una provincia propia, sin
Dios como habitante, y no confundiéndose, tampoco, ni con la Ética ni con la Cultura.
Una “religión sin Dios”, unas “religiones sin dioses”, una
“piedad atea”.
Si los Ilustrados del XVIII, en general, se apuntaron al
deísmo, en el XIX Feuerbach, Marx, Nietzsche y Freud lo atacaron a muerte.
Nada de intentar compaginar, armonizar, fe y razón, nada de
suprimir las grietas o construir puentes entre ellas.
Los pensadores del XIX meterán cada vez más y más grandes
cuñas en la grieta hasta apartar las dos regiones.
“Las religiones son el pararrayos con el que los seres
humanos intentan desviar males e infortunios” -Feuerbach dixit.
La religión es un calmante de efecto pasajero que, además de
no curar, aliena a los humanos (por lo que tantas veces hemos dicho)
Las religiones encomiendan al cielo, a Dios, lo que sólo la
tierra y el hombre pueden remediar.
Habrá que dejar de ser rezadores, orantes mirando al cielo y
hacer/hacerse trabajadores viviendo en la tierra.
“Si el hombre no tuviera que morir no habría religión”
–Feuerbach dixit
Y si el hombre necesita la religión para morir ¿también la
necesita para vivir?
¿Da, la religión, sentido a la vida al prometer otro mundo
distinto, y muy superior a éste, tras la muerte?
El anuncio de “otra vida” ¿consuela? ¿O es un engaño o ambas
cosas? ¿Ayuda a descuidar y descuidarse de esta vida?, ¿se desvaloriza una a la
par que se supervaloriza la otra?
Sólo el hombre es mortal. No es que lo experimente en carne
propia. Ve morir y sabe (¿) que él también morirá.
El hombre muere, el animal fenece.
Llorar a sus muertos, enterrarlos, recordarlos, intentar
hablar con ellos, aun sin respuestas reales, sino en sueños,.. son signos de
“humanidad”.
El hombre es un animal “guarda-muertos” – dice Unamuno.
“Palabra de honor de que existe otro mundo, otra vida, que
“vita mutatur, no tollitur” – dice el Cristianismo, aunque habría que
preguntarle cómo puede jurarlo y estar seguro de ello.
Después de los feroces ataques de los filósofos del siglo
XIX (los “filósofos de la sospecha”) ya nada volvió a ser igual, todo se volvió
sospechoso.
Ni Dios ni las religiones se han recuperado por completo.
¿Es la religión una proyección, un atrevimiento de la
fantasía humana, una ficción de un pretendido sentido, un paraíso imaginario
final y feliz como contrapunto a una realidad cruel, siendo sólo la
consecuencia de la rebelión ante la muerte?.
La peor parte se la ha llevado Dios, porque las religiones
han retornado y se exponen en un supermercado de creencias.
Y, mientras, es la Ética la que está ubicada en el centro.
“Sólo la Ética es la verdadera religión” – afirma Feuerbach.
O esta otra confesión de otro genio (al menos para mí) del
siglo XX: Bertrand Russell:
“He visitado muchos países y en ninguno de ellos me
preguntaron por mi religión, pero en ninguno de ellos me permitieron matar,
robar, mentir o cometer abusos sexuales”-
Sin religión, pues (puede concluirse de lo anterior) se
puede vivir, pero sin Ética no.
La pregunta siempre sigue estando ahí: ¿es la religión el
fruto de la necesidad y de la precariedad o es el fruto de la experiencia de la
vivencia?
La respuesta a la 1ª parte de la pregunta es la que da
Feuerbach y la respuesta a la 2ª parte es la de la modernidad.
¿Es, la experiencia religiosa, un sofisticado proceso de
auto-escucha, una percepción del eco de la propia voz, de los propios deseos de
supervivir, de perdurar más allá de la muerte?.
Quien está convencido de que su religión es la única
religión verdadera concluirá que para qué estudiar las demás religiones, que
son falsas.
Es cierto que Dios no existe por el mero hecho de desear que
exista, pero tampoco es cierto afirmar que lo deseamos, luego no existe.
¿Religiones sin Dios?
Pensar la religión es pensar su verdad.
No sólo su verdad funcional, positiva o negativa, que cumple
en la vida de sus adeptos.
Los asertos de la religión sólo son válidos si así son
reconocidos por los seguidores de tal religión.
Porque las religiones no trabajan la evidencia, sino la
adhesión.
La verificación de las afirmaciones de la religión es
escatológica, así que…
¿Pero puede denominarse “verificación” una verificación no
verificable sino a costa de morirse, cuando la verificación ya es imposible?
Incluso muchos teólogos hablan/escriben, en esta época de
secularización, de “el bien del hombre” en vez de hablar/escribir de “la
salvación del hombre”, donde la salvación, además, sería terrena y no
ultraterrena.
¿De dónde puede venir la “Gran Solución”?
¿Pero es que hay/existe la Gran solución?
(P.D. Extracto del artículo de Manuel Fraijó, en Tendencias
21, “Crece el interés por las religiones mientras la fe en Dios decae”.
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