Y eternamente lo sea,
Pues el cuerpo se recrea
Cuando el jefe de la empresa
Se retrasa.
¡Y qué bien vive el cabrón¡
Él casi nuca se queja".
Y hay quienes dicen que es un vicio.
Y, contra él, la virtud de la “diligencia”
Muy buena la película de John Ford, con John Wayne.
Reconozco haber sido uno de los trabajadores que más ha
disfrutado, cuando trabajaba, ("orgasmos laborales didácticos" – debían
pensar mis alumnos), porque mi profesión era placentera.
Terminaba mi jornada laboral "jodío pero contento"
porque era consciente de haber sembrado en tierra fértil.
Sembraba ilusión y sensatez y comprobaba embarazos de sensata
ilusión a largo plazo.
¡Qué más puede pedir un profesor-educador!
Me pagaban por sembrar, no por recolectar.
Ser, nada menos que, moldeador, o, al menos, ayudante, de la
personalidad de muchos adolescentes, en la edad crítica, cada año, y año tras
año, me hacía presumir del orgullo de algo de paternidad en todos ellos, lo que
no es “moco de pavo”.
Decía Unamuno que había que intentar, durante nuestra vida
mortal, ser inmortal.
Aquello de "tener un hijo, plantar un árbol y escribir
un libro, debería ser la obligación de toda persona", porque son tres
maneras de ser inmortal: 1.- En lo fisiológico-genético (en el mundo de la
vida).
2.- En lo físico (en el mundo externo, real, físico).
3.-En lo psicológico-personal (el mundo cultural).
Tu hijo, tu árbol y tus ideas: tres formas de seguir estando
presente, de no morir nunca del todo, mientras alguien viva, por ti, alguien
contemple la naturaleza, por ti, y alguien piense y lea, por ti.
Pero TODOS, yo también, disfrutamos más en tiempo de
vacaciones, en el tiempo del ocio, en el tempo libre de obligaciones laborales,
no en el tiempo ocupado, en el tiempo del neg-ocio (negación del ocio).
Sólo en el tiempo “libre-de” se puede ser “libre-para”.
Decir de alguien que "es o era muy trabajador",
"que ha trabajado día y noche", "que murió trabajando"… son
piropos humanos típicos de nuestra cultura cristiana occidental, por aquello de
que el ocio se acabó apenas empezar, cuando Adán, el primer hombre fue
expulsado del paraíso (ocio puro) y con la obligación de trabajar,
"ganarás el pan con el sudor de tu frente".
Desde ese mismo momento, apenas iniciada la existencia
humana, hemos venido a este mundo a trabajar "el deber de trabajar",
se acabó el ocio y empieza el neg-ocio, el trabajo.
Yo, Tomás, como los griegos, soy de los que opina todo lo
contrario.
En cualquier pueblo existe el típico "tonto"
(perdón por la expresión) que dice cosas tales como: "el que trabaja para
comer es porque no puede comer sin trabajar", "el que trabaja es
porque no sirve para otra cosa", "el trabajo es sagrado, ¡no lo
toques¡", " lo que Dios dijo fue: ganarás el pan con el sudor del de
enfrente no de tu frente, que es que Adán estaba aturdido por la faena de Eva",…
y cosas parecidas, todas con sentido, todas muy sensatas…
Los griegos dignificaron el ocio (no la vagancia), pues
durante el tiempo libre hacían lo que realmente les agradaba: hablar con los
amigos, pasear, escuchar música, ir al teatro, escuchar discursos en la plaza
pública, en al ágora, dialogar sobre una cuestión (sobre el amor, la justicia,
la amistad, el valor,…. Tod eso es lo que aparece en los diálogos de Platón),
observar, durante la noche, el cielo estrellado y lanzar hipótesis sobre el por
qué de todo eso, contemplar la salida y la puesta del sol, cazar, pero por
placer, manifestando la superioridad de la inteligencia humana sobre el
instinto animal,….
Esto, todo esto y cosas por el estilo es lo que hacía el
hombre libre, el ciudadano (el esclavo no, pero es que éste no era ciudadano,
ni hombre siquiera, sino “animal bípedo laboral”, como el burro, aunque éste
sea cuadrúpedo).
Pero el Cristianismo lo trastocó todo.
Dignificó el trabajo, "¡que se mueran los vagos¡",
"el que no trabaje que no coma" – dice nada menos que San Pablo.
Y condenó el ocio, confundiéndolo, identificándolo, con la
vagancia.
Y los romanos, que ya lo habían estropeado, lo acabaron de estropear,
creando los términos, las palabras, "neg-otium" y
"trabajo", que viene de "tripalium". El tripalium era un
instrumento de tortura, por eso, para ellos, el trabajo era propio de esclavos.
También la moral cristiana bendijo la palabrita
"siervo", "esclavo". "He aquí la esclava del
Señor", Todos somos "esclavos de Dios". El trabajo es un castigo
divino, por haber pecado, y debemos cumplir con el deber de trabajar si no
queremos perecer por toda la eternidad.
Yo, Tomás, como los griegos, reivindico, contra el deber de
trabajar, el derecho a la pereza, el derecho a no hacer nada, con todo el
tiempo libre por delante, sentado en la ola del tiempo, dejándome mecer por la
inactividad.
"Unas vacaciones maravillosas" - ¿Qué has hecho?,
¿Dónde has ido? – No he hecho nada y no me he movido de aquí, No perdiendo el
tiempo, sino dejándolo fluir, disfrutando de su chorreo.
Siempre, como alumno y, luego, como profesor me cabreó
aquella preguntita de marras "tú, ¿estudias o trabajas?"
Porque la pregunta debería ser ¿trabajas estudiando o de qué
otra manera?
Mis alumnos, sobre todo los de aquel lejano PREU, luego los
del COU y, últimamente los de 2º de Bachillerato, durante el mes de Junio, de
cara a la selectividad, sí que han trabajado estudiando.
Freud hablaba de "neurosis", como un desequilibrio
psicológico, porque una cosa era el "deseo" (el ocio) y otra la
realidad (el trabajo).
Pero la neurosis, hoy día, ha desplazado y cambiado los
términos.
Hoy el deseo es el dinero y la realidad, (para muchos, por
desgracia) es el tiempo libre, obligatorio (parados, jóvenes, mujeres) o, por
fin, conseguido (jubilados), porque el fin de semana (el FINDE), las
vacaciones, las excursiones, la marcha, salir de copas, ir a cenar con los
amigos,….(cuesta pelas") o sea, euros.
Y como nada es gratis ni gratuito, habrá que trabajar más
para el coche o la moto, la gasolina, el seguro, los impuestos, poder viajar,
visitar museos, acudir a un concierto, ir al teatro….
Todo cuesta dinero.
Un filósofo contemporáneo, E. Fromm, habla del ocio en la
sociedad capitalista como una "alienación".
O no sé qué hacer en mi tiempo libre (me aburro) o no puedo
hacer nada (me frustro), porque todo ocio-diversión que te ofertan, cuesta
dinero, porque el capitalismo lo ha convertido en industria, en inversión, y
hay que explotarla.
El valor de la diversión no es un fin en sí mismo, es un
acto de compra que alguien te vende como cualquier otro producto.
Hay quien vende (nada se regala) y el que quiera comprar,
que pague.
Pero, ¿cómo voy a comprar diversión si estoy parado o no
puedo desviar nada de mi sueldo que no sea pagar la hipoteca, hacerme cargo de
las letras firmadas, de los gastos de comunidad, agua, luz, Mercadona, el Corte
Inglés,….?
Alienación y frustración o "trabaja más, gana más,
compra más, consume más". Pero ¿si, luego, no me queda tiempo de
disfrutarlo porque todo el tiempo tengo que estar trabajando para poder
disfrutar, pero que no puedo disfrutarlo……?"
Educamos para el trabajo, no para el ocio, así que cuando
llega el tiempo libre, no sabemos qué hacer con él, no estamos acostumbrados.
Y la tendencia es ir a menos horas de trabajo, trabajo menos
agotador (por supuesto produciendo más), más tiempo libre (pero ¿para què?).
Oigo decir a muchas personas, al cabo de unos cuantos días
en la playa, que están ya aburridos del mar, de no hacer nada, que ya ansían
volver y empezar el ritmo laboral….
¡Qué pena, oiga! Porque SÓLO EL TIEMPO LIBRE DIGNIFICA AL
HOMBRE.
Nietzsche, (siempre volviendo a Nietzsche), ya en el siglo
XIX, decía que había tres tipos de hombres:
1.- El hombre-camello,
que es el esclavo, el que trabaja sin rechistar, el que apenas es persona, el
que es como un animal, el que por no tener no tiene ni tiempo para sí porque es
un instrumento del señor; él no es él, él es del y para el señor, feliz, gozoso
de que nada le falte al señor, gozoso de cargar con los fardos más pesados a
través del desierto de la vida, confiando en la eterna recompensa de su Señor
(en este caso con mayúsculas).
2.- El hombre-león, que
ya no es esclavo, que está libre de las cadenas, que es autónomo, que es rey
(como el león es el rey de la selva), pero todo rey necesita súbditos para
poder sentirse rey, necesita que los demás lo vean superior, necesita hacer
cosas, no parar, actividad, moverse a su aire, libremente, respetado por todos
…
3.- El hombre-niño, que
no es que tenga libertad, que ES libertad total. Es lúdico, por esencia. Quiere
jugar, él sólo quiere jugar, vivir, ser feliz jugando y mientras juega. Vivir
bien es jugar sin parar, la vida es un juego, sentido lúdico del vivir. Ni
obedecer como el camello ni mandar-ordenar-ser obedecido como el león, sino
sentirse ajeno a ello. El niño quiere jugar, sólo jugar, todo el tiempo jugar.
La vida es un juego. El juego vital de la vida. ¿Recuerdan lo de "si no os
hacéis como niños no entraréis …? Pero, luego, el Cristianismo ¿por qué
predica, exige, la sumisión a Dios (el hombre-camello) y no la ludopatía vital
infantil de no mandar sobre nadie ni tener que obedecer a nadie?
El ocio siempre oferta más posibilidades de ser feliz,
porque el trabajo, al ser obligatorio, siempre te tiene las manos esposadas.
La calidad de vida nada tiene que ver con la cantidad de
cosas (la sociedad de consumo nos ha engañado y nos sigue engañando como a
chinos (¡perdón!).
El "tanto tienes, tanto vales" ya no vale, no debe
valer en la época en que vivimos.
La felicidad no debe entenderse como un almacén de cosas
sobrantes, sino como la carencia o satisfacción de necesidades.
"¿Quieres hacer feliz a tu amigo Pitocles?, no le
incrementes sus riquezas, disminúyele sus necesidades" – dice un gran
filósofo.
¿Existe la necesidad de ir a Cancún, ser dueño del coche que
tarda 10 segundos en pasar de 0 a 100, tener el tipo de Elsa Pataki o el
atractivo de Richard Gere? ¿Existiría la Pataki si todas fuerais como la
Pataki?
Yo quiero estar contento conmigo mismo, ser como soy y
seguir siéndolo; no quiero competir, ni ser el primero.
Quiero pasear por la vida. "¿hacia dónde? – me
preguntaba una testigo de Jehová- ¿qué sentido tiene la vida?
Yo no quiero ir, prefiero quedarme. El que pasea y es feliz
cuando pasea, puede cambiar de rumbo y seguir siendo feliz.
Para mí la vida no es un camino, un tránsito (éste sí tiene ida
y destino; todo camino va a alguna parte, todo camino es medio para, y la
felicidad se supone que está al final del camino).
El paseo no, el paseo es un fin en sí mismo, se pasea para
pasear y ser feliz paseando, viviendo.
El que pasea no quiere llegar el primero, ni ansía llegar al
final del paseo, porque no hay final, el final lo pone el paseante.
No quiero competir.
Quiero seguir con mi pelo, cada vez más canoso (sin Grecian
2000 y sucedáneos), con mi barriguilla de los setenta (sin martirios
corporales), con mis arrugas faciales (sin necesidad de tapajuntas), con mi
mollete de Antequera y mi aceite de oliva cordobés mañanero, con mis asentadas
viendo salir el sol desde Santa Clara, contemplando el adiós del sol tras la
montaña hasta mañana….
Y quiero seguir siendo yo y así.
Hay un libro que os recomiendo. Se titula "La vida
simple", es de un periodista. Carlos Fresneda.
"En la vida no hay "corten" ni
"repetimos". Todo, siempre, es original. Todo ocurre en vivo y en
directo. No hay segunda oportunidad. En la vida no hay moviolas.
"No caigamos en la trampa de crearnos necesidades (no
naturales) para autojustificar la necesidad de trabajar más, para poder
satisfacerlas".
Incrementar la jornada laboral, para ganar más, para poder
tener más cosas, pero que no podré disfrutar de ellas porque no tendré tiempo
para ello, porque tendré que trabajar más… ¡Un absurdo, oiga!
En vez de ir, necesitados de algo, a la tienda a adquirir lo
que satisfaga la necesidad, entramos, miramos, compramos y, luego, justificamos
la compra creándonos futuribles necesidades que acabamos de inventarnos.
Es la tiranía de los "y si" (y si llueve…. y si
hace frío… y si hace calor…y si me invitan a una cena…y si tengo que ir a una
fiesta…")
La maleta, las maletas. Cosas, cosas y más cosas. Estamos
contaminando nuestra existencia de cosas.
¡La madre que las parió!
Nos creemos dueños de la naturaleza y somos esclavos de las
cosas.
¡Qué bajo hemos caído!
Coge a tu pareja, daos un apretujón. Coge a tu hijo, dale
cuatro besazos. Mira al cielo y jura, en arameo, "Dios, la de cosas que,
realmente no necesito para ser feliz".
Aunque esto también lo dijo un filósofo.
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