La comunidad científica admite de modo general que, en función de los fósiles encontrados hasta el momento, el origen de la vida se situaría hace aproximadamente 3600 millones de años.
En ese momento se dieron ciertas condiciones atmosféricas y
geológicas en los mares que permitieron que, a partir de la evolución fisico-química
de ciertos elementos, apareciesen los primeros seres vivos unicelulares.
A partir de esta raíz única, la vida se habría ido
expandiendo como las ramas de un árbol, hasta llegar a la inmensa multiplicidad
de especies animales y vegetales que hoy conocemos, y dentro de las
cuales se enmarca el ser humano.
Hoy la ciencia acepta que todos los seres vivos comparten la
misma organización bioquímica y el mismo código genético, lo que demuestra que:
1.- Todos los seres vivos tenemos un origen común.
2.- El desarrollo de la vida ha sido continuo, sin
discontinuidades, por lo que se admite que la evolución es un hecho biológico, no
una mera hipótesis.
3.- El Homo sapiens, tiene su origen en un mamífero
primate a partir del cual nuestra especie ha ido evolucionando.
Comprender cómo surgió nuestra especie y cómo adquirió sus
rasgos distintivos, saber de donde venimos, es decir, nuestro origen
biológico, es fundamental para saber quienes somos y a dónde, quizás, vamos
desde el punto de vista de la evolución.
Para ello vamos a ver primeramente algunas ideas
fundamentales sobre la evolución de la vida.
Entendemos por evolución el proceso por el cual los
individuos de una misma especie sufren cambios cualitativos que conducen
a que, lentamente, las especies cambien desde formas de vida más primitivas hacia
otras más organizadas.
El resultado, después de millones de años, ha sido la multiplicidad
de especies que conocemos.
Mediante este proceso, los seres vivos experimentan dos
mecanismos:
a.- Adaptación.
Van sufriendo cambios por los que mejoran sus condiciones de
supervivencia en el medio en que habitan (por ejemplo, en un clima desértico su
organismo está adaptado para consumir poca agua).
b.- Herencia.
La genética asegura la transmisión de estos cambios a los
descendientes.
La teoría que, por primera vez, expuso las causas
científicas del cambio de las especies es la llamada teoría evolucionista,
que comenzó a desarrollarse a partir del siglo XVIII.
Se la considera como una segunda gran revolución
científica después de la de Copérnico (y su teoría heliocéntrica) y supuso la
ruptura radical con
creencias científicas, filosóficas, religiosas e, incluso,
socioeconómicas muy asentadas.
Veamos qué planteamiento teórico existió antes del
surgimiento del evolucionismo.
1.- El fijismo
Hasta que el evolucionismo no logró situarse como la teoría
más aceptada por la comunidad científica, la concepción dominante hasta el
siglo XIX fue el fijismo.
Según esta teoría, las especies son:
· Fijas. Inmutables desde su origen.
· Creadas por Dios. Por obra divina las especies
aparecen en un momento único (Creacionismo).
· Inmutables. Desde su creación, cada especie y cada
individuo habrían permanecido sin modificación.
· Grupos aislados. No hay relación entre las especies
y no derivan unas especies de otras.
El representante más importante de esta teoría fue Linneo,
quien definió la especie como “lo compuesto por un determinado número de
individuos que son un especie de copia a partir de un modelo inmutable”.
Linneo estableció
la primera clasificación de los animales y plantas según el grado de similitud
que aparecía entre ellas.
Desde el punto de vista filosófico esta teoría biológica
fijista implica una serie ideas metafísicas y antropológicas:
· El fijismo va unido a la corriente metafísica que afirma
la inmutabilidad de la esencia de las cosas.
Esta visión metafísica nació con Platón en la Atenas del s.
V a.C.
Estas esencias fijas, llamadas por Platón Ideas, permiten
definir a cada individuo como lo que es -por ej. un árbol- ,
diferenciarlo de otras cosas y destacando lo que tiene en común con otros
individuos de la misma especie o clase – en el ejemplo que hablamos, los demás
árboles-.
· El fijismo conlleva una concepción jerárquica de la
realidad, según la cual en la naturaleza cada individuo tiene su lugar propio.
· Existe algo fijo e inmutable con respecto a lo que
llamamos naturaleza humana, que está al margen de los individuos
concretos que nacen, crecen y mueren.
· El ser humano es el protagonista de la
creación, por lo que estaría muy alejado y muy por encima de las
características propiamente animales.
Sin embargo, las teorías fijistas y la metafísica que veía
la naturaleza como algo estático entraron en crisis en el siglo XVIII, dando
paso a la concepción del ser humano y de la realidad como productos de un
constante proceso de cambios y transformaciones.
2.- Teorías evolucionistas.
La primera teoría explícita de la evolución de las especies
se debe a Lamarck, que desarrolla la
llamada teoría transformista.
Según esta teoría, la naturaleza forma un todo continuo,
en el que las especies no son invariables sino que se transforman, unas
a partir de otras, de acuerdo con una tendencia hacia formas más perfectas.
Para Lamarck, la evolución se explica por la necesidad que
tienen las especies de adaptarse al medio ambiente en el que viven.
Y, para adaptarse, desarrollan o atrofian órganos adecuados,
que acaban transformando la especie.
Por ejemplo, Lamarck explica la transformación del cuello
largo de las jirafas por la necesidad que tuvieron estos animales de adaptarse
para buscar comida en los árboles.
La teoría de Lamarck presenta puntos erróneos, como la
creencia de que los caracteres desarrollados durante la vida de un individuo
(crecimiento del cuello de una jirafa) se transmiten a la descendencia.
No obstante, acertó en el importante papel de la influencia
del medio y, sobre todo, dejó claro que las clases, órdenes, géneros y especies
no son más que divisiones de nuestra mente sin existencia real, ya que todas las
especies están relacionadas entre sí.
Quien completó de modo definitivo la teoría evolucionista
fue Charles Darwin (1809-1882), un biólogo británico que aportó un gran
número de pruebas científicas concluyentes.
Sus tesis principales:
· Origen común de las especies. La gran variedad de
las especies conocidas están emparentadas entre sí, ya que todas proceden de
una o unas pocas especies primitivas sumamente simples, escribió una obra
fundamental: El origen de las especies, publicada en 1859.
· La lucha por la supervivencia. Todas las especies
tienden a reproducirse hasta saturar su hábitat.
En esta situación, escasean los recursos y alimentos,
comenzando una lucha por sobrevivir, en la que perece la mayor parte de los
individuos.
· Teoría de la selección natural. No todos los
individuos están preparados para esa competición, por lo que solo los
individuos más aptos para obtener recursos en un ambiente determinado
tienden a sobrevivir y logran reproducirse.
Así, la evolución biológica se explica por un proceso de
selección natural, no por una adaptación al medio.
· Por el concepto de los 'más aptos' no se entiende
ser más inteligente, ni más fuerte o ser de una cultura superior, ni ninguna
otra consideración racista o etnocéntrica.
En términos de biología evolutiva, el más apto es aquél que presenta
mutaciones genéticas más favorables para adaptarse al cambio concreto que
se ha producido en el medio ambiente.
Generalmente, dichas variaciones son pequeñas y neutras o
desfavorables, pero cuando son ventajosas respecto al medio ambiente los
individuos portadores de esa pequeña ventaja sobreviven.
· Herencia. Los supervivientes transmitirán los
cambios genéticos ventajosos a sus descendientes, extendiéndose así al conjunto
de la especie. En consecuencia, esta irá cambiando poco a poco, adaptándose
mejor a su ambiente.
En esto consiste la selección natural.
· La selección natural no es un proceso consciente, sino que
la naturaleza actúa al azar y de modo ciego: las variaciones surgen de
modo aleatorio, por lo que el ser 'los más aptos' no es algo que los vivientes
se puedan proponer – como en la teoría de Lamarck-, sino que es al contrario:
los animales más aptos son los que se adaptan – en el ejemplo de las jirafas,
el cuello no les habría crecido por adaptación, sino que han sobrevivido aquellas
que nacieron con el cuello más largo y, por tanto, pudieron conseguir comida.
En conclusión, para Darwin no hay finalismo en la
naturaleza, ni hay orden preestablecido ni dirigido.
Pero ni Lamarck ni Darwin pudieron explicar cómo se produce
la herencia de los nuevos caracteres.
Científicos posteriores como Mendel, Weismann, Morgan, De
Vries, etc., aportaron las pruebas directas del mecanismo evolutivo al
desentrañar las bases genéticas de la herencia, lo que ha supuesto su
aceptación plena por la comunidad científica.
(Racismo: actitud que considera a un grupo étnico como
inferior al propio)
(Etnocentrismo: consideración de la propia cultura
como el único criterio válido y, por tanto, superior, para interpretar los
comportamientos de otros grupos, razas o sociedades)
(Mutación: pequeño cambio en la estructura de un gen
que, siendo permanente y hereditario, provoca la aparición de caracteres nuevos
en los descendientes.
Las mutaciones se producen por azar.
Desde el punto de vista filosófico, la teoría de la
evolución supone una visión de la realidad que se define, fundamentalmente,
por tres rasgos, es:
Materialista. La naturaleza es materia, por lo que no
es necesario explicarla desde una realidad espiritual.
Dinámica. En la
naturaleza todo cambia y nada permanece, aunque tan lentamente que no lo podemos
percibir.
Progresiva. Con la evolución, las especies van
logrando un mayor nivel de complejidad y de organización.
¿Cómo se concreta esta teoría de la evolución en la especie
humana?
En ella no solo se dio una evolución biológica, sino que
también se produjo, en paralelo y estrechamente relacionadas, una evolución psíquica
y social.
Es importante destacar que solo la mutua relación entre lo
que hay en nosotros de natural e innato, y lo que hay de aprendido y cultural,
hizo que nuestra especie sobreviviera.
LA EVOLUCIÓN HUMANA: la antropogénesis
Somos un animal más, incluido en el orden de los
primates. Dentro de este, pertenecemos a la familia de los homínidos, en la que
se incluye el género Homo y, dentro de él, la especie sapiens.
Somos el Homo sapiens sapiens, emparentados de
cerca con el gorila, el orangután y el chimpancé.
Sin embargo, han sido necesarios centenares de millones de
años de evolución para llegar a ser lo que somos hoy y diferenciarnos de nuestros
familiares.
En este largo camino debemos distinguir entre dos procesos
que se dieron de forma simultánea, complementándose e interactuando entre sí.
Hominización
Proceso de cambios biológicos evolutivos, que han
caracterizado a la evolución de los homínidos, conduciendo a la especie humana
actual.
Humanización
Proceso de cambios psicosociales, que fue dando lugar
a los elementos culturales que caracterizan al ser humano y le distinguen del
resto de especies.
El origen
La evolución de una especie es el resultado de la
interacción entre dicha especie – con sus capacidades genéticas innatas y
visibles por mutaciones- y el medioambiente en el que vive, el cual ejerce
ciertas presiones sobre las especies y favorece con ello el surgimiento de
cambios evolutivos.
Dicho esto, nos preguntamos: ¿cuáles fueron las condiciones
medioambientales que favorecieron los cambios genéticos para que se iniciara el
paso del homínido al hombre?
Hace 22 millones de años, en África oriental, el drástico
descenso de las lluvias hizo que los bosques densos fueran sustituidos por la
sabana.
A consecuencia de este cambio, un grupo de primates se vio
forzado a abandonar su hábitat natural -el bosque denso- y pasar a vivir en la
sabana. La necesidad de sobrevivir en un nuevo ecosistema favoreció las
mutaciones que dieron lugar a una serie de mecanismos de respuesta (anatómicos,
bioquímicos, de comportamiento social, etc.).
Así se inició el proceso evolutivo y se fueron consolidando
caracteres nuevos, mejor adaptados al nuevo medio.
Este lento proceso duró millones de años, y en él sucedieron
cambios fundamentales.
Por ejemplo, el paso del bosque a la sabana implicó que
aquellos primates pasaran de ser recolectores de frutos –actividad habitual del
bosque- a cazadores.
Ello conllevó, entre otras consecuencias, un cambio en la
alimentación y, por tanto, en la bioquímica del cuerpo, en el comportamiento
social, etc.
Todas estas transformaciones tuvieron profundas
consecuencias en la evolución humana, actuando en dos grandes ámbitos: el natural
y el cultural.
La evolución natural: el proceso de hominización
El ser humano pudo sobrevivir en un medio ambiente para el
que no estaba preparado debido a que su organismo experimentó profundas
transformaciones:
a.- El cambio fundamental para el inicio del proceso de
hominización fue el bipedismo, ya que esta forma de desplazamiento
supuso importantes adaptaciones anatómicas.
Viviendo en la sabana de altas hierbas, el hombre necesitaba
explorar, buscando alimentos, y vigilar para no ser atacados por otros
animales.
Así, la necesidad de supervivencia favoreció la posición
erguida.
b.- Ello condujo a un cambio en la estructura del pie:
el dedo gordo se volvió no oponible permitiendo el apoyo de toda la planta, lo
que permite andar y mantenerse normalmente sobre dos pies.
El hombre es el único mamífero capaz de hacerlo.
c.- La postura erguida sitúa el centro de gravedad en la pelvis
que se estrecha, lo que obliga a la modificación de la columna vertebral
que, ahora en forma de 'S', permite mantener el equilibrio y sostener la cabeza
erguida.
Esto aumenta el campo de visión y, por tanto, de
información, con lo cual aumenta las posibilidades de supervivencia.
d.- Cuando la posición erguida se hizo permanente se produjo
otro cambio fundamental: la liberación de las manos, que ya no son
necesarias para desplazarse.
Ello permitiría, con el tiempo, que las manos
pudiesen desempeñar funciones técnicas: fabricar y manejar útiles y
herramientas, como por ejemplo, afilar guijarros, construir hachas, etc.
d.- En posición vertical, el homínido ya no necesita
defenderse o atacar con la boca.
Esto lleva que las grandes mandíbulas se hagan más pequeñas
mientras que el cráneo aumenta de tamaño y se abomba; los dientes
también disminuyen, facilitando el movimiento de la lengua, lo cual es fundamental
para la posterior aparición del lenguaje.
e.- El aumento del tamaño del cráneo va en paralelo con su
mayor capacidad. Primero se desarrollaron las áreas de la corteza
cerebral relacionadas con las percepciones espacio-temporales; también se
agudizaron los sentidos, al ser necesarios tanto para la fabricación de
herramientas como
para la caza y, por tanto, para la supervivencia. Finalmente
se desarrollaron las áreas cerebrales relacionadas con la percepción manual y
el lenguaje.
HOMINIZACIÓN: CARACTERÍSTICAS FISIOLÓGICAS DEL SER
HUMANO:
LA POSICIÓN ERECTA BÍPEDA:
- Pies especializados en una función SUTENTADORA Y
MARCHADORA
- Modificación de la pelvis (más ancha y corta)
- Columna vertebral en forma de ‘S’
- Verticalidad de la cabeza
- Alargamiento de los miembros inferiores (piernas) y
acortamiento de los superiores (brazos)
- Liberalización de las manos de su función sustentadora y
marchadora (gran capacidad manipulativa)
Todos estos elementos provocaron:
a.- Desaparición
de la función aprehensora de la boca (alcanzó una gran expresividad y comunicación)
b.- Disminución del prognatismo
c.- Disminución de las mandíbulas y desarrollo del mentón
d.- Modificación de los dientes
e.- Surgimiento del cuerpo y del rostro humano
· TAMAÑO Y DESARROLLO DEL CEREBRO:
a.- Cerebro 1800 cm3
b.- Crecimiento de parte del cerebro: encéfalo (no cerebelo
y tronco cerebral)
c.- Crecimiento aún no estabilizado
d- Gran complejidad de la estructura cerebral (anatómica y
funcional): abre la puerta a la inteligencia, voluntad libre, imaginación y
lenguaje
· ÓRGANOS DE FONACIÓN
· NEOTENIA
· PERIODO DE VIDA MÁS LARGO
· PLASTICIDAD BIOLÓGICA (carencia de comportamiento
instintivo)
En resumen, la posición erguida liberó las manos, factor que
facilitó la capacidad de fabricación y utilización de instrumentos, y, con
ella, la capacidad técnica o práctica del cerebro.
Ahora bien, es muy importante destacar que este proceso
corrió paralelo al desarrollo de la capacidad teórica de la mente humana.
Ambos procesos se influyeron mutuamente: cualquier avance en
la capacidad técnico-manual actúa en favor de un cerebro más
desarrollado y complejo y, al revés, un cerebro más desarrollado propicia y
favorece el surgimiento de nuevas capacidades técnico-manuales.
Por ello, nuestro antepasados no solo eran capaces de hacer
ciertas cosas, sino también de pensar cómo hacerlas, lo que
desarrolló ambas capacidades, abriendo un proceso de transformaciones que aún
se mantiene vigente.
Ahora bien, lo dicho hasta aquí no explica la aparición
de la inteligencia humana.
La inteligencia racional humana:
a.- Procede de una mutación genética.
b.- Se dio en unos
individuos – los seres humanos- que podían aprovechar favorablemente dicha mutación.
Es decir, hay animales que poseen un cerebro altamente
complejo, como las orcas o los delfines, pero no pueden aprovecharlo por su
estructura anatómica.
Es decir les falta, por ejemplo, brazos y piernas, órganos de
fonación para el lenguaje, etc. por tanto, en el caso de que pudieran pensar,
no podrían escribir libros o construir catedrales.
En cambio, los homínidos, dadas las transformaciones
anatómicas, bioquímicas y genéticas que habían tenido lugar a lo largo de su
evolución biológica, fueron el animal perfecto para aprovechar esa variación
que se dio en nuestros antepasados.
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