Como ya hemos mencionado el ser humano tiene una dimensión
natural y otra cultural. También hemos visto cómo ha sido la evolución
biológica y hemos podido conocer cuáles son sus aspectos más importantes.
Junto con la evolución biológica ha corrido en paralelo la
evolución cultural, ambas estrechamente relacionadas.
Sin embargo, en las últimas etapas humanas la evolución
cultural ha superado a la biológica, hasta el punto de que las transformaciones
culturales podrían acabar provocando cambios en el cuerpo humano.
Por ejemplo, la medicina puede alargar la vida a enfermos
terminales por causas genéticas con lo cual alteraría el mecanismo de selección
natural.
En esta redirección de la evolución humana es muy importante
tener en cuenta el hecho de que, mientras la evolución biológica es muy lenta,
los cambios culturales son rapidísimos y se producen por aprendizaje social,
pudiendo ser incorporados en una sola generación.
Si biológicamente somos darwinianos, culturalmente
evolucionamos de manera lamarckiana.
Por este motivo, el desarrollo cultural es fundamental para
el éxito de la evolución de nuestra especie.
2.- La cultura
En un sentido general y amplio, la cultura se asimila
al conocimiento, al saber.
Originariamente, la palabra cultura significa, en
latín, cultivar -procede del ámbito de la agricultura- de ahí que, con el
tiempo, un hombre sin educación se comparase metafóricamente a un campo sin
cultivar, frente a un espíritu cultivado, es decir, que lee, va al
teatro, entiende de pintura, etc.
Sin embargo, existe otro significado para el término cultura.
Para antropólogos, sociólogos y otros científicos, la cultura consiste en todas
las actividades, conocimientos, procedimientos, valores e ideas que se producen
y transmiten por aprendizaje social.
Así, por ejemplo, son elementos culturales las técnicas
agrícolas y artesanales, el tipo de construcción de casas, las formas de
organización social y de parentesco, los modos de limpieza, los rituales de
bailes, regalos, los contenidos de conocimiento – ideas, creencias, valores- el
tipo de vestimenta, las tradiciones, las creencias religiosas, etc.
Y, de igual modo, hablamos de culturas cuando nos referimos
a pueblos, sociedades o civilizaciones: cultura egipcia, maya, occidental, etc.
3.- Funciones de la
cultura.
Si comparamos al ser humano con otras especies animales nos
damos cuenta en seguida de sus muchas desventajas biológicas: no somos los más
fuertes, ni los más rápidos, no podemos volar o nadar bajo el agua demasiado
tiempo, no tenemos una piel que nos proteja del frío o la lluvia, esto es,
somos unos indigentes biológicos.
Sin embargo, frente al resto de especies animales disponemos
de una ventaja fundamental: la cultura.
Esta herramienta, que progresivamente ha sido creada por
nuestros antepasados -el fuego, las artes de la caza, las técnicas para
fabricar herramientas, el lenguaje, etc.- ha permitido a la especie:
a.- Suplir sus carencias como animal para defenderse en un
medio natural muy hostil, evitando así la extinción de la especie.
Otras especies se han extinguido.
b.- Adaptarnos al medio, tanto natural como social, por
extremo que sea, modificándolo.
Así, cuando empezamos a perder vista, la cultura nos ofrece
gafas, sin enfermamos, la cultura diagnostica y cura y, en invierno, nos
proporciona una casa.
Pero no todo es positivo dado que, por cultura, también nos alcoholizamos,
tenemos prejuicios o cometemos un asesinato premeditado.
4.- Elementos culturales.
Empezamos a aprender desde el mismo momento en que nacemos,
un proceso que durará toda la vida.
Lo que aprendemos, lo que adquirimos -consciente e
inconscientemente- es cultura, es decir, conocimientos, pautas de
comportamiento y modos de pensar que nos van a ser útiles para vivir dentro de
la sociedad en la que hemos nacido.
Esta cultura se compone de contenidos que pueden ser de dos
tipos:
Cultura material:
Elementos culturales físicos, producidos artificialmente por
el hombre: objetos, artefactos, técnicas etc.
Por ejemplo: la técnica para cazar o para construir
una casa, objetos como la lanza, la vestimenta, etc.
Cultura inmaterial Elementos relacionados con los modos
de pensar, los conocimientos, los sentimientos, las mentalidades, etc., como
son las ideas, creencias, sistemas simbólicos, valores morales, normas
políticas, instituciones, tradiciones, la filosofía, la ciencia, las
tradiciones, los diferentes credos religiosos, etc.
Por ejemplo, las normas y leyes que regulan las
relaciones sociales entre los individuos; las instituciones, como
el matrimonio; las ideas políticas, religiosas, etc. y los valores.
5.- Cultura y sociedad
Muchas veces tendemos a usar los términos 'cultura' y
'sociedad' de manera indistinta, aunque, en sentido estricto, no son lo mismo.
Mientras que una cultura es un conjunto de creencias,
valores, actividades y pautas de comportamiento que un grupo de
individuos comparte y se transmite entre sí, una sociedad es un sistema
de interrelaciones entre individuos.
Por ejemplo, podemos hablar de la sociedad española o la
francesa, compuesta por millones de individuos, aunque también una sociedad
puede ser un grupo de 30 o 40 personas vinculadas entre sí.
Dentro de estas sociedades pueden convivir culturas diferentes.
Todas las personas que integran una sociedad comparten un
mismo vínculo: sus relaciones sociales se basan en una cultura común (por
ejemplo, una lengua en la que expresarse, unas normas, una gastronomía, etc.
Al igual que no puede haber un individuo 'puramente natural'
sin elementos culturales, tampoco es posible una sociedad sin una cultura.
Y sin cultura ni sociedad no podríamos ser humanos, no
tendríamos, ni siquiera, conciencia de nosotros mismos.
El individuo solo puede desarrollarse, adquirir plena
capacidad, si vive en sociedad, si se relaciona con las demás personas y con
los elementos culturales que la sociedad le ofrece.
Para entenderlo mejor, tomemos como ejemplo el lenguaje.
Éste es la expresión de nuestros pensamientos.
Por otra parte, se sabe que sólo podemos aprender a través
de nuestras relaciones con otras personas.
Por lo tanto si un niño permaneciera aislado como el caso de
los niños-lobos o niños-salvajes, no desarrollaría ningún lenguaje ni, por
tanto, tampoco podría desarrollar el pensamiento, ni siquiera la conciencia de
la propia personalidad.
A la pregunta: ¿quien soy yo? Su pensamiento atrofiado
sería incapaz de hallar una respuesta.
Efectivamente, la sociedad en la que nacemos influye en
nuestro comportamiento, ya que nos ofrece un marco de actuación y de
pensamiento.
Sin embargo, cuando incorporamos elementos culturales de
dicha sociedad, no estamos acoplándonos simplemente a unos moldes vacíos, sino
que los adaptamos a nuestra propia personalidad, a nuestros intereses y
necesidades.
Esto es lo que se conoce como socialización.
De esta forma, podemos decir que cada uno de nosotros tiene
una doble identidad: la social y la personal.
La idea que las personas se hacen sobre quiénes son y sobre
lo que tiene sentido para ellas.
Identidad social:
Roles o papeles que la sociedad atribuye al individuo o bien que éste se adjudica
a sí mismo (por ejemplo: casado, madre, médico, católico, africano, etc.,).
Sirve para definir y ubicar a esa persona en relación con
otros individuos que tienen las mismas características, así como en relación
con el resto de la sociedad.
Crean un sentimiento de grupo, de pertenencia.
Identidad personal:
Sentimiento individual, con características únicas respecto de los demás y una idea
de lo que somos.
Sirve para definirnos a nosotros mismos, formándonos una
idea de nuestro propio ser.
Nuestra personalidad deriva, pues, de lo que somos
genéticamente, pero también de lo que somos en un sentido cultural.
Veamos cómo explican los psicólogos sociales la formación de
la propia personalidad, al entrar en contacto con los demás:
· El niño comienza dándose cuenta de que sus padres esperan
de él ciertos modos de comportamiento (comer papilla, etc.) muy sencillos, pero
que son ya el origen de su papel en sociedad (implican reglas, pautas, valores,
creencias).
· Frente a esas expectativas, el niño puede rebelarse o,
generalmente, adoptarlas como un juego.
· El niño comienza jugando a ser hijo, a ser hermano, a ser
compañero, etc., y finalmente, se ve a sí mismo como los demás le ven: hijo,
estudiante, generoso, etc.
En conclusión, el origen de la conciencia de nosotros mismos
está vinculado a nuestra relación con los demás en la sociedad y en la cultura
en la que crecemos y nos educamos.
Por eso la personalidad es una construcción social.
Pero esto no quiere decir que el individuo, una vez formada
su personalidad, no posea libertad para rechazar, criticar, elegir o
transformar el medio social en el que vive.
De lo que no cabe duda es que en la sociedad actual tenemos
medios sin precedentes para hacernos a nosotros mismos y crear nuestra propia
identidad; para definir quiénes somos, de dónde venimos y decidir a dónde
vamos.
Cada elección cotidiana -por ejemplo, cómo me visto, en qué
empleo mi tiempo, etc.- nos ayuda a ser lo que somos.
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