En Semana Santa, allá, en mi pueblo salmantino, estábamos
todos de luto. Las imágenes de la iglesia estaban cubiertas con una tela morada
y sólo estaba iluminado, por muchísimas velas, el Santísimo Sacramento, donde, de
rodillas, íbamos turnándonos, haciendo las guardias.
Las campanas de la torre que, normalmente, tocaban 5 ó 6
veces al día y siempre que había algo especial (nacimientos, bodas, fuego,
reunión de agricultores, en la hermandad de labradores, muertes y entierros,…)
permanecían en silencio e íbamos los chiquillos, por todas las calles, tocando
las carracas “para atronar a los judíos” y vocear, en las encrucijadas, las
horas de “los oficios sagrados”.
Los judíos eran lo malos, los que habían condenado y crucificado
a Jesucristo.
Pero la verdad es que, si es verdad que lo crucificaron,
como a tantos otros, no pudieron ser los judíos porque sometidos al Emperador
romano no tenían jurisdicción alguna, no podían ni juzgar, ni sentenciar, ni,
menos aún, crucificar.
Cuando Marcos pone en
boca de Jesús lo que sería una acusación contra él: “yo destruiré este templo
que está construido con manos y, en el término de tres días, edificaré otro
hecho sin manos” (que, tomado literalmente, parece una broma y que, después,
Juan lo interpretará simbólicamente) lo primero que habría hecho el pretor
romano sería ir a ver si el acusado había intentado destruirlo y si no hay
indicios de ello, pues lo olvidaría.
Se juzgarían los hechos, no las palabras.
Al Sanedrín sí que les habría jodido el negocio la
destrucción del templo, porque acababa con el negocio que tenían montado en la
venta de palomas y otros animales para el sacrificio y por el cambio de moneda.
El Sanedrín sí que podría haberlo denunciado, pero los
romanos, si no hay hechos,….
Sería algo así, pero no igual, que nuestra Santa
Inquisición. La Iglesia juzga y condena, torturando y quemando, pero como no
puede, la Santa Institución, mancharse las manos con sangre (¡el tabú de la
sangre¡) le encargan al poder civil que lo haga él. De esta manera sus bienes
pasaban a manos de la corona.
Uno se quita de en medio a una persona molesta y el otro se
beneficia económicamente. Amigos, ambos, en el negocio.
¿Pero, Pilatos? ¿Tan tonto era como para ceder así, por las
buenas, a las incitaciones de una colonia o un pueblo sometido al que nada le
debía?.
¡Joer! ¡Que me viene a la mente cómo nuestra Iglesia, más
todavía que el Sanedrín, ha metido baza en la política para sacar no tajada,
sino toda la carne, durante toda la historia¡
¿De verdad que Jesús entró en Jerusalén, vitoreado por toda
la multitud, el domingo de Ramos y esa misma multitud es la que cuatro días
después gritaría, ante Pilatos, “crucifícale”, “crucifícale”?.
¿Además montado en un burro?
¿No será algo añadido para “que se cumplieran las Escrituras”?.
(Zacarías: “He aquí que tu rey viene a ti, es justo y trae la salvación; viene
a ti, humilde, montado en un asno, en el asnillo nacido de la burra”).
¿Puede interpretarse; “Y en aquel día no habrá más cananeos
en la casa del Señor de los ejércitos” como la profecía de que Jesús cogería el
látigo y echaría por tierra las mesas de los cambistas y pondría en polvorosa a
los vendedores de animales para el sacrificio?
¿Alguien puede imaginarse que yo, por ejemplo, que no creo
en la resurrección de los muertos (y sí que me gustaría resucitar y ser
eternamente feliz) y que creo que el cementerio, tras haber enterrado al
difunto, es el lugar al que no debe volverse, porque allí ya nada hay y es la
memoria el lugar en el que debe estar (o no estar) el finado, y que comprar
flores y/o coronas de flores lo considera algo no sólo inútil sino sin sentido,
me acercase a la puerta del cementerio y tirase por el suelo los puestos de
flores y comenzara a insultar a los que sí comprasen y las pusieran sobre las
losas?.
Y quien dice “flores en el cementerio” dice “velas en las
iglesias”. ¿Quién soy yo para imponer mi creencia/mi no creencia a los demás y
obstaculizar las suyas y sus prácticas por creer en un favor concedido por su
Dios o una enfermedad espantada?.
Dice El Salmo 22, 2: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?” y en Marcos (15, 34): “Eloí, eloí, lama sabachtani” que quiere
decir: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado”, exactamente igual que
en Mateo (27, 46).
Pero ¿no parece raro morir, crucificado, con esa pregunta?
Tenía razón el ladrón malo: “si eres Dios por qué no…?
Además, se dice que fueron las últimas palabras de Jesús en
la cruz, pero ¿quién las oyó si todos los discípulos habían huido y estaban
escondidos, incluso Pedro lo había negado y “había también unas mujeres que, de
lejos, lo miraban, entre las cuales estaba María Magdalena….¡” Luego, desde
lejos, es difícil (imposible) oír la voz del crucificado.
Como es raro que “algunos de los presentes, oyéndole,
decían: “mirad llama a Elías”. Suponiendo que los únicos que hubiera alrededor
de la cruz fuesen los soldados romanos, haciendo guardia, para que nadie… ¿Qué
iban a saber los romanos de “Elías”, el profeta, si su religión….?
Salmo (22, 8): “se burlan de mí cuantos me ven, abren los
labios y mueven la cabeza” y Mateo (27, 39): “los que pasaban le injuriaban,
moviendo la cabeza”.
La crucifixión, ¿fue clavado en/por las palmas de las manos
o por las muñecas?, ¿los dos pies con un clavo o dos clavos, uno para cada pie?
O, lo más seguro (pues el peso del cuerpo rasgaría las manos y el cuerpo
caería) ¿no estarían los crucificados, con los pies apoyados en un pequeño
asiento y atados, no clavados?
Salmo (71, 22): “…me dieron a beber vinagre”. Mateo (27,
48): “ uno de ellos tomó una esponja, la empapó en vinagre… y le dio a beber.
Salmo (22, 19): “se han repartido mis vestidos y echan
suertes sobre mi túnica”. Mateo (27, 35): “se dividieron sus vestidos,
echándolos a suerte”
Y uno se pregunta cómo sería y cómo estaría la ropa de Jesús
como para ser ansiada, incluso repartida, por los soldados.
Salmo (41, 10): “Aquel en quien me confiaba y comía mi pan,
alzó contra mí su calcañal” o sea, profecía de Judas.
Isaías (35, 5): “Entonces se abrirán los ojos de los ciegos,
se abrirán los oídos de los sordos, entonces saltará el cojo como un ciervo y
la lengua de los mudos cantará gozosa”, Mateo (11, 5): “los ciegos ven, los
cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen….”
Que uno se pregunta cómo es que, si todo esto ocurría y lo
veía la gente (que el ciego ahora veía, que el paralítico, ahora andaba,….)
cómo es que no lo seguían TODOS.
(Podía seguir viendo analogías o símiles)
Yo, personalmente, veo, al comparar los paralelismos, que
los pormenores de la historia de la pasión fueron extraídos de los textos del
Antiguo Testamento, sobre todo del Salmo 22, que conocerían bien, como todo
buen judío, añadiendo explicaciones, “para que se cumplieran las Escrituras”
Vestir a Jesús, del Nuevo Testamento, con las ropas
extraídas del Antiguo Testamento.
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