A.-Ya no quedan muchos líderes humanos y humanitarios, tipo Sócrates, Teresa de Calcuta o Vicente Ferrer, en los que había una concordancia entre lo que “pensaban”, lo que “decían” y lo que “hacían”.
Hoy el Padre Ángel, fundador de Mensajeros de la Paz.
Pensamiento = lenguaje = vida.
Líderes con una integridad moral manifiesta, capaces de dar su vida para que otros vivan.
Puedes fiarte de ellos, son totalmente previsibles. Sabes cómo van a actuar en cada situación.
Para ser un líder humanitario no tienes más que abrir los ojos, asomarte a ese mundo manifiestamente mejorable y ponerte manos a la obra para ir arreglando desperfectos y taponando sangrías, efectos de la injusticia.
Rouco y Madrid (cristianismo anquilosado y seco, cristianismo de salón, comedor, moqueta y vestiduras ampulosas) no es Vicente Ferrer y Bombay (cristianismo vivo, cristianismo de calle, de cuerpo agotado y enclenque aunque de espíritu sublime).
El Cerro de los Ángeles y el Sagrado Corazón de Jesús no es Anantapur y la miseria disfrazada de persona.
Dos maneras de entender la vida. Dos maneras de interpretar el mensaje de Cristo.
B.-Llamar, hoy, líderes a los políticos es una incongruencia manifiesta porque lo suyo es crear espacios preñados de posibilidades para los que, libremente, quieran actualizarlas cuando, en realidad, lo que hacen es propiciar el enfrentamiento tras embrollar el problema.
Un líder político es el que es capaz de adelantarse a los acontecimientos o capaz de detectarlo a tiempo; de prevenirlo y, si no, de curarlo.
Un líder político tiene que ser radiólogo, médico y cirujano social, todo en una pieza.
No abundan, hoy, los líderes políticos.
Los políticos que tenemos no “dicen” lo que “piensan”, ni “piensan” lo que “dicen” y menos aún lo que “hacen”.
Son representativos de una personalidad neurótica, conviven con una división interna.
No son de fiar, por ser, siempre desconcertantes. Pueden hacer, en cualquier momento, lo contrario de lo que decían que iban a hacer. Y siempre tendrán la justificación a mano y los palmeros que lo aplaudan.
C.-También están los líderes religiosos, esos magos de la palabra incendiaria, capaces de encandilar a las masas y convertirlas en discípulos, que prometen recompensas sin par al tiempo que te quitan la cartera y te secuestran la conciencia haciéndole ver a un asesino suicida su calidad moral de mártir y merecedor del paraíso celestial tras provocar un infierno terrenal para gente inocente cuyo “delito” o “pecado” era la casualidad de estar allí en el momento inadecuado.
Arturo Pérez Reverte da una definición de lo que debe ser un líder político: “El que piensa como un griego, el que pelea como un troyano, y el que es capaz de morir como un romano”.
Me temo que nuestros políticos saben poca historia.
Me temo que asistimos a una “pertinaz sequía” de líderes y no se divisa alguno en el horizonte.
Cuando veo a un político pienso en Atenas, en Troya y en Roma y, la verdad, me da la risa floja.
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