Igual que debe estar prohibido, de manera absoluta y para todos, fumar en lugares cerrados por motivos de salud, igualmente debe estar prohibido el uso del burka en los lugares públicos, por higiene social.
En una sociedad abierta, como es la nuestra, de estilo occidental, toda persona, varón o mujer, tiene el derecho y el deber de ir “a cara descubierta”, mostrando su primera identidad, la facial; y nadie puede obligar a nadie a ser invisible.
No se puede vivir, toda la vida, disfrazado/a. La vida diaria no es un carnaval o una semana santa continua, de disfraz lúdico o religioso temporal.
Igual que los estados no deben entrometerse en cómo debe organizarse el culto en los lugares religiosos, si debe rezarse de pie o de rodillas o cuántas avemarías debe tener el santo rosario o qué oraciones deben rezarse en cada momento, o cuál es la mejor manera de entrar en contacto con “el amigo invisible” (léase su respectivo dios) …., ninguna religión puede obligar, a ningún ciudadano, aunque sea creyente, a que se comporte socialmente de una determinada manera.
El comportamiento social, y en la sociedad, en los lugares públicos, debe recaer sobre los dirigentes políticos y sociales, no sobre los dirigentes religiosos.
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