Somos, mientras vivimos, seres “perdedizos”, no necesariamente “perdedores”, excepto en la jugada final, donde la guadaña “nos gana y nos pierde”.
Escribía sobre tres pérdidas que nos afectan sobremanera, a todos.
1.- La Pérdida de la Riqueza. No digo de la sobreabundancia ni de la ostentación, sino de la capacidad de satisfacer las necesidades vitales, tanto propias como las de lo que rodean a uno. Y es que la riqueza, aunque no dé la felicidad –como generalmente se dice- tampoco es un obstáculo para ella. Porque con ella, con la riqueza, pueden adquirirse muchas cosas que alegran la vida, desde un viaje de placer hasta un regalo amoroso. Y esa riqueza o solvencia económica puede perderse por una mala gestión, por una previsión equivocada, por una precipitación, por azar, por un E.R.E. de la empresa que te manda al paro, por….
2.- Pérdida de la Salud. Que ya no es una pérdida de algo externo, sino que afecta a lo interno, tanto fisiológica como psicológicamente, afecta a uno mismo, que sufre, y a los que le rodean, que sufren contigo. Y sobre todo cuando la enfermedad es grave, suponiendo un deterioro orgánico o una posible muerte. Tener que depender y tener que agarrarte a la medicina, a la analítica, a la cirugía, a los tratamientos agresivos (quimio, radio,…). Pierdes vida y, sobre todo, calidad de vida. A goteo, temporalmente o a largo plazo.
3.- La Pérdida de Sí Mismo. Vaciarse por dentro, crear el vacío interno, perder la personalidad, la vida interior e íntima, ser un deambulante. Perderse como persona. Quedarse en nada de sí. ¿Y para qué sirve la nada? Para nada. Ya no es que pierdas cosas, ya no es que pierdas calidad de vida, es que te pierdes como persona, te “nadificas”
Apenas colgada esta reflexión, un antiguo alumno, de hace muchos años, matiza mis “pèrdidas”.
“Estimado Tomás, si bien todas estas pérdidas son dolosas (unas más que otras), también hay que decir que cabe dentro de lo posible el volver a encontrar (al menos en parte) la riqueza, restablecer la salud (aunque fuere parcialmente), y recuperar la paz interior/la intimidad/la personalidad. Lo importante es, cuando uno se caiga, tener la capacidad de remontar y levantarse de nuevo... Y en relación a las pérdidas, hay una dimensión de pérdida que no ha reflejado, y que para mí también resulta muy significativa: Perder el "tiempo", ya que tiempo pasado no vuelve (sólo en nuestro recuerdo), con el coste de oportunidad que conlleva no aprovechar las ocasiones/eventos favorables.
!Chapeau¡ Cristóbal.
Yo, con mis negatividades, mis pérdidas, y tú con tu espíritu positivo de que “todo eso tiene arreglo” y terminas con la Pérdida irrecuperable, la Pérdida de Tiempo.
Yo, con mis temores, con mis prevenciones de adulto/jubilado/viejo y tú con la energía juvenil de disponer de todo el tiempo del mundo por delante.
A tu edad (estoy seguro que) sin problemas de salud (por la vitalidad juvenil), sin problemas de vaciamiento (porque lo llenas con personas y proyectos a corto y largo plazo) y sospecho que sin la obsesión de la riqueza contada en euros, sino preocupado por esa otra mayor y mejor riqueza, como lo es El Tiempo, es una de tus preocupaciones: el no perderlo, el invertirlo bien, el hacerlo formativo y productivo,..
Gracias por recordarme que somos, además de “perdedizos”, “elevadizos”.
A mis tres “P” (Pérdidas, negativas), tus tres “R” (Recuperaciones, positivas).
La Riqueza puede volver a ser Recuperada (otro puesto de trabajo, otra inversión positiva, la suerte,…..) y volver a tener satisfechas las necesidades.
La Salud puede volver a ser Restablecida y volver a estar sano.
El Vacío puede llegar a ser Rellenado y volver a ser uno mismo.
Pero remata, Cristóbal, con su P, su Pérdida, la Pérdida de Tiempo, para la que ya no hay R, porque es “irrecuperable”.
Yo no voy a decir que “todo tiempo pasado fue mejor” (porque puede serlo, o ser igual o parecido, o ser (lo más seguro) peor). Pero nuestra memoria selectiva juega sus cartas, apartando los recuerdos de situaciones incómodas y sólo guarda lo positivo.
Lo cierto y verdad es que “todo tiempo pasado fue anterior”
Decía San Agustín que, a pesar de que decimos que existen tres tiempos: el pasado, el presente y el futuro, el pasado “ya no es”, el futuro “todavía no es” y que el único que, realmente, “es” es el presente, pero que éste puede ser: 1.- El presente de las cosas pasadas que se llama Recuerdo (que no es fotografía exacta de lo ocurrido, sino pasado por el colador del interés). 2.- El presente de las cosas presentes, que se llama Visión, Atención, Actualidad; y el presente de las cosas futuras, que se denomina Espera, Esperanza, Expectación.
Pasar de un “todavía no ser” (futuro) a otro “ya no ser” (pasado), ese es el presente, el límite entre ambos, el instante, un ser instantáneo que, realmente, es otro “no ser” porque no se deja atrapar. Llega y, sin pararse, se va.
Menos más que el alma retiene el pasado, no dejándolo ir del todo, adelanta el futuro, anticipándolo y dilata, estira, el presente, no el presente cronológico, sino el presente psicológico, que es en el que nos movemos.
Ya hemos perdido el tiempo pasado, que “ya no es”, por lo tanto, irrecuperable. No podemos perder el tiempo futuro, porque “todavía no es”. ¿Podemos perder el “tiempo presente”, que lo estiramos para que no deje de ser ya?.
Hemos oído muchas veces que somos el efecto de nuestro pasado y la causa de nuestro futuro.
Y cuando uno (yo mismo) mira hacia atrás y recuerda a aquellos alumnos que te llamaban de Ud. por respeto a la autoridad del profesor (no del autoritarismo), una especie de autoridad moral que representaba el profesor, pero que infundía proximidad y confianza, y que, en su andar de madurez, te seguían, no solo en los conocimientos, también en el comportamiento….
Y compruebas que, a los pocos años, se han puesto a tu altura en la escalera del saber y, amablemente, te dicen “hola”, “qué tal profesor”,…
Y que, unos años más que pasan y ves cómo te sobrepasan, y se alejan, pero que, con la mirada atrás, te dicen: “hasta luego”, “adiós, profesor” y “gracias por todo”.
Es cuando el alma se te llena de gozo y (a mí, al menos) se me saltan las lágrimas.
Ese tardío “gracias” es una compensación, es la mejor y mayor paga extraordinaria que puede recibir un maestro/profesor/enseñante, porque es una paga valorativa, no pecuniaria.
!DIOS¡
No creo que haya otra actividad laboral más gratificante, cuando van de la mano “vocación” y “profesión”,
Mientras estás allí (presente), después de haber estado allí (pasado), porque seguirás estando allí (futuro)
ORGULLO DE HABER SIDO PROFESOR/ENSEÑANTE.
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