1.- Unas VERDADES que creer (son los dogmas, inexplicables, inaccesibles a la razón y que deben ser aceptados y asumidos).
2.- Unas NORMAS a cumplir, actos/obras a ejecutar (virtudes)
o a excluir (vicios) para ser merecedores de la felicidad (es la Ética y/o
Moral).
3.- Una AUTORIDAD superior, jerárquica, a la que creer y,
sobre todo, obedecer, intermediaria entre Dios/los dioses y los hombres, siendo
la desobediencia uno de los pecados graves (si no el que más) (la parábola del
Pastor y las ovejas).
4.- Unos RITOS establecidos o prácticas a realizar y que son
el lenguaje corporal de los fieles para con su Dios y que facilita el acercamiento
a lo sagrado.
(Pensemos en el persignarse y santiguarse, la genuflexión,
ponerse de rodillas, inclinar levemente la cabeza al pasar ante el sagrario,
los cánticos, las oraciones, descubrirse los hombres la cabeza mientras que las
mujeres tenían que ir “veladas”…)
Aquellos viáticos y extremaunciones, con el cura untando de
aceite en los sentidos del moribundo, perdonándole los pecados cometidos con
ellos y que no le había dado tiempo a confesar.
El tabú de la palabra (véase en mi blog), tanto al consagrar
como al perdonar en la absolución.
La obligatoriedad de estar en misa los domingos y fiestas de
guardar, el hecho de tener que estar presente, aunque allí estuvieras con la
mente en otra parte.
Aquellas misas de madrugada para que los cazadores pudieran
ir a cazar, sin pecar por no “oír misa”,
Los ritos del bautizo, confirmación, casamiento, entierro,…
O el tabú de la sangre del período, de la mujer, o tras
haber dado a luz (la cuarentena sin salir de casa y la primera salida de la
mujer, a la iglesia, donde era recibida, impura por haber parido, a la entrada
de la iglesia, por el cura “perdonándola y purificándola” con agua bendita y
con oraciones (como yo, monaguillo, recibí a mi madre tras haber nacido mi
hermano)
Obligación de “confesar y comulgar, al menos una vez al año,
por Pascua Florida (Semana Santa), para diferenciarla de la Pascua de Navidad.
Y cómo yo, monaguillo, en una mesa, iba extendiendo y firmando unas “células”
(certificados) de haber confesado, y que podía serle exigido como un
certificado de buena conducta ante las autoridades civiles.
En toda religión está presente la distinción entre lo
“sagrado” y lo “profano”.
Para el hombre religioso “toda la realidad”, tanto la física
como la social, está atravesada por una línea de ruptura que separa radicalmente
las cosas sagradas de las cosas profanas.
El vino, que es vino, y la hostia, que es hostia (algo
profano) antes de la consagración, tras las palabras del sacerdote: “hic est
enim calix sanguinis mei” y “hoc est enim corpus meum” quedan convertidos en la
“sangre” y en el “cuerpo” de Cristo (algo sagrado), aunque vino y hostia
mantengan los mismos accidentes (sabor, olor, color,…) y su sabor, olor,… fuera
el mismo “antes de” que “después de”, pero ya “eran” (substancias) distintas.
Por lo que, cuando yo, en la sacristía, siendo monaguillo,
bebía vino de consagrar y comía hostias a consagrar, sería un pecado (robar)
pero no una profanación, porque, aún, no eran cosas sagradas.
O cuando, en Salamanca, a través del torno del convento, le
pedía a la monja los recortes de las hostias.
Aún recuerdo situaciones embarazosas a la hora de dar la
comunión y caérsele, al cura, la hostia
consagrada en el canalillo del escote de la joven.
Mientras lo profano es manejado por la gente común, lo
sagrado le está vedado y sólo es accesible a las personas consagradas, quedando
al margen de la feligresía.
Hacerse cargo, “manipular” lo sagrado por parte de un
gentil, era profanarlo (tratar indebidamente las cosas sagradas para uso
indebido).
Recuerdo, aún, la leyenda urbana de que los masones, cuando
iban a comulgar, al darse la vuelta, muy discretamente, se sacaban la hostia de
la boca para, posteriormente, en sus “reuniones masónicas”, una vez clavada en
la pared, se dedicaban a “profanarla”, con escupitajos y haciendo de diana a
los dardos a lanzar.
Si la magia trata de apropiarse de la potencialidad de las
cosas mediante prácticas, también la religión considera lo sagrado dotado de
una gran potencialidad, la gracia, que es una dádiva.
La esencia de lo sagrado es el misterio, incomprensible por
y para la razón, de ahí que la actitud religiosa se mueva en la esfera del
sentimiento y no en el de la ciencia ni en el de la filosofía.
Ese “misterio” (sólo creído) fascina a la vez que
aterroriza, atrae al tiempo que estremece, seduce y espanta.
Cercano a lo “sagrado puro” está lo “tabú” o “sagrado
impuro” (acto u objeto capaz de desencadenar los más terribles males y, por
eso, “prohibido”, “intocable”).
Lo tabú posee un poder contaminante y peligroso que se
vuelve contra quien lo ataca, y al margen de su intención y de la culpabilidad
subjetiva del transgresor.
Por el mero hecho de hacer o tocar lo prohibido se
desencadena la acción.
Para el “panteísmo” es toda la realidad la que es sagrada o
divina (pan = todo, theos = dios)
Un fondo de panteísmo hay en algunas versiones místicas del
cristianismo y es el centro de la
religión védica (recogida en los cuatro textos más antiguos de la literatura
india y base de la desaparecida religión védica (que fue previa a la religión
hinduista).
En el extremo opuesto al panteísmo está el “monoteísmo”
extremo (monos = uno, theos = dios), como el Islamismo (“no hay más dios que
Alá”).
De éste único Dios, que concentra toda la realidad
imaginable no es lícito formar imágines, ni siquiera pronunciar su nombre
(“Moisés y los profetas de Israel”)
“¿Y si me preguntan que les diga quién ….?”
“Diles que Yo soy el que soy”.
¿Cómo representar, materialmente, lo inmaterial, en pinturas
y esculturas?.
En este sentido la ornamentación vegetal y filigranas de las
mezquitas, con tan sólo el mihrab, indicador de la dirección en que deben
mirar, al orar, es más consecuente con el Antiguo Testamento que nuestra
religión cristiana, y más ahora, en la Semana Santa.
Toda la realidad queda confinada y ubicada de manera
exclusiva en la divinidad trascendente, retirada, por completo, del mundo
físico y sensible, entregado al uso profano de los hombres.
Monoteísmo, Politeísmo, Panteísmo.
¿Y el Cristianismo y la Trinidad (tres dioses: Padre, Hijo y
Espíritu Santo?.
Últimamente se extiende la teoría de que la invasión
musulmana, en 711, en España fue para luchar contra el politeísmo de la
Trinidad, con la guerra santa y en nombre del único Dios verdadero, Alá.
Si no tuvieras ni idea de lo que es la religión cristiana-católica y lees tu artículo "Lo sagrado y lo profano" terminas pidiendo el Corán o cualquier otro libro de otra religión para intentar no encontrarte con tantos ritos, actos, mandatos, imágenes, vetos, etc. que además te obliguen a creer cosas tan inaceptables - aunque si no lo haces eres anatema - como la trinidad, y demás.
ResponderEliminarEso si no eres creyente o conocedor del tema, si ya lo eres, se te vuelve a presentar las ganas de dejarlo.