Cuando, en una conversación, alguien se declara,
tajantemente, “ateo”, suelo preguntarle: “¿de qué dios”?
Si me responde que “de todos los dioses” siempre me quedo
con la duda de cómo se puede negar la existencia de algo que no se sabe, que no
se conoce.
Porque hay muchos dioses, y muy distintos, según las
distintas culturas y las distintas religiones.
Proclamar que no se cree en Alá, nada sabiendo de la
religión islámica, lo considero una impostura.
Los españoles, casi el 100%, sólo hemos conocido y hemos
practicado Una religión y Un solo Dios, desde niños.
Que un español, pues, que proclame su ateísmo, del Dios
cristiano, no sería contradictorio.
Que uno cualquiera (yo mismo) se declare “agnóstico” (yo
mismo) de todos los dioses, no es negar su existencia sino el posible
conocimiento, con la mente limitada que poseemos, de los dioses trascendentes,
eternos, infinitamente todo,….porque el infinito no puede ser medido con una
medida finita.
He distinguido, muchas veces, entre “Jesús” (una persona
histórica, de la que poseemos pocos documentos, pocas y no muy fiables fuentes,
por las interpolaciones), “Cristo” (es el Jesús-Dios, el de la fe, el creído),
el “Cristianismo” (una doctrina posterior a Jesús y a Cristo, que fue construyéndose
poco a poco) y la “Iglesia” (una organización de poder que fue imponiendo su
autoridad sobre todos los creyentes, de lo que deben creer (los dogmas), cómo
deben obrar (la moral) y qué tipo de ritos deben ser practicados (liturgia).
Cuando vamos a referirnos al “hombre como animal religioso”
no nos ceñimos, únicamente, a la religión cristiana, y menos aún a la católica,
apostólica y romana, más limitada, sino a todas las religiones.
Conocemos otras religiones con miles/millones de creyentes (Judaísmo,
Confucianismo, Budismo, Taoísmo, Islamismo) y los fundadores de las mismas Abraham-Isaac-Jacob (siglo XX a. C.), (Confucio
(siglo VI a. C.), Buda (siglo VI-V a. C.), Lao-Tsé (siglo VI a. C.), Mahoma
(siglo VI-VII d. C.).
Hace muchos años, para mi cumpleaños, mis hijas me regalaron
un libro: “El viaje de Teo”, de la francesa Catherine Clément, Editorial
Siruela, 1.998.
“Como si de una odisea espiritual se tratase Teo, acompañado
de su excéntrica tía Marthe, va pasando por continentes, culturas, costumbres,
ritos sagrados,… distintos que le permitirán contactar con diferentes sabios
que le abrirán su espíritu y lo prepararán para el verdadero viaje que le
aguarda: el de la vida”.
De Jerusalén a Benarés, y deteniéndose en Roma, en Delfos,
en Estambul, en Dakar, en Río de Janeiro, en Yakarta, en Nueva York, en Kioto,
en El Cairo,…
Reflexionaremos, pues, sobre “religión” no sobre una o
algunas de ellas.
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