¿"La" Filosofía? ¿Qué Filosofía? ¿Es que sólo hay UNA
filosofía? Además, si sirve es que es “sirvienta”, ¿A quién sirve la Filosofía?
¿O es una “señora”?
Hay una indignación generalizada contra el Proyecto del Sr.
Ministro Wert y la vuelta de la Religión en detrimento de la Filosofía,
mostrando que la Fe es más importante que la Razón, que la otra vida, eterna y
feliz, es preferible a esta vida, valle de lágrimas.
La Religión enseñará por qué esta vida, transitoria y
temporal, es un examen que hay que aprobar para recibir el premio de la “vida
eterna, de felicidad permanente”.
La Filosofía, en cambio, se hará la pregunta de por qué
tenemos que llorar.
Y, no es por nada, pero desde el inicio de nuestra joven
democracia ésta es la 7ª ley de Enseñanza.
El “espíritu de partido” se impone a la “concepción de
estado” (al revés que Francia, por ejemplo).
Cada partido gobernante, con su correspondiente visión
sectaria de la realidad, quiere dejar la impronta de su paso por el poder y propone
y aprueba “su” ley de Educación.
Un jubilado, como yo, empezó con la Ley General de
Educación, de 1.970, la Ley Villar Palasí y, desde ahí, hasta hoy, todo ha ido
a cual peor, poco a poco, pero a peor.
En segundo lugar vino la LODE, de 1.985. Le siguió la LOGSE,
de 1.990. En el 2.002 iba a llegar la LOCE (que no llegó a entrar en vigor)
Poco después, en el 2.006 llegó la LOE. Y ahora, la LOMCE, la Ley Wert, hoy tan
sólo anteproyecto (aunque ya va por el tercer borrador para conseguir un amplio
consenso entre todas las Consejerías de Educación de nuestra 17 Comunidades
Autónomas (un disparate y un despropósito).
Los catalanes, en plena orgía independentista, han
subrayado, de dicho proyecto, las dos líneas que, para su proyecto soberanista,
más les interesa, el de la “inmersión lingüística”, y su desproporcionada
magnificación, como si ese fuera el núcleo de dicho anteproyecto; y, todo
ello, pesar de que la Constitución
establece que cuando una Comunidad tenga
lengua propia debe dar opción a los padres para elegir cuál de las dos lenguas
debe ser la vehicular para la enseñanza de sus hijos.
Sólo queda, en dicho Proyecto de Ley, la Filosofía en 1º de
Bachillerato, como obligatoria. Siendo la Ética de 4º de ESO, una optativa a la
Religión, igual que la Historia de la Filosofía de 2º curso de Bachillerado,
como una optativa más. Las dos han dejado de ser obligatorias y para todos.
Eliminación-desaparición, disminución, cambio de nombre y
(se supone, de contenidos)
Se ha dicho y repetido, por activa, por pasiva y por
perifrástica (activa y pasiva) que “la filosofía enseña a pensar”. Como si las
demás materias no lo hicieran, también. Como si no fuera “aprender a pensar” el
juego de la ajedrez, los crucigramas, los sudokus,…
Todo el mundo piensa, sin necesidad de estudiar filosofía,
desde el pescadero al tendero, desde el arquitecto al empleado de banca. Todos
piensan.
La diferencia de ese pensamiento con el de la Filosofía
sería “lo que se piensa” o “el modo de pensarlo” o ambas cosas, pero no el
“pensar”, que es universal.
Afirma Gramsci: “Puedo imaginarme que haya geómetras, pero
que no todos lo sean, o que haya entomólogos, pero que no todos los sean,….
Pero lo que no puedo imaginarme es que haya algún hombre, a no ser que,
patológicamente, sea idiota que no sea filósofo, porque filosofar es pensar…..”
Pero como estamos rodeados del Fundamentalismo Liberal y de
sus trampas, alegremente se afirma que “toda opinión vale”.
Y hasta los tontos tienen derecho a decir tonterías, lo que
no quiere decir que los demás tengamos que aceptarlas como sensateces.
Por el hecho de decir tonterías no dejan de ser tonterías.
¿Para qué sirve la Filosofía?
El año 1.965, en mis últimos años de carrera, hubo una
manifestación contra el régimen en el que participaron, entre otros muchos,
Tierno Galván, García Calvo, Aranguren,… (que serían destituidos de sus
cátedras universitarias).
Se le acercó un joven periodista a Aranguren y le “espetó”
la pregunta: “¿Para qué sirve la Filosofía?”. A la que, lacónicamente,
respondió: “al menos, para una cosa: para no hacer preguntas tan estúpidas”.
Gustavo Bueno dice que “para
acumular razones necesarias para despreciar a mucha gente que, de otro modo, no
podríamos despreciarla con razón”.
Y también: “para no
hacer el ridículo ante preguntas serias: libertad, aborto, objeción de
conciencia”.
No sé si recordáis los cabreos de Gustavo Bueno cuando
acudía, invitado, a coloquios y tertulias con personas de cultura media, que
dogmatizaban sobre temas en que no estaban instruidos. Y cómo más de una vez,
después de hartar de “ignorantes” y epítetos parecidos, se levantaba y se
marchaba.
Hoy mismo, hay tertulianos en radio y televisión, así como
columnistas, que pontifican sobre temas en que no son expertos, confundiendo a
la audiencia.
Lo cierto es que “sin Filosofía” se abren huecos a
dogmatismos de todo tipo.
Ser “crítico” es, pues, en primer lugar fulminar
idioteces, destruir mitos que han pasado a ser “fundamentalismos”: religión,
cientifismo, democraticismo, liberalismo.
Si he sido/soy/seré defensor de la Historia de la Filosofía,
como materia obligatoria, en el Bachillerato, es porque considero fundamental
para el alumno la comprensión de las ideas filosóficas en los contextos
socio-político-científico-ético-económicos en los que surgen y se insertan. Es
hacer el ejercicio de “ponerse en su lugar” y ser consciente de la razón que
tenían.
Además, no vaya a ser que alguien crea descubrir el
Mediterráneo y llegue a la conclusión a la que había llegado Platón hace 2.500
años: “que los que gobiernen sea sabios y que sean los sabios los que
gobiernen” (ante tanta mediocridad política que nos rodea).
Con ese bagaje cultural va aprendiéndose que las cosas no
son tan simples como, a simple vista, muchos creen y pregonan.
Si, ya, para nacer hay que desprenderse de la matriz
materna, para ser autónomos hay que
desprenderse de la matriz social, que no es otra cosa que una matriz mítica, a
la que no hay que reverenciar, sino purificar.
“Criticar” es deshacer las ideas eternas, temporalizándolas,
aclarar las nebulosas ideológicas.
Sin una Filosofía Crítica (que no es “denigrar”, “pisotear”,
“echar abajo”, sino “clarificar” para poder alabar lo loable y poder “vituperar” lo vituperable) caminaremos en la
noche en la que todos los gatos son pardos.
La democracia no es un dios al que, necesariamente, tener
que adorar porque hay “democracias morbosas”, con la corrupción en sus venas,
infectando a una sociedad que se vuelve bárbara.
No se trata tanto de “enseñar a pensar” (porque “todos
piensan”) sino de tener razones para detectar lo incorrecto. Los demócratas
corruptos también piensan.
Y para desarrollar la inteligencia hay muchos caminos, como
hemos ya señalado (el ajedrez, los sudokus,…)
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