“Dale lo que pide, pero que se calle, de una puñetera vez
ese niño”
¡Cuidado, amigo! Que acabas de perder la primera batalla. Puede ser el comienzo de la pérdida de la guerra”
Los niños no quieren límites, sino libertad absoluta. Pero
es necesario, por su bien, están exigiéndolo, a gritos, sin proclamarlo, que se
les pongan límites para poder orientarse en su comportamiento.
Violencia del niño, violencia paterna proporcional.
“Responder a la violencia con violencia es apostar por no
conseguir nada” –típico tópico que hemos oído infinidad de veces, sobre todo
con la violencia de ETA.
O “la violencia es inútil” –otro tópico (con lo útil que
estaba saliéndole a los violentos).
O “la violencia no conduce a nada”, con lo que parece que
estaba apostándose porque los violentos siguieran “violentando”, hasta que se
aburrieran de “violentar”, porque si no conduce a nada…
!Y UNA MIERDA¡
Ni hay ni ha habido nada tan rentable como una conducta
violenta y/o amenazadora.
Rentable por el miedo que provoca en quien la padece y en
quienes la ven.
¿Cuántas mujeres no han denunciado a su pareja agresora por
el miedo que les provocaría dicha denuncia, por parte del agresor?
Y luego, como todos sabemos, pasa lo que pasa, cuando ya no
hay remedio. Y todo, sobre todo, por no denunciar la violencia.
También aparecerán, al momento, los “buenistas”: “La
solución está en el escuela, en la Educación en valores, desde el principio”.
Pero no sólo para los terroristas y los agresores, también
para los conductores irresponsables que provocan accidentes mortales, y para
los corruptos, y para…. para todo y para todos, la solución está en la
Educación (esa que ahora se encuentra “recortada”).
Pero no sólo está Skinner, con su condicionamiento operante,
en ratones y palomas, también está Pavlov, con su condicionamiento clásico, con
su famoso perro.
¿Cómo educar al niño?
Pero, sigamos.
El miedo del agredido, de los que le rodean y de los que lo
ven incrementa el triunfo del agresor.
¿Qué decir de Al-qaeda, que nada más oír su nombre le llegan
a la memoria de cualquiera el atentado de Atocha y las Torres Gemelas?
Sospechar de que alguien pueda pertenecer a dicho grupo,
provoca miedo estar cerca de él.
¿Y el miedo que ha provocado ETA, en todo un bloque de
pisos, porque uno de los vecinos es policía o guardia civil y, temiendo un
atentado, llegan a provocar el abandono del hogar del
“señalado"?
“Por ese,
algún día volamos todos por los aires”
A lo largo de la Historia, la mayor violencia de un pueblo
provoca, por miedo, la obediencia forzosa del pueblo invadido, así como de los
países limítrofes.
Parece como si la mayor violencia del grupo agresor
legitimara el Derecho a conseguir sus objetivos.
Está imponiéndose la creencia de que el violento (sea un
individuo, un grupo, un pueblo), si lo es, es porque en su niñez, desde hace
años o a lo largo de la historia ha sido victima injusta. Como la reacción,
justificada, a una injustificada represión.
Para ello es capaz de manipular la historia, o de
inventársela, para concienciarse y concienciar a los adláteres de la justa
violencia ejercida y/o ejercer.
“ETA, mátalos”
“¿Qué crimen no habrían cometido los judíos, contra el
pueblo alemán, para que éste los castigara de esa manera?, se preguntaban
entonces, antes del descubrimiento de los campos de exterminio, más que campos
de concentración.
Porque damos por hecho que “todo crimen debe tener su
castigo”, luego, si ha habido tal castigo debe de haber habido un gran crimen.
Lo que supone una falacia lógica, denominada de “afirmación
de consecuente”
Ese niño chantajista que, ante padres débiles consigue lo
que quiere con la simple amenaza de violencia, tiene todos los números para ser
un violento.
Sustituyamos “niño” por “grupo” y “padres débiles” por
“sociedad timorata” y tenemos una fotografía del terrorismo.
“Algo habrá(n) hecho” ¿No?– dice el común ante un atentado.
Así, si estimamos merecido el daño infligido, la conciencia
laxa se tranquiliza, porque “como yo nada he hecho para merecer eso….”
Como si el castigo fuese una prueba de la culpabilidad del
agredido.
Y, como el mayor castigo es la muerte, si el grupo “promete
no volver a matar” toda otra violencia menor no merece ser tenida en cuenta, al
estar, ya, ausente la violencia mayor.
Ahí tenemos otra conquista, otro éxito, del violento
agresor.
Como si: “el daño, al no ser ya el mayor, el menor ya dejara
de ser considerado daño”
Pero no confundamos ese “terrorismo político” con lo que los
terroristas y corifeos denominan “terrorismo de Estado”
Igual que la violencia doméstica o machista no es
“terrorismo doméstico”.
Denominarlo así es difuminar al terrorismo como tal.
La “violencia privada”, por celos, nada tiene que ver con la
“violencia pública”, en nombre de un pueblo, o de un grupo social, de una
religión, de una reivindicación histórica (de Al-Andalus, por ejemplo)
El asesino de su cónyuge sólo busca, y consigue, una
satisfacción personal (“cabrona”, pero personal), el terrorista, en cambio, lo
que busca es un beneficio público.
Hacer explotar un autobús en plena calle, o vagones de
trenes, o estrellar aviones en Torres Gemelas, donde hay mucha gente
trabajando, dentro, se proponen unos objetivos que nada tienen que ver con lo
que intenta y consigue un violento particular.
Si el Estado cediera, ante la amenaza de la violencia, el
terrorista habría ganado la primera batalla, como el niño del inicio de este
artículo, y pudiera ser el comienzo de una guerra ganada.
No se trata de venganza, sólo se trata de justicia.
Con la violencia no debería conseguirse nada pero, por desgracia,
se consiguen cosas, como el niño para dejar de llorar y dar….
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