Somos híbridos de “naturaleza” y “cultura”, ¿estamos más determinados de lo que creemos, tanto genética como culturalmente?.
¿Depende, nuestra identidad, lo que, realmente, somos, de la pertenencia a una raza, a una religión, a una cultura, a una nación?. ¿Yo “soy negro” o “soy una persona de color negro”?. ¿Yo “soy cristiano” o “soy una persona que cree en la religión cristiana”?. ¿Yo “soy andaluz” o “soy una persona que vive y ama Andalucía”?.
Si mi identidad dependiera de una o varias dependencias, yo, Tomás, no tengo identidad, porque soy, estoy, libre de mis dependencias.
Si la nación a la que pertenezco se encanalla, ¿soy yo un canalla?.
Si la cultura a la que pertenezco se vuelve estúpida ¿soy yo un estúpido?.
Si la religión a la que pertenezco es retrógrada ¿soy yo un retrógrado?
Si aquello a lo que pertenezco fracasa ¿soy yo un fracasado?.
Es un camino erróneo hacer depender la identidad de cualquier dependencia.
La persona, autónoma, nunca debe ser presa de una pertenencia voluntariamente elegida, siempre es/tiene que ser posible desligarse de la voluntaria ligadura.
¿Te condiciona más la tierra en que has nacido o la que voluntariamente has elegido como asiento de vida?
¿Acaso no puedes, siempre, levantar la tienda y plantarla en otro lugar?.
¿Es verdad que “el pueblo siempre tiene razón”?. ¿Depende “la verdad” del número, de la cantidad, de seguidores, o la verdad es “cualitativa”?
Sin duda que el modo democrático de gobernarse es superior (o, al menos, menos malo) a cualquier otra forma de gobierno. Pero la democracia, nuestra democracia, se rige por “la cantidad” de votos conseguidos, no por la “calidad” de los mismos.
¿Puede ser “democrática” la belleza, la bondad, la justicia…. los valores?
¿Es que la democracia “imprime carácter”, como si fuera un sacramento, y, de golpe y porrazo, nos convirtiera a todos en sabios?.
Acaba de salir a la luz el último libro de J. A. Marina, noviembre de 2.010, aún quema. Título: “Las culturas fracasadas” y subtítulo: “El talento y la estupidez de la sociedad”. En la editorial Anagrama.
Prometo digerirlo.
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