Tres culturas y costumbres muy
distintas.
Tres religiones, monoteístas.
Pero muy distintas.
Tres razas e idiomas muy
distintos.
¿Armonía, convivencia,
entendimiento entre ellas?
En tiempo de los Reyes
Católicos en Castilla existían tres grupos: los magnates (no más de 12 Señores
que poseían el 90% de las tierras más productivas), la pequeña nobleza, los
hidalgos (unos 60.000, entre cuyos privilegios estaba el no pagar impuestos) y,
finalmente, los pecheros, todos los demás, los que pechaban o pagaban
impuestos.
Pero los Reyes Católicos,
como buenos gobernantes absolutistas, se habían propuesto fundar su estado
ideal, sobre la “uniformidad”.
Creyeron que la cohesión
vendría más de la unidad religiosa que de la unidad racial, porque por el suelo
patrio habían pasado tantos pueblos, con sus consecuentes mestizajes, (iberos,
celtas, griegos, romanos, judíos, godos árabes, eslavos, bereberes,…)
En la Península existían dos
(más bien tres) minorías raciales y religiosas: Moros (Islamismo), Judíos
(Judaísmo) y los conversos y moriscos (cristianos nuevos), descendientes de
judíos y musulmanes pero convertidos al cristianismo (¿Conversión sincera o,
más bien, a la fuerza, obligada pero que, luego, en privado seguían practicando
su religión?). Ésta era la duda o la sospechas de los “cristianos viejos”.
La única, o mejor, manera de
homogeneizar era eliminar lo que fuera diferente.
Y, puesto que la raza no
puede homogeneizarse, se hará a través de la religión, así que “expulsión de
los judíos” (una barbaridad, pues eran expertos comerciantes y recaudadores,
prósperos banqueros por cuenta propia o del señor (el oro de América podría
haberse quedado en España), hábiles artesanos, prestigiosos médicos), unos
150.000 que tuvieron que malvender sus propiedades, hacer las maletas y
abandonar España. Los más pobres recalarían en el Norte de África, mientras los
más pudientes se dirigirían a Portugal, a los Países Bajos o a “tierras del
turco”.
Ya no quedaban, pues, judíos
en España. Pero ¿y los conversos, sospechosos de practicar el judaísmo? Para
eso estaba la
Inquisición.
Razones sociales de la
expulsión: la monarquía absolutista de los RR. CC. chocaba con la oligarquía
del grupo capitalista converso, con un poder extraordinario, que estaba adueñándose
de las más altas jerarquías del Estado y de la Iglesia.
Razones económicas y
políticas: con el dinero confiscado a los conversos se incrementaba la Cuenta Corriente , y con la Inquisición el Rey
Fernando incrementaba su poder en Aragón, donde los fueros y privilegios lo tenían
atado de pies y manos. Una Inquisición, a sueldo de la Corona , garantizaba el
control político y social de Aragón.
Si, a corto plazo, resultó
rentable, a largo plazo, la
Inquisición acarreó desastrosas consecuencias.
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