jueves, 5 de febrero de 2015

JUDÍOS, MOROS Y CRISTIANOS.


Tres culturas y costumbres muy distintas.
Tres religiones, monoteístas. Pero muy distintas.
Tres razas e idiomas muy distintos.

¿Armonía, convivencia, entendimiento entre ellas?

En tiempo de los Reyes Católicos en Castilla existían tres grupos: los magnates (no más de 12 Señores que poseían el 90% de las tierras más productivas), la pequeña nobleza, los hidalgos (unos 60.000, entre cuyos privilegios estaba el no pagar impuestos) y, finalmente, los pecheros, todos los demás, los que pechaban o pagaban impuestos.

Pero los Reyes Católicos, como buenos gobernantes absolutistas, se habían propuesto fundar su estado ideal, sobre la “uniformidad”.
Creyeron que la cohesión vendría más de la unidad religiosa que de la unidad racial, porque por el suelo patrio habían pasado tantos pueblos, con sus consecuentes mestizajes, (iberos, celtas, griegos, romanos, judíos, godos árabes, eslavos, bereberes,…)

En la Península existían dos (más bien tres) minorías raciales y religiosas: Moros (Islamismo), Judíos (Judaísmo) y los conversos y moriscos (cristianos nuevos), descendientes de judíos y musulmanes pero convertidos al cristianismo (¿Conversión sincera o, más bien, a la fuerza, obligada pero que, luego, en privado seguían practicando su religión?). Ésta era la duda o la sospechas de los “cristianos viejos”.

La única, o mejor, manera de homogeneizar era eliminar lo que fuera diferente.
Y, puesto que la raza no puede homogeneizarse, se hará a través de la religión, así que “expulsión de los judíos” (una barbaridad, pues eran expertos comerciantes y recaudadores, prósperos banqueros por cuenta propia o del señor (el oro de América podría haberse quedado en España), hábiles artesanos, prestigiosos médicos), unos 150.000 que tuvieron que malvender sus propiedades, hacer las maletas y abandonar España. Los más pobres recalarían en el Norte de África, mientras los más pudientes se dirigirían a Portugal, a los Países Bajos o a “tierras del turco”.

Ya no quedaban, pues, judíos en España. Pero ¿y los conversos, sospechosos de practicar el judaísmo? Para eso estaba la Inquisición.

Razones sociales de la expulsión: la monarquía absolutista de los RR. CC. chocaba con la oligarquía del grupo capitalista converso, con un poder extraordinario, que estaba adueñándose de las más altas jerarquías del Estado y de la Iglesia.

Razones económicas y políticas: con el dinero confiscado a los conversos se incrementaba la Cuenta Corriente, y con la Inquisición el Rey Fernando incrementaba su poder en Aragón, donde los fueros y privilegios lo tenían atado de pies y manos. Una Inquisición, a sueldo de la Corona, garantizaba el control político y social de Aragón.

Si, a corto plazo, resultó rentable, a largo plazo, la Inquisición acarreó desastrosas consecuencias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario