“Tus hijos no son tus hijos // son hijos e hijas de la vida
// deseosa de sí misma // No vienen de ti, sino a través de ti // y, aunque
estén contigo // no te pertenecen //….
¿De qué vida? ¿de la “vida biológica” o de la “vida
biográfica”?
¿Cuál es el “sentido de la vida”?. ¿De qué vida?
El sentido de la “vida biológica” es la permanencia de la
especie y ella es la que continúa “a través de ti”, como instrumento. La “vida
biológica” nos utiliza como instrumentos, con el caramelo del orgasmo, para
ella seguir, aunque nosotros ya no estemos. ¿Os imagináis que la cópula
conllevara dolor? ¡Adiós, especie¡
¿Y el sentido de la “vida biográfica”?. Allá cada uno. La
vida de cada uno, la biografía, tiene el sentido individual que cada uno quiera
darle.
Si todos somos iguales, biológicamente, todos somos
totalmente distintos, biográficamente.
Abre el cuerpo de un hombre y verás todos los cuerpos de
todos los hombres, con apenas diferencias.
Pero analiza a una persona y nunca verás otra igual.
Según K. Gibran, ¿a quien pertenecen los hijos? Por una
parte, a la vida (biología), por otra a sí mismos (biografía).
Mi filósofo de cabecera, F. Nietzsche, (a quien cita Viktor
Frankl en su libro: “El hombre, en busca de sentido”), afirma, en un aforismo:
“quien tiene un PORQUÉ para vivir, encontrará, casi siempre, un CÓMO” (“quien
tiene algo por qué vivir es capaz de soportar, casi, cualquier cómo”).
Si alguien tiene y está convencido de “por qué vivir”, si
cree que, aún, le espera y tiene pendiente una tarea a realizar, ya buscará
cómo hacerlo, soportando hasta lo insoportable.
Pero ¿y si no? ¿Si cree que nada le falta por hacer y que ya
lo tiene hecho todo, ante el abandono y la falta de amor, ante la enfermedad
incurable, ante el miedo a un futuro que no se ve,…si ya no tiene sentido
seguir viviendo, si, constantemente, ya anciano, no hace más que repetir: “¿qué
pinto yo ya en esta vida”? ¿”Por qué no me recoge ya Dios”?
Si no hace mal a nadie, sigilosamente, ¿puede apartarse a la
cuneta? ¿Puede irse, voluntaria y plácidamente?
No digo que alguien se arrogue el Derecho a apartarte de la
vida, hablo del Deber de seguir reptando por la vida si ya cree que nada tiene
que hacer en ella.
(Comprendo, aunque no comparto, la interpretación que de
esta vida tienen los cristianos, como un don de Dios, único propietario de
ella)
La vida, así, a secas, es un “bien”, pero poco “vale” si no
es “humana” (libre, digna, social, culta, veraz, amigable,…)
La vida, por tanto, que es un “bien”, sólo es “valiosa”
cuando es soporte de “valores”, (tales, como la libertad, la igualdad, la
justicia,…). Si es “valiosa” es por los “valores” con los que la vestimos.
La “vida biológica” es un “bien” (siempre mejor que el “mal”
de los “muertos”), pero sólo la “vida humana” es un “valor”, por sus
acompañantes.
No es igual “sobre-vivir” (no morir) que “supra-vivir” (vida
plena, superior, por actualización y cumplimiento de posibilidades que descubre
en la sociedad “rica” en que se desenvuelve).
Mientras la “vida biológica” se rige por la “necesidad”, en
la “vida humana” reina la “libertad”.
La vida, a secas, pues es un “bien”, no un “valor real”,
sino un “valor potencial” porque, sin ella nada podríamos, pero sólo con ella
seríamos unos “animales” más, entre otros, en la escala zoológica.
La vida nos posibilita inventar valores, pero también disvalores,
aceptarlos, incorporarlos, hacerlos nuestros. Así tendremos una “vida digna” o
“indigna”.
Todos somos conscientes de que, con la vida, sólo estando
vivos, podemos crear valores y apropiárnoslos, pero también podemos perderlos,
podemos recuperarlos, podemos incrementarlos.
Primer requisito de una “vida humana”: vivir. Sólo así
estaremos en condiciones de alimentar esa vida con los alimentos de los
valores.
Estoy de acuerdo, plenamente, con Malraux cuando afirma: “la
vida no es nada, pero nada vale más que una vida”, porque ella es la que
posibilita la “vida buena”, la “vida humana”.
La vida, a secas, pues, sin adjetivo, no es un valor
absoluto, pero la vida como potencia o posibilidad de una supra-vida, sí lo es.
La mera existencia es a lo que aspiran todos los animales,
en eso nos parecemos, pero nosotros no podemos quedarnos en ese nivel animal.
El animal no crecerá en animalidad, el hombre sí puede crecer en humanidad,
según actualice más y mejores valores.
Si en los animales lo que prima es la supervivencia propia y
la reproducción, para la supervivencia de la especie, en el hombre no es así,
no debe ser así.
Como tantas veces he repetido, gracias a la libertad, el
hombre es el único animal que es capaz de ponerse en huelga de hambre y morir y
de hacer un voto de castidad y renunciar al sexo, a la reproducción, por una
idea, por una creencia, por un valor, por la libertad, por la justicia,…
Aquello de “tener un hijo, plantar un árbol y escribir un
libro” como metas de todo hombre en este mundo, para no morir del todo y seguir
vivo en la especie, en la naturaleza, en la mente y en la memoria de los
hombres, es una falacia.
Hasta de un polvo mal echado, con tan sólo diez segundos,
incluso con desgana, puede “fabricarse”(¿) un hijo. Lo fácil es engendrarlo,
tenerlo, basta y sobra con el uso de los genitales (algo biológico y
placentero); lo difícil, lo meritorio, es criarlo, educarlo, … lo que requiere
toda una vida de sacrificio (es lo humano).
Lo fácil es plantar un árbol (bastan unos minutos), lo
difícil es regarlo, cuidarlo, mantenerlo, podarlo, abonarlo, responder de él
(cuyo proceso requiere mucho tiempo).
Lo fácil es escribir un libro (basta con juntar letras y
palabras para, luego, encuadernarlo). Incluso puedes publicarlo tú, a tu costa.
Lo difícil es tener lectores, gente a la que le guste lo que el libro diga. Lo
que del libro vale no es “ser libro” sino su contenido y su forma.
¿Vivir a toda costa?
Son muchas las personas que han afirmado que es preferible
morir a vivir en aquellos campos de concentración alemanes.
Para vivir así, es preferible morir, porque no es vivir
humanamente.
Preferible morir de una vez a ir perdiendo, poco a poco, la
vida, a chorros, famélicamente, con el resultado de muerte tras tánto
sufrimiento.
¿Vivir, para qué? ¿Sólo para ir perdiendo vida y desembocar
en la muerte?
Accidentarse en el camino, con siniestro total, preferible a
la carrera hacia el despeñamiento, con total siniestro, al final.
¿Era algo de vida humana la de los judíos en los campos de
exterminio?
¿Defender, como valor supremo, el mero vivir, el
sobre-vivir, el no morir, al margen de todos los valores?
¿Vida vegetativa y/o animal, a cualquier precio?
¿Merece la pena ese vivir? ¿Queda algo de valor en esos
tipos de vida?
Es el momento de traer a Viktor Frankl, superviviente de
cuatro campos de concentración nazis, incluido Auschwitz, en los que perdió a
su mujer, a sus padres, a otros familiares. Y, a pesar del hambre y el frío, a
pesar del trato inhumano, estando varias veces al borde de la muerte, defiende
en “El hombre en busca de sentido”, sobre la capacidad humana para superar la
adversidad y el sufrimiento del holocausto, proclamando que la vida es digna de
ser vivida.
Como dando un salto en el aire, en vez de preguntarse: ¿”qué
esperas tú de la vida”? se pregunta: ¿”qué espera la vida de ti”? Y, entre
otras cosas, la vida espera que respondas correctamente a los problemas que
ella va planteándote.
Él encuentra el sentido ayudando a los más necesitados,
ayudando, amparando, resistiendo, con la desesperada (¿) esperanza de…
El “porqué” son los otros, el “cómo” lo pone uno mismo.
Amar a los otros, como amar una actividad, una profesión,
una afición,…son “motivos”, son “porqués” para vivir.
Pero también está la otra opción, no querer luchar, no
querer resistir, no aguantar, darse por vencido ante la enormidad de la
desgracia, abdicar de la vida, sin perjudicar a nadie.
¡Qué bien lo resume Confucio¡: “me preguntas por qué compro
arroz y flores. Compro arroz para vivir (vida biológica) y flores para tener
algo por lo que vivir (vida biográfica, actividad, jardinero”
El terrorista, no es que desprecie la “vida humana” de los
otros (que también). Primero los cosifica. Esos otros son obstáculos, son
piedras en el camino (no son personas como ellos y los suyos), que
imposibilitan la realización de sus ideas.
Lo malo sería, también, que ello provocara en nosotros la
creencia de que el valor máximo es la super-vivencia.
SÍ a la vida como fundamento de valores. NO a la mera vida
biológica como valor fundamental.
“Vivir sí, pero…..” es muy distinto a “vivir sin
condiciones, a toda costa”.
El primer derecho es el Derecho a la Vida, porque sin él no
podría haber, no podrían existir, los demás derechos, que son los que
convierten en “digna” esa vida.
Cuando decimos, pues, Derecho a la Vida estamos diciendo
“Derecho a una vida digna”, más allá del mínimo vital, que es el mero vivir.
El Derecho a la Vida, en tanto humana y digna, incluye la
posibilidad de arriesgar y aceptar la propia muerte para salvaguardar los
valores que la hacían digna.
Somos muchos (no sé si todos) los que arriesgaríamos y
daríamos nuestra vida por la de nuestros hijos. Preferimos retirarnos del
camino, dignamente, y permitir, facilitar, que sean ellos los que sigan.
Quizá en una sociedad de mentalidad cosmopolita todos
fuésemos capaces de hacerlo por todos, y no sólo por los propios hijos, una vez
recorrido cierto trecho de la vida.
Quien siempre ha vivido en libertad quizá no sea capaz de
valorar adecuadamente el valor de la libertad.
Sólo los que han luchado por ella, los que han conseguido conquistarla y vivirla,
gozarla, disfrutarla,… son los capaces de arriesgar su vida por la libertad
propia y la de los demás.
Hay valores superiores al mero vivir, a la vida lánguida,
apenas humana, sacrificable, en ara de valores superiores.
¿MORIR DE PIE, PERO DIGNAMENTE, O VIVIR, INDIGNAMENTE, DE
RODILLAS?
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