miércoles, 2 de enero de 2013

¿PARA QUÉ SIRVE LA FILOSOFÍA? (2)


¿El año 1.965, en mis últimos años de carrera, hubo una manifestación contra el régimen en el que participaron, entre otros muchos, Tierno Galván, García Calvo, Aranguren,… (Que serían destituidos de sus cátedras universitarias).

Se le acercó un joven periodista a Aranguren y le “espetó” la pregunta: “¿Para qué sirve la Filosofía?”. A la que, lacónicamente, respondió: “al menos, para una cosa: para no hacer preguntas tan estúpidas”.

Gustavo Bueno dice que “para acumular razones necesarias para despreciar a mucha gente que, de otro modo, no podríamos despreciarla con razón”.

Y también: “para no hacer el ridículo ante preguntas serias: libertad, aborto, objeción de conciencia”.

No sé si recordáis los cabreos de Gustavo Bueno cuando acudía, invitado, a coloquios y tertulias con personas de cultura media, que dogmatizaban sobre temas en que no estaban instruidos. Y cómo más de una vez, después de hartar de “ignorantes” y epítetos parecidos, se levantaba y se marchaba.

Hoy mismo, hay tertulianos en radio y televisión, así como columnistas, que pontifican sobre temas en que no son expertos, confundiendo a la audiencia.

Lo cierto es que “sin Filosofía” se abren huecos a dogmatismos de todo tipo.

Ser “crítico” es, pues, en primer lugar fulminar idioteces, destruir mitos que han pasado a ser “fundamentalismos”: religión, cientifismo, democraticismo, liberalismo.

Si he sido/soy/seré defensor de la Historia de la Filosofía, como materia obligatoria, en el Bachillerato, es porque considero fundamental para el alumno la comprensión de las ideas filosóficas en los contextos socio-político-científico-ético-económicos en los que surgen y se insertan. Es hacer el ejercicio de “ponerse en su lugar” y ser consciente de la razón que tenían.

Además, no vaya a ser que alguien crea descubrir el Mediterráneo y llegue a la conclusión a la que había llegado Platón hace 2.500 años: “que los que gobiernen sea sabios y que sean los sabios los que gobiernen” (ante tanta mediocridad política que nos rodea).

Con ese bagaje cultural va aprendiéndose que las cosas no son tan simples como, a simple vista, muchos creen y pregonan.

Si, ya, para nacer hay que desprenderse de la matriz materna, para  ser autónomos hay que desprenderse de la matriz social, que no es otra cosa que una matriz mítica, a la que no hay que reverenciar, sino purificar.

“Criticar” es deshacer las ideas eternas, temporalizándolas, aclarar las nebulosas ideológicas.

Sin una Filosofía Crítica (que no es “denigrar”, “pisotear”, “echar abajo”, sino “clarificar” para poder alabar lo loable y poder  “vituperar” lo vituperable) caminaremos en la noche en la que todos los gatos son pardos.

La democracia no es un dios al que, necesariamente, tener que adorar porque hay “democracias morbosas”, con la corrupción en sus venas, infectando a una sociedad que se vuelve bárbara.

No se trata tanto de “enseñar a pensar” (porque “todos piensan”) sino de tener razones para detectar lo incorrecto. Los demócratas corruptos también piensan.

Y para desarrollar la inteligencia hay muchos caminos, como hemos ya señalado (el ajedrez, los sudokus,…

 

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