Contra el convencimiento arraigado poco puede la razón.
Porque no se trata de “vencer” con argumentos.
Como dice el refrán: “mal riñen dos, como uno no quiera”.
El “convencido” nunca “vence”, porque no lucha; y el lógico
no puede “vencer” porque el contrincante no lucha.
(Diálogo adelantado y previsto de aquí a unos años)
(Como saben todo el mundo mundial y parte del universo,
SANTI y ALBERTO son mis “chiquitines”, mis nietecillos. Mi Santi tiene siete
años y pico y mi Alberto dos y pico)
ALBERTO.- Se me ha caído un diente. Esta noche el Ratoncito
Pérez vendrá a cogerlo y me dejará 20 euros debajo de la almohada.
SANTI.- Es mentira. El Ratoncito Pérez no existe. Son los
padres.
A.- Mentira la tuya. Sí existe.
S.- Y en Navidades también los Reyes Magos te trajeron
regalos. ¿No es verdad?
A.- Sí, es verdad. Me trajeron un Mac, un Ferrari, una moto
y un tren con vías y todo, que funciona con un mando a distancia.
S.- Los Reyes Magos también son los padres.
A.- Mentira.
S.- Verdad.
A.- Me lo han dicho mis padres y ellos nunca me mienten.
S.- Lo dicen para que te lo creas, pero no es verdad. Son
ellos. Créeme a mí, primo.
A.- Pues yo creo a mis padres y creo que sí existe el
Ratoncito Pérez y los Reyes Magos.
S.- Pues yo sé que no existen.
A.- Demuéstramelo.
S.- Te lo demostraré.
A.- Porque si fueran los padres yo me habría despertado
cuando hubieran entrado en mi habitación y hubieran levantado la almohada.
S.- Es que tus padres lo hacen con mucho cuidado, para que
no te despiertes. Además, si tus padres no saben que se te ha caído un diente y
tú lo has puesto debajo de la almohada ellos no entran, levantan la almohada
con mucho cuidado, cogen el diente y dejan el dinero. Si ellos no lo supieran
el diente estaría, al despertarte, debajo de la almohada, tal y como tú lo
dejaste. ¿A que tú se lo dices a tus padres cuando se te cae un diente?
A.- Es que si los padres no lo saben el Ratoncito Pérez no
actúa. Él es tan listo que no quiere que lo pongan a prueba. Funciona así: yo
se lo digo a mis padres y, luego, el Ratoncito Pérez entra en funcionamiento.
(Santi va a intentar demostrarle que son los padres).
S.- ¿Ves esta caja, con estos polvos, la brocha y la lupa?
Son de mi juego de detective. Toco esta mesa, echo estos polvos, le paso la
brocha, le aplico la lupa y….”ahí tienes mis huellas, en la mesa”. S lo que
hacen los detectives para identificar a los ladrones. Vamos a hacerlo con ese
billete que tú dices que anoche te echó el Ratoncito Pérez y verás que en el
billete aparecen las huellas, no de un ratón, sino las de una o dos personas,
tu padre, o tu madre, o los dos.
(Hacen el experimento y….efectivamente, allí estaban las
huellas)
S.- ¿Y ahora, qué? ¿Te convences de que son los padres?
A.- Eso no prueba nada. Porque el Ratoncito Pérez tiene
muchos trucos para abrirle la cartera de mi padre, cogerle el dinero, entrar en
mi habitación, cuando yo estoy dormido, meterse por debajo de la almohada,
coger el diente y dejar el dinero. Por eso están en el billete las huellas de
mis padres. Pero el dinero me lo ha puesto el Ratoncito Pérez y el se ha
llevado el diente para hacerse su casita. Las huellas no demuestran nada. El
Ratoncito Pérez es mágico.
(A los pocos días, la caída de otro diente).
S.- Mira, Alberto. Vamos a hacer lo siguiente. Esta noche,
cuando te acuestes y pongas el diente debajo de la almohada, voy a echar harina
por el suelo de toda la habitación y así, cuando tus padres, por la noche,
entren a hacerte el cambio de diente por dinero, sus huellas, de uno o de los
dos, quedarán grabadas en el suelo, sobre la harina. ¿De acuerdo?
A.- De acuerdo.
(Y a la mañana siguiente, allí estaban las huellas).
S.- ¿Y ahora, qué, Alberto? ¿Son los padres o no son los
padres?
A.- Pero eso no prueba nada. Lo que ha ocurrido es lo
siguiente: mis padres, antes de acostarse, han entrado en mi habitación, para
ver si estaba destapado, luego se han marchado y, a continuación ha entrado el
Ratoncito Pérez a coger el diente y dejar el dinero.
S.- ¿Y dónde están las huellas del ratón ese?
A.- Es que el Ratoncito Pérez es mágico, y no deja huellas.
(A los pocos días, otro diente que se cae)
S.- Mira, Alberto. ¿Tú te acuerdas que nuestros padres
ponían una cámara que nos enfocaba en la cuna y que, en cuanto nos movíamos o
llorábamos, nuestros padres, en el salón, nos veían y oían, porque la pantalla
sonaba?
A.- Sí, lo recuerdo.
S.- Vamos a ponerla y verás cómo entran, por la noche, tus
padres. Grabamos todo lo que pase en tu dormitorio, por la noche y, a la mañana
siguiente, lo comprobamos. ¿Vale?
A.- Vale.
(Y, a la mañana siguiente, efectivamente, se grabó a su
padre entrando en la habitación y…..)
S.- ¿Y ahora, qué?
A.- Eso tampoco
prueba nada. Lo que ha ocurrido es que el Ratoncito Pérez que es listo,
muy listo, listísimo, si ve que hay una cámara grabando no actúa como Ratoncito
Pérez, sino que se disfraza de una persona, esa que hemos visto en la
grabación.
O, a lo mejor, le pidió a mi padre que, sólo por esa noche,
lo sustituyera, porque él estaba demasiado ocupado y tenía que acudir a muchos
sitios y le dijo a mi padre: “porfa…pero sólo por esta noche” Eso es lo que
puede haber pasado.
(Santi cogió a Alberto de la mano. Fueron a la habitación de
sus padres. Abrieron el armario. Y en el cajón de abajo estaban todos los
dientes de Alberto, además con las fechas de cuándo se le habían caído).
S.- ¿Y ahora, Alberto, qué? ¿Qué me dices? ¿Sí o no?
A.- Eso lo que quiere
decir es que el Ratoncito Pérez ha hecho un trato con mi padre. Yo te doy los
dientes y tú me das el dinero. Así el Ratoncito Pérez dispone de más dinero
para seguir poniéndolo debajo de la almohada la próxima vez.
Además, Santi, eso explica por qué en los billetes están las
huellas de mi padre. Así se entiende todo. ¿O no, Santi? Eso es lo que ha
pasado.
(Santi ya estaba desesperado de cómo demostrarle a su primo
Alberto que el Ratoncito Pérez son los padres, así apuró el último recurso).
S.- ¿Quieres, estás de acuerdo en que se lo preguntemos,
directamente a tus padres?
A.- Vale. Preguntémoselo.
S.- ¿No es verdad, titos, que vosotros sois el Ratoncito
Pérez y que cuando a Alberto se le cae un diente y lo pone debajo de la
almohada, sois vosotros los que entráis en la habitación y….?
(Los padres dijeron que Sí, que, efectivamente, eran ellos
los que….)
S.- ¿Y? ¿Alberto?
A.- Es que mis padres están mintiendo porque el Ratoncito
Pérez, con su magia, los ha convencido para que dijeran lo que han dicho. Pero
no es verdad. ¿Por qué tengo yo que creerlos a ellos y no al Ratoncito Pérez, que
es mágico y….?
Yo lo que sé es que creyendo en el Ratoncito Pérez funciona
lo del diente caído, puesto debajo de la almohada y, a la mañana siguiente, los
veinte euros a cambio.
(Santi, desesperado, ya no sabía qué hacer. Se enfadó
consigo mismo. Se fue a la cama no sin antes dar un portazo. Allí empezó a
pegarle puñetazos a la almohada, se pellizcó, se mordió el dedo gordo de la
mano derecha, mordió hasta el catre de la cama, se miró en el espejo y por poco
lo rompe de otro puñetazo, juró en arameo, se tiró de los pelos. Se arrancó un
montón de pelos y los metió debajo de la almohada, Y a la mañana siguiente….
ALLÍ ESTABAN LOS PELOS.
Como no creía en el Ratoncito Pérez éste no había ido a su
habitación a cambiarlos por dinero para poder hacer el tejado de la casita
hecha con los dientes de Alberto.
Y. COLORÍN COLORADO……..
(Recreación personal e interesada de otra recreación sobre
el cuento El Ratoncito Pérez, que vivía en la Cll/ Arenal, nº. 8, no lejos del
Palacio Real. Cuento del año 1.902, del Padre Coloma, jesuita, profesor,
andaluz, de Jerez de la Frontera, regalo al Rey Alfonso XIII cuando éste tenía
8 años y al que se le había caído el primer diente.
Allí, en el nº 8 de la calle Arenal, de Madrid, podéis ver
la placa: “Aquí vivía, en una caja de galletas, Ratón Pérez…..”)
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