domingo, 30 de septiembre de 2012

MI CUERPO ES MÍO Y HAGO CON ÉL LO QUE QUIERO (TÒPICO CINCO)


Es una falacia. No se puede hacer con el cuerpo lo que a uno le dé la gana.

No puede uno tirarse desde el quinto piso y querer no cumplir la ley de la gravedad. Aunque no te dé la gana, el guarrazo, mortal o no, te lo pegas.

Puedes hacer con tu cuerpo muchas cosas, desde cortarte el pelo o las uñas, hasta hacer gimnasia o masturbarte, pero no “hacer lo que quiero”.

 

Es el lema o grito de los años 60. De ayer mismo. E iba ligado l reclamar el Derecho a usar métodos anticonceptivos y a elegir libremente la maternidad o no maternidad. Porque durante casi toda la historia, con el patriarcado, las mujeres (no sólo su cuerpo) sólo existían como “instrumentos u objetos” para servir y agradar a los varones. Para provocarle placer (estaba hasta mal visto, como algo vicioso y pecaminoso, el orgasmo femenino) y para la reproducción y darle hijos “legítimos”.

 

La decisión de usar, no usar, o abusar, de las mujeres era potestad del varón.

Entonces, luego, incluso ahora, tanto los Estados como las Iglesias han establecido normas para controlar el cuerpo de las mujeres, de lo contrario reinaría el desenfreno.

 

Si ese lema o grito quiere decir “recuperación del propio cuerpo, sin servir de objeto para el varón”, bienvenido sea su cumplimiento.

Una vez recuperado su cuerpo, la mujer puede decidir cómo vestirlo, cómo curarlo, cómo cuidarlo, con quién compartir el placer sexual, con quién, cómo y cuándo ser madre o no serlo.

 

El lema o grito no es una incitación o invitación al libertinaje, a tener libertad para drogarse o tener sexo de una manera irresponsable.

Lo que se reivindicaba y se reivindica es la autonomía del propio cuerpo, así como la valía del mismo.

 

Porque utilizar el propio cuerpo para seducir, para manipular, para obtener ventajas, para escalar puestos,…. es convertirlo, otra vez, en objeto.

La mujer seguiría en el patriarcado, aunque de otra manera, de manera autónoma.

 

Me gusta la pancarta: “MI CUERPO ES MÍO y no de mi Padre, ni del Estado, ni de Rajoy, ni de la O.N.U,, ni de mi Marido, ni de la Iglesia, ni de mi Novio, ni de los Tribunales, ni de mi Médico, ni de las Multinacionales, ni del Proxeneta, ni del Patriarcado, (“ni de Dios” – añadiría yo). MI CUERPO ES MÍO.

 

Pero no puedes (ni moral ni físicamente) hacer con él lo que te dé la gana.

 

No puedes darme una patada (con una parte de tu cuerpo) porque te dé la gana.

No puedes lanzarte sin paracaídas, porque te dé la gana (a no ser que lo que quieras es suicidarte).

No puedes esperar a que pase yo, leyendo a Kant, y lanzarte sobre mí en ese momento.

No puedes mutilar tu cuerpo voluntariamente, porque te dé la gana. Está penado.

 

Aunque es un tópico generalmente aceptado y proclamado por las feministas, en referencia a la “interrupción voluntaria del embarazo”, (pirueta semántica edulcorada para designar al “aborto”).

 

Pero es que “no tenemos” cuerpo como tenemos una casa, un coche o un bolígrafo. “Somos” cuerpo.

El cuerpo que “somos” es el que nos identifica. De hecho, en nuestro Documento Nacional de Identidad (D.N.I.) quien aparece fotografiado es nuestro cuerpo.

Venimos identificados por “lo que somos”, no por “cómo somos”.

La inteligencia, las aptitudes, las actitudes, los deseos, las aspiraciones, las habilidades, las capacidades, la capacidad o incapacidad amatoria…..(“cómo somos” cada uno, no se manifiesta en “lo que somos”, cuerpo).

 

“No tenemos cuerpo”, “somos seres corpóreos”.

 

Los filósofos solían definir al ser vivo, en general, y al hombre, en particular, como “cuerpo animado” o “alma corporeizada” (diferenciando los tres tipos de alma (vida). Todo en una pieza.

 

Sin este cuerpo esbelto “yo no sería yo”.

 

Si voy al médico el intentará curar mi cuerpo o evitar que éste enferme. Para ello se vale de la Medicina y de la Cirugía, teniendo como aliadas a la Dietética, a la Gimnasia, a la Higiene, a la Cosmética,….

 

A los poderes económicos sólo les interesamos como “cuerpos productores de bienes y servicios”, nuestro rendimiento, no nuestra moralidad, ni nuestras creencias, ni nuestra honradez, ni nuestros valores estéticos,…

 

Al poder político, (por desgracia), sólo les interesamos en cuanto “votantes”, aunque nuestro voto huela a podrido, y en cuanto “paganos”, aunque lo hagamos a disgusto. Intentarán bañar y barnizar nuestra alma con “ideología” para que nuestra “intención” coincida con nuestro “voto”, pero, en caso de elección exclusiva, apostarán por nuestro “voto” y por nuestro “pago”, por el hecho, no por nuestro ideal.

 

Si al Empresario le interesa nuestro “cuerpo en cuanto productor de riqueza”, al Estado le interesa que seamos sumisos, integrados, obedientes,…., Esto, para ellos, es la definición de “ciudadano”. Obedientes (con nuestro cuerpo), no críticos (con nuestra alma).

 

¿Qué es la educación con la “consecución de objetivos”, “metodología a aplicar”….?. (Criterios productivistas, como los de una empresa,) como si la madurez y la formación humana pudiera cuantificarse cada tres meses.

La escuela, por desgracia, no promociona la crítica (aunque “criticar”, no es “echar abajo”, “oponerse”…. Sino “querer ver claro” para alabar lo loable y vituperar lo vituperable.

Nuestros centros escolares están orientados a la “integración”, no a la “rebelión”.

 

No estamos compuestos de dos partes distintas, incluso opuestas, “cuerpo” y “alma”, como la ideología cristiana nos ha inculcado durante tantos siglos, con la clara sumisión de aquel respecto a ésta. Hay que “Salvar el alma”.

Aunque, posteriormente, cuando empezaron, los cristianos, a manifestar que: “mi alma” no soy yo”, y que si mi alma era la que iba a ser inmortal, y no sentirse identificados con  ella, la Iglesia no tuvo más remedio que proclamar el misterio de “la resurrección de la carne (de los muertos)” que se juntarían, de nuevo, al final de los tiempos, y para toda la eternidad (con la dificultad aneja de concebir un “cuerpo, que es material, inmortal”, porque si es “el cuerpo glorioso”…….no sé cómo pueden conciliarse ambos conceptos.

 

Aristóteles defendía la “unión hilemórfica”, que es lo que nos identificaría como individuos.

No es “mi cuerpo” el que trabaja, soy “yo” el trabajador.

 

De hecho, cuando un bestia-hijoputa es un violador, ¿viola un cuerpo o a una persona?. Porque si sólo fuera abuso de un cuerpo, de un objeto, sería algo así como una “apropiación indebida por la fuerza”.

Aplíquese esto a la pederastia o a la tortura.

 

Yo, con mi bolígrafo, con esta silla,….puedo hacer con ellos lo que quiera,.

Pero ¿con mi cuerpo?.

 

Soy un cuerpo, luego nadie puede usarme contra mi voluntad, porque no soy un objeto. Ni yo mismo puedo usar mi cuerpo como objeto, para poder prestarlo, venderlo,…

 

¿Quién muere, mi cuerpo o yo?.

 

El grito feminista iba y va por otro camino. Por el abandono del servilismo patriarcal y la posesión y autonomía del propio cuerpo, por la mujer.

 

Respecto a poder abortar cuando quiera, como quiera y porque me da la gana, no tengo una opinión definida ni definitiva formada (como he expuesto varias veces, en otros lugares).

 

Cuando sabemos cómo evitar un embarazo, a quien no quiera evitarlo habría que pedirle responsabilidades de no haberlo evitado.

 

Pero una cosa es la ley, que permite el aborto en ciertos casos específicos, y otra cosa es la moral.

Ni todo lo moral es legal, ni todo lo legal es moral. Son dos ámbitos que no siempre coinciden.

 

Los tres casos previstos, que se concretaban en la ley, sería una buena práctica.

Pero la gente es proclive a las Prohibiciones y a la Obligaciones PARA TODOS. Cuando, en casos como éstos, lo ideal serían LEYES PERMISIVA, para el que quiera y para el que no quiera.

 

Pero soy de la opinión que deshacerse de un feto, aún en estado embrionario, que podía haberse evitado, no es como sacarse una espinilla.

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