El sol es el sol y la piedra es la piedra. El sol no es una fuente de luz o de energía sin los seres vivos, como la piedra no es una cabeza de Afrodita si no es por el hombre.
Las cosas son lo que son.
La piedra no desea ser estatua, ni el sol desea ser fuente de calor, ni el león desea otra cosa que no sea ser y seguir siendo león.
Los minerales, vegetales y animales nacen ya siendo lo que son o programados para serlo, sin tener que poner ellos por su parte otra cosa que el transcurso del tiempo o actuar instintivamente.
Vienen sin libro de instrucciones o las instrucciones ya vienen impresas en sus genes.
El hombre, por el contrario, no es así.
El niño nace sin libro de instrucciones pera éstas son necesarias para pasar de “hombre” a “humano” y, posteriormente, de “humano” a “persona”.
Mientras los demás seres nacen ya acabados o en proceso de acabamiento, el hombre nace, vive y muere intentando completar su inacabamiento esencial, sabiendo, además, que morirá intentando “completarse”.
El puzzle humano comienzan a completarlo los padres, sigue la escuela, los amigos, la sociedad,…
Además, es un puzzle indeterminado, las piezas tienen que ser inventadas y acopladas y, según sean éstas o las otras, así saldrá tal “tipo humano” y “tal persona”.
El hombre es un ser “desestructurado” y la estructura que vaya saliendo y consiguiendo, puede ser una calamidad de persona o una persona valiosa.
Porque el hombre “es lo que no es y no es lo que es” –como dice un filósofo.
El hombre, mientras existe, nunca es lo que en ese momento es, realmente, porque en él siempre hay otro elemento a añadir, que es el deseo.
El hombre siempre es, además de ser, lo que quiere ser, lo que puede ser, lo que sueña y ambiciona ser.
Somos realidad, pero no “realidad bruta”, “realidad hecha” como la piedra, sino “realidad soñada”.
Somos realidad y deseo, por eso no vamos por la vida reptando, sino luchando, buscando, consiguiendo, perdiendo, soñando, aspirando, ambicionando….
El hombre no sólo es realidad, no sólo es espera, también es esperanza.
Aquel que dijo que el mejor momento, al estar en el puticlub, es cuando estás subiendo la escalera, viendo y tocando el… y soñando, pensando, imaginando, fantaseando… sabía bien lo que decía. Era un “ser deseoso”.
Lo otro, lo que viene después, es un “puf”, un escape, un estallido momentáneo, “es una descarga fisiológica”, pero él se llevó de calle el deseo. Lo mejor es bajar, de nuevo, la escalera y volver a soñar.
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