viernes, 3 de septiembre de 2010

CRISIS

Hablar de “crisis” es, hoy, un lugar común. La actividad económica se ha venido abajo, el paro se ha ido por las nubes, las familias lo están pasando fatal, la presencia de los emigrantes, en tiempo de crisis, agrava el problema, el pesimismo se ha empadronado en la opinión general, el futuro no lo divisamos o lo vemos obscuro,…

Pensado fríamente, sin ser de los más afectados, de las crisis siempre se sale reforzado: bien porque ha hecho falta más esfuerzo para superarla, bien porque, al esforzarse, también nosotros nos hemos hecho más fuertes.

Pero hay otros tipos de crisis: crisis de identidad, crisis de valores, crisis en la enseñanza, crisis de la juventud,…

Una de las crisis que se nos está viniendo encima es la crisis vital ante el cada vez más tiempo de ocio del que disponemos, por el alargamiento de la vida.

“Mi mujer me ha dicho que me vaya y que no vuelva hasta la hora de comer, porque dice que le estorbo en casa y que soy un pelmazo, así que, como el autobús me sale gratis, voy a ver obras por toda Málaga”.
Conversación real y textual de un jubilado, en el autobús, dirigiéndose a una joven estudiante.

Toda su vida ocupada con el trabajo y ahora, que no tiene que trabajar, no sabe qué hacer con todo su tiempo libre, con el tiempo de ocio. Tiene que irse al espacio exterior a “matar el tiempo”

Seguramente que quien haya sido un buen lector, durante su vida, no se aburrirá, ni tendrá necesidad de salir al exterior porque tiene un espacio interior hambriento de cultura, y ahora es el momento de mejor alimentarlo.
La persona culta puede montarse sus propias fiestas, a otros niveles.
Leer, escribir, pintar, oír música, practicar hobbys, pasear, charlar (hablar por hablar con los amigos, en compañía), visitar y disfrutar en museos, exposiciones y bibliotecas,… Hay todo un mundo de símbolos en el que la persona culta puede beber y saciarse.
No así la persona no culta, que seguirá trabajando, para tener más dinero y así poder comer más, beber más y dormir más, para comprar cosas que rellenen su espacio exterior, ya que el interior o no existe o está con telarañas.
Un nuevo coche, una nueva casa, más viajes, más comidas con los amigos, más ropa,…

Cuanto más culto se es, menos dinero se necesita para pasar el día felizmente.
¿Cuánto cuesta contemplar la salida y la puesta de sol?. ¿Cuánto cuesta sentarse en un banquillo respirando el olor de la dama de noche y del jazmín?. ¿Cuánto cuesta pasear descalzo por la arena de la playa, sin prisa y descansar cuando le apetezca?. ¿Cuánto cuesta leerse los editoriales de los periódicos en la biblioteca pública del barrio, con el silencio reinante y el aire acondicionado?. ¿Cuánto cuesta hacer un crucigrama o un sudoku, superando las dificultades que entrañan?.

El ocio, que es el espacio simbólico maravilloso para los cultos, que poseen un mundo interior que siempre desea alimento, es insoportable para los que sólo necesitan cosas, muchas cosas, más cosas, sentirse rodeado de cosas para no ser conscientes de que no tiene muebles interiores, porque su espacio interior es muy reducido.

El televisor (y ya con tantos y tan variados canales) y la lectura suelen ser incompatibles, formando una disyuntiva exclusiva.

Pero cuando se habla de “los jóvenes”, “la tercera edad”, “las mujeres”, “los niños”,…. ¿a quiénes se refieren?, ¿al joven parado o al que tiene trabajo?, ¿al estudiante?, ¿al que tiene piso o al que no?, ¿al casado o al soltero?, “¿al ennoviado o al no ennoviado?, ¿al tipo alto, atlético, ligón,… o al enclenque, más bien feo, que nunca se come una rosca?, ¿al drogadicto?, ¿al que está en una secta?, ¿al que todavía es virgen?, ¿al del campo o al de la ciudad?, ¿al ingeniero o al que no tiene el graduado escolar?
Porque “los jóvenes” no existen, “la juventud” no existe. Lo que existen son individuos y unos tendrán sus crisis y otros no, o tienen otras, porque, siendo jóvenes, son distintos.
Como “las mujeres”, o como “la tercera edad”.

Yo soy un jubilado, de la tercera edad, y que no me parezco en nada al vecino del autobús, antes mencionado. O él no se parece a mí.
Las clasificaciones sólo sirven para ubicar a las personas, no para definir sus características.

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