¡La cosa no es como para tirar cohetes¡
No es estimulante saber que todo empezó con un incesto, siguió con la antropofagia, continuó con un vómito y acabó instaurándose la guerra.
Urano se acuesta con su madre Gea, la Madre Tierra, y de esta unión carnal nacieron los Cíclopes y los Titanes.
Como los Cíclopes, desde el primer momento, se mostraron díscolos, rebeldes, el educador, su padre, le aplicó el método pedagógico del castigo ejemplar, y los mandó al Tártaro, que no era un lugar de sufrimiento, sino confortable, pero, al menos, se los quitaba de encima y dejaban de dar el coñazo.
La madre, Gea, puso una hoz en manos del hijo menor, Cronos, y éste, de un certero tajo, le cortó los huevos a su padre, lanzándolos al mar, y, de la roja espuma que salió, nació Afrodita, la “diosa del amor, nacida de la espuma”.
Cronos se casó con su hermana Rea, pero como a su padre, Cronos, le predijeron que sus hijos lo destronarían, se los fue zampando, devorando, uno a uno, a medida que iban naciendo.
Cuando la madre contempló el espectáculo antropófago (¿filiófago?) de su marido, escondió a su hijo menor, Zeus, y se lo llevó a Creta, donde lo educaron.
Zeus, disfrazado de camarero, se coló en un banquete que daba su padre y, sin éste saberlo, se tragó el vomitivo que Zeus, previamente, había preparado.
El padre empezó a vomitar y, arcada tras arcada, fue echando fuera, no la pota o la peseta, sino a los hijos previamente devorados.
Inmediatamente, como puede suponerse, comenzó la guerra entre el padre y los hijos regurgitados.
Posteriormente, los tres dioses hermanos se repartieron el mundo.
Hades escogió el mundo subterráneo, Poseidón se decidió por el mar, mientras que Zeus se quedó con la tierra.
Y aquí estamos nosotros, peleándonos por tierra, mar y aire, para acaparar el petróleo del subsuelo, para invadir países y apoderarse de los océanos.
Aunque también podemos discutir de política, de filosofía o de fútbol, sin matarnos, pasear por calle Larios o por el paseo marítimo, sin acaparar espacios, tumbarte en la playa contemplando las olas y la esbeltez o la ruina de cuerpos que se interponen, y bajar a una bodega a tomar un buen Rioja fresquito (y sin cortarle, ni tocarle los…. a nadie).
Los esquemas mentales de cada cual son los que, interviniendo, interpretan.
¡Allá cada cual con su interpretación¡.
Mira Tomás, yo después de conocer esta historia de la mitología griega (o de donde sea), casi prefiero quedarme con el dios, los santos y las vírgenes de Rouco Valera. Fíjate, los veo como más llevaderos, más "adorables".
ResponderEliminarYa te digo, los prefiero, aunque sí agradecería que me cambiaran al intermediario.