miércoles, 26 de agosto de 2020

FLORILEGIO 19. ( 3 ) HOMO VIDENS, EL HOMBRE DESPLAZADO.




HOMO VIDENS

Nos encontramos en plena revolución multimedia, la que está transformando al “homo sapiens”, producto de la cultura escrita, en un “homo videns” para el cual la palabra ha sido sustituida por la imagen (que, además, tiene palabra, pues las imágenes también hablan).

La Televisión, que ha ocupado el lugar privilegiado de la casa, el salón de estar, destronando al Sagrado Corazón, protector de España, por la pantalla televisiva y, en vez de rezar el rosario, todos, cómodamente sentados, van y oyen lo que la pantalla escupe, enganchando unas veces a los más niños y otras a los más viejo, pero hay alimento para todos.

La primacía de la imagen, es decir, de lo visible y audible, sobre lo inteligible, además de ser más cómodo, menor trabajoso, te lo dan todo, ya, masticado, sólo tienes que abrir la boca.

Se ha acabado el pensamiento abstracto, las ideas claras y distintas, todo es concreto, historias que contar o sucesos en directo que ver.

El vario y variado poder de la televisión, desde el poder  político al poder económico, desde el poder informativo al poder de los recuerdos, “todo está en la tele” y lo que no se ve es como si no existiera.

“Lo he visto por la tele” es el argumento de autoridad más extendido entre nosotros, como si sólo y todo fuera verdad, cuando hoy estamos  asistiendo a una “pandemia” de falsas noticias, las “fake news”, que muchos, muchísimos, las toman como verdaderas, porque lo han visto y oído en el Factbook (que otra televisión más a mano, incluso individual, encima del escritorio y sentado en un sillón giratorio, y como las ves y las oyes, las haces tuyas, te las apropias, y las sueltas, colgándolas, contagiando de noticias falsas a todos tus contactos.

No somos conscientes de que, cuando ves-oyes una noticia espectacular, nada más verla, es obligatorio examinarla y, sobre todo, ver la fuente informativa.

El libro hay que leerlo, la lectura cansa, y no sólo a la vista, también supone un cansancio intelectual y todos nos hemos apuntado a la “ley del mínimo esfuerzo”.

El niño, que se lo traga todo, y que será el adulto que está convencido de todo y lo suelta como verdadero y propio.

¿Dónde ha quedado la reflexión?

La nueva cultura audio-visual está haciendo aparecer una nueva forma de pensar (por decirlo de alguna manera) de un post-pensamiento nada “sapiens”.

EL HOMBRE DESPLAZADO.

Es el título de una obra de T. Todorov.

El hombre desarraigado, arrancado de su marco, puede aprender a dejar de confundir lo real con lo irreal, lo verdadero con lo falso, la cultura con la naturaleza.

Si logra superar el resentimiento nacido del desprecio o de la hostilidad a lo diferente, agudiza la curiosidad y aprende la tolerancia, dejando de mirarse el ombligo, hay remedio al desaguisado y volver a ubicarse alejando el desplazamiento.

Hay que pensar y aprender a diferenciar lo absoluto de lo relativo pues las cosas ocurren de diferente manera en los distintos marcos culturales en que los hombres se encuentran en un momento determinado.

Lo absoluto y su dificultad de ser encontrado entre tanto relativismo, y sobre todo de pensarlo como regla universal que todo lo juzga y excomulga lo distinto.

Somos jueces interesados en tener razón y, para ello, se la quitamos /intentamos quitársela a los otros, siguiendo instalados en el relativismo.

El hombre de hoy tiene aversión a estos dos “hermanos enemigos”: 1.- Todo es relativo, todo es igual, da lo mismo, y 2.- El maniqueísmo: todo o es negro o es blanco, sin matices intermedios, como si no existiera la gama intermedia de colores, la que va desde el 1 hasta el 99.

LA TEODICEA.

La Teodicea no es la Teología Natural, ésta razona sobre Dios, buscando y aduciendo razones para su existencia y su esencia, aquella es una “justificación” de que Dios existe y es así.

El mal, en su triple dimensión de “sufrimiento”, de “injusticia-pecado” y de “finitud-muerte” es el gran obstáculo racional para creer en un Dios “Bueno y Omnipotente”.

Si “pudo” evitar el mal (al ser Omnipotente) y no lo hizo, no es “Bueno”.
Si “quiso” evitar el mal (al ser Bueno) y no pudo, no es “Omnipotente”.
Si “ni quiso” “ni pudo” no es Dios.
Luego habría que deducir que, puesto que el “mal” (físico, moral y metafísico) existen ¿Qué pasa con Dios?

Es la pregunta que siempre se ha hecho la filosofía occidental y la teología judeo-cristiana.

De ahí la “imposible Teodicea”, no es posible “justificar” racionalmente el mal desde el postulado de un Dios infinitamente Bueno e infinitamente Poderoso (Omni-potente).

¿No habría que desplazar el mal y ponerlo en el mismo Dios, que “pudiendo no quiso” o “queriendo no pudo?

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