Todos sabemos, por Historia
de la Ciencia
que hubo que esperar hasta 1672 para que el anatomista holandés, Regnier de
Graaf, descubriera la existencia de los óvulos y su participación en el
proceso reproductivo de los mamíferos, gracias a la invención, a inicios del S.
XVII, del microscopio.
Hasta esa época (400 años
después de que vivió Santo Tomás) los únicos hechos claros acerca de la
reproducción humana eran la necesidad del acto sexual, el aporte masculino, y
la interrupción de los ciclos menstruales cuando se producía un embarazo y, en
cambio, el proceso generativo de las plantas era ampliamente conocido.
En este contexto, no es de
extrañar que la forma más natural de explicar la generación se sirviera de
la agricultura, y así entendieran que, para producir un nuevo ser humano, la
semilla (“semen-seminis” y de ahí semen) del hombre debía encontrar un “suelo
fértil” en el cuerpo de la mujer.
Esta especulación seguramente
se veía confirmada porque algunos flujos menstruales presentaban color similar
a ciertos limos, que a su vez resultan ser muy fértiles para las plantas.
De ahí también que se hable
del hombre como “potencia activa” en el proceso.
Con esta idea en mente
volvamos a repasar el párrafo, cuando dice:
“Porque la potencia activa que reside en
el semen del varón tiende a producir algo semejante a sí mismo en el género
masculino”.
La lógica es bien sencilla:
si planto una pepita de manzana, me sale un manzano; si un hueso de naranja, un
naranjo; si un hueso de aceituna, un olivo; y si una semilla de hombre, un
hombre.
Pero a veces nace una
mujer (de hecho la mayoría de las veces, pero los antiguos no tenían forma
de saberlo, porque las mataban- afirma el defensor del Tomas de Aquino)
¿Qué ocurrió, para ello si,
teniendo que nacer “varón”, nació “mujer”?
La respuesta que ellos daban
es que hubo un fallo, un defecto en el proceso y por eso no resultó un varón,
sino una mujer.
O dicho de otro modo:
Que nazca mujer se debe a la
debilidad de la potencia activa, o bien a la mala disposición de la materia, o
también a algún cambio producido por un agente extrínseco, por ejemplo los vientos
australes, que son húmedos.
Esta sería una conclusión
científica, de la ciencia del S. XIII, pero ciencia al fin y al cabo.
Entonces, lo que hace el
santo al reproducirla, no es emitir una opinión religiosa, sino enunciar un
hecho científico errado.
No está demás recordar que
seguidamente, Santo Tomás repudia que esta conclusión científica tenga
aplicación ante los ojos de Dios, cuando agrega:
“Pero si consideramos a la mujer en
relación con toda la naturaleza, no es algo ocasional, sino algo establecido
por la naturaleza para la generación”.
¿Esa no era la otra versión
del Génesis, la de que no la “creó” (como afirma la primera versión: “Dios creó
al hombre: Varón y hembra los creó”) sino que la extrajo de la costilla para
consuelo del varón, como ayuda, como instrumento “para la generación”, “hecha
para parir”?
Pero no en pie de igualdad.
Y el autor, tomista
convencido, recomienda a los creyentes que no se “casen”, nunca, con la ciencia,
ni siquiera la de nuestra época, ni con la “Eva mitocondrial”, ni con el big
bang como el momento de la creación “porque los científicos pueden cambiar de
opinión mañana”
Y mi pregunta es: ¿“cuando se
recurre a una autoridad (la de Aristóteles, del siglo IV a. C) que avala la
postura de un autor (siglo XIII d. C) no es porque, se supone, que está de
acuerdo con dicha autoridad”?
Santo Tomás tiene un concepto
negativo de la mujer, inferior en comparación con el varón, es un
“complemento”, nada que ver con el “substantivo”, del varón, de categoría
superior.
Se da por supuesto que el
“semen (la semilla) masculino” es bueno y si falla lo nacido es por la mala
disposición de la tierra en que ese semen se siembra.
Tiene que ser la mujer la
responsable y la culpable del desaguisado (nacer mujer era un “error” de la
naturaleza, nada que ver con ser nacer varón y, en este caso el varón padre se
refleja y se prolonga en el varón hijo, pero si nace mujer, al ser inferior al
varón, la responsable y culpable será la mujer, y la hija, inferior, será el
reflejo y la prolongación de la madre, mujer.
¿Recuerdan la parábola del
sembrador?
“Salió el sembrador a sembrar
y una parte cayó en terreno pedregoso….otra parte en terreno…pero la que cayó
en terreno apropiado produjo el 100 x 1…”
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