Cuando yo era un pequeñajo, allá, en mi pueblo, y cuando un
muchacho mayor me quitaba una canica o me hacía una trastada, por lo “bajini” o
en voz alta (si mi taco estaba lejos de su campo auditivo) le soltaba un “me
cago en tu alma”.
Él me lo había hecho, contra él iba mi maldición, no la
desviaba.
Luego, ya más mayor, oía que las tacos eran más fuertes: “me
cago en tus muertos”, “me cago en tu padre”, me cago en tu madre”, “me cago en
la madre que te parió”, “me cago en la hostia”, “me cago en dios” (pido perdón,
si a alguien molesta, pero ese era el lenguaje de la calle entre los muchachos
de mi pueblo) y, quizá el que más me impresionaba, “me cago en tu puta madre”
(porque pensaba en mi madre que, si algo no era, era eso de “puta”).
Mi pregunta era (y lo sigue siendo), ¿qué tendrán que ver los
muertos de este hijoputa (¿y por qué digo yo, ahora, hijoputa, si no conozco a
su madre?). Estoy segurísimo que los abuelos, tíos, primos,…fallecidos de este
“cabroncete” (¿y por qué lo llamo yo ahora “cabroncete” si no sé nada de su
vida sexual, ni sé si tiene pareja, ni sé si…) eran unas bellísimas personas
que no merecían tales improperios y menos por culpa de este su sinvergüenza
descendiente, sin comérselo ni bebérselo, ajenos ya a lo que la vida daba de
sí.
Lo de “en tu padre” y “en tu madre” me cabreaba, porque los
conocía y no se merecían recibir los golpes que debería recibir este su
despreciable hijo.
Lo de “en la madre que te parió” me cabreaba más, porque
pensaba en la madre pariendo en la cama, como entonces parían las mujeres en
los pueblos, como lo hizo cuatro veces mi madre, sólo ayudada por la partera
del pueblo, que siempre solía ser una mujer gorda, con las mangas regazadas y
siempre gritando “que hierva bien el agua”, “traed sábanas bien calientes”…
(Que yo me preguntaba que si para parar la hemorragia el agua no tenía que ser
fría). El dolor, el peligro de infección, los trabajitos por los que tenía que
pasar para sacar adelante a ese “chiquitín”, tan querido, tan buscado, tan
deseado y que….luego le salió “rana”.
Pero el taco que más me dolía era el de “tu puta madre”.
Porque …de una madre, sin conocerla, nunca se puede decir que sea puta, porque,
seguramente, es la mujer más honrada del universo.
Pero ¿por qué desviar el odio que alguien se merece a la
madre que lo trajo al mundo, además llamándola “puta”?.
¿Es que no es ya mérito haberlo tenido nueve meses en el
claustro materno, haberlo puesto en el mundo, haberlo amamantado, criado,
educado,…para que encima, se le atribuyan las acciones que ella no sólo no ha
hecho sino que nunca las haría?.
¿Por qué, pues, llamar “hijoputa” o “hijo de puta” a un
sinvergüenza cuya madre es la más honrada del mundo mundial?.
Cuando a uno algo le sale mal
da un portazo, pega un golpe en la mesa, cierra los puños,…. Pero
¿meterse con la madre de esa manera?.
Nunca oí “me cago en el “cabrón” de tu padre”. Porque los
padres siempre tenían “huevos” y no “cuernos”, los padres siempre eran “machos”
y no “cabrones”.
¿Por qué desviar el improperio contra quien nada tiene que
ver con ello?
(Lo de “en la hostia” o “en Dios” me sonaba a pecado, yo lo
oía a menudo, nunca lo decía, era, para mí un pasaporte al infierno, era uno de
los cuatro grandes pecados: “de pensamiento, palabra, obra u omisión”). ¿Qué
tendrán que ver los dioses y sus símbolos con las salvajadas de los humanos?.
¿Por qué se llamará “putada” a una mala acción?.
¿Por qué llamar “hijo de mala madre” o “mal nacido” o “mal
criado” a uno que, por sus deméritos, ha llegado y se ha convertido en un indeseable?.
Por eso yo, desde hace mucho, sigo con “me cago en tu alma”
(no “en tu espíritu”, que eso es otra cosa), así no desvío mi rabia hacia quien
no la provoca, y menos contra esa “honrada, cabal, hacendosa, solícita, maravillosa,
atenta, sacrificada, … madre”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario