Las normas morales las dicta la sociedad, no la conciencia moral del individuo.
El individuo acepta como moral o inmoral lo que la sociedad estima conveniente, por eso lo ordena, lo prohibe o lo permite.
Si “es inmoral matar niños” –dice la sociedad- estará prohibido y será un delito hacerlo (no me refiero a “pecado”, que está en otro ámbito), pero si la sociedad cree que es moral “matar, incluso a niños, del enemigo” será obligatorio o, al menos no será delito y estará permitido.
Así ha sido durante toda la historia y así lo sigue siendo, aunque ahora, eufemísticamente, se le denomine “daños colaterales”.
Así que cuando un individuo, nacido, crecido y madurado en una sociedad concreta, con unos principios morales determinados, entra en otra sociedad y quiere imponer sus propios principios está (como vulgarmente se dice) “meando fuera del tiesto” y, lo más seguro es que diga y haga barbaridades.
Las normas morales son necesarias y deben aplicarse y cumplirse, pero en esa sociedad concreta, no en cualquier sociedad.
Cada sociedad ha creado “una” moral, como ha creado “una” lengua, “una” ciencia, “un” arte, “una” religión, “una” política, “una” gama de sentimientos y emociones, acordes con sus valores.
Al vivir juntos es cuando surgen los problemas, y la solución a los mismos tiene que ver con los valores que esa sociedad promueve.
Dice K. Popper: “no puede haber una sociedad humana que carezca de conflictos. Una sociedad tal sería, una sociedad no de amigos, sino de hormigas”.
Y si todos los hormigueros son iguales y “vista una hormiga están vistas todas las hormigas”, por una sola reproduce toda la especie, “visto un hombre, sólo está visto ese hombre, no la especie humana”, quizá represente a su sociedad (quizás no), pero no a la humanidad, porque los hombres tenemos, además de “una biología común”, una “biografía personal”.
Las hormigas sólo tienen “biología”.
En los hombres prima la individualidad, que se mueve, autónomamente, aunque “entre unos límites sociales”, y uno puede estar en la derecha, en el centro, en la izquierda, más arriba o más abajo, en esos límites.
Se dice que “no hay hechos, sino interpretaciones”.
Las conductas que damos, las respuestas, no dependen tanto de los problemas (que también) como de la mayor o menor o nula importancia que les demos.
Lo que para uno puede ser gravísimo y para otro no lo es tanto, para un tercero puede que no tenga importancia. La respuesta, pues, será ideal o perversa o neutra.
Por ejemplo, un hecho: “la violencia de sexo” (que no debe llamarse “de género”, que “género” se aplica a las palabras: la “mesa” es una palabra femenina, mientras que el “bolígrafo” es una palabra masculina y lo “honesto” es neutro, mientras la gata es hembra, el gato es macho, Isabel es mujer y Antonio es varón; Isabel no es femenina ni Antonio es masculino).
¿De qué depende este hecho: la “violencia de sexo”?. De cómo se la interprete. Si a la mujer se la considera como inferior al varón, la conducta será X, si a la mujer es considerada igual al varón, la conducta será Y.
Un mismo hecho, dos interpretaciones, dos respuestas distintas.
¿Cómo interpretamos la competitividad y el individualismo?. Si le damos una valoración alta, la agresividad y la violencia es la conducta correcta (¿no es esto lo que ocurre en nuestro Occidente?).
Una sociedad nómada y otra sociedad asentada ¿van a valorar de la misma manera los problemas, las necesidades? No. Por lo tanto, las conductas correctas serán distintas.
¿Qué ocurre, ahora, cuando, con la emigración, se da, cada vez más, una coexistencia de culturas?.
Esa coexistencia ¿puede ser/debe ser una convivencia de las mismas?, ¿es ello fácil?, ¿es posible?.
¿Qué es el “etnocentrismo”, (a nivel cultural)?, pues lo que es el “individualismo” a nivel personal.
Un individuo concreto, con su inteligencia individual, podrá proponer una normativa moral individual, pero sólo valdrá para él y para su mundo privado.
¿Qué pasará si, en vez de la inteligencia individual, es la inteligencia social la que propone una norma?.
Pues que el individuo dejará de ser totalmente autónomo y tendrá que ser heterónomo en muchas de sus conductas.
Una vez promulgada una ley social, el individuo tiene que plegarse a ella, aunque no coincida totalmente (que no va a coincidir) con su norma moral individual.
La afirmación de uno y de su cultura, por una parte, genera la desconfianza del otro y de su cultura, por otra, esa es la consecuencia inmediata y espontánea.
Posteriormente habrá que dialogar y comparar y, si es necesario, negociar y llegar a un trato.
Las ventanas de las redes sociales, ahora mismo, han sido abiertas, forzadamente, por los pueblos norteafricanos y está entrando, por ellas, aire fresco, tanto del modo de gobernarse Occidente como del nivel de vida del mismo, y, cuando compara…
Espero que no confundan e identifiquen “democracia” con “riqueza”.
Si es verdad que las dictaduras facilitan la corrupción, que no crean que “corrupción” es opuesto a “democracia”.
Sólo que, en las democracias, su sistema de garantía de las libertades son capaces de hacer aflorar a los corruptos y llevarlos ante la justicia (poder independiente de los otros dos).
En nuestro mundo Occidental, que defiende la propiedad privada, prima:
A.- La sociedad sobre el individuo (se puede expropiar un bien individual (con indemnización, eso sí) si perjudica al bien común. Se le puede quitar a un padre la custodia paterna si el niño está/puede estar siendo perjudicado).
B.- Atención y apoyo al individuo (el mérito que prima y debe ser premiado es el individual, no el familiar ni el tradicional) .
C.- La exposición, la discusión y el consenso deben primar sobre la contienda y la lucha.
D.- Armonía entre razas y religiones (no discriminación por razón de sexo, raza, religión, ideología….)
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