martes, 18 de enero de 2011

CRISIS.

¡Hay tántos y tan variados tipos de crisis¡

Hay crisis de pareja, crisis psicológica o de ansiedad, crisis energética, crisis demográfica, (¿cómo no, si estamos enfangados en ella?) crisis económica. Como hay crisis de valores, crisis de subsistencia, crisis de supervivencia, crisis de bienestar, crisis de….

Pero las crisis no surgen por generación espontánea. La propia dejadez, la poca atención y cuidado, alimentan las crisis personales, mientras son los intereses variopintos los que generan otros tipos de crisis.
En estos tipos de crisis, las provocadas por otros, ajenos a mí, ellos, los actores, las padecen menos que los que las tenemos que soportar.

Una crisis es un zamarreo, un zarandeo, un meneo, una sacudida, una ruptura de un equilibrio.
Es una coyuntura de cambios en una realidad hasta ahora más o menos estable.
Aunque toda crisis, una vez iniciada, es reversible, puede volverse atrás, por haber quedado sólo en un amago, por haberla detectado y haberla cogido a tiempo, impedir que se desarrolle y hacer que desaparezca.
Si una crisis no fuera reversible sería una reacción automática, como ocurre en física o en química, donde, al cambiar los factores, los componentes, salta la reacción automáticamente.

El desequilibrio generado por toda crisis, que se siente y se vive como dolorosa, puede dar lugar a infinitas posibilidades.
Mientras se está en ella se sufre, cuando se supera merece la pena y se convierte en un mal recuerdo.
En una crisis personal, el corazón sufre, pero la mente puede optar por dos caminos opuestos, desde enrocarse en ella y tomar medidas drásticas hasta salir fortalecido tras haberse enfrentado a ella y haberla superado, estableciendo un nuevo equilibrio.

Es verdad que toda crisis engendra un riesgo, pero también es verdad que es una oportunidad que se presenta para enmendar lo malo que antes se haya hecho.

Creo que fue J.F. Kennedy quien dijo: “las grandes crisis generan grandes hombres”.

Todos hemos pasado por las crisis que generan el paso de una etapa a otra en el desarrollo vital. De niño a adolescente, de adolescente a joven, de joven a maduro. Son muchos (no todos, entre ellos yo) los que sufren un intensa crisis al pasar de trabajador a jubilado, por haber puesto en el mismo plato y haber identificado “vida” y “vida laboral”.

Si no hubiéramos superado esas crisis, si nos hubiéramos estancado, habríamos retrocedido. No se puede ser adolescente a los 40, ni niño a los 21.
¿Recuerdan aquello de “quien no haya sido utópico, revolucionario, iluso, ecologista, Don Quijote…. en su juventud ¿cómo va a ser realista, Sancho Panza, en su madurez”?

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