jueves, 28 de junio de 2018

A PROPÓSITO DE NIETZSCHE (3)


3.- 

¿Cómo clasificar (si es que tiene que ser clasificada) su filosofía en el panorama de una Historia de la Filosofía cuando ella no se deja atrapar tan fácilmente, generando problemas hasta a los expertos?

Tras las calabazas, ante la negativa de Lou, Nietzsche, persona extremadamente sensible, se hunde en su propia soledad, una soledad terrible, angustiosa, que lo lleva a deambular y parece que a perder el rumbo de su vida y que puede ser la causa de su filosofía, tan diferente, por tan poco racional frente a la tradición filosófica.

No tiene a nadie a su lado y nadie está frente a él, solo, un luchador solitario.
Con nadie habla y nadie le habla a él y, lo más terrible, nadie le escucha.

Su vida es un “monodrama”

Su enfermedad sigue avanzando, igual que su ceguera, por ese denominado “debilitamiento de su corteza cerebral”, irreversible, condenado a morir como su padre, demasiado joven.

“En Septiembre de 1.848 mi amado padre enfermó repentinamente del ánimo” llegó a escribir Nietzsche aunque su hermana cambiaría el texto: “…mi padre enfermó repentina y gravemente a causa de una caída”.

Su fuerte miopía le produce terribles dolores de cabeza. Está casi ciego y no puede ya ni escribir.
Garrapatea sobre un papel en una modesta pensión de la Alta Engadina donde se ha refugiado escapando de sus contemporáneos y buscando un clima favorable a su extrema sensibilidad y a su débil salud, que percibe los mínimos cambios en el clima y que le afecta en demasía.

Lou lo describe así: “…de estatura media, vestido de manera muy sencilla, pero también muy cuidadosa,…el cabello castaño peinado hacia atrás con sencillez, fácilmente podía pasar inadvertido….su gran bigote caído hacia delante,…tenía una risa suave…su forma de caminar…tenía el sello del apartamiento, de la soledad…su deficiente visión….”

Nietzsche aparece, ante sus amigos, cuando lo visitan, como una especie de condenado por la filosofía que está dándose muerte a sí mismo.

Cuando él la llama, cariñosamente, “mi querida y vieja soledad”, este nombre ya no es el adecuado porque se ha convertido en un aislamiento completo, y esto ya no es estar solo, eso es estar completamente abandonado.

Solo y enfermo, abandonado por los suyos, sin amigos incluso, incomprendido por su época, luchando contra sus contemporáneos, sin afectividad, rechazado por la única mujer a la que realmente amó, semiciego y con una afectividad a flor de piel.
Así trascurren sus últimos años hasta su muerte, un 25 de Agosto de 1.900.

A principio de Enero de 1.889 sufrió en Turín un derrumbamiento intelectual (la escena del maltrato a un caballo que se derrumba en plena calle).
Su madre lo había internado en un manicomio de Basilea y tras su muerte, en 1.897 la, para mí, no buena hermana se encargó de cuidarlo.
(En otro lugar de mi blog he escrito sobre “la hermana de Nietzsche”)

El “asesino de Dios”, el que había proclamado la muerte de Dios, no tendría a su lado ni a Dios ni a persona alguna, su vida semeja un desierto.

Tras él, la religión y la filosofía, el arte y la ciencia, la cultura en general, tomaron derroteros distintos.

Nietzsche había rechazado todo lo contemporáneo: la cultura servil, el socialismo, la democracia,…

El desplazamiento tanto de la religión como de la filosofía ya lo presintió.

La imagen que se nos ha transmitido de él –y la que quizá él mismo contribuyó a ello con su Ecce Homo – es la imagen de un hombre aterrorizado por su destino, contradictorio y convulso, incomprendido por su época y por todos, una especie de genio en explosión.

“Yo no soy un hombre, soy dinamita” –dejó escrito en su Ecce Homo.
“Conozco mi suerte: alguna vez irá unido a mi nombre el recuerdo de algo gigantesco, de una crisis como jamás la había habido en la tierra, de la más profunda colisión de conciencias….contra todo lo que hasta ese momento se había creído, exigido, santificado. Yo no soy un hombre, soy dinamita”

Y la dinamita, al estallar, rompe la roca y la convierte en migajas, la roca deja de ser roca.
Tras Nietzsche ya nada volverá a ser igual, todo lo anterior salta por los aires. Dios ha muerto y su muerte se ha llevado consigo la moral, la cultura, la ciencia, el lenguaje, los conceptos, la consideración del hombre y de la vida.
El porvenir nada tiene que ver con lo ya venido, con el pasado.

“Semejantes al jinete que, montado sobre un corcel, se lanza hacia delante, así nosotros dejamos caer las riendas ante lo infinito…”

Ya hemos visto que Nietzsche es un ser con problemas físicos agravados por su hipersensibilidad, propenso, por tanto, a ciertas enfermedades nerviosas.
Padece una grave enfermedad: “reblandecimiento cerebral progresivo”
Y aunque la mayoría de sus biógrafos la consideran como el efecto de un posible contagio de sífilis en los tiempos de estudiante en Leipzig, no queda clara la causa de su enfermedad.

Pero la tesis del contagio por sífilis, por una prostituta india le viene de perlas a la visión moralista para vender la idea de que su locura se debe a una enfermedad infecto-contagiosa, producto de sus excesos de juventud, sus muchos y graves pecados.
Así se lanza la tesis de que “el asesino de Dios es asesinado por Dios”, a causa de sus pecados.

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