EL LIBRO DE LA SABIDURÍA (entre los años 80 a 50 a. C.)
Y también en el último libro,
el Eclesiástico, del siglo II a. C.
El tono principal de La Sabiduría consiste en la
advertencia contra los peligros del helenismo que amenazan las tradiciones
judías y la confianza del pueblo judío en la sabiduría de Dios que se manifiesta por
todas partes en la creación.
Igualmente hay advertencias
sobre la seducción sexual.
“No vayas al encuentro de la
cortesana // ni caigas en sus lazos. // No frecuentes ninguna cantora // no sea
que caigas en sus asechanzas.
No te entregues a meretrices
// no vayas a perder tu hacienda.
Aparta tu vista de la mujer
bella // ni fijes tu mirada en hermosura ajena. // Por la hermosura de la mujer
muchos se extraviaron, // y por eso la pasión se inflama como fuego. // No te
sientes junto a una mujer casada, // ni la busques para beber vino con ella, //
no sea que se incline tu alma hacia ella // y por tu deseo resbales hacia tu
perdición.
Hay que tener cuidado con las
trampas que pone la mujer para cazar al varón.
“Di a la sabiduría: “Hermana
mía” // y llama a la inteligencia tu amiga // para que te preserve de la mujer
ajena // de la extraña, de palabras zalameras”
“Vi a un joven que pasaba por
la calle // e iba camino de su casa. // Era el crepúsculo, a la caída del día,
// en medio de la noche y la oscuridad // y he aquí que le sale al encuentro
una mujer // con atavío de prostituta y el disimulo en el corazón; //
apasionada y procaz, // sus pies no pueden parar en casa; // ahora en la calle,
ahora en las plazas // en todas las esquinas está al acecho. // Le coge y lo
abraza // y endulzando su mirada le dice: // Debía ofrecer sacrificios
pacíficos // y hoy he cumplido mis votos, // por eso he salido a tu encuentro,
// buscando verte, y he dado contigo. // He ataviado mi lecho con tapices //
con telas recamadas de lino de Egipto; // he perfumado mi cama con mirra, //
con áloes y cinamomo. //Ven, embriaguémonos de amores hasta la mañana,
//solacémonos con los placeres del amor, // porque no está en casa el marido,
// ha salido para un viaje lejano. // Tomó en su mano bolsa de dinero, //
volverá a casa para el día del plenilunio. // Le rinde a fuerza de persuasión,
// le arrastra gracias a las zalamerías de sus labios // y al punto corre tras
ella // como buey que va al matadero.
En el ECLESIÁSTICO
“La lascivia de una mujer se
muestra en la altivez de sus ojos, // en su pestañear se la reconoce.
“Sobre tu hija arrogante
afirma la vigilancia // no siendo que hallando debilidad la aproveche.
“Cual viajero sediento abre
la boca // y bebe de toda agua que encuentra, // se sienta en cualquier parte /
y a toda flecha abre su carcaj” (bella manera de denominas al pene (“flecha) y
a la vagina (“carcaj”)
“Un don del Señor es la mujer
silenciosa // y nada hay comparable al alma educada. // Gracia sobre gracia es
la mujer pudorosa.
“La hija es una secreta
inquietud para el padre, // y la solicitud por ella le quita el sueño; // en su
juventud porque no pase la flor de la edad // y, desposada, para que no sea
detestada; // mientras es virgen, para que no sea violada // y se vea encinta
en la casa de su padre. // Estando con su marido // para que no le sea infiel
// y, casada, para que no sea estéril.
“Sobre una hija descarada
estrecha la vigilancia // no sea que te haga escarnio para tus enemigos, //
objeto de habladuría en la ciudad y de aglomeraciones del pueblo // y te
avergüences entre la muchedumbre”
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