¿Qué pedía Jesús a cambio?
Nada. Sólo fe y con-fianza
Hemos estado acostumbrados a
que la Iglesia
nos incitase a elevar plegarias y sacar en procesión a la Patrona del pueblo, a esa
Virgen que es la mejor de todas para pedirle que lloviese y no se estropeasen las
cosechas como para que dejase de llover porque no estaba inundando los campos y
estropeándonos la cosecha.
Y se ha dado el caso, la
coincidencia, de un procesión en la que se pedía que lloviera y comenzara a
llover, por lo que se proclamaba el milagro de la virgen patrona (y que nadie
viniese con un mapa meteorológico con sus Bajas Presiones acercándose por el
Atlántico y barriendo toda la
Península de Oeste a Este).
No llovía, pues, por causas
naturales, sino por una intercesión milagrosa.
Recuerdo, de pequeño, en mi
pueblo, que llegaban los días de las misiones.
Y recuerdo a un predicador
jesuita, el Padre Serrano, que nos garantizaba, por parte de Dios, que así lo
había establecido, que aquel que confesase y comulgase los primeros viernes de
mes, durante nueves meses ininterrunpidos, que “Palabra de Dios” no morirías en
pecado mortal porque Dios te daría la oportunidad de confesarte de tus pecados
antes de morir y, así, no tener que ir “de patitas” al infierno, durante toda
la eternidad, con ese fuego que ardía y nunca se consumía, por lo que nos
provocaba terror la situación pero, al mismo tiempo, la tranquilidad de que
podías evitártelo.
Directa o indirectamente,
(novio, tormentas, garganta, cosas perdidas (A. de Padua y S. Cucufato)… Ellos,
ÉL, a fin de cuentas, harán el milagro.
El Dios de Adán y Eva era un
“Dios amigo”, podíamos decir que un “Dios a mano, un Dios amiguete” que paseaba
por el jardín y charlaba alegremente con ellos.
Un Dios que todos los días se
da un paseo por el (piso (¿) Jardín del Edén a visitar a sus inquilinos a los
que les ha dejado, gratuitamente, la vivienda, con todos los enseres, “la casa
montada”, sin tener que trabajar, ni limpiar, ni lavar,…todo gratis, sabiendo
que no van a ser desahuciados por no pagar la mensualidad y que sólo les ha
exigido una condición: “que no coman de los dos árboles que hay plantados en el
centro del Jardín”,
Y, cuando, indiscretamente,
en una de las visitas cotidianas, le confiesan que no han contestado a sus
llamadas porque “se encontraban desnudos”, Dios saca la consecuencia: “entonces
no habéis cumplido la única condición que os puse, así que…”
Y el Dios “amigo” se
convierte en un Dios “cabreado” y lo primero que hace es desalojarlos de su
vivienda, poner a la puerta un querubín con una espada flamígera (por si se les
ocurría volver y forzar la puerta) y con las dos maldiciones: trabajar, con
sudor, para comer y parir con dolor los hijos….
Y es que, el concepto de Dios
no se ha mantenido constante a lo largo de la historia sino que ha ido
cambiando, y mucho.
Cuando el pueblo hebreo tenía
que ir luchando contra los enemigos, camino de y para poder llegar y asentarse
sobre Canaán, la “tierra prometida” su Dios era el Dios de los ejércitos, el
todopoderoso, el vencedor, el rey, con sus huestes de ángeles, en su trono….
Y, después, cuando ya
asentado, hubo que repartir, con equidad, la tierra conquistada y hubo que
juzgar la conducta externa e interna de cada uno y cuando hubo que presentar
los méritos para ser eternamente feliz en la otra vida, Dios es juez, que no se
deja engañar ni chantajear.
Y cuando el pueblo hebreo ya
está asentado y es/quiere ser feliz, Dios es misericordioso, Padre, infinitamente
bueno, el que perdona todos los pecados cuando uno se acerca a él con fe y le
pide perdón.
El mismo Jesús nunca pidió
milagro alguno.
Ni cuando estaba en la cruz.
“Padre, si es posible, que
pase de mí este cáliz” (evítame todo esto, que se acabe,….si es posible. Es un
deseo. No lo pide).
Así debería ser la vida del
cristiano, luchar por hacer mejor el mundo que nos rodea, sin decirle a Dios:
“ya ves lo que hago, tenlo en cuenta, anótalo en el libro de contabilidad
celestial….”.
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