El mundo moral, en occidente, se divide, en líneas
generales, en dos:
1.- El UTILITARISMO, con color anglosajón, de la mano del capitalismo/neocapitalismo/mundialización, para el que “lo bueno es lo útil”, lo práctico, lo que funciona.
2.- El KANTISMO, con color de la vieja Europa, de la mano de
la conciencia y del republicanismo.
Aunque ambas sean individualistas y reconozcan los derechos
de las personas también son universalistas, en cuanto consideran a todos los
hombres iguales, en cuanto personas, sujetos de Derechos, de los mismos
Derechos, los Derechos Humanos.
Pero mientras el Utilitarismo fija su mirada en el placer y
en el dolor, porque lo que interesa al hombre es el disfrute del placer y la
huida del dolor, el Kantismo fija su mirada en la libertad, gracias a la cual
tiene la capacidad de poner sus intereses entre paréntesis y sufrir por el bien
ajeno, ocupándose de los otos.
Una O.N.G. auténtica tiene color kantiano mientras una
multinacional tiene color utilitarista.
Pero cuando el utilitarista maneja el interés no sólo se
refiere al interés individual, egoísta, también hay un utilitarismo social,
altruista, que tiene en cuenta a los demás, no sólo, aunque también y sobre
todo, a sí mismo.
“La mayor felicidad para el mayor número” eso es el bien.
El mal será “aumentar la cantidad global de desgracia en el
mundo”
Pero siempre será un “interés interesado”.
Lo contrario es el humanismo europeo de Rousseau y de Kant,
una moral del desinterés.
“Lo bueno es hacer lo que debe hacerse, ajeno al interés.
El utilitarismo pone su mirada en las consecuencias, el
kantismo no.
Mientras para uno el fundamento del Derecho es la capacidad
de experimentar placer y dolor, algo que poseen no sólo los hombres, racionales
y con capacidad de hablar, sino también los niños (sin razón y sin lenguaje) y
los locos, así como los enfermos de Alzheimer y, también, los animales.
¿Por qué no los animales si, también, tienen la capacidad de
sufrir? Estamos, pues, obligados moralmente a ahorrarles el sufrimiento.
Si es “el mayor bien para todo ser susceptible de sufrir,
los animales también lo son”.
La mayor felicidad en el mundo incluye, pues, el deber de no
hacer sufrir a ningún ser. Tampoco a los animales.
Afirma, pues, el Utilitarismo:
1.- Derechos tienen no sólo los hombres, también “todos los
seres susceptibles de experimentar placer y dolor”. No es, pues, un mero
antropocentrismo.
2.- Optimización de la cantidad de felicidad del mundo (y
no, primordialmente, la libertad).
3.- Derechos y Deberes de proteger los intereses de los
seres susceptibles de experimentar placer y dolor (sin exclusión por motivos de
sexo, de raza, de religión, de edad, de inteligencia, de especies animales,…
También Derechos de los animales salvajes (no sólo de los
domesticados), por lo tanto, opuestos a las cacerías, a las matanzas,…
causadas por la moda de la piel, del
cuero, de las plumas, de la carne, de la experimentación con animales,…
“La capacidad de sufrir y de experimentar placer (no sólo la
capacidad racional y de inteligencia) es el fundamento de la moralidad y un
prerrequisito para tener intereses”, algo que no tiene una piedra ni un balón,
pero sí un ratón y un elefante.
Así que las corridas de toros…. las peleas de gallos,…..
Para el Kantismo, sin embargo, sólo el hombre es el ser que
tiene Derechos, sólo él es persona, susceptible de Derechos, porque sólo él es
libre, al tener la facultad de alejarse de los intereses, de no estar,
totalmente, determinado por ellos.
Lo que distingue al hombre del animal es la libertad.
Mientras el animal vive preso y aprisionado por la
naturaleza, el hombre es libre, ante ella.
La libertad y no la capacidad de sufrir y experimentar
placer.
La capacidad de actuar de forma desinteresada, algo que no
posee el animal, siempre y sólo guiado, determinado, por el interés.
Pero, sin embargo, del hecho de que, para el kantismo, los
animales no sean sujetos de Derechos, no quiere decir que los hombres no tengan
el Deber de evitarles el dolor, los sufrimientos inútiles, de no martirizarlos,
de no hacerlos sufrir.
Leo en un artículo de El País sobre “Cerdos y niños”. “Los
filósofos tienen razón al buscar en la
piedad hacia los animales la primera prueba de una moral elemental, casi
instintiva”.
Dice Peter Singer que comer carne animal es un capricho y no
un imperativo alimentario.
Pero la comida no es sólo para alimentarse, también es para
disfrutarla.
Es como el sexo, que es para la reproducción, pero no sólo
para eso, también es para disfrutarlo, para comunicarse, para pasarlo bien.
No veo razones morales para inducir al vegetarianismo.
Estamos condenados, en la vida real, al apetito.
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