Hubo un tiempo en que yo creí que los dioses fueron creados, inventados, por los pobres, por los enfermos, por los hambrientos, por los injustamente perseguidos... (por aquello de "bienaventurados los que..."), pero fueron los sofistas (2.000 años antes que los materialistas, Marx y compañía) los que me pusieron sobre la pista correcta.
Nadie considera un "ideal" a conseguir, en esta vida, la situación de hambre, de enfermedad,de pobreza,...porque, siendo, como son, situaciones tan fáciles de conseguir, ¿por qué nadie las persigue?.
Yo creía que esos "bienaventurados" habrían razonado de la siguiente manera: "puesto que ya estamos así, pobres, hambrientos,....y, puesto que no vamos a poder salir de esta condición, porque ni podemos ni nos dejan, en esta vida, creemos y creamos que hay otra vida del revés. En vez de temporal, eterna, y en vez de pobres, enfermos,,, ricos, sanos.... y los que en esta vida ricos, lúdicos, gozosos,... en la otra, en el infierno, sufriendo eternamente...."
Los sofistas me sacaron de dudas. Lo que ocurrió, más bien, fue lo contrario. Los ricos, los sanos, los saciados,..., no queriendo perder su condición (que no puede ser universal) se inventan los dioses y éstos vienen cargados de promesas para los pobres, hambrientos.. (pero que sólo se cumplirán en la otra vida, tras haber muerto, es decir, cuando ni tú ni nadie pueda verificar el cumplimiento de esa promesa).
Promesas que los inducen a seguir, en esta vida, en esa condición de "bienaventurados" y así no tener, sus inventores, que encontrarse con competidores en el camino, sino con siervos obedientes a sus directrices.
Igualmente son ellos los que crearon los derechos y las leyes. El primer derecho será "el derecho de propiedad", que será "sagrado"; el primer delito, "el robo", que será severamente castigado por la justicia de este mundo.
Además de delito, el robo será pecado, por ir contra la ley divina, y esto está grabado en la conciencia.
"Si robas quedas expuesto, si te ven y de pillan, a ser castigado, en esta vida, por la ley y la justicia, aquí abajo. Pero es que, además, tu conciencia, que es "la voz de Dios, en el hombre" también estará recordándote que estás pecando y siendo merecedor del castigo eterno".
Los ricos, los poderosos,... han cogido por los huevos al resto de la humanidad y la tienen en sus manos.
Ya pueden dormir tranquilos porque, hasta la conciencia de sus súbditos será la guardiana de la ley, mucho más eficaz que la policía.
¿Qué de extraño tiene, pues, que durante casi toda nuestra historia, los reyes (con sus súbditos) y las Iglesias (con sus adeptos) hayan ido de la mano, remando en la misma dirección, unos ocupándose de que sea correcta la conducta externa y los otros de que esté limpia, sin pecado, la conciencia?.
No en vano se autonombran Madre Iglesia y Papá Estado.
Las tiranías modernas no muestran esa cara feroz que se le supone, sino que se muestran como protectores de peligros externos.
Si el tirano pone barreras deben ser vistas como barreras protectoras contra los malos de fuera, no como obstáculos de no poder salir los buenos de dentro.
Igualmente la Tirana Mamá debe ser amada como protectora y guía segura hacia la felicidad eterna. Sólo los de fuera la verán como un lobo feroz que está merendándose a sus corderos, en el redil, mientras están vivos.
Si el tirano, y su ideología del más acá, se alía con la Iglesia, y su tiranía del más allá, tenemos el matrimonio o, al menos, el amancebamiento perfecto para el reparto del todo.
"Si te portas mal serás castigado" y "si te portas mál serás condenado"
Skinner y su condicionamiento operante han estado practicándose durante toda la historia, y la humanidad sin saberlo.
Pero, desde siempre, ha sido más eficaz la toma de la conciencia que la atadura de la correa, pues aquella actúa aún cuando te encuentres solo.
Prohibido, pues, hablar de política (para eso estamos nosotros) y prohibido blasfemar (para eso estamos los otros).
Los jefes deben ser intocables, deben ser no sólo respetados, sino venerados.
La autoridades son tema tabú.
Y, así, ¡estamos perdidos¡.
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