miércoles, 10 de marzo de 2010

ASÍ FUE, ASÍ OS LO CUENTO.

"No estamos en esta vida para disfrutarla, sino para invertirla" "Como estamos de paso, sólo tenemos que preocuparnos en cómo llegar a la meta", y la meta era, naturalmente, la vida eterna.
Entre "ayuno" y "atracón", ayuno; la gula era un pecado capital (de "capis-capitis = cabeza, o sea, mortal de naturaleza).
Después, de joven, aprendí que un tal Aristóteles habia afirmado que "la virtud se encuentra en medio de dos extremos, igualmente viciosos; uno vicioso por exceso y el otro vicioso por defecto".
Es su teoría ética de "el término medio", que es lo contrario de "lo mediocre", lo que se encuentra difuminado en el paisaje, perdido en la vulgaridad.
El "término medio", ni todo ni nada, sino lo justo, lo suyo, es la manifestación de la sensatez.

Pero todo eso llegaría después. Porque antes...

Yo nací y viví mi infancia en un pueblecito (pero pueblo, con su cura, su alcalde y su juez de paz)de la Castilla profunda.
En Andalucía lo llamarían una "aldeílla", pero como mi pueblo era más grande, en habitantes y en extensión, que los de alrededor, yo estaba orgulloso de haber nacido y estar viviendo en Aldeanueva de Figueroa (Salamanca), en la calle La Plata, nº 23.
Efectivamente. el Camino de la Plata que unía Sevilla-Itálica con Santiago de Compostela pasaba por mi calle, que también servía de Cañada para el desplazamiento de las ovejas merinas de la antigua Mesta según subieran a los montes de León o bajaran a lss rastrojeras de Extremadura.
Raro era el día que mi padre cambiaba, a los pastores, por una cuartilla de cebada, para los burros, por un cuarto de oveja que llegaba coja, por mordedura de perro, al salirse de la manada y ya no poder ir al ritmo del rebaño.
¡Qué mastines llevaban, para hacerle frente a los lobos¡.
Yo no dejaba salir de casa a mi perrillo cuando llegaban las ovejas.

La iglesia de mi pueblo está consagrada a Santiago Apóstol (por todo lo que os he dicho antes) y dicen que los allí bautizados somos Caballeros de la Orden de Santiago. No creo que sea verdad, pero como no quiero comprobarlo,me lo creo y siento cierto complejo de superioridad sobre casi todos vosotros, que no lo sois, ni siquiera en la posibilidad.

En mi pueblo, como en casi todos los pueblos de la Castilla profunda, la voz cantante la llevaba siempre Don Isidro, el cura, que hacía honor a su apellido, Barriga.

Si trabajabas en domingo o festivo y no ibas a misa, podían multarte y lo de "confesar y comulgar, al menos una vez al año, por Pascua Florida" (para distinguirla de la otra Pascua de Navidad) era tan obligatorio que yo, monaguillo, le extendía unas "células de confesión" según salían del confesionario mis vecinos. Células que podían ser exigidas casi como certificados de buena conducta.

La vida venía organizada desde el púlpito más que desde la alcaldía.
Si durante el día la vida cotidiana, el trabajo del campo, era laica, la noche y la cama eran totalmente religiosas.

Las campanas de la iglesia regulaban el discurrir diarior. El toque de la mañana era el de las oraciones, a mediodía; en pleno campo y sudando como un pollo, se rezaba el ángelus, y ya por la noche, de nuevo, las oraciones. Sin contan la sabatina, las confesiones, el repique de difuntos, la catequesis, el rosario,...

Sonaban las campanas y sabíamos si había muerto una mujer o un varón, o si había nacido un niño o una niña, o si había fuego, o si los labradores tenían que ir a la Hermandad para tratar problemas del campo.
Cuando sonaban a las tres de la mañana era porque una joven, soltera, del pueblo, que se había quedado embarazada, estaba casándose en la iglesia "en secreto". Así todo el pueblo se enteraba.

Igual que hay un lenguaje de lo colores, o un lenguaje de los abanicos, o un lenguaje de las flores, en mi puebo, además, teníamos el lenguaje de las campanas.

Vivir en pareja era algo inaudito, no sólo era vicio, era "vivir en pecado", aunque no fuera delito.
El matrimonio civil no valía si antes no pasabas por la vicaría.

Todo estaba totalmente controlado.
Si esta vida era un paréntesis porque la novela era la vida eterna, el encargado de leernos y escribirnos ambos (novela y paréntesis) era el cura.

Aunque la comida, no abundante, era laica, había que rezar y darle gracias a Dios "por los alimentos que vamos a tomar" y, después, antes de levantarse de la mesa, "por haber comido".

Nunca consultaras sobre sexualidad (naturalmente al cura) porque podías ser catalogado como obseso, pero no era la postura del misionero la que adoptaban perro-perra, gato-gata, caballo-yegua,toro-vaca, cerdo-cerda ....., que nosotros contemplábamos a diario.

El púlpito era quien controlaba al ayuntamiento, la "palabra del cura" era "la palabra de Dios" y no dijeras nada porque te denunciaban al Gobierno Civil.
En la escuela la Historia Sagrada era más importante que la historia, que, además, no era historia sino pura ideología.

A veces me maravillo de cómo desde aquellas circunstancias, en aquellos contextos, pudimos salir tan bien parados y no demasiado mal.

1 comentario:

  1. ¡Ay, Tomás! que ya se te veía desde niño tu inclinación por ese control, esa investigación y ese amor por la Historia... sagrada ¿o no?

    Menos mal que tenías una iglesia donde te hacían caballero de Santiago, porque a mí casi me hacen, pero por asistir a la iglesia de la cabeza de la Orden, en Uclés. Y yo sí me enteraba de dónde estaba.

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