martes, 2 de octubre de 2018

LA LEYENDA NEGRA (1)




Leo en El País de hoy, 1 de Octubre, un artículo que firma Isabel Ferrer, en el que, entre otras cosas, afirma que “Holanda quiere enterrar la Leyenda Negra española 450 años después”

Afirma la autora que “los Países Bajos y España se unen para revisar el tópico forjado tras el final de la Guerra de Flandes, “la guerra de los 80 años”, a través de una gran muestra en el Rijsmuseum de Amsterdam.

España, con Felipe II, católico, no era un tirano invasor, sino que era el heredero de las 17 provincias, heredadas de su padre, Carlos I o Carlos V, nacido en Gante, y no fue una guerra de liberación contra España en la que Guillermo de Orange sería el heroico padre de la Patria, protestante, que luchó contra el ocupante católico.

Es la famosa Leyenda Negra, la propaganda de época del lado Holandés, cuando el 90% de los holandeses eran católicos, mientras el calvinismo fue minoritario durante siglos, pero como hacía falta un mito que justificara la protesta España fue pintada como la opresora de las libertades políticas y religiosas.

Los alumnos holandeses siguen repitiendo el mito pero, si desaparece el mito, contando la realidad, nada queda.

Así, pues, “A los españoles se les endosa una leyenda negra, mientras los holandeses tienen su leyenda blanca, duque de Alba incluido”.

Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, duque de Alba, estuvo seis años en los Países Bajos (1567-1573) para reprimir la revuelta contra el rey Felipe II. En el imaginario popular, el duque es el responsable de la estrategia del miedo: arrasar una ciudad para rendir a las demás. Y aún hoy se le sigue presentando como un personaje malvado. Dado que Holanda y Flandes tenían buenas imprentas, se conservan las imágenes de los asedios y ejecuciones de aquella época que forjaron su figura sanguinaria.

“Duérmete que, si no, viene el duque de Alba” se les decía a los niños como aquí se le decíamos con el “coco”.

“Fue muy doloroso, pero pensar que pueda seguir siendo motivo de confrontación es algo totalmente anacrónico”.

Y es que los pueblos nórdicos siempre han sido muy proclives a autoglorificarse y glorificar los suyo, considerando su concepción del mundo como la más elevada y perfecta de la historia universal deformando, al mismo tiempo, los valores intelectuales y culturales de otras civilizaciones, entre ellas la de España.

La autopropaganda de lo propio y la desinformación o manipulación de lo ajeno no son inventos de Goebbels o de la CIA (que también) sino que ha estado presente a lo largo de la historia y, así, España ha sido el blanco de la hostilidad casi general.

España es vista por nuestros enemigos exclusivamente como el país de la Inquisición y de los Autos de Fe, de conquistadores brutales y de católicos fanáticos, de reyes despóticos, como Felipe II y de gobernantes sanguinarios como el Duque de Alba.
Y, aunque algo de eso hayamos sido, ¿sólo hemos sido eso a lo largo de la historia?

¿Quién no ha oído que “África empieza en los Pirineos” –como en su día afirmara Teófilo Gautier?

El inglés Carlyle, en cambio, definía a la España del siglo XVI como “La nación indiscutiblemente más noble de Europa”

Pero voces como las de Carlyle dejarán de oírse perdidas entre el griterío ensordecedor de nuestros detractores.
Y esa Leyenda Negra elaborada y divulgada por ellos sobre nuestra historia real calará, incluso en nuestra propia cultura.
Nos la creeremos.

Y como España era un pueblo de frailes y de soldados nada bueno y nombre podía crearse en ella, así que el silencio era total y el asentimiento absoluto.

Y como al silencio sigue el desinterés, y a éste el desprecio nos autoconvencemos de que lo bueno viene de fuera y nuestro destino, como españoles es aceptar el “Sancta Sanctorum” de las ideas maravillosas de los privilegiados cerebros nórdicos.
Así que “copiemos y repitamos lo que ellos nos digan”

Nos han adjudicado el papel, no sólo de “malos”, sino también de “ignorantes”

Junto al “maniqueísmo moral” existe, también, el “maniqueísmo intelectual” y los españoles somos las víctimas.

Cuando España dejó de ser una potencia de primer orden también dejó de serlo, según ellos, nuestra producción intelectual.

Y lo triste es que muchos de nuestros intelectuales lo consideran un hecho no sólo normal, sino incluso deseable.

Ignoramos, criticamos y menospreciamos nuestra Historia Intelectual y Creativa.

¿Quiénes y cuántos citan, hoy, a nuestros clásicos sino una minoría restringida de especialistas y eruditos?

Que España tiene, en su pasado, algo deleznable, es verdad, como todas las naciones, pero también tenemos cosas excelsas y de mucho valor (recordemos nuestro siglo de Oro)

Pero no. Adoramos, a priori, todo lo que nos venga de fuera, lo copiamos, lo repetimos,…



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