viernes, 28 de diciembre de 2018

ÉTICA PARA DEMÓCRATAS ( y 5)




Feligreses y ciudadanos. No tienen por qué oponerse, pero tampoco se identifican.

La Ética no se opone, ni jamás se ha opuesto, a la religión, cristiana o musulmana.

La educación para la liberación y la emancipación respeta que cada individuo elija con imparcialidad, conocimiento y libertad aquello que mejor le convenga y si a alguien alivia, pongamos por caso, la creencia en la inmortalidad del alma, la resurrección de los cuerpos,…y le hace la vida no sólo más llevadera, también más gozosa como ser que es, finito, tal vez tendríamos que pensar con San Manuel Bueno Mártir, de Unamuno, que incluso pudiera ser deseable, desde una perspectiva puramente agnóstica y prudencial, que los hombres “se duerman” con un opio que alivie su profunda desolación como seres arrojados a la finitud y a la muerte.

Pero lo contrario sí ocurre, y no es infrecuente que la Religión se oponga a la Ética y que intente socavar las raíces mismas del ideal democrático etizado que presupone la “liberación del hombre” y su “rebelión prometeica” frente a las leyes y normas que él no se ha dado a sí mismo.

La obediencia al superior, por ser superior, nunca es una virtud, sino un defecto propio de una mentalidad infantil.

La Religión atenta contra la Ética y contra la Democracia cuando impone, a priori, normas de un Dios o una razón de origen extrahumano o de una peculiar y viciada concepción de la naturaleza humana.

La Religión se opone al proyecto democrático cuando sustituye, con prejuicios, el juicio ponderado, reflexivo y crítico, con el dogma, la razón que ilustra e ilumina, con un Dios majestuoso e infinito, digno de adoración, al “hombre, dios para el hombre”.

Si el Dios que la Religión predica es Amor, Sabio y Justo, nada tendrá la religión que temer de una educación ética y cívica que convierta a los ciudadanos en individuos críticos que eliminen de una vez por todas dogmas y tabúes que entorpezcan la comunicación profunda o mermen las posibilidades de autodesarrollo y goce de los seres humanos.

Pero ese Dios de la religión no se muestra siempre como Amor, Sabio y Justo que quiera la felicidad de sus criaturas sino que, muchas veces, se nos muestra caprichoso, arbitrario, veleidoso, autocomplacido en su propio poder, reclamando obediencia ciega (Abraham) o sádico (Job) y este Dios, y la religión que lo apoya, no merece un lugar en la sociedad democrática pues amputa las capacidades más preciosas del ser humano, como la crítica, la creatividad, la obsesión por descubrir y saber,…

La educación ética para la democracia tiene que asegurar que el hombre sea maduro, que sea el creador de sus propios valores desde la luz de la razón y el calor de las pasiones (¿cómo puede afirmarse que las pasiones son “malas”?, como si apasionarse por el bien de los otros, por enseñar a los otros, por ayudar a los otros…fuese malo).
Esas hermosas pasiones que dan fuerza, contenido y sentido, el único posible sentido, a nuestras vidas.

Los educadores religiosos deberían cooperar con la educación cívica y democrática, pero si no quieren hacerlo sería conveniente que se apartaran y no estorbaran en esta ardua tarea para transformar a este país (consagrado al Sagrado Corazón y secularmente sometido a los poderes (caprichos) divinos en una sociedad liberada y liberadora que quiere que cada hombre, al elegir su emancipación y su libertad elija, al mismo tiempo (como pensaba Sartre) la liberación y emancipación de la especie humana.

jueves, 27 de diciembre de 2018

ÉTICA PARA DEMÓCRATAS (4)


Cuando necesitas unos zapatos debes consultar a los expertos pero, luego, tienes que decidirlo tú.

Ojalá todos fuésemos expertos en todo (lo que es imposible) pero dada esa precariedad de nuestra capacidad para adquirir conocimientos y habilidades, lo más prudente y sensato es proceder a la consulta y la información para formarnos criterios razonados y razonables acerca de la vida valiosa y las normas justas para concienciarnos de ello.

Todos poseemos unos rasgos en común, en cuanto seres humanos que somos, pero, luego, todos presentamos muchos aspectos diferenciales. “Ca uno é ca uno” (que dice el castizo).
Por eso cada uno puede hablar por sí mismo defendiendo aquello que a él particularmente le interesa (pero que no puede ser lo contrario a lo “común”).

Estando de acuerdo en los objetivos, en los fines a conseguir (satisfacción de unas necesidades básicas, unos intereses más o menos objetivos y universales) existen múltiples modos de atender a los mismos, modos de enfrentarse con lo que el ser humano necesita para desarrollarse tanto a nivel afectivo como a nivel lógico.

No se discute la meta, sí los caminos por los que llegar a ella, y es en éstos donde es necesaria la participación de todos para determinar cuál o cuales de ellos son los mejores, los más excelentes, las virtudes.

Todos son conscientes, y reconocen, que una vida democrática y ética es preferible a una vida elitista, dogmática, jerarquizada, porque sólo en aquella se satisfacen mejor esas necesidades, deseos y anhelos básicos y comunes.

Si no existen valores previos a las decisiones de las mayorías, no tendremos cómo ni dónde legitimar que las mayorías tengan prioridad axiológica y fáctica sobre las minorías.

Mayoría sí, pero siempre que…porque pudiera ser que fuera la minoría la que… (Por aquello de que una mayoría de imbéciles votarán a un imbécil que los guíe)

Hay razones morales (valores) previas a las convenciones y a los contratos.

Pero, repitamos una vez más, la necesidad de una “práctica educativa para una democracia ética” para propiciar una vida lo más gozosa y satisfactoria posible para todos.

Normas y principios primarios, comunes a todos, (vivir, gozar, ser libre, ser tratado justa e imparcialmente,..) indiscutibles, los “desiderata”.
Y normas y principios secundarios que hacen referencia a la concreción de esos principios o normas primarias.

El debate, el diálogo, se plantea en las normas secundarias, en la concreción de los objetivos o metas generales, los “desiderata”.

Todas las personas deben tener oportunidad no sólo de decidir conforme a sus propios deseos sino, en la medida de lo posible, de decidir sus propios deseos.

Y todo ello teniendo en cuenta el proceso de socialización, que no es igual en todos los individuos que deben ser conscientes de los condicionamientos culturales, sociales, históricos, geográficos,…de sus deseos, valores y criterios.

Sólo conociendo cómo operan los agentes socializadores podrá el hombre comenzar a ser libre, una vez reconocidos los límites de su libertad, e iniciar la difícil tarea de la liberación de los dogmas y tabúes que la sociedad, la historia, las instituciones, las Iglesias y las distintas ideologías dominantes imponen.

No está demás recordar las diferencias entre una “educación moral religiosa” y una “educación cívica-ética” a la hora de formar ciudadanos, sean creyentes o no.

ÉTICA PARA DEMÓCRATAS (3)



Una razón ética debe tener como referencia última el servicio de la razón a las pasiones y deseos de los hombres.

Una educación cognoscitiva que libere a los individuos del relativismo radical, del dogmatismo, del sociologismo, del elitismo,…que si una acción es valiosa no lo es por lo que digan las élites ni los más.

Y habrá que volver al viejo Protágoras: “el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son, en tanto que son, y de las que no son, en tanto que no son” en contraposición a los “desiderata” de las morales religiosas.

Con los pies en la tierra y mirando hacia delante, no hacia arriba.

2.- Segundo eje: proceso de un desarrollo afectivo, de las capacidades de “simpatía”, “empatía”, solidaridad, cuidado, preocupación,…
Su objetivo es el desarrollo de seres humanos que encuentren su felicidad en la promoción de la felicidad de los restantes seres humanos, e incluso no humanos con los que se convive.

El placer de ser feliz viendo felices a los demás y contribuyendo a su felicidad.

Ya no es ponerse en el lugar del otro (que también), sino en su piel, calzar sus zapatos para comprobar lo mal que se camina con ellos y proporcionarles unos como los tuyos.
Sólo así se conseguiría una sociedad profundamente solidaria, profundamente democrática.

Conseguir ser felices en la convivencia sería una buena razón ética para una democracia etizada, con el goce lúdico, la felicidad solidaria de individuos humanos autodesplegados y autodesarrollados.

Lo ético no es lo que a ti o a mí nos guste, ni siquiera lo que le guste a la mayoría, sino lo bueno en sí y para todos.

Hay que terminar con el mito contemporáneo, totalmente demagógico, de que la mayoría siempre tiene razón aunque, en una sociedad con déficits cognitivos y emocionales la opinión de la mayoría es lo menos malo que podemos hacer y seguir.
Pero que el recurso a la mayoría valga deberá ser el de una mayoría ilustrada, imparcial, libre y con capacidad de simpatía y solidaridad.

Siempre a tener en cuenta que la opinión prevaleciente en una sociedad determinada, o en la mayoría de las sociedades en un momento dado, no tiene por qué ser “éticamente” la opinión más válida.

Y, a tener en cuenta, también que “no todo lo deseado (aunque lo sea por una mayoría) tiene que ser lo deseable, pero sí que todo lo deseable tiene que ser, en algún sentido, lo deseado”

Hay deseos, incluso generalizados, que no son generalizables, universalizables, pero sí es preciso (kantianamente hablando) que nuestros “desiderata” superen la prueba de la universalización o la universabilidad (un imperativo categórico: “obra de tal manera que quisieras que TODOS….”)
Pero ese “obra de tal manera…” es un imperativo formal que hay que especificar o llenar de materia, que no puede ser otra que los deseos, las necesidades, los anhelos y los intereses humanos.

Que los deseos de cada uno incluyan no sólo sus necesidades, sino que se expandan para incluir las necesidades ajenas de otros “yos” que se conocen no sólo por la proximidad local o física, sino por la razón, la imaginación, el sentimiento, la sensibilidad, el afecto, y se reconocen como seres dignos de nuestro afecto, seres a los que llegamos a amar.

Lo bueno y lo malo, pues, lo que se debe hacer, las normas que se deben dictar para una convivencia no dependen únicamente de los pactos, consensos o convenios entre las partes afectadas (por lo menos, no siempre e indiscriminadamente, porque se pueden pactar acciones nada aceptables).

Se requiere que las partes estén informadas, que sean libres e imparciales.

Pero que vivir es preferible a no vivir, ser libre es preferible a ser esclavo, ser tratado igualitaria e imparcialmente es preferible a desigualitaria e injustamente…todo esto no es discutible, son fines supersuficientes, son valores a primera vista, son valores indiscutibles y no hay pacto posible para incumplirlos.

Mientras la naturaleza humana siga siendo la que es, hay cosas que siempre será malo hacer (azotar o abofetear, en vez de acariciar, por ejemplo)

Si hay cosas que claramente dañan a los seres humanos (pasar hambre, frío, ser azotado, esclavizar, mermar las capacidades de todo tipo…) siempre seguirán siendo malas, inconvenientes e indeseables desde una perspectiva ética, independientemente de lo que opinen, incluso las mayorías.

La Ética (las normas y los valores) se fundamentaría en las preferencias de las mayorías sólo si los hombres pudieran elegir con conocimiento de causa y libertad, porque decidirían y preferirían aquello que realmente se ajuste a las demandas de la naturaleza o condición humana.

Lo que la naturaleza o condición humana es, no lo que otros pueden decir que es, porque de esa manera se convierten en pastotes, en tutores, en profetas, en salvadores,…para llevarte donde ellos creen que deben llevarte  porque tienen otro concepto de la naturaleza o condición humana.

Sólo los hombres ilustrados, libres, imparciales,..(Lo que todos debemos ser) pueden decidir qué es su naturaleza, cuáles son sus intereses, además de sus deseos.
Lo más satisfactorio para todos los hombres, de acuerdo a su condición o naturaleza humana.

Es cierto que hay expertos a los que podemos/debemos acudir para clarificar lo que somos, pero nunca abandonarnos a ellos (lo que podría ser peligroso al hacernos dependientes), la decisión tiene que ser de cada uno.
Sí tenerlos en cuenta, no renunciar a nuestra libertad, entregándosela.

miércoles, 26 de diciembre de 2018

DESMITIFICANDO


DESMITIFICANDO

Si el “mito” (del griego “mythos” = cuento) es una historia imaginaria (considerada como verdadera) que altera las verdaderas cualidades de una persona, dándole más valor del que tienen en realidad y “mitificar” es “deificar, divinizar, endiosar, estimar exageradamente a una persona o cosa”, “des-mitificar” es hacer que algo o alguien deje de ser un mito.

“Des-mitificar” es, pues, disminuir, despojar, privar de atributos míticos a una persona o cosa poniendo en evidencia sus características reales
“Des-mitificar” es normalizar, rebajar lo exageradamente subido (Jesús de Nazaret, la Virgen María) o subir lo exageradamente rebajado (María Magdalena).

Poco a poco el “mito”, como “comprensión” de la realidad, fue sustituido, progresivamente, por el “logos”, como “explicación” de la misma.
Cuando las “explicaciones científicas” comenzaron a competir (y a ganar) a las “interpretaciones míticas” el mito fue, poco a poco, adquiriendo una connotación peyorativa, más propia de mentalidades infantiles o inmaduras, como una “creencia muy extendida pero falsa”.

Desde aquel lejano 25 de Mayo hasta el día de hoy, 10 de Septiembre, he ido colgando, a veces en Facebook y siempre en mi blog            (http://blogdetomasmorales,blogspot.com.es) “posts”, “entradas” o “artículos”, “des-mitificando” tres figuras míticas: 1.- Jesús de Nazaret (con 19 “entradas”), 2.- La Virgen (¿) María (con 18 “artículos”), humanizándolos, bajándolos del cielo, “re-bajándolos” e instalándolos en la normalidad y 3.-  María Magdalena (con 19 posts),  rescatándola desde los sótanos en que ha estado ubicada durante toda la Historia del Cristianismo y situándola, instalándola en la normalidad.


Estos 56 artículos, entradas o posts, nada tienen que ver con la religión, sino que han querido ser (no sé si se habrá conseguido) simplemente “cultura religiosa”, cuyo conocimiento es necesario para poder comprender la múltiple Historia de Occidente, desde el arte a la literatura, desde la moral hasta la política, desde…. hasta…


ÉTICA PARA DEMÓCRATAS (2)



Pero ese ideal de democracia  se frustró dando lugar a: 1.- Democracia como gobierno al servicio de los intereses egoístas, parciales, no ilustrados de los ciudadanos y 2.- Democracia como mercado de votos, en la que los ciudadanos sólo participan votando a unos u otros representantes de la élite política, en función de la capacidad persuasiva de éstos porque los programas electorales no están confeccionados para cumplirlos sino para ilusionar a los votantes reclamando su voto.

Dos formas espúreas de democracia (aunque la más deleznable y peligrosa parece la primera)

A la primera de estas dos democracias se la denomina “democracia prudencial” (no ética ni etizada) donde cada cual elabora sus criterios de elección en función de sus deseos subjetivos y privados (“a mí me interesa este programa, este candidato, y lo voto por el interés propio).
A la segunda de estas democracias se la denomina “elitismo democrático”

Nada que ver, ninguna de ellas, con la “democracia ética o etizada”, la “democracia del autodesarrollo”

Lo que “le interesa a cada uno de los votantes” no es lo que “interesa a la colectividad”, la que coordina las distintas demandas y conflictos interindividuales o intraindividuales, coordinación de todos los intereses de todos los afectados que sería la éticamente válida.

Una mayoría egoísta e ignorante puede tomar, democráticamente, las más atroces decisiones que vulneren los derechos de los miembros del grupo e incluyo de grandes mayorías situadas en grupos adyacentes o grupos más distantes.

Nunca lo que acuerde “la mayoría” (por plebiscito o referéndum) tiene que ser necesariamente “lo mejor”.

Sólo una población educada éticamente en los principios de libertad, imparcialidad, ilustración, simpatía, solidaridad,…conformará una democracia ética o etizada.

Pero he ahí la madre del cordero, “el proceso educativo”.

Porque como es bien sabido (y aunque muchos no quieran comprenderlo) “los cambios de las estructuras sociales son impensables sin cambiar las mentalidades y actitudes de los miembros individuales del colectivo”.

Todos los ciudadanos deben participar en la toma de decisiones que concierne a la vida pública pero deben hacerlo de una manera imparcial, ilustrada y libre.
Por eso, hoy, esta “democracia ética” se encuentra en un estado precario.

Es necesario, pues, que el “proceso educativo” desarrolle el “juicio crítico” y favorezca las “capacidades de razonamiento y de “sympatheia” de manera adecuada.

Sólo con individuos emancipados y libres, justos y solidarios, puede levantarse una “democracia ética”, liberadora, emancipatoria, solidaria, con la participación de todos,…

Para ello el proceso educativo debe girar sobre DOS ejes:

1.- Primer eje: Proceso de “desarrollo cognitivo”, para distinguir las morales heterónomas de la autónomas, para generar defensas propias frente a los ataques sistemáticos y continuos de las agencias socializadoras y comprender que las diferencias en opiniones, criterios y creencias no son sino frutos de distintos procesos de socialización.
Hay que estar preparados y ser críticos, pues, frente a los “mass media” y las instituciones socializadoras, empezando por la familia y siguiendo por la escuela, la Iglesia, la prensa ideologizada que suele hablar “ex catedra”,…
Buscar razones y criterios para proponer un modo de vida y unas pautas de comportamiento que no tengan que ajustarse necesariamente a los modelos que la sociedad nos impone, porque ningún modelo, ninguno, por bueno que sea para la sociedad y para el individuo debe ser aceptado mecánicamente, sino tras un proceso de deliberación.
Si es aceptado debe serlo por razones y convicciones morales.

No basta con educar para la paz, para la democracia, para lo convivencia con los hombres y con la naturaleza, si queremos ser realmente libres hay que capacitar a los individuos no sólo para que lo hagan, sino para que encuentren las razones últimas que justifiquen la paz frente a la guerra, la solidaridad frente al egoísmo, la justicia sobre la injusticia, el bien común frente al bien individual,…

¿Por qué razones son preferibles unos sobre los otros?

Llevarlos a comprender que no todo vale y de lo que vale no todo vale igual y que las que más valen no es por el número de votos que consigan apoyarlo, por aquello que decíamos de que una mayoría de imbéciles…

martes, 25 de diciembre de 2018

ÉTICA PARA DEMÓCRATAS (1)



Recuerdo, todavía, lo que me decían mis alumnos: “Cuando explicaba a Platón, éramos platónicos, y cuando explicaba a Kant, éramos kantianos, y cuando a Ortega, orteguianos…”

Cuando se es adolescente es normal, casi inevitable, amar a los pensadores, a los filósofos.

Amar a Platón porque amaba la vida, el Bien. La Belleza, la Verdad, la Excelencia o virtud, la Autenticidad,…frente a la demagogia de los sofistas.
Amar a Ortega cuando reflexionaba sobre la “Rebelión de las masas” que proclamaban el reino de la mediocridad por no querer seguir a las élites, a los que saben. O cuando afirmaba que la verdad nunca se da como un todo objetivo, sino que la verdad es perspectiva, y depende de tantas circunstancias el que se vea así o de otro modo.

Cuando se crece y, sobre todo, se madura se aprende a dudar de esos dos pensadores, porque se les nota un tufillo elitista (“Los gobernantes deben ser los filósofos y los filósofos los gobernantes” o “el poder debe estar en manos de las élites, y no de las masas”…).
Defensores de privilegios para los elegidos, para los más dotados intelectualmente, para los que saben, que tienen que ser los conductores de la sociedad, como los pastores deben llevar a las ovejas a los mejores prados…

Después comprendemos que la excelencia de unos pocos no basta  y que se hace preciso crear una sociedad donde la riqueza proveniente de la excelencia (o virtud) y de la razón se distribuyan entre todos y no sólo a través de la liberación que el filósofo pudiera ofrecer a los seres anodinos y faltos de luz y luces de la caverna platónica.

No se trata de la caridad de unos privilegiados al vulgo, a las masas.

En este sentido Sócrates sí nos da una lección y su mayéutica nos parece un modelo válido.
Se trata de que los más y mejor dotados intelectualmente, los más preparados, los más sensibilizados, ayuden a los demás a su autodesarrollo, a su autodespliegue, no a llevarlos de la mano como el vidente lleva al ciego.

Contra los sofistas, que quieren meter en la mente de sus alumnos pagadores la verdad que ellos poseen, Sócrates afirma que la verdad está dentro de cada uno de nosotros, que no viene de fuera, que está dentro, pero que está “cubierta y hay que descubrirla”, “está tapada y hay que destaparla”, que es lo que hacía su madre, partera, que ayudaba a las parturientas a que el niños, que estaba dentro, saliera. Ella ayudaba a que saliera, no lo metía dentro. Igualmente la verdad, está dentro y hay que sacarla a la luz.
Dar a luz es que el niño salga del claustro materno ayudado por la comadrona.
Igualmente Sócrates (“he heredado el oficio de mi madre, comadrona, y el de mi padre, escultor”); pero yo ayudo a que salga a la luz la verdad que está dentro y, como mi padre, escultor de cuerpos, yo ayudo a formar, a esculpir, las almas de los hombres, su carácter, su forma de ser.

Ayuda, sólo ayuda, pero debe haberla para ir destapando la tapada verdad, descubriendo la cubierta verdad, pero Sócrates no la mete, sólo ayuda a que salga.

Ayuda para que el alumno no sea el papagayo que repite lo que se le enseña, sino para que se pongan en marcha las capacidades y comience el autodespliegue, el autoperfeccionamiento.

Sólo poner en marcha el mecanismo de arranque y que comience a funcionar, sin tener que llevarlo de la mano como la madre lleva al niño.
Que deje de ser niño y ya no necesitar la mano, que camine sólo y a buen puerto.

Las dos partes del método socrático eran/son (tenéis que recordarlo) la mayéutica (para que salga) y la dialéctica (para enseñar el camino correcto y no dejarse engañar por el sofista interesado de turno).

“Conócete a ti mismo”, “Sé tu mismo”.

Los sofistas y los demagogos son los mayores enemigos de la democracia, de la sociedad justa donde reine no sólo la “libertad de” (libre de impedimentos) sino, y sobre todo la “libertad para”, la emancipación, la liberación cultural, ideológica, económica, psicológica, social, política, etc…que sea efectiva para todos y con todos.

Sociedad en la que vayan de la mano liberación y solidaridad, goce y justicia, el “goce solidario”, liberación personal autogratificante y goce de los otros desarrollados intelectual y sentimentalmente.

Seres así son los que conforman una “sociedad etizada”, con personas inteligentes y solidarias.
Éste debe ser el ideal de “democracia”, la “democracia ilustrada”

RAZÓN Y PASIÓN EN LA ÉTICA ( y 4)


Es falsa la exclusividad: o Razón o Sentimiento.

La excesiva confianza en la “racionalidad ética” trajo como consecuencia la Filosofía de la Sospecha (Nietzsche, Marx y Freud).
Y a la “muerte de Dios” sucedió la “muerte de la metafísica” y de aquí la muerte o agonía de la propia posibilidad del quehacer ético en cuanto actividad normativa y normativizadora.

Y alguna interpretación del marxismo llegó donde había llegado el sofista Trasímaco: que la moral era un invento de los fuertes, un engaño, una argucia ideológica para tener sometidos a los más desvalidos.

Igualmente, algunos seguidores del positivista Comte, que había abogado por una ética nueva, una ética ilustrada y por el uso ponderado de la razón en la ética, malinterpretando ese positivismo parieron el “positivismo lógico” con su oposición a la razonabilidad en su uso práctico, en su uso en ética, defendiendo que los enunciados éticos son sólo “emotivos”, profundamente emotivos, cuando el “sentimiento ético de la vida” es el más profundo de los sentimientos, el que nos confiera la identidad, el que nos hace ser unos individuos determinados, el que nos confiere una paz y un equilibrio emocional particular, el que nos lleva a vivir gozosamente en el disfrute del deleite más profundo, más arraigado, más perenne.

Los sentimientos morales pertenecen a una categoría propia e irreductible a ningún otro sentimiento.

Intentando la síntesis Kant-Hume, razón-pasión en Ética, los sentimientos morales son “pasiones racionales”, sentimientos conformados de acuerdo con la razonabilidad.

El sentimiento ético de la vida es la expresión de esa pasión humana por vivirse y convivir, por hacerse uno a sí mismo y participar en la hechura del universo social, cultural, político y, por supuesto, moral.

El sentimiento ético de la vida supone que deseamos llegar a ser lo más excelentes posible y cooperar a la transformación radical de un mundo de relaciones afectivas precarias, a un mundo de generosidad en las prestaciones de ayuda mutua que genera grandeza de ánimo.

¿No deberíamos hacer una crítica concienzuda al exceso de racionalismo que nos asalta, que nos rodea, que respiramos?

Preponderancia, hoy, de lo racional, del consenso de personas racionales, supervaloración del discurso y del diálogo racional entre seres casi escandalosa y fríamente racionales.

La ética anglosajona contemporánea defiende la “racionalidad práctica” en base al puro cálculo interesado para llevar a cabo acciones prudencialmente racionales que benefician a las partes implicadas, pero moverse exclusivamente por el autointerés poca ayuda y cooperación mutua puede esperarse para generar moralidad, cuando la moral supone, precisamente, una ruptura con y una superación de autointerés.

¿Qué puede interesarnos o importarnos desde el desinterés afectivo por los demás con tal de que a mí me reporte mayores beneficios?

¿Qué es más racional: optar por un mínimo seguro o por un máximo no asegurado?
De hecho, las sociedades capitalista extremas funcionan bajo el supuesto de que el riesgo es racional y rentable, reduciendo al mínimo las prestaciones y servicios sociales proporcionados por el Estado.

El sentimiento ético de la vida no supone el abandono de la actividad racional humana, y mucho menos el abandono de la actividad racional en ética, pero defiende que debemos utilizar, al unísono, corazón y cabeza como partes inseparables e indisolubles del ser humano, superando todos los dualismos (platónico, kantiano, cristiano,…)

Este sentimiento ético de la vida nos lleva a no mentir cuando no sea estrictamente necesario para salvar valores jerárquicamente más altos, a no faltar a nuestras promesas, a universalizar nuestros  principios, a respetar nuestros acuerdos y compromisos, a ser dignos y a amar la dignidad de los demás, trabajar por la liberación, emancipación y bienestar de todos los seres humanos.

El mundo en que vivimos es como es y está como está y es, partiendo de este hecho sobre el que debemos montar el mundo ideal que queremos que haya y en el que queremos vivir.

Pero la fuente de gratificación que produce el sentimiento ético de la vida sólo la experimentan los que ya lo practican y es desconocida por los que sólo han oído hablar de ellas pero no han estado en contacto con ello.

Una “razón apasionada” que nos mueva a ser fieles a nosotros mismos, a nuestras causas, a nuestros sueños y unas “pasiones racionales” que nos ayuden a incrementar nuestra “simpatía” y “benevolencia”.
Es lo que necesitamos para configurar y proyectar modelos nuevos de vida y de convivencia  que nos hagan, como anunciaba Epicuro, felices en la práctica de la virtud, virtuosos en la práctica y disfrute de la felicidad.

Para ello debemos superar los viejos e improcedentes dualismos entre razón-pasión en ética, razón y deseo, entendimiento y sentimiento, superando las morales religiosas, y poder aspirar a una teoría ética no sólo racional, sino razonable y a una convivencia en democracia.

Negar la cooperación y vinculación estrecha entre razón y pasión en ética es, simplemente, amputar al ser humano, reducirlo y mermarlo.

Proclamar el continuo razón-pasión en ética es la única forma inteligente y eficaz de defender la dignidad de toda la persona humana (la persona humana en su integridad psíquico-somática) y de toda persona humana (el conjunto universal de todos los seres humanos.

FIN

viernes, 21 de diciembre de 2018

RAZÓN Y PASIÓN EN LA ÉTICA (3)




La extraña pasión por la ética, el sentimiento profundo por obrar de manera justa y benévola, aparece en todas las éticas de todos los tiempos, y antes que en las religiones reveladas.

Obrar justa y benévolamente en esta sociedad y en esta vida y, si luego y además, existiera la otra, “se te dará por añadidura”.
“Dios, si existe, no puede dejar tirado a este buen marxista que soy yo” -¿os suena?. Tierno Galván.

La “extraña pasión” por ser justo, benevolente,…con los otros, ser honesto y solidario,…ser coherente con los principios asumidos,…ser justo e imparcial,…buscar el autodesarrollo, el auto respeto, la dignidad humana,…sincero sentimiento ético de la vida, de esta vida.

Ser kantiano, del Kant de la Razón Práctica, del deber que cumplir (aunque su pietismo le impidiera entregarse voluptuosamente).
Quien conozca la vida y la obra de Kant no se lo imagina gozando de los placeres que esta vida podía ofrecerle.

Compartir con Kant el sentido de la dignidad y el autorrespeto, la consideración imparcial de la dignidad de todos los hombres, la búsqueda del perfeccionamiento propio y de la felicidad ajena.
Sus “imperativos categóricos” sobre los “imperativos hipotéticos”.
No buscar la “felicidad eterna” sino hacerse “merecedor de ella” en el comportamiento ético consigo mismo y con los demás.

“Quiere para los demás lo que quieres para ti”, en positivo, en afirmativo, que me gusta más que el “no quieras para el otro…”

“El deber por el deber”, frío, de Kant versus “el deber por el placer de cumplir con el deber”.

La búsqueda del perfeccionamiento y del despliegue de capacidades por el goce que produce la propia búsqueda, cuanto más de su consecución.

Pasión por la continua preocupación por cambiar y transformar las estructuras sociales para que todos los hombres tengan la posibilidad de alcanzar la felicidad.
Goce en la lucha por cambiarlas, mientras están cambiándose y cuando se han cambiado habiendo participado en el proceso.
Y, todo, aquí, en este mundo.

Las religiones del libro, sin embargo, han alimentado, en los seres humanos, el ficticio dualismo de pasión/razón, cuerpo/alma, este mundo/el otro mundo, peregrinaje/estancia, tiempo/eternidad,…o el “soma (cuerpo)/psique (espíritu) platónico, los dos mundos,…
Incluso Aristóteles, el más terrenal de los grandes griegos, como definiendo al hombre como “animal racional”, considerando a la razón como lo más genuinamente humano, su esencia, con olvido total de la “sensibilidad humana” y el “sentimiento ético” de la vida, genuinos y exclusivamente propios de la especie humana.
Y es que, para él, el “logos” y la contemplación, que hasta te hace entrar en contacto con lo divino.

¿Y qué decir de Santo Tomás, despreciador del mundo de las pasiones (influencia órfico-pitagórica que cala en Platón, sigue en Aristóteles y todos sabemos la influencia de éstos en la tradición judeo-cristiana y en Santo Tomás y el cristianismo medieval?

Pero ¿acaso la “razón” no es una búsqueda “apasionada”, habiendo otras importantes pasiones, como la defensa de la justicia, la imparcialidad,…?

¿Por qué tanto empecinamiento en desacreditar y despreciar las pasiones, tanto en el ámbito cristiano como en el pagano?

Más aún ¿no son, precisamente, las pasiones (y no la razón, supuestamente universal) lo que nos hace seres individuales, distintos y singulares?

Sin “pasión” no hay Ética, aunque ella esté enmarcada por la razón, por “razón apasionada”, a fin de cuentas.

Nadie pone en duda que la Ética necesita de buenos razonamientos, pero conseguir la vida buena, la moralización de la sociedad, sólo es posible por la fuerza del apasionamiento.

Con un fuerte y apasionado sentimiento ético de la vida, los sentimientos religiosos no son sino estorbos al propiciar la mediación: el amor al otro por amor a Dios, el amor a la justicia por la recompensa que se desea conseguir.

No es verdad que “muerto Dios” la vida ya no tiene sentido, el hombre quedaría privado de sentimientos y afectos y estaría en el nivel animal.

El sentimiento ético de la vida tiene que ver con los revolucionarios morales, los inconformistas apasionados, capaces de asumir riesgos con generosidad y alegría, sabiendo que el que siembra con inteligencia y generosidad saboreará los frutos más exquisitos.

Pero sabemos que la “riqueza moral” no se adquiere por el trabajo individual, por el esfuerzo o el mérito, sino que debe haber una sociedad en la que…

Nos hace la sociedad y nosotros actuamos mejorándola.
Somos su hechura y ella es nuestra hechura.
La sociedad es el caldo de cultivo adecuado.
Y hay una retroalimentación hombre moral – sociedad moral – hombre moral.

No se trata de imponer, se trata de seducir, de convencer, porque las personalidades que tienen fuerza “arrastran” y las pasiones profundas conmueven.

El caminante moral no tiene un camino por el que andar sino que tiene que hacerlo al andar (“Caminante, no hay camino…de Machado)

Sólo la “razón apasionada” merece respeto moral.

jueves, 20 de diciembre de 2018

RAZÓN Y PASIÓN EN LA ÉTICA (2)



La religión, las religiones, incluso la “religión civil”, incluso la Religión de la Humanidad, todas, son prescindibles como “desideratum”

Lo que es necesario no es que los ciudadanos posean “sentimientos religiosos” para convertirse en buenos ciudadanos sino que, a través del proceso educativo, de la emulación, de los premios y sanciones sociales y sobre todo morales, los adolescentes, los jóvenes y los adultos alcancen, no sólo una nueva y más desarrollada capacidad de razonamiento no sólo lógico, sino sobre todo ético y que, al mismo tiempo, sean capaces de sentimientos de “empatía”, de solidaridad y de sentimientos éticos.

No sólo, pues, ser conscientes de ello sino de ponerse en el lugar del otro, “calzar sus zapatos y probar a andar con ellos”.

Los educadores deben lograr (al menos intentarlo) inculcar en los alumnos una “pasión” por el razonamiento (sobre todo el ético), por la justicia, por la benevolencia, por un sentimiento ético de la vida.

Un poco de utopía y de platonismo (al estilo socrático) no puede/no debe estar de más en la educación ética.

El maestro no sólo debe obrar éticamente en su labor, sino también mostrarlo para que los alumnos lo emulen como algo atractivo.

La felicidad siempre acompaña, va de la mano con la virtud, tanto en este mundo como en el “supuesto viaje” al otro.

¿Son los sentimientos religiosos (religioso-civiles, religioso-sobrenaturales) los que generan esa extraña pasión por la belleza de las cosas justas y equitativas o no será, por el contrario, que el anhelo insaciable de belleza y de bondad ha conducido a los seres humanos a “crear” dioses en los que se ejemplifican sus anhelos seculares y perennes?

En palabras de Feuerbach-Marx-Engels ¿no será que, en vez de haber sido “creado” el hombre, por Dios, a su imagen y semejanza han sido los hombres los creadores de los dioses a imagen y semejanza de ellos, pero elevados a la máxima potencia de sus limitadas virtudes, y en vez de “su” inteligencia, bondad, amor,…limitados “crean” a sus dioses absolutamente inteligentes, buenos, amorosos,..y, después “creen” en ellos?

¿No es el hombre el “creador” de los dioses y no al revés siendo éstos el ideal humano?

¿No será la “alienación religiosa” en la que el “hombre real” adora al “hombre ideal” al que denomina, ahora, “Dios”?

Creo que el “sentimiento ético de la vida” no es una secularización del “sentimiento religioso de la vida” previo, sino, precisamente, al revés.

¿Por qué el hombre pobre crea y cree en un Dios Rico, el hombre limitado un Dios Infinito, el hombre ignorante un Dios Sabio, el hombre poco poderoso un Dios Omnipotente,…?.

¿No son los dioses los mismos hombres soñados excelentes?
¿Y cuando el hombre real, quebradizo, enfermizo, endeble, adora a los dioses no está adorándose a sí mismo pero a un “sí mismo ideal”?
¿No es el hombre el creador de ese mundo maravilloso, de ese lugar habitable, de ese hogar cálido, como contrapunto a su mundo real, inhabitable, enfermizo, maloliente, apestoso,…?

¿No serán los dioses la superación imaginaria de su frustración real?
¿Querer ser y tener lo que, en esta vida, ni se es ni se tiene?

El Sócrates pagano y apasionado por la verdad y por la virtud, por el bien, por la salvación terrena del hombre, dando ejemplo, con su muerte, es el que precedió al Jesús de Nazaret, religioso y apasionado, y dando ejemplo, con su muerte, para enseñarle a los hombres el camino a ese mundo sobrenatural.

El Sócrates pagano y virtuoso terreno (“mi mundo es el de la sociedad ateniense”), previo al Jesús religioso y virtuoso sobrenatural (“mi reino no es de este mundo”)

La pasión laica por la virtud, la pasión pagana por la verdad preceden axiológicamente, hasta históricamente, a las virtudes religiosas, tanto de las religiones de la humanidad, como de las religiones sobrenaturales.

Primero ciudadano bueno y ejemplar y después creyente bueno y ejemplar.
Sólo desde este mundo puedo crear y creer en el otro mundo.

miércoles, 19 de diciembre de 2018

RAZÓN Y PASIÓN EN LA ÉTICA (1)


“Y la sacerdotisa habló nuevamente  y dijo: “Háblanos de la Razón y de la Pasión”.

Y él contestó, diciendo:
        
“Vuestra alma es, a menudo, como un campo de batalla, en el que vuestra Razón y vuestro Juicio dirimen una guerra contra vuestra Pasión y vuestros Apetitos”.
Desearía ser el pacificador de vuestra alma, poder transformar la discordia y la rivalidad de vuestros elementos en unidad y armonía. Pero ¿cómo hacerlo, a menos que vosotros mismos seáis asimismo los pacificadores, es decir, los amantes de vuestros elementos?
                                      ---------------------
Vuestra Razón y Vuestra Pasión son el timón y las velas de vuestra alma marinera.
Si vuestras velas o vuestro timón se rompieran, solamente podríais dar bandazos y ser arrastrados por el mar, o, en todo caso,  permanecer a la deriva en medio del océano.
Pues la Razón, cuando gobierna sola, es una fuerza que ata; y la Pasión, desgobernada, es una llama que arde hasta su propia destrucción.
Permitid, por tanto, que  vuestra alma exalte vuestra Razón conduciéndola a la cima de la pasión y, así, pueda cantar.
Y permitidla dirigir vuestra Pasión con Razón, de manera que pueda vivir gracias a su propia resurrección cotidiana, y, como el ave Fénix, surgir de sus propias cenizas.
                                      ---------------------
Desearía que cuidaseis vuestro Juicio y vuestros Apetitos, como lo haríais con dos personas queridas en vuestro hogar. Seguramente no honraríais a una persona más que a la otra; porque, quien atiende preferentemente a una sola, perderá el amor y la confianza de ambas.
                                      --------------------
Cuando en las colinas os sentáis bajo la sombra fresca de los blancos álamos, compartiendo la paz y la tranquilidad de las campiñas lejanas y de las praderas, permitid, entonces, que vuestro corazón exclame en silencio: “Dios se apoya en la Razón”.

Y cuando arribe la tormenta, y el poderoso aire agite el bosque entero, y el trueno y el relámpago proclamen la majestad del cielo, dejad, entonces, que vuestro corazón diga, con temor: “Dios se mueve en la Pasión”.
Y como vosotros sois un hálito en la esfera de Dios y una en su bosque, también vosotros os apoyáis en la Razón y os movéis en la Pasión”.

                                      El Profeta. Gibrán Kalhil Gibrán.
2

martes, 18 de diciembre de 2018

LA LAICIDAD ( y 4)



La Educación Cívica defiende la igualdad de todos los hombres, enseña a distinguir los conceptos de “tolerancia” para ideas y creencias, razonando para que sean toleradas sólo las “tolerables” (no las intolerables como el maltrato, la marginación, la exclusión por cuestión de sexo, de religión, de ideología política fascista, xenófoba,… intolerables y que no deben ser toleradas) y de “respeto” que afecta a TODOS, absolutamente a TODOS, porque el respeto es debido a la “persona”, y tan persona es el creyente como el ateo, el culto como el inculto, el varón como la mujer, el de raza blanco como el de raza negra,…TODOS son/somos igual de personas, respetables, y a los que se les debe respetar, piensen como piensen, crean en lo que crean o no crean en nada, sea cual sea su opción sexual,…a TODOS, RESPETO absolutamente a TODOS.

Ninguna característica no política (sexo, religión, raza,…) debe ser tomada en consideración por el Estado, sólo la capacidad de participar en la formación de la voluntad general.

El laicismo, irremisiblemente, va unido a una visión republicana de gobierno (el pueblo elige a los gobiernos y a su Jefe de Estado, y no, necesariamente, la transmisión hereditaria automática de dicha Jefatura)

En puridad, la monarquía, para ser legítima, debería ser votada por el pueblo.
Son varias las Monarquías europeas de las que no se pone en duda su condición democrática (la nuestra debería ser sancionada por el pueblo, en un referéndum).

Hay monarquías teocráticas (como la iraní) y hay monarquías en las que se juntan la Jefatura del Estado con la Jefatura de la Religión, como suele ocurrir en las naciones islámicas (la de Gran Bretaña, en la persona de su Reina, Isabel II, también, pero no ejerce la religiosa, aunque la detente)

Una vez superada la discriminación por sexo, religión,…proclamando la igualdad de todos, como ciudadanos iguales, ya sólo nos faltaba que, ahora, tuviésemos que ser asimétricos por “el lugar de nacimiento o de empadronamiento”.
Estoy refiriéndome a los nacionalismos, como si haber nacido en Murcia o en Gerona, en Salamanca o en Tarragona, en Madrid o en Barcelona, tuviera que haber una desigualdad de derechos.

NO ES LO MISMO SER “CULTURALMENTE DISTINTOS” QUE “POLÍTICAMENTE DESIGUALES”

¿Acaso ser laico monárquico es ser conservador mientras ser laico nacionalista es ser progresista?

Si decía la canción que “no son buenos tiempos para la lírica”, en España, con tantas personas, padres, todavía educados en el franquismo y en el catolicismo apostólico y romano son los que propician que “no son buenos tiempos para lo laico”.

Yo soy (lo he confesado muchas veces) agnóstico, escéptico en el conocimiento, laico en lo religioso, tolerante con todo lo tolerable e intransigente con lo intolerable y siempre respetuoso con todos.

lunes, 17 de diciembre de 2018

LA LAICIDAD (3)



¿No resulta, ésta, una interpretación abusiva, sobre todo en lo que respecta a la enseñanza?

La familia puede ejercer una tiranía sobre el individuo y los padres, con creencias e ideologías varias, quieren que sus hijos sean educados en esas mismas y reclaman, porque dicen y creen tener derecho a que la escuela pública imparta esas enseñanzas que desean para sus hijos.

Y eso, simplemente, no es verdad.
Si es eso lo que los padres quieren para sus hijos seguramente habrá centros privados que los eduquen y les enseñen esos valores, pero no en la escuela pública.

La enseñanza no es un asunto que incumba al alumno y su familia, sino que tiene efectos públicos, por muy privado que sea el centro en que se imparta.

Una cosa es la instrucción religiosa o ideológica que cada cual pueda dar a sus vástagos, siempre que no vaya contra leyes y principios constitucionales y otra cosa distinta es el temario escolar que el Estado debe garantizar con su presupuesto que se enseñe a todos los niños y adolescentes.

Si en otros campos, como el de las festividades de las distintas religiones hay que ser flexible entre lo tradicional, lo cultural y lo legalmente instituido y, de entrada, ni obligar ni prohibir tajantemente, en el terreno escolar nada de flexibilidad y sí ser muy precisos y teniendo en cuenta que, en España, tenemos centros públicos, concertados y privados, pero en todos ellos deben estar, siempre, garantizados los contenidos de interés público.

En eso, ni más ni menos, consiste la laicidad, y no en otra cosa.
Asegurar y garantizar que todos los escolares tienen que recibir los contenidos de interés público.

Están muy equivocados los defensores acérrimos de que la Religión esté en las escuelas porque creen/afirman que la moral cívica o formación ciudadana es una comedura de coco a sus hijos.

Como si los valores de los padres, cualesquiera que sean, han de resultar sagrados mientras que los de la sociedad democrática no pueden explicarse sin incurrir en una manipulación de las mentes poco menos que totalitaria.

Educar para la ciudadanía no es la Formación del Espíritu Nacional (la famosa asignatura F.E.N) pero un poco actualizada, ya en vez de franquista “neofranquista”, no, y como la educación sexual, que no lleva a la corrupción de menores.

Yo, profesor de la Educación Cívica, que debo impartir los contenidos para que los niños/adolescentes aprendan a ser ciudadanos, no me imagino que un padre franquista, xenófobo, que mataría a todos los socialistas y comunistas (no sé si también a los ateos y agnósticos), de los de la mano derecha levantada y que le gusta cantar el cara al sol…desee que sus hijos también sean así, en una sociedad democrática.

¿Cómo pueden prevalecer, en la educación de una sociedad democrática, los valores paternos a los valores sociales?

La actitud laica no propugna unos valores políticos en detrimento de otros.
Sólo los valores que proclama la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que aspiran a ser universales, pero que no han sido escritos en las Tablas de la ley descendidas de los cielos.

Los Derechos Humanos no están ya ahí, hay que ir practicándolos para que estén, hay que aspirar a que se cumplan para conseguir una humanidad más solidaria, más justa.

Hay que reflexionar, razonar, debatir, en la escuela, por qué sería bueno que se extendieran a toda la humanidad la práctica de los mismos.

E, igual que no hay premios para quienes cumplen las normas del Código de Circulación, tampoco hay premios a quien practique los Derechos Humanos.
Ni premios ni castigos, sólo basta reflexionar y ser conscientes de su conveniencia.

domingo, 16 de diciembre de 2018

LA LAICIDAD (2)


Y no quedaría aquí y así la cosa, porque deseoso de no quedarse atrás en el celo inquisitorial, el Papa León XIII, en su encíclica “Libertas”, en 1.888 estableció los males del liberalismo y del socialismo, epígonos indeseables de la nefasta Ilustración, señalando que “no es en absoluto lícito invocar, defender y conceder una híbrida libertad de pensamiento, de prensa, de palabra, de enseñanza o de culto, como si fuesen otros tantos derechos que la naturaleza ha concedido al hombre. De hecho, si la naturaleza los hubiera otorgado sería lícito recusar el dominio de Dios y la libertad humana no podría ser limitada por ley alguna”

Y entramos ya en el siglo XX, año 1.906, Pío X (“San Pío X”), en su encíclica “Vehementer”, donde fulmina la ley francesa de la separación Iglesia-Estado y donde puede leerse: “Que sea necesario separar la Razón de Estado de la de la Iglesia es una opinión seguramente falsa y más peligrosa que nunca. Porque limita la acción del Estado a la sola felicidad terrena, la cual se coloca como meta principal de la sociedad civil y descuida, abiertamente, como cosa extraña al Estado la meta última de los ciudadanos que es la beatitud eterna preestablecida para los hombres más allá de los fines de esta breve vida”

Y así, erre que erre, machacando lo mismo y teniendo que esperar hasta el Concilio Vaticano II, años 1.962-1.965, convocado por el bonachón Papa Juan XXIII y clausurado por el Papa Pablo VI, y al decreto “Dignitatis humanae personae” en el que, finalmente se reconoce la libertad de conciencia como una dimensión de la persona contra la cual no valen ni la Razón de Estado ni la razón de la Iglesia.

“Es una auténtica revolución” exclamó el entonces cardenal Woytila (posterior Papa Pablo II)

Al final se produjo el parto.

Cuando hablamos de “laicidad” hablamos del reconocimiento de la autonomía de lo político y civil respecto a lo religioso, la separación entre la esfera terrenal de aprendizajes, normas y garantías que todos debemos compartir y el ámbito íntimo (aunque públicamente exteriorizable a título particular) de las creencias de cada cual.

La liberación, pues, es mutua porque la política se sacude la tentación teocrática pero también la Iglesia y los fieles dejan de estar manipulados por  gobernantes que tratan de ponerlos a su servicio, cosa que, desde Napoleón y su Concordato con la Santa Sede no ha dejado puntualmente de ocurrir, así como cesan de tener persecuciones contra su culto, tristemente conocidas en muchos países totalitarios.

Que el Estado se separe de la Iglesia no lleva a hablar de un “Estado ateo”.
Decir “Estado ateo” es como decir “Estado geómetra” o “Estado melancólico”.
El Estado es la forma de organizarse una sociedad y nada tiene que temer la Iglesia de que el Estado se inmiscuya en cuestiones estrictamente religiosas para prohibirlas o para hostigar a los creyentes.

La laicidad de un Estado excluye tales posibles comportamientos pero tampoco va a someter sus leyes a los dictados de la Conferencia Episcopal.

La laicidad es, precisamente, la garantía de la libertad religiosa y todo creyente debería estar a favor y apoyarla (ya no hará falta entrar bajo palio a la iglesia porque, si no quiere, el gobernante, si no es creyente, no está obligado ni tiene por qué entrar en ella para actos o cultos religiosos)

Hay españoles que apenas oír las palabras “laico” o “laicidad” dan un brinco y se ponen a la defensiva y recurrirán a la palabra que aparece en la Constitución, “no confesional” que, según lo interpretan algunos, es una Estado que no tiene una única devoción religiosa, sino que tiene muchas, todas las que le pidan. Es multiconfesional, partidario de una especie de teocracia politeísta, que apoya y favorece las creencias estadísticamente más representadas entre su población o más combativas en la calle.
De modo que sostendrá en la escuela pública todo tipo de catecismos y santificará institucionalmente todas las fiestas de iglesias surtidas.


sábado, 15 de diciembre de 2018

LA LAICIDAD (1)

LA LAICIDAD.

Año 1.791, ante la reciente Declaración (laica) de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, de la Convención Francesa, no se hizo esperar la respuesta de la Iglesia, en forma de encíclica (“Quod aliquantum”) del Papa Pío VI (que tuvo que ser ordenado Obispo de prisa y corriendo para que pudiera ser coronado Papa).

En dicha encíclica se afirma: “no se puede imaginar tontería mayor que tener a todos los hombres como iguales y libres”.

Años después, 1.832, otro Papa, en este caso Gregorio XVI, reafirmando la condena anterior, y también en encíclica (“Mirari vos”) afirma que reivindicar “la libertad de conciencia” era un “error venenosísimo”
(Y, como tampoco era Obispo, tuvo que ser ordenado Obispo poco antes de ser coronado Papa).

La "sabiduría popular" dice que Gregorio XVI, en el año 1834, comentó (supuestamente) acerca del invento de la máquina de hacer hielo, lo siguiente:
“Ya saben fabricar hielo… eso es meterse en el terreno de Dios. Ahora van a llevar su irreverencia blasfema hasta el extremo de fabricar sangre”.
(Sin embargo, no es posible rastrear tal afirmación)

Y seguimos.

Año 1.864, aparece el “Syllabus” (en realidad su nombre completo es “Syllabus errorum”) y es un (listado recopilatorio de los principales "errores de nuestro tiempo") siendo conocido simplemente como Syllabus.

Es un documento de ochenta puntos, publicado por el Papa Pío IX, al tiempo que su encíclica “Quanta cura”.

Pío IX, antisemita declarado, fue beatificado muy recientemente, año 2.000, por Juan Pablo II, después de haber sido Papa durante 32 años, el pontificado más duradero de la historia (descartado el primer Papa, San Pedro, del que se dice que…pero que nada se sabe de…)

El Syllabus es un escrito cuasi profético, que condena los conceptos modernos.

Éste es su contenido:

Abarca 80 proposiciones, divididas en 10 capítulos.

Dichas proposiciones se resumen en 4 puntos fundamentales:

1-. Proposiciones de la 1 a la 18: condena los errores relativos a la fe: panteísmo, naturalismo, racionalismo, tanto absoluto como mitigado, indiferentismo, incompatibilidad entre la fe y la razón, etc.
También incluye la proposición 22 que condena el no sometimiento de la inteligencia al magisterio de la Iglesia.

2-. Proposiciones de la 19 a la 55: son las relativas a la naturaleza de la Iglesia, del Estado y las relaciones entre ambos.
Se subraya la libertad de la Iglesia, la subordinación del Estado a la moral cristiana y la existencia de derechos naturales anteriores al Estado e independientes del mismo.
Condena la separación entre la Iglesia y el Estado.

3-. Proposiciones de la 56 a la 74: son las relativas a la ética.
Prestan especial atención al matrimonio como sacramento, a la vez que se condena la moral laica, al utilitarismo (tesis 58) y la separación sacramento-contrato.

4-. Proposiciones de la 75 a la 80: afirman que la religión católica debe ser la religión de Estado y condenan la libertad de culto, de pensamiento, de imprenta y de conciencia.
Destaca la tesis que afirma que el Romano Pontífice no puede conciliarse con el progreso, el liberalismo y la cultura moderna.

Y todo esto, y así, hace apenas 150 años, en 1.864 (y estamos en el 2.018).

Y no quedaría aquí y así la cosa, porque deseoso de no quedarse atrás en el celo inquisitorial, el Papa León XIII,..

viernes, 14 de diciembre de 2018

FANÁTICOS SIN FRONTERAS ( y 2)



Es más ¿qué ofende más a Mahoma, esa caricatura o ese fanático islamista que, cuchillo en mano y ante las cámaras de televisión, le rebana el pescuezo a otra persona por ser infiel?

Es más. ¿les molestaron esas caricaturas a todos los musulmanes, o sólo a algunos?
¿También a los que, tibios o ateos, viven en una teocracia islámica pero no se atreven ni a hablar (y menos a reír), reprimidos por temor (no por ganas) y guardan un silencio obligado para evitar consecuencias desagradables?

Como en España la Procesión del Coño Insumiso, somos muchos a los que ni nos molestó ni nos molesta, aunque algunos se sintieran heridos en su sentimiento religioso.

La libertad de expresión y la libertad religiosa.
Porque en los países democráticos la libertad religiosa se basa en el principio de que la religión es un derecho de cada cual, pero no un deber de los demás ciudadanos ni de la sociedad en su conjunto.

Que cada uno crea a su modo y venere a su manera pero que no pretenda que ello obligue a ningún otro.

En “Por qué soy cristiano”, de J. A. Marina, éste distingue entre “verdades privadas”, como las religiosas  que deben estar dispuestas a ceder ante las “verdades públicas”, científicas o legales que debemos compartir.

La religión es algo íntimo que puede expresarse públicamente, pero a título privado y, como todo lo que aparece en el espacio público se arriesga a críticas, incluso a irreverencias.
Ante una procesión de la Semana Santa malagueña uno puede sentirse emocionado religiosamente, otro alaba la fastuosidad del acto, mientras otro  puede reírse de ella.

Hay quien denomina a la Semana Santa como enaltecimiento del dolor, como un masoquismo religioso cuando el auténtico creyente al trono que más devoción debería inspirarle es el de la Resurrección, que es el menos visto y seguido.

Cuando leo las pancartas que los fanáticos islamistas muestran en sus manifestaciones por las calles londinenses (“Preparaos para un verdadero holocausto”, etc…) lo interpreto no como libertad religiosa sino como el mensaje de querer acabar con ella y sustituirla por una teocracia (la suya) en la que deberán ser respetados (temidos) los integristas radicales como únicos y auténticos creyentes y donde no tendrán sitio los que se oponen a ello por honradez intelectual.

Uno recuerda el terrorismo nacionalista de ETA asesinando a personas, mujeres y niños incluidos, cuyo delito era no ser nacionalista y lo compara con las pancartas de Londres y…

Para eso están las leyes y los tribunales, a los que puede acudirse cuando uno se considere ultrajado o sufrido más allá de lo tolerable.

Creo que tenemos derecho a criticarlo todo y a todos, desde el Papa hasta el último cura, desde el Presidente del Gobierno al bedel del parlamento, desde la democracia hasta el capitalismo…

Soy de la opinión de que “nada ni nadie es sagrado” y de que todo es criticable, y quien se sienta ofendido por mis críticas tiene las puertas abiertas para acudir a los tribunales y que sean ellos los que decidan.

Así es el funcionamiento de las democracias,

jueves, 13 de diciembre de 2018

FANÁTICOS SIN FRONTERAS (1)



Quien sabe algo del Corán y de la religión islámica sabe que, contra la inflación de imágenes de Cristos, Santos y Vírgenes que pueblan nuestras iglesias, rotondas y altares callejeros, el Islam, en alguna de sus ramas, prohíbe la representación de imágenes del Profeta por lo que las mezquitas estarán llenas de adornos pero no de imágenes.

Y todos recordamos (yo ya lo he expuesto en otros lugares) las consecuencias de las caricaturas de Mahoma en un periódico danés, que no es que fuera una imagen sino una caricatura de Mahoma, barbudo (no sabemos si lo era en realidad) con un turbante en el cabeza y con una bomba escondida en él.
Al momento saltaron los líderes musulmanes en Dinamarca con protestas y amenazas, pero el gobierno danés antepuso la libertad de expresión de los caricaturistas.
Se sumaron a la protesta líderes musulmanes de otras partes del mundo, pero no fueron escuchadas por el gobierno danés.
Incluso hubo una campaña de boicot a los productos daneses en los países islámicos, con quema de banderas danesas, destrucción de embajadas, numerosos disturbios, incluso muertos.
Las autoridades danesas y de la Unión Europea pidieron excusas y…

(El semanario sería inmediatamente cerrado y su director, despedido)

 ¡VIVA LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN¡

Así se las gastan ciertas ramas de algunas religiones y así se consiguen éxitos.

Posteriormente sería en Francia, con Charlie Hebdo.

La intolerancia frente a la permisividad.
Y yo no sé por qué una blasfemia, de cualquier religión, si va acompañada de buen gusto y arte, tiene que levantar tanto revuelo.

Dijo Jesús a sus discípulos: “dejad que los niños se acerquen a mí” (y la coletilla del chistoso: “porque detrás de los niños vendrán las madres y podremos bailar, cantar,..…con ellas”

¿A algún católico le ha molestado esta gracieta picaresca, lúdica y sin mala intención?

Aunque las caricaturas de Mahoma fuesen de la extrema derecha, como algunos afirman ¿es que no le ampara a la extrema derecha (como si fuera la extrema izquierda) la libertad de expresión?

¿Fueron unos insultos irreverentes y agresivos para que hasta nuestro Presidente Zapatero los criticara?

Hasta teólogos, cardenales y rabinos salieron en defensa de los piadosos y feroces “ofendidos” musulmanes (no sé si como envidia de no tener entre su feligresía tales valientes).

(Todos sabemos que en tiempos de la Santa Inquisición una blasfemia podía acabar con el blasfemo en la hoguera.

Pero eran otros tiempos y, desde entonces, ha llovido mucho.
Hoy no cabe en cabeza alguna tal delirio.

Generalmente las Iglesias, cuando ya no pueden inspirar miedo, suelen pedir respeto.

Yo leí los Versos Satánicos en cuanto salió editado y al autor Salman Ruhsdie se le condena a muerte (fatwa) allá donde esté, por Jomeini, y todavía algunos justificaban la fatwa como respuesta a su arrogancia irresponsable.

Yo leí el libro y jamás pensé que fuera merecedor de la condena a muerte del autor.

Soy de la opinión de que a todas las religiones les falta el sentido del humor y se sienten agraviadas por un chiste o por una caricatura.

¿Y si la caricatura del barbudo Mahoma, con el turbante y la bomba escondida, fuera interpretada como una sátira contra los que, en su nombre, utilizan bárbaramente su doctrina para cometer y justificar atentados de inspiración política?

No sería una crítica contra Mahoma sino contra los asesinos islámicos que cometen los atentados.

P.D.

(Ayer mismo, en Estrasburgo, al grito de “Alá es grande” otro nuevo atentado en un puesto de figuritas para el Portal de Belén, con muertos y muchos heridos incluidos.
No sé por qué Alá no se manifiesta y le ordena a éste y a otros descerebrados que la vida de cualquier persona es algo sagrado)