lunes, 30 de septiembre de 2013

( y 17).- ESQUEMA DE CLASE DEL RENACIMIENTO.


Era una de mis manías didácticas, obligar a los alumnos, al terminar un tema, a esquematizarlo en un máximo de un folio por ambas caras, que me lo entregaban y se lo devolvía corregido y que le serviría para preparar el examen.

Pero antes de devolvérselo fotocopiaba los que consideraba más completos, para quedarme yo con una copia, pues yo he sido, soy y seré lo más anárquico y menos ordenado y sistemático que uno pueda imaginarse.

El que expongo, a continuación, corresponde al de un alumno de C.O.U. 1, de nombre Carlos Daniel Arrabal Fernández, del que nada recuerdo.

EL RENACIMIENTO (XV – XVI): CIENCIA Y HUMANISMO EN EL ORIGEN DE LA MODERNIDAD (XVII)

.- Siglo I à siglo XIII: tema único: las relaciones fe-razón. Distinto al siglo XIX: crisis de la escolástica (Ockham) = separación de la Fe (que daría origen desde la Reforma hasta la teosofía) de la Razón (de la que saldría la Ciencia, tanto la Experimental como la Formal).

.- CARACTERÍSTICAS DEL RENACIMIENTO

1.- Pérdida del sentido religioso medieval: el Teocentrismo medieval deja paso al antropocentrismo renacentista.

2.- Cambios: a.- Políticos: los Estados Modernos versus Imperios cristianos.

                       b.- Sociales: La burguesía incipiente versus el feudalismo y el vasallaje.

                       c.- Económicos: Capitalismo-dinero = poder. Nacimiento de la banca.

3.- Grandes descubrimientos:

         a.- Técnicos: la imprenta versus los copistas, la brújula

         b.- Geográficos: descubrimientos de nuevas formas de vida, de costumbres,…

4.- Recorte al poder espiritual de los Papas, con la Reforma Protestante, y a su poder temporal con la demostración de L. Valla de la falsa Donación de Constantino.

5.- Aparición de numerosas obras grecorromanas, tanto nuevas como mal traducidas.

6.- El Individualismo versus el gremialismo medieval.

7.- La Razón como método de la Filosofía Moderna (el Racionalismo), Descartes y la

8.- Aparición de la Ciencia Nueva (Física mecanicista-materialista y Astronomía copernicana, con Copérnico, Leonardo, Bacon, Galileo, Kepler y Newton) versus la Ciencia Antigua, aristotélica y deductiva = Física teleológica y Astronomía aristotélico-ptolemaica).

9.- El nuevo método, hipotético-deductivo, mezcla de Inducción y Deducción, con a.- La experiencia en el punto de partida; b.- la razón inductiva, c.- Hipótesis como posible causa de lo observado-experimentado, d.- Razón Deductiva para sacar consecuencias de esa hipótesis y e.- Experiencia como punto de llegada, con la verificación-constatación de los fenómenos deducidos, versus método aristotélico (el Organon), deductivo

10.- Antimedievalismo = concepto peyorativo, despectivo de la Edad Media.

11.- Filosofía Renacentista:

         a.- Los restauradores del pensamiento antiguo (Neoaristotelismo, Neoplatonismo, Epicureísmo)

         b.- Escolástica Renacentista Española del jesuita Suárez y del dominico Vitoria, y los grandes teólogos que intervinieron en el Concilio de Trento.

         c.- Los creadores de nuevos sistemas: Giordano Bruno y Nicolás de Cusa.

         d.- Los teóricos de la sociedad: las Utopías Renacentistas: Utopía de T. Moro, La ciudad del sol, de T. Campanella y La nueva Atlántida, de F. Bacon.

         e.- Los teóricos de la política: Maquiavelo y el Príncipe = la Política como ciencia y separada, independiente de la Ética.

         f.- La Teosofía (un totum revolutum de saberes y de creencias).

(16).- EL HUMANISMO EN ESPAÑA.


España miraba (y mira) a Italia a través de las ventanas del litoral catalán y valenciano. Y de Italia procedía ese aire fresco del humanismo.

(Paso por alto (a pesar de la trascendental importancia) del humanismo transalpino. Y aunque Italia fuera su “cuna”, más allá de los Alpes surgieron otras “camas” de no menor importancia. Obvio (pero me refiero) a Erasmo en los Países Bajos, a Rodolfo Agrícola, Reuchlin y Müller (Regiomontano) en Alemania, a Lefèvre d´Etaples en Francia y a Th. Moro en Inglaterra)

El intercambio mercantil, las intensas relaciones políticas y los continuos viajes, entre otras circunstancias, convirtieron a Cataluña y a Valencia en lugares de fácil recepción del humanismo italiano.

1.- En Barcelona, Bernat Metge.

2.- En Valencia Luis Vives (1.492-1.546) es la gran estrella mediterránea.

Desilusionado con el débil ambiente, el bajo nivel y la poca repercusión del humanismo que él profesaba y que intentaba trasmitir emigra a París, donde conocerá y entablara una sólida amistad con Erasmo, así como con Thomas More, que le indujo a aceptar una cátedra en Oxford.

Después, ante el cisma inglés, recalaría en Brujas.

No fue tan creativo ni tan elegante, estilísticamente, como Erasmo. Estaba instalado en “el sentido común”.

Para él, el humanismo no era, fundamental ni principalmente, filológico, ni conceptualmente crítico y demoledor, sino que lo veía como un instrumento al servicio del progreso de la humanidad, en su realidad social y en sus relaciones internacionales.

Ni renunció (como su amigo Th. Moro) a su ideología católica.

Su humanismo no es rompedor, sino conciliador.

3.- En Castilla, fomentado desde la misma corte de la reina Isabel, junto a preceptores italianos como Lucio Marineo Sículo y Pedro Mártir de Anghería, sobresale Elio Antonio de Nebrija, educado en Bolonia, y creador de la Gramática, llegando a ser catedrático de la Universidad de Alcalá de Henares y colaborador de la Biblia Políglota.

La Universidad de Alcalá había sido fundada por el Cardenal Jiménez de Cisneros, Arzobispo de Toledo, reformador de las órdenes religiosas de España, consejero de los Reyes Católicos y su mano derecha en varias empresas.

(15).- EL HUMANISMO


Fue el primero y el más amplio de los movimientos intelectuales que caracterizan la historia del pensamiento filosófico, en la etapa renacentista.

El término “humanismo” ya entonces, pero sobre todo después y hasta hoy, se entiende como una postura filosófica que pone el acento sobre el valor, la dignidad y la específica peculiaridad del hombre, y no sólo con el significado primero que tuvo en sus orígenes.

“Humanismo” tiene que ver con “humanidades” y con “humanistas”.

En el siglo XIV, y citando a Cicerón, se hablaba de “studia humanitatis” o “studia humana” para señalar un conjunto de disciplinas que comprendía: la gramática, la retórica, la poesía, la historia y la filosofía.

Estas disciplinas, minusvaloradas en la Edad Media por el predominio de la Teología, a lo más que llegaban era a ser preámbulos, ayudas, preparación,… de la importante, la Teología.

¿Acaso no era considerada la Filosofía como “ancilla (esclava) theologiae”?

Pues estas disciplinas, tan preteridas, son consideradas como las más adecuadas para la formación espiritual del hombre, porque lo estudian en lo que tiene de más específico, elevado y creador.

El término “humanista” aparece a mediados del siglo XV, como aparecen “jurista”, “canonista”, “legista”,… para mencionar a quienes cultivaban y enseñaban las mencionadas disciplinas humanas.

“Humanista” por lo tanto es el que se preocupa, estudia, enseña,…. “ciencias humanas”.

Pero, al mismo tiempo, se tiende a ver en la antigüedad clásica el paradigma o punto de referencia obligado de la actividad espiritual del hombre.

Es un huir de la consideración del “hombre religioso medieval”, única manera de considerar al hombre, criatura “creada”/hecha a imagen y semejanza de su Creador. No el hombre como ser autónomo sino heterónomo, por lo que la oración y la obediencia serían los dos “comportamientos más humano” de la mayoría de los hombres (“Guerrear, rezar y trabajar”).

Huyendo de esta consideración del hombre se ven a los autores griego y romano, anteriores al omnipresente cristianismo, por lo tanto no contaminados, se convierten en los modelos insuperables de las disciplinas que cultivaron los “studia humanitatis”, por consiguiente, los auténticos “maestros de humanidad”.

El “Humanismo” nació, pues, en los “studia humanitatis”, lo que significa que fue, primordialmente, un movimiento de carácter erudito y literario más que filosófico.

Aunque, después, influyera en la filosofía, desembocando en ella, con el significado que ahora le damos a “humanismo”.

También la Edad Media había cultivado, a su modo, la sabiduría clásica.

Si el Renacimiento hubiera sido sólo la vuelta a la antigüedad, entonces toda la Edad Media  se convertiría en una serie de sucesivos renacimientos, no hay más que ver el estudio de Platón, Aristóteles, Plotino, estoicismo,….

El Humanismo Renacentista no se define sólo por el amor y estudio de la sabiduría clásica, sino por su voluntad de restaurarla en su forma auténtica, orillando y obviando la utilización que, de la misma, hicieron los medievales.

Entenderla en sí misma, sin cristal religioso por medio, en su realidad histórica.

“Historicidad” y “humanidad”, algo desconocido (la primera) y coloreado (la segunda).

La Edad Media no tenía la preocupación de la historia. Todo cuanto tocaba lo transformaba en contemporáneo, como si todo lo anterior no fuese estancia sino camino y preparación para el hoy, para su hoy.

La Historia sólo le interesaba en cuanto le servía para el presente.

Es lo contrario que intentará el Renacimiento: recuperar el pasado clásico en su efectiva realidad, no trayéndola al hoy sino trasladándose uno, con la imaginación, allí, para poder entenderla en su contexto.

Ya hemos escrito sobre la recuperación de documentos greco-romanos, procedentes, sobre todo, de la diáspora bizantina ante el peligro musulmán sobre Constantinopla.

La búsqueda, la recuperación y la traducción de documentos para poder comprenderlos en el tiempo en que fueron escritos.

Marsilio Ficino, febrilmente, tradujo la obra entera de Platón y de Plotino, incluso de textos herméticos.

Sólo “interés histórico y filológico” será un rasgo original del Humanismo, no como la Patrística o la Escolástica.

“Restablecer la cultura clásica en su forma originaria”. Esta nueva actitud ante las grandes figuras del pensamiento, sobre todo griego, nada tiene que ver como verlos como “prólogos” y “preparación” del Cristianismo, hasta llegar, casi, a canonizar a Platón, “San Platón”.

Traducirlos y entenderlos en sí mismos.

Porque sólo traducirlos ya lo hicieron, y mucho, los medievales (recuerdo a mi profesor de Historia de la Filosofía, explicándonos a Guillermo de Moerbeke proporcionándole a Santo Tomás las traducciones de todas las obras de Aristóteles, ya que l griego no era un punto fuerte del Aquinate.

“Sentido de lo humano” y “sentido de la historicidad”, asociados, en el Humanismo.

Y es que “Humanitas”, ya en tiempo de Cicerón, indicaba la educación del hombre como tal, lo que los griegos llamaban “Paideia”.

Si el movimiento humanista cultiva con tanto esmero las “humanidades” es porque cree en su capacidad para formar al hombre, para llevarlo de nuevo a su auténtica forma humana.

En su mente estaría, latente, el siguiente razonamiento analógico: Si los antiguos, con esas disciplinas, “con-formaron” al hombre clásico, obviando la Religión Cristiana y a la Omnipresente Iglesia, ¿no podríamos, nosotros, ahora, hacer y conseguir algo parecido?

Interés por los problemas morales y humanos y la afirmación del valor y la dignidad del hombre y de su lugar preferente en el seno del universo. Y todo ello, sin tener en cuenta, el aspecto religioso.

Es fácil imaginarse la escena de aquellos humanistas que, de golpe, se encuentran con unos textos “estéticamente hermosos”, sobre todo de los latinos, de un Cicerón, de un Lucrecio, de un Séneca, de un Tito Livio o de un Horacio, y los comparan con ese latín macarrónico medieval, recluido en la clase eclesiástica (puesto que el pueblo ya se entendía en lenguas romances) y ese anhelo a poder, también ellos, acceder a la composición de textos de semejante belleza y cómo, al intentar captar, entender, acceder a “la forma” de los significantes se encuentran con los contenidos de los significados, con el objetivo de “educar, formar” al hombre sin vestimenta cristiana, sino al hombre natural, puro, sin adherencias,….

(14).- RENACIMIENTO: EL YUSNATURALISMO


Los estados nacionales están consolidándose ya en el siglo XIV, contribuyendo a ello tanto las luchas civiles como las religiosas y políticas.

En Francia, por ejemplo, sería la guerra de los 100 años (que, en realidad duraría 116) entre Francia e Inglaterra para ver quien de las dos controlaban las enormes posesiones que, desde 1.154, tenían los ingleses, pero en territorio francés) la que contribuyó a agrupar al pueblo en torno a la monarquía francesa.

Lo mismo que ocurrió en Inglaterra con la guerra de las dos rosas (una guerra civil entre  los partidarios de la Casa de Lancaster y los partidarios de la casa de York, ya que ambas pretendían el trono de Inglaterra, pues ambas casas descendían del Rey Eduardo III). Llamarse de las “dos rosas” o de “las rosas” es porque ambas casas tenían como emblema una rosa: Blanca la Casa de York y Roja la Casa de Lancaster). Terminó con el debilitamiento de los poderes feudales de los nobles y el fortalecimiento de la burguesía, sobre todo comercial, consolidándose, así, la monarquía centralizada bajo la dinastía Tudor. Esta guerra señala el final de la Edad Media y el comienzo del Renacimiento inglés.

Las monarquías son conscientes de que Imperio e Iglesia pertenecen, ya, al pasado, a la Edad Media y nada tienen, ya, que decir en estos tiempos.

A la anterior oposición entre el Pontífice y el Emperador le sucede, ahora, la oposición entre los Reyes contra el Emperador.

Del Imperio sólo queda su nombre y su historia, pero nada pinta ahora.

Aunque Alfonso VIII se proclame Emperador de España ya sólo tiene carácter local.

Los monarcas nacionales, que tienden a la concentración, tienen que luchar en un doble frente:

.- En el interior luchando contra la dispersión feudal y contra las agrupaciones, comunales, corporativas y municipales, que habían ido conquistando libertades, frente al Feudalismo.

.- En el exterior haciendo frente contra el Emperador y contra la Iglesia.

Las monarquías van ganando terreno y absorbiendo el poder, con una marcada tendencia al centralismo y al absolutismo.

Pero los abusos del absolutismo monárquico (al que contribuyeron, en gran medida, los Reformadores) dieron origen a una nueva corriente de teorías jurídicas para afirmar el Derecho de los individuos y de los pueblos frente al poder absorbente del Estado.

Son, ahora, los súbditos quienes se enfrentarán a/contra los reyes.

El Estado contra la Iglesia y, ahora, los individuos contra el Estado, en nombre del Derecho Natural, que defiende que “la soberanía está en el pueblo”, aunque haya decidido abandonar el “estado natural”, cediendo algunas libertades o limitándolas para poder “vivir en sociedad” = “El Pacto Social”, transmitiendo sus poderes a la persona de un príncipe: “Pacto Político”.

La finalidad de esta teoría consiste en oponerse a un absolutismo excesivo que pueda degenerar en tiranía.

Si en la Edad Media lo eterno primaba sobre lo temporal y lo sobrenatural sobre lo natural, en el Renacimiento la perspectiva cambia, ya es otra. El Estado no está subordinado a nadie, es autónomo.

El yusnaturalismo (o iusnaturalismo), que se desarrolla durante los siglos XVI y XVII, va de la mano y ligado a la escuela Protestante.

Las fuentes del derecho, la base del Derecho, son, sólo, naturales.

El Pacto o Contrato Social es la nueva hipótesis político-social en que se fundamenta el origen de la Sociedad, del Derecho y del Estado.

Sobre estas bases se fundamentan los Derechos naturales del hombre y del ciudadano.

Los grandes teólogos españoles (Vitoria, Soto, Suárez) revalorizan y desarrollan el Derecho Natural y de Gentes y crean el Derecho Internacional PERO apoyándose en el principio de que “lo sobrenatural ni destruye ni anula lo natural”.

Pero estos derechos se fundamentan no sobre la naturaleza humana sino sobre un concepto ético y teológico del hombre y de la sociedad.

(13).- RENACIMIENTO: (POLÍTICA Y SOCIEDAD).


Sin entrar en detalles ni bajar a exponer teorías políticas y jurídicas concretas (N. Maquiavelo, Th. Moro, T. Campanella, F. de Vitoria, Bodino, Althusius, Hugo Grocio,…), en general, las Relaciones Iglesia-Estado, entre el Poder Eclesiástico y el Poder Civil, desde la aparición del Cristianismo han pasado por varios y variados momentos: desde un dualismo inorgánico de coexistencia hasta un dualismo de subordinación al poder eclesiástico (ante la preponderancia del poder eclesiástico), hasta un dualismo teocrático, desde una división de poderes en el siglo XIV, con Occam y la escuela occamista  hasta el yusnaturalismo.

1.- EL MONISMO PRECRISTIANO.

El poder político absorbe todos los poderes, también el poder religioso.

Roma convive con un politeísmo de todos los dioses de todos los que residían o vivían en Roma (se dice que pasaban de 30.000). No sólo la mitología romana. Se ha dicho que “en Roma era más fácil encontrar a un dios que a un hombre”. Pero convivían con toda normalidad.

Politeísmo muy contrario al monoteísmo practicado por hebreos y cristianos, por lo que el choque es inevitable,

El Emperador es no sólo el “Pontifex maximus” (etimológicamente “el mayor constructor de puentes”. Dicho nombre pasará, y aún sigue aplicándoselo la Iglesia a la máxima autoridad, al Papa, aunque, en este caso, es un “puente entre el hombre y Dios”, un puente vertical) es que, además, será divinizado, como un dios más. Y toda divinidad reclama adoración.

Los cristianos, como cualquier ciudadano romano, obedece al por civil, pero eso solo no era lo que el Emperador reclamaba, exigía adoración, como dios, algo no reconocido por los monoteístas (hebreos y cristianos), cosa que no era problema para los paganos

Los cristianos, pues, serán considerados ateos y el cristianismo como “secta ilícita”, fuera de la ley, a pesar de ser una comunidad religiosa de las más pacíficas, pero –se dijo- que no adorar al Emperador era negarse a someterse al Estado, para el que la religión sólo era un instrumento. Y los cristianos ponían a Cristo por encima del César.

Los cristianos reclaman la puesta en práctica del principio: “Dar al César lo que es del César (que ellos lo cumplían) y a Dios lo que es de Dios (que no lo cumplían, según los emperadores, puesto que no admitían la divinidad imperial), pero como para los romanos el César también era dios, lo que pedían los cristianos-hebreos era algo contradictorio.

Tertuliano, tan fogoso siempre, fue más lejos, proclamando que el deber del cristiano era, precisamente, desobedecer tal ley romana.

Comenzarán, pues, las persecuciones, desde la primera, la de Nerón, hasta la última, la de Diocleciano.

Pero los cristianos aumentaban en número (y me vienen a la mente “los Hermanos Musulmanes”) y su conducta se hacía notar en la población, engendrando desconfianza, así que comenzaron los bulos contra el cristianismo (que si exorcismos y magias, que si bebían sangre romana, que si traían mal de ojo…) y, naturalmente, cuando ocurría una calamidad (terremotos, epidemias, sequías,…) se la cargaban a los cristianos, al ser la indignación de los dioses la causante de las calamidades. Si ellos no los cabreasen…..

El siguiente paso de la comunidad cristiana, cada vez mayor, y que se sentía más fuerte, fue no sólo calificar a Roma de “Nueva Babilonia”, propugnando su destrucción, sino que afirmaba que el servicio militar era incompatible con su fe.

Roma ya no sólo tenía enemigos en el exterior, también en el interior.

Las persecuciones serían un fracaso porque, entre otras cosas, Tertuliano afirmaba (lo que sería frontispicio): “la sangre de los mártires es semilla de cristianos”

El último perseguidor, Diocleciano, un día que estaba oficiando como Pontífice Máximo, los cristianos que lo rodeaban hicieron la señal de la cruz.

Azotes, iglesias cristianas arrasadas, sus bienes confiscados, libros quemados, adeptos muertos,….

Ni esto los arredró sino que, además, difundieron el convencimiento de que el Señor hacía insensible el sufrimiento de quienes lo afrontaban en su nombre y que les abría, de par en par, las puertas del cielo (y me vienen a la mente la actualidad de los suicidas/terroristas musulmanes a los que les esperan un montón de huríes, esperando ser desfloradas y ellas, eternamente vírgenes).

El cambio de política, pues, ante el fracaso de las persecuciones, sería el 311, con el Edicto de Milán y la aprobación de la tolerancia religiosa.

Y más aún cuando el 380, Teodosio (último Emperador de TODO el Imperio Romano) declaró al cristianismo como religión oficial del Imperio, acabando con el apoyo del Estado a la religión romana tradicional y prohibiendo la adoración pública de los antiguos dioses.

El Cristianismo (que se fue constituyendo como religión durante los primeros siglos convulsos y que es muy posterior y poco tuvo que ver con Cristo, a no ser el “nombre”), que surgió en y durante el Imperio Romano, legítimo detentador del poder político y religioso, con una religión oficial romana, con base en la Mitología, tras las persecuciones,…. llega a conseguir el triunfo y, de iglesia perseguida, a única iglesia oficial y, por tanto, perseguidora.

2.- DUALISMO DE COEXISTENCIA.

Constantino, convencido de la superior moralidad de los cristianos, de la decencia de sus vidas, en un Imperio que, moralmente, era inmoral, con la paciencia y la disciplina como virtudes,… ¿por qué no sustituir a los viejos y corruptos burócratas por los obispos, que demuestran pertenecer a una clase dirigente mejor?

Constantino comenzó reconociendo a los obispos competencias de jueces en sus circunscripciones y diócesis (San Agustín ejerció, también de juez en su diócesis).

Después los eximió de impuestos los bienes de la Iglesia y, al final, anularía el Edicto de Milán, que garantizaba todas las religiones, en pie de igualdad, para reconocer la primacía de la católica..

Constantino obraba más como Papa que como Rey, convocando concilios ecuménicos, entre ellos el de Nicea, con fondos del Estado.

Hizo de mediador entre Arrio y el obispo que lo había excomulgado y, en general, siempre mediaba entre los contendientes.

Y luego lo de “in hoc signo vinces”, en su bandera. Pero fue un gran general, un sagaz administrador, un hombre de Estado,…y llevó al cristianismo, de un secta perseguida a religión “perseguidora”.

Muy bien lo expone San Agustín en su “De civitate Dei”. Las dos ciudades, la terrena y la celestial, esta vida y preparación para la otra vida, el Emperador y el Papa, PERO….cuando choquen sus intereses el alma prevalece sobre el cuerpo, como Dios y el Papa (su vicario en la tierra) sobre el Emperador. Superioridad del poder espiritual sobre el poder temporal

Toda desviación de la ortodoxia oficial será considerada “herejía” (desviación) y, por lo tanto, falsa, “prohibenda et condenanda”.

Pero ese Dualismo de Coexistencia (las dos jerarquías, el “Cesaropapismo”) también implicaba la intervención de los emperadores en asuntos eclesiásticos (nombrar cargos, convocar Concilios, hasta promulgar cuestiones dogmáticas).

Fue el Papa Gelasio I, siglo V, con su “Teoría de las dos espadas”: “Dos son los poderes por los que se rige el mundo: el de los Obispos y el de los Reyes, PERO….” y fue el que estableció el dualismo cristiano, con dos poderes diferenciados y mutuo reconocimiento: el poder de la Iglesia sobre los hombres, en cuanto “creyentes” y el poder del Estado sobre TODOS los hombres, en cuanto ciudadanos.

Con la invasión de los bárbaros Roma, que ya estaba descompuesta, se descompuso aún más, y no supo reaccionar, pero quien estaba perfectamente organizada era la Iglesia, que aprovechó la ocasión.

La Iglesia llenó el vacío de poder y de la cultura durante la Alta Edad Media.

Sus cometidos y responsabilidades eran las propias de los señores feudales pero, teóricamente, sometidos al Emperador.

Poco a poco pedirán la independencia y la libertad de tutela de los emperadores.

Con la coronación de Carlomagno como Emperador de Occidente (año 900) se revive la idea de “Imperio Romano” (de Occidente. El de Oriente, con Constantinopla/Bizancio como capital, iba a su aire, independiente de Roma, con sus Patriarcas y su “religión ortodoxa).

El Papa y el Emperador eran las dos figuras supremas del orden social, con dos funciones distintas, en ambos órdenes, secular-temporal y espiritual.

Pero el Papado, ateniéndose al texto de San Pablo de que “Todo poder proviene de Dios” y que el Papa es su Vicario y la Iglesia la depositaria, en la tierra, tendría que dar el “visto bueno” a la coronación como emperador, para poder ser considerado legítimo y siendo, desde ese momento una de las misiones del Emperador “defender y proteger” a la Iglesia y a la fe cristiana, incluso persiguiendo a sus enemigos allí donde se encuentren.

Así, del Dualismo de Coexistencia se pasa al

3.- DUALISMO SUBORDINACIONISTA

Toda la Edad Media viene traspasada por este esquema, con la preeminencia del poder espiritual respecto al poder temporal o civil.

Tanta es la compenetración Cristianismo-Sociedad que tendría que haber choques (y los hubo) entre ambos.

Por si ello fuera poco la Iglesia esgrimía un documento, el de “La donación de Constantino”, por el que los pontífices vienen legitimados a una misión secular y temporal en sus Estados Pontificios.

El conflicto surgirá en el siglo XI, con la querella de “las Investiduras”, en que se enfrentarán Enrique IV de Alemania y el Papa Gregorio VII.

El Papa tenía que batallar en los dos frentes: en el interior, con la corrupción del clero, y en el exterior, con las pretensiones del Emperador germánico.

(La excomunión, el desconcierto de los fieles, obligados a no obedecer a un Rey excomulgado, la indefensión del rey ante sus súbditos, la peregrinación a Canosa para pedir perdón y que se le levantara la excomunión,…..)

Mientras en Oriente sigue el “cesaropapismo” en Occidente se impuso el “hierocratismo”, llegando a su plenitud en el XII y XIII.

Supremacía del Pontificado. La Iglesia podía intervenir en asuntos de Estado por la “Potestad indirecta “ratione peccati”.

Terminará con el Concordato de Worm (1.122), por el que el Emperador renuncia a nombrar cargos eclesiásticos.

4.- DUALISMO TEOCRÁTICO.

La Iglesia acepta el dualismo de poderes, la independencia del poder civil PERO…reivindicando la potestad “indirecta” del Papa “in temporalibus”, lo que fundamentaba el Derecho de Traslación, es decir, poder transferir el Imperio a otra persona o a otro pueblo cuando los electores no eligieran un candidato digno, o cuando el Emperador no cumpliera su obligación de proteger y defender a la Iglesia o en el caso de perseguirla y atacarla.

Llegó aún más lejos ante/con Federico II al proclamar la teocracia plena reivindicando la “plenitudo potestatis” en todos los dominios.

Era Papa Inocencio III, que se consideraba “Emperador espiritual de la Cristiandad”.

La soberanía es indivisible, por lo tanto el Pontífice tiene autoridad absoluta tanto en lo espiritual como en lo temporal.

Tiene, pues, Derecho a examinar y a aprobar a la persona elegida para ocupar el Imperio.

El Emperador recibe del Pontífice la unción, la consagración y la corona.

Pero cuando, en la baja Edad Media, empieza a conocerse el Derecho Romano y, después, La Política de Aristóteles, los partidarios de Federico II (averroístas) vuelven a la carga con el objetivo de conseguir la separación de poderes y la secularización completa del poder político.

Posteriormente el conflicto será entre Felipe el Hermoso y Bonifacio VIII, entre los legistas reales y los canonistas pontificios, y la teocracia se atenúa.

Y después llegará Luis de Baviera y Juan XXII, acentuándose, cada vez más, la tendencia laicista.

La crisis llegaría por el desprestigio del Papado y el reforzamiento del poder de los príncipes, ya en el siglo XIV y XV, donde van consolidándose las monarquías absolutas o estados modernos.

También la llegada de la Reforma Protestante (Lutero y Calvino), contra el Papado, fue un apoyo indirecto a los príncipes.

Allí estaría Guillermo de Ockham (Occam) y Marsilio de Padua, el “defensor pacis”, atacando a la supremacía pontificia y defendiendo la autonomía del poder civil como un estado organizado, con fines y medios propios, libre de toda intervención exterior, ajena.

De Marsilio de Padua se derivan las teorías democráticas y naturalistas del Renacimiento.

La ola sigue con las guerras de religión (católicos vs protestantes) llegando a la Paz de Westfalia (1.648) con el principio “cuius regio eius religio”, es decir, cada príncipe puede imponer su religión a sus propios súbditos, prohibiendo todas las demás, constituyendo “estados confesionales”, lo que conlleva, muchas veces, “intolerancia religiosa”.

En las Monarquías Absolutas Católicas, teóricamente, se instala el dualismo de poderes pero, realmente, el poder civil controla la vida de la Iglesia.

Es el sistema denominado “regalismo”, es decir, Derecho divino del poder real y de aquí la intervención del monarca en asuntos de la Iglesia (nombramiento de obispos , el “pase regio” (ningún documento procedente de la curia romana podría publicarse o ejecutarse en el reino, sin el Visto Bueno del Rey), poder someter a juicio de los tribunales del Rey las sentencias de los tribunales eclesiásticos,…)

5.- EL YUSNATURALISMO (IUSNATURALISMO)

(En otro documento)

(Ya en la Ilustración se aprobará la Libertad de Religión, que quedará recluida en cada individuo, como un asunto privado.

(Luego habrá que esperar al Estado Liberal, en el que la separación se aplicará en cada país a su manera, según sus tradiciones.)

(Los modelos posteriores serán: confesional, pluriconfesional, aconfesional, laicos.

 

domingo, 29 de septiembre de 2013

(12).- RENACIMIENTO: EL PAPADO


Los Papas, en el Renacimiento, en realidad no eran Papas, Jefes de la Cristiandad, sino auténticos príncipes, más ocupado y preocupados por lo terreno que por lo celestial, metiéndose en todos los charcos, mezclándose demasiado en contiendas políticas e instalados en la vida mundana, nada ejemplar para un Jefe de la Iglesia.

Y si el Papa era así y vivía así es fácil imaginarse cómo vivían los escalones inferiores de la jerarquía eclesiástica.

Como si el Cisma de Occidente no hubiera existido y no fuera con ellos.

Como si la Iglesia no necesitase una reforma radical desde dentro.

Y si es verdad que fueron grandes protectores de artistas y humanistas fue más por orgullo propio que por el arte y las letras.

Era notoria y manifiesta la pendiente por la que se deslizaba, con un nepotismo exacerbado, por la relajación de costumbres, por la inmoralidad en todos los órdenes (fiscal, político, espiritual,…)

De poco serviría la vida moral intachable y el alto nivel cultural de un Sixto IV (1.471-1.484) porque toda su familia, Della Ròvere y los Riario, mostraron una ambición tan exagerada de riqueza y de poder que lo primero que se les ocurrió, para incrementarla, fue la subida de impuestos y la venta de cargos y dignidades (simonía).

Nada era un obstáculo.

El prestigio del papado era un desprestigio total, incrementado por la lucha entre familias (los Della Ròvere contra los de Colonna) por ver quién de los dos colocaba como Papa a uno de los suyos.

La corrupción administrativa llegaba a límites tan extremos que se llegó, incluso, a la falsificación de bulas. Y el Papa, naturalmente, nada hacia para enmendarlo.

Los Cardenales eran auténticos magnates, con una vida de lujos, acumulando dinero por cualquier método, sea por dádivas extranjeras, sea por la acumulación de beneficios y vacantes eclesiásticas.

Con Julio II (Della Ròvere) y con León X (Médicis) Roma se convirtió, artísticamente, en la ciudad hegemónica por excelencia, sobrepasando a Florencia y con los artistas principales del momento trabajando para ellos.

Era más su preocupación por incrementar los límites de los Estados Pontificios, como auténticos Príncipes de Roma que, como Pontífices de la Iglesia, por extender la moral cristiana, y menos aún, teniendo en cuenta sus vidas privadas licenciosas.

Los ideales religiosos brillaban por su ausencia como brillaban por su presencia los ideales mundano y la inmoralidad.

Las Cortes Pontificias eran cualquier cosa menos ejemplos moralizadores y modelos a imitar, y más aún cuando estaba en el Papado Alejandro VI, de los Borgias.

 

 

(11).- RENACIMIENTO. ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL.


 
El triunfo del Individualismo, la expansión del Capitalismo y la afirmación de las Monarquías Autoritarias, en cada Estado, son los elementos paralelos para la necesidad de una futura organización de la vida internacional.

Se ve la necesidad de que lo que cada monarquía ha hecho en su territorio se haga a nivel internacional, con una Autoridad común, fruto de un acuerdo y de una voluntad general para intentar poner orden y para que no ocurra, en cada nación, lo que antes ocurría en cada feudo.
             
¿Cómo poder garantizar, por ejemplo, los tratados firmados, o cómo legitimar la ocupación de unas tierras si no hay un poder supra-nacional, inter-nacional, civil, al no poder contar ya con el Papado, cada vez más en declive?

El comercio internacional pide/exige/necesita una nueva normativa de Derecho Internacional público y privado.

Hay que recordar que los pueblos marineros mediterráneos ya se habían acogido a la norma de buena conducta o Código de Costumbres Marítimas que, desde el siglo XV, estaba vigente en “El Consulat de Mar”, en Barcelona, y que se erigió en código internacional al ser adoptado sucesivamente por ciudades de Italia, de los Países Bajos, la Hansa, Francia e Inglaterra.

Ya Venecia, en 1.423, había renunciado al bárbaro “Derecho de marcas o represalias” que hacía víctima a un tercero, de los delitos cometidos por un compatriota.

Esta actitud se difundió y fue calando en las demás naciones, así como la legislación internacional sobre el bloqueo y el Derecho de los neutrales, así como el principio de los mares, puesto en práctica por Inglaterra y los Países Bajos en 1.496.

Serán los primeros pasos dados.

Las embajadas, en otros países, dejan de ser esporádicas y para un asunto determinado y pasan a ser permanentes.

En esto Venecia ya había marcado la pauta, pues ya había instalado embajadas en Constantinopla y en Roma, y posteriormente lo hizo en los Países Bajos, en Inglaterra y en Francia.

Ejemplo que seguirían las demás naciones.

Las misiones de las embajadas eran tanto la defensa de los intereses económicos de su nación como el conocimiento de las circunstancias políticas de la nación en que se asientan.

Sólo Turquía se negó a participar en este movimiento diplomático porque lo interpretaba como una aceptación o acatamiento de la supremacía del Estado ante el cual se acreditaban los embajadores.

(10).- RENACIMIENTO: MONARQUÍAS AUTORITARIAS.


¿Fueron las monarquías autoritarias/absolutas la ruina de la Constitución Medieval, llevada a cabo con actos de fuerza debidos a un incalificable egoísmo y una ambición desesperada de poder?

La verdad es que el mundo político medieval ya estaba en ruinas antes de que la monarquía lo rematara.

La unidad mística había hecho aguas desde el gran Cisma de Occidente, un escándalo de tales dimensiones para una mente lúcida y una fe firme que me imagino a los fieles de buena fe, religiosa y psicológicamente destrozados, sin saber si “su” papa era el verdadero o no, si estaba excomulgado o no, si, por lo tanto, iba a condenarse o no, al ya no hacerle efecto alguno los sacramentos que lavaran sus pecados. Ya todo sería acumular pecado sobre pecado, sin perdón posible, y no por no querer, sino por no saber qué hacer.
                   
Si a esa incalificable situación religiosa se le añade que ya desde el siglo XIV, con Guillermo de Ockham y su doctrina de la separación del campo de la fe y del campo la razón, que la ciencia comienza a avanzar, ya imparablemente, dando razón/explicación, con argumentos racionales a los fenómenos naturales, sin tener que recurrir a instancias divinas y que, además, la Iglesia Católica ha perdido el monopolio de de la fe, con la irrupción de la Reforma, criticando y denunciando la corrupción del Papado y de la Curia, extorsionando a los fieles creyentes y abriendo nuevos camino de fe y de espiritualidad, no católicos, además en el norte de Europa.

La ruina del poderoso armazón ideológico que había sostenido, durante siglos, la sociedad feudal, se viene, él solo, sin apenas empujarlo, estrepitosamente abajo.

A esta ruptura con el pasado se añade: 1.- El Individualismo en el campo SOCIAL, no escudándose ya en el grupo del que se forma parte y al que se pertenece (“el que vale, vale”). 2.- El desarrollo de la mentalidad capitalista en el campo ECONÓMICO, y 3.- la tendencia a la aglutinación nacional en lo POLÍTICO, la muerte de la concepción medieval era “la crónica de una muerte anunciada”.

Estos nuevos factores (el Social, el Económico y el Político, más el religioso y moral) provocaron un fermento disgregador que precipitaría a la sociedad medieval a una crisis que explotaría en forma de Reforma y en forma de Ciencia y con una propuesta nueva de sociedad y de política.

Todo ello estaba pidiendo, a gritos, un poder centralizador que enderezara el entuerto presente medieval.

No hubo que matar a la Edad Media, estaba agonizante.

Ese, y no otro, fue el empeño de las primeras monarquías autoritarias/absolutas, imponerse y que su autoridad fuera obedecida a rajatabla, pero no según capricho y discrecionalidad, al antojo y arbitrio del monarca, sino dentro de los límites marcados por las leyes y por la tradición.

Monarcas autoritarios/absolutos fueron los Reyes Católicos en España, Juan II en Portugal, Enrique VII en Inglaterra, Carlos VIII y Luis XII en Francia.

La Monarquía autoritaria centralizó los servicios administrativos (antes diseminados), creó en la Corte los Consejos (gérmenes de lo que, con el tiempo, se denominarían “ministerios”, creó un ejército y estableció una diplomacia permanente.

El objetivo, pues, era la “unificación” en todos los órdenes: religioso, ideológico, político, legislativo y económico.

Nada que ver con la dispersión, los matices, los derechos feudales y locales, privilegios, propios de una desestructurada Edad Media.

 

(9).- RENACIMIENTO. LAS CLASES CAMPESINAS


El agro medieval no podía quedar ajeno a los nuevos tiempos, al vigoroso empuje económico del siglo XV.

Pero la influencia del espíritu capitalista no produjo el mismo efecto en todo el campo europeo.

Mientras en algunas regiones se precipitó la emancipación definitiva de los siervos de la gleba, en muchas otras regiones ocurrió lo contrario, se acentuó el servilismo de los campesinos, encadenándolos, en lo que se denomina la segunda servidumbre de la gleba”.
             

El aflujo de metales preciosos a la economía europea, con el consiguiente aumento de la circulación monetaria y la creciente demanda de los productos del campo produjeron un doble efecto: Por una parte la desvalorización de las rentas fijadas según los cánones tradicionales y, por otra parte, la subida del valor de los precios de los productos agrícolas.

De este doble mecanismo quien, al momento, salió beneficiado fue el campesinado en detrimento de los intereses de los propietarios de las tierras, que seguían cobrando lo mismo, en rentas, pero que ellos mismos tenían que pagar más por los productos agrícolas de sus propias tierras.

Se defenderían, de ello, con nuevos métodos.

Y allí donde el Estado era débil la nobleza logró cambiar las normas de arrendamiento, estableciendo la implantación del régimen de servidumbre en el campo.

De esta manera los señores podían disponer de mucha y a buen precio mano de obra y sacar ventajas en esta nueva singladura económica.

Así, por ejemplo, Florencia abolió la servidumbre de hombres y tierras, año 1.415, y esta misma medida se adoptaría, un siglo más tarde, en los Países Bajos.

Por lo general, fue la monarquía autoritaria la que evitó el encadenamiento de los campesinos, bien por considerarlo justo, bien por, además, ponerse a la nobleza.

En España fue la emancipación de los “remensas catalanas”, en 1.486, después de una guerra social por obra de Fernando el Católico,

Y si en el Occidente europeo se tendía, cada vez más, a la supresión de la servidumbre, en el Oriente era lo contrario.

En Europa serán muchos los siervos de la gleba que pasarán  a la Edad Moderna, pero en una situación social mucho peor que la de los agricultores emancipados allá por el siglo XIII y XIV, y que carecerán de tierra que cultivar.

Este proletariado agrícola constituirán un problema en Francia y en Inglaterra donde las fincas, además de haberse revalorizado van a ser cercadas, como cotos privados, destinados a la ganadería para obtener la materia prima de la lana o del lino, dando fin al sistema de “campo abierto”.

sábado, 28 de septiembre de 2013

8.- EL RENACIMIENTO: EL NEGOCIO CAPITALISTA.


La actividad económica y comercial durante la Edad Media tenía que pasar, siempre, por el filtro de la moral católica, tanto la burguesía mercantil como los gremios, hasta los negociantes transmediterráneos, en un principio, todos tenían que actuar, en su actividad, bajo el principio de “el precio justo/el precio honesto”.

Era considerada usura, por lo tanto pecado, por lo tanto prohibida y perseguida toda ganancia desmesurada, o sea, la que cayera fuera y sobrepasara de las necesidades vitales de una familia, por lo que se hacía imposible la formación de verdaderos capitales y la acumulación de dinero en pocas manos.

Además de que el ámbito de actuación quedaba reducido, por lo general, a la ciudad, donde habían surgido.

Pero en el siglo XV cambió la mentalidad económica del Occidente Europeo.

Al apostar por esta vida y por la satisfacción de los placeres corporales, no tanto en cantidad como en calidad, en exquisitez y lujo, nació el amor al dinero como único medio de satisfacerlos, embarcándose en empresas mayores para acceder a las nuevas tierras en que se encontraban, en el Oriente Asiático.

El negociante renacentista abandonó la doctrina del precio justo/honesto, siguiendo en su manera de actuar a los comerciantes judíos.

Claro que ¿cuál era el precio justo cuando entre el precio de compra y el precio de venta hay que contar el riesgo, el peligro de todo tipo, y los intereses pagados?

Por otra parte, flotar naves para viajes transmediterráneos suponía tener liquidez económica (lo que no era posible por lo antes expuesto) por lo que había que recurrir a préstamos a un alto interés.

Tanto las monarquías nacionales como el Pontificado, ávido de dinero inmediato por sus trepidantes políticas, favorecieron el auge de los primeros grandes banqueros, un tanto relajados moralmente, que han ido enriqueciéndose con las primeras materias más a mano: lanas, paños,…

Los Médicis y los Fugger serán una muestra de lo que estamos diciendo.

Pero no sólo el Pontificado y las Monarquías nacionales, también la aristocracia renacentista, con sus lujos y refinamientos varios y variados, estimuló la vida mercantil, lo que hizo que aumentara la demanda de artículos no ordinarios de consumo.

Para financiar todo este proceso económico Europa puso en explotación nuevas minas de metales preciosos (Bohemia, Austria, el Tirol) que lanzaron el primer torrente de moneda acuñada sobre el continente, en espera de ese otro gran torrente de dinero procedente de América y que llegará en el siglo XVI.

Aunque es verdad que hay que esperar al siglo XVIII para poder hablar del verdadero capitalismo, como una organización económica en dos grandes y opuestos grupos: el que ofrece lo único que tiene, que son sus manos para trabajar (la mano de obra, los asalariados) y por el otro lado el grupo que pone las materias primas y los medios de producción, dirigiendo todo el proceso y ya bajo el régimen de “libre mercado”, no sólo de los productos, también de la mano de obra.

(Nadie como Marx, en El Capital, ha sabido diseccionar y exponer todo el entramado, abusivo e injusto, del capitalismo)

Pero en este siglo XV ya hay como un prólogo a todo esto.

Por ejemplo, “la despersonalización del negocio” en la llamada “firma comercial”, el crédito mercantil, la contabilidad,…

Y también, en este siglo XV, se organizan los Bancos y las Bolsas, que en el futuro serían los poderosos instrumentos del capitalismo financiero.

 

 

 

7.- EL RENACIMIENTO. LA BURGUESÍA


 

Un mismo nombre, “burgués”, “burguesía”, no debe llevarnos a engaño.

Hay que decir, desde el principio, que poco tiene que ver la “burguesía” de la Edad Media (que la hubo), con la “burguesía” del Renacimiento y la de los Tiempos Modernos.

No hubo evolución de una a la otra. Fue la muerte de una y el nacimiento y desarrollo de la otra.

Fue la civilización industrial la que confirió a dichos términos el significado preciso, social y económicamente, como “patronos o empresarios” respecto a los del otro lado, los “trabajadores asalariados”.

El espíritu burgués medieval murió con la ruina de la administración autónoma de las ciudades y con la introducción del capitalismo como fórmula definidora de la actividad económica europea.

Los verdaderos burgueses son los de la clase social que, por su fortuna y educación, por la nobleza de sangre y alejados de los “burgueses ciudadanos”, tanto por la amplitud territorial de sus negocios (no limitados a una ciudad) como por la cuantía e importancia de sus ventas, así como por la intervención en la administración pública.

Lo que sí es verdad que hubo fue un continuo trasiego de miembros de los estamentos bajos a los altos, pero será esa alta burguesía la que desemboque en la Edad Moderna.

Los aristócratas (muchos de ellos), al divisar el panorama que se les abría o se les venía encima, se apuntan a los nuevos modos, aunque sólo serán, los auténticos burgueses, los que lleven en su sangre ese “espíritu burgués”, tanto financiera y comercialmente como culturalmente, basándose en la crítica, en la razón y en la tecnología, como bases de la nueva forma de actuar y de vivir, olvidándose de la repetitiva tradición.

El matrimonio o amancebamiento de la Burguesía y el Protestantismo, con guerras de religión incluidas, reportará beneficios a ambos, aunque de distinta clase.

Algo, por otra parte, inimaginable en la antigua burguesía medieval.

El edificio tradicional de los valores europeos irá haciendo aguas y desmoronándose ante el doble empuje, protestante y burgués, contra el Papado-Iglesia Católica y la Aristocracia de sangre.

Desde la Revolución Protestante hasta la Revolución Francesa esa doble lucha fue en aumento, hasta que consiguieron su propósito, desbancarlos como únicos y principales protagonistas de la Historia europea.

La burguesía, como ya indicamos en otra entrada, busca la protección de la realeza y ésta, con las arcas vacías, necesita de la burguesía para imponerse y someter a la nobleza.

A la burguesía le da igual que sea el Protestantismo que sea la Monarquía, sus objetivos no cambian, aunque cambien las alianzas. El dinero no tiene color.

La pequeña burguesía ciudadana lo que pretende es liberarse de la tutela que sobre sus negocios ejerce la moral católica, que considera “usura” toda “ganancia” basándose en el principio, equivocado de que “dinero no pare dinero”, considerando inmoral el préstamo con interés (de ahí lo de los Montes de Piedad de la Iglesia, pero, al mismo tiempo, los judíos, prestamistas, obtendrán pingües beneficios (lo que, luego, copiará, sobre todo, el calvinismo, al considerar el triunfo económico como una señal de que Dios está de tu parte).

Los artesanos, cobijados bajo los gremios, que controlan todo el proceso productivo, desde la cantidad hasta la calidad, desde el comercio hasta el precio de venta y el salario, no ven lo que se les viene encima según va creciendo e imponiéndose el capitalismo en todo el proceso de su actividad industrial, teniendo que echar la llave a sus talleres ante la imposible competitividad de la producción industrial en cadena.

Ellos mismos serán los nuevos asalariados.

El paraguas protector gremial no podrá aguantar el intenso aguacero capitalista.

 

 

6.- EL RENACIMIENTO. LA ARISTOCRACIA.


La alta y la baja aristocracia perseguirán los mismos objetivos, el poder y la riqueza, aunque con métodos y por caminos muy distintos.

Los príncipes y la nobleza, en Europa, que tánto y tan duramente habían luchado para defender su privilegiada posición, política y económica, frente a la monarquía y a la burguesía, tuvieron que inclinarse ante lo que se les venía encima, de manera inevitable.

La monarquía, para acabar con ellos y sus privilegios, se alía y se apoya en la burguesía, cada más enriquecida por su múltiple y variada actividad económica, empresarial y comercial.

La aristocracia, consciente de la jugada de la monarquía, cambia de táctica y se convertirá en su más fiel aliada, excepto en Alemania e Italia, carentes de un poder central eficiente.

Mientras la aristocracia superior, o de primer grado, garantizaba su porvenir a base de matrimonios, alianzas y primogenituras consiguen, además, puestos relevantes, de altura y bien remunerados, en la Administración del Estado.

Las grandes posesiones agrícolas, crecientes además, les hacían dueños de un capital inmobiliario, ajeno a los cambios monetarios o a la subida de precios en los mercados.

En cambio, la aristocracia de segundo orden, los hidalgos, sí que se encuentran en un gran problema, una vez excluidos, por ser segundones en la sangre, en la descendencia.

Éstos sí que notaron y sufrieron los cambios tácticos de la alta aristocracia. De ahí su rebeldía ante el orden establecido.

Una parte de ellos serían los primeros revolucionarios de los tiempos modernos, los cabecillas de las revueltas.

Otra parte optaría por otro camino.

Pero es que al lado de la “aristocracia de la sangre” estaba “la aristocracia de la Iglesia”, con sus enormes rentas, episcopales y abaciales.

Estas rentas eclesiásticas se convertirán en un imán para los segundones de la nobleza,  los que, sin vocación alguna, tomarán los hábitos eclesiásticos y ocuparán altos puestos en su jerarquía.

La no vocación sacerdotal en los altos niveles de la Iglesia hará que los vicios, impropios de eclesiásticos, se instalen hasta en la misma cúpula (papas, cardenales, obispos,…) siendo los escándalos de vida licenciosa e inmoral y la corrupción manifiesta, incluso engañando a los infelices fieles, las causas de un desprestigio creciente que Irán cavando el hoyo y facilitando una ruptura desde dentro.


Se ve venir, de manera indefectible, la Reforma de los que Protestaban por todo eso. Por el alejamiento de la doctrina de Cristo y por querer volver a los inicios del cristianismo.

 

 

5 .- EL RENACIMIENTO. LOS HALLAZGOS RENACENTISTAS.



El hombre medieval, con los pies en este mundo, tenía, sin embargo, el corazón y la mente ocupados en el otro, en el trascendente.

Viviendo en plena naturaleza nunca intentó  explicarse las causas más simples y elementales, los porqués, de los procesos físicos que lo rodeaban.

Y es que, “la respuesta ya estaba dada, de antemano”.

¿Por qué llueve?, ¿Por qué se ha muerto mi hijo o mi mujer al parir?, ¿Por qué esta enfermedad?, ¿Por qué esta sequía o esta riada que arrastran o pueden arrastrar, con ellas, la muerte, la mía, la de los míos, la de lo mío?.

RESPUESTA: son los designios de Dios.

Si nos ha ocurrido algo bueno, démosle gracias a Dios, por ser un Padre “bueno” que mira por el bien de sus hijos.

Si nos ocurre/nos ha ocurrido algo malo, algo malo habremos hecho. Pidámosle perdón, hagamos sacrificios, elevemos oraciones, soportémoslo, lo que sea, porque lo que nos ocurra no es un fin, sino una prueba, un examen, para fortalecer el carácter, para no decaer, para hacernos meritorios al haber superado la prueba que nos ha enviado ese mismo Dios “bueno”, pero que también es “justo”.

Sea lo que sea lo que ocurra, lo que nos ocurra, tiene una respuesta: “la voluntad de Dios” y sus misterios son inescrutables.

Pero el hombre renacentista cambió de perspectiva.

Curioso él, comenzó a indagar por su cuenta, sin tener que preguntarle a sus interesados tutores, sobre los porqués de lo que ocurría e intentando dar “respuestas de aquí abajo” a “preguntas sobre lo de aquí abajo”.

Admirar las maravillas de la naturaleza, pero en sí mismas, y disfrutarlas, embriagarse de ellas y con ellas, pero sin tener que remitirse  a Dios como causa, sin tener que dar ese salto mortal al arriba de la fe.

Aristócratas y burgueses se gustarán re-creando ellos mismo una naturaleza en los jardines y en las fuentes de sus villas palaciegas o de sus palacios, bellos, lujosos, (nada que ver con los sobrios, fríos y oscuros castillos medievales).

A las paredes desnudas medievales opondrán las paredes decoradas con las pinturas y esculturas de los mejores artistas, para recrearse en ellas, en su belleza rezumante.

Reyes y papas, príncipes y poetas, gustarán del placer de descubrir, viajando, los maravillosos espectáculos con los que extasiarse, bien desde lo alto de las montañas, bien atravesando el mar y recalando en territorios inexplorados,

A partir del sigo XV la naturaleza será la compañera constante del hombre renacentista, cantándola o pintándola, estéticamente y/o describiéndola científicamente, para mejor conocerla y mejor utilizarla y ponerla a su servicio.

Pero antes, previamente a esa aventura del descubrir, tenía que descubrirse a sí mismo como aventurero capaz de hacerlo por sí mismo, no sólo con la razón, también, poniendo en circulación el mundo de los sentidos.

Antes de descubrir lo otro necesitaba descubrirse a sí mismo.

Ya, antiagustinianamente, lo primero será el “redde te ipsum” para que, tras el “ire foras”, sin tener que poner en práctica el “transcende te ipsum” y si se da ese paso no tiene que ser pasando por la taquilla de la interesada Iglesia Católica Apostólica y Romana...

Y el impulso para estos dos descubrimientos lo encontraron  en el tipo humano precristiano, ya perfilado en las obras de los autores griegos y latinos que, tanto por su presencia en concilios como, sobre todo, por la diáspora ante la toma de Constantinopla (1.453), están llegando a Europa – Italia y en las que se recrean los humanistas.

El cuerpo y el alma, las nuevas especias y la cultura, la vida, esta vida, la real, preferida a la promesa de una eternidad futura bienaventurada, pero de la que nadie, nunca, ha venido a darnos noticia. Sólo creída, nada sabida.

¡Cuán largo me lo fiáis!

¡El pájaro en mano preferible a los ciento volando¡

Nace, así, una filosofía de este mundo, no nueva sino ya practicada por los antiguos, pero intervenida y tachada durante mil años por la interesada Iglesia, autoproclamada administradora en exclusiva de los bienes divinos, de este mundo y del otro, tras pasar por taquilla, y considerándose capataz y organizadora única de las conductas de todos los hombres en su qué hacer, cómo hacerlo y dónde hacerlo, al ser considerados, todos, como “obreros” de Dios.

El descubrimiento de la resurrección del pasado antiguo.

La crítica al oscuro tiempo y mundo medieval.

La ilimitada fe y confianza en sí mismo.

El poder de la razón para explicar y comprender la naturaleza y al hombre.

La naturaleza y él mismo fueron los dos grandes hallazgos del Renacimiento.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

viernes, 27 de septiembre de 2013

4.- RENACIMIENTO Y CONTEXTO.


 
El salto de la concepción medieval del mundo y del hombre a la concepción renacentista supuso un enorme salto, pero no fue un salto brusco.

Para levantar un imponente edificio nuevo es necesario, pero no es suficiente, que el edificio antiguo que ocupa el local esté declarado en ruinas y vaya, poco a poco, cayéndose a trozos.

No sólo hay que dejar libre el solar, también hay que cavar muy hondo para disponer de unos cimientos firmes, acordes con el edificio nuevo a levantar.

En entradas posteriores me extenderé más ampliamente sobre todo ello. Pero es que, además, concurren otras circunstancias que posibilitan la nueva construcción.

Ya la Europa cristiana, en la Edad Media, intentó con las Cruzadas, y con la excusa de recuperar los Santos Lugares, ocupados por los ardientes musulmanes, intentó imponerse a este nuevo rival, pero no sólo por motivos religiosos, también por motivos expansionistas, por lo que las armas primaban sobre la fe, en esta aventura.

Pero también aparecieron otros candidatos con el mismo objetivo de expansión, procedentes de Asia, como los mongoles y los turcos otomanos.

Pero mientras éstos sólo disponían de la gran cantidad de soldados y de fuerza física bruta (una máquina militar), Occidente también contaba con otro tipo de armas, más sofisticadas, la ciencia y la técnica.

Caerá el emporio de Alejandría como centro distribuidor de mercancías procedentes del lejano oriente, pero los portugueses, bordeando la costa africana atlántica, abrirán una nueva ruta marítima a las Indias.

Al mismo tiempo las luchas internas entre dos grupos enfrentados, tanto en Irán como en India, tanto en China como en Japón, dificultarán las rutas terrestres, pero facilitarán que Occidente descubra y domine las rutas marítimas, para su actividad comercial.

Ya desde finales de la Edad Media Europa soñaba con conquistar el mundo: tanto las almas de los infieles, para convertirlos, como sus riquezas.

Ayudó a la aventura los mitos (el del Dorado, el de la Fuente de la eterna juventud, el reino de las Amazonas,…).

Co los mitos, siempre presentes, en la cabeza, con las armas, más técnicas, el mano, con los libros de la ciencia geográfica a mano, así como las tablas astronómicas, que no podían ser falsas, porque eran de los antiguos, se lanzan a descubrir nuevas tierras, a conquistarlas, a colonizarlas, a cristianizarlas.

Es curioso que un error, el del Almagesto de Ptolomeo, con la inexistencia del continente americano y el mayor de los océanos, el Pacífico, facilitaran que algunos navegantes se aventuraran hacia el Oeste, hacia el Atlántico, para llegar a las Indias.

Y es verdad que hay un menor kilometrada o millas marinas desde Portugal-España hasta las costas de las Indias Orientales (¿?), si borramos, imaginativamente, el continente americano y el Pacífico.

Los progresos náuticos coadyuvaron en la misión.

En primer lugar “la carabela”, que combinaba las velas cuadradas atlánticas con las velas triangulares mediterráneas, y que era superior a la “coca” y a la “galera”.

Y en segundo lugar, que iban dotadas de brújula, astrolabio y tablas astronómicas.

El piadoso Enrique el navegante, portugués, y su escuela de Sagres, bajan rodeando, descubriendo y conquistando la costa Este de África, también por motivos religiosos, pero sobre todo por motivos económicos, ya que la venta de esclavos le deparaba pingües ganancia.

Y, sobre todo, cuando el Papa Calixto III (1.452) autoriza/aprueba que los negros puedan ser reducidos a esclavitud, siendo el mercado de esclavos una buena fuente riqueza.

En 1.488, Bartolomé Díaz, doblará el Cabo de las Tormentas, pasando del Atlántico al Índico y abriendo una nueva ruta, marítima hacia las Indias.

España, por su parte, cruzando el Atlántico, llega, dándose de bruces con las Indias (¿?)

El oro, las misiones, las conquistas, la colonización, los esclavos, las minas,….son, para los renacentistas, nuevas fuentes de riqueza.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

3.- EL HOMBRE RENACENTISTA.


 
El único protagonista de la Edad Moderna es “el hombre” que, saliendo de su “humanidad servil medieval”, con Dios como único y auténtico Señor reconocido, “se enseñorea, desendiosándose” y comenzando esta nueva aventura, como protagonista. Aventura que aún no ha cesado, Y en ello estamos.

En primer lugar el hombre comenzó “individualizándose”, siendo él mismo, único y no uno más, irrepetible, no partícula de un todo (gremio, feudo, iglesia,…).

Él es él. Así comienza, como individuo, aunque el proceso no llegará a su culmen hasta el siglo XVIII.

Si el mundo medieval era más “teológico” que “real”.

Si la realidad era sólo el reflejo y la manifestación de un Dios superpoderoso que la había creado así.

Si él no era él, ni para él, sino imagen y semejanza de eso Otro y para ese Otro.

Si…

Si…

No se sentía frustrado, sino satisfecho, convencido de que su misión en esta vida, tan breve, era desempeñar bien ese papel asignado por Dios a cambio de lo cual sería recompensado, nada menos que, con “la vida eterna”.

Esa era la verdad, además revelada, indiscutible bajo sospecha de pecado.

Querer salir, intentarlo tan sólo, de ese lugar asignado, era un pecado de soberbia, algo así como echarle en cara a Dios de su error, de su equivocación al ubicarlo, a él, en ese lugar, cuando él se consideraba digno y capaz de otro lugar superior, de otro papel ya no de segundón, sino de mayor protagonismo.

El hombre medieval era un ser conformista. De lo contrario, su soberbia (“pecado capital”) le implicaría la “malaventuranza” del castigo eterno infernal, aun sin pasar por el purgatorio.

No eran alicientes para él ni el goce intelectual de buscar y encontrar la verdad (que ya estaba dada, sólo le bastaba “creer”) y menos los placeres corporales (el mundo y la carne como dos de los tres “enemigos del hombre”).

¿Para qué buscar lo ya encontrado y para qué desear lo prohibido y pecaminoso?

La naturaleza no era ella sino “un bello libro abierto en el que se refleja  su Creador”.

Y él era sólo eso, un ser creado “para amar y servir a su Creador”.

Esa era la verdad, tanto de la naturaleza como de sí mismo.

Pero el hombre renacentista ha cambiado de gafas, tiene otra perspectiva, respaldada por los textos legados por la Antigüedad Clásica, en la que se refleja esa otra mentalidad no mediada por la religión cristiana, esa otra forma distinta de vivir y de ver la vida, como fin y no come medio, como estancia y no como posada, como valor en sí y no como moneda de cambio.

La vida real, aunque breve, no puede/no debe ser hipotecada por la mera “creencia y esperanza” de otra vida prometida eterna, de la que nunca, nadie, ha sabido nada.

Lo real, aunque breve, superior a lo ideal, aunque eterno.

La vida es, no para entregarla, ni al señor ni al Señor, sino para vivirla, usarla, gastarla, consumirla, agotarla.

Esta actitud subversiva rompe con la visión escatológica y religiosa y lo planta en la visión terrenal y laica y con la intención de permanencia.

Ya no se siente ni se ve como “creado por/ni creado para”, sino como creador de un mundo nuevo que va saliendo de sus manos, a su imagen y semejanza y tan sólo con las armas de la razón, de la cultura, de la ciencia, de la técnica.

Es un tiempo nuevo y un nuevo mundo el que sale de sí mismo, de la confianza en sí mismo, sin necesidad de creer en el Otro.

Es el “antropocentrismo” renacentista, instalado en la peana, una vez que se ha descabalgado de la misma al viejo-medieval “teocentrismo”.

El hombre va a comenzar la aventura de ser el protagonista (aunque luego lo haga mal y sea víctima de sí mismo) de su propia historia, para bien o para mal.

Nada que ver con Dios, ni para darle las gracias ni para echarle nada en contra. Se vive como si Dios no existiera, al margen de Dios.

Es “el reino del hombre” el que se inaugura.