sábado, 14 de mayo de 2016

EL SENTIDO DEL TACTO ( y 2)

Tú y yo, que nos devorábamos con la vista, que nos comíamos con los ojos y con los oídos, que nos regalábamos a diario palabras bonitas, palabras redondas, palabras pintadas, como bolitas de anís en manos de un niño.

         Tu yo, con nuestros ocho sentidos juntos, fuimos castos a la fuerza, no por mérito, sino por miedo.

         ¿Habrá idioma más universal y más natural que el lenguaje del tacto?. ¿Habrá un idioma  a la vez tan mudo y tan comunicativo?. ¿Pero por que me confundieron identificando sexualidad con genitalidad y ambos con pecado?. ¿Por qué obstruyeron mi vitalidad?.

         ¡Cuántos besos perdidos¡. ¿Dónde irán los besos que no dimos?, porque no fueron besos ahorrados o retrasados.¡Cuántos susurros ya irrecuperables¡. ¡Cuánto fraude cometimos tu y yo a la naturaleza por la mala educación del sentido del tacto¡. ¡Cuánta cuenta corriente vital mantuvimos en rojo, al rojo, en negro. No sólo no ahorramos, perdimos.

         Tu y yo, exploradores avezados con la imaginación, y atadas nuestras manos. Ni castos fueron nuestros besos, porque apenas hubo besos. Besos furtivos, besos corteses, no besos encendidos, me saltaba el diferencial de mi conciencia moral. ¡Qué poca potencia moral contrataron en mi conciencia¡. Intentar una exploración corporal superficial, era saltar el fusible y quedarse a oscuras. ¡Dios¡, ¡Dios¡, ¡Dios¡

         Espero y deseo, amor mío, que la naturaleza nunca nos pase la cuenta porque sería grande la factura.

         ¿Recuerdas a tu perro y a mi gatito?. Chuski y Fali. Nuestros padres nos tenían prohibido tocarlos demasiado porque no crecerían, se quedarían canijos y se “amariconarían”.

         Incluso cuando llegábamos corriendo del colegio, contentos porque el maestro estaba con gripe o se le había muerto su padre, y me echaba corriendo, de golpe, encima de mi madre, y me llamaba bruto, salvaje…y me decía tener poca educación, que no me había quitado los zapatos, que lo ponía todo perdido y que, por si fuera poco, la había despeinado (supongo que a ti la tuya te diría lo mismo). ¡Como si el beso espontáneo de un niño no valiera más que mil peinados hechos por un peluquero de barrio¡.

         Y luego, a diario,  los niños con los niños y las niñas con las niñas. Ningún sentido en contacto; tu yo separados. Tan sólo la imaginación, la loca de la casa, deformándolo todo.

         ¡Qué tacañería vital la nuestra¡ ¡Cuánto tiempo perdido¡,¡cuántas hojas en blanco en el todavía pequeño libro de la vida¡.

         Nunca nadie nos enseñó que contentarse con satisfacer las necesidades vitales no es vivir. La supervivencia no es auténtica vida. El vivir bien ( y todo vivir o es bueno o es un mal-vivir), supone lujo, supone derroche, supone la presencia de lo superfluo pero querido. Vivir bien consiste en verter y verterse más de la medida justa, vivir es pasión y la pasión siempre es desborde, es emanación, es “echar pa que sobre”.

         Nunca nadie nos dijo que  vivir es una actividad, pero que vivir bien es un placer y todo placer supone la presencia de algo extra-ordinario, de lo no necesario, pero conveniente, de superdosis intensivas.

         Siempre nos hablaron de Apolo pero nos ocultaron la manera de vivir dionisíacamente. El orden y la apariencia importaban más que la vida y la esencia. Lo estático y lo fijo más que lo dinámico y vital. Nos cuadricularon, amor mío, nos hicieron laboriosos en vez de convertirnos en lúdicos. El trabajo era sagrado, el juego era superfluo. El trabajo es divino el juego demoníaco. Nos educaron para ser formales, buenecitos,…era un honor para nuestros padres comportarnos como personas  mayores. ¡Qué piropo y qué orgullo cuando alguien les decía “tu hijo es un hombre en pequeño”¡. ¡Qué horror, cariño mío¡ ¡un niño ser un hombre¡.

         Pertenecemos, amor mío, a la generación sándwich. Somos la generación de la disculpa y me temo que seamos cómplices de la generación del desencanto.

         ¿Recuerdas cuando, al entrar o salir, y apenas nos rozábamos y nos pedíamos perdón mutuamente?. ¡Qué barbaridad, Dios, qué barbaridad¡. Nunca nos pedíamos perdón por habernos visto, oído, olido…y eso que  nuestros cuerpos estaban enfundados, empaquetados, arropados, siempre más acá o más allá de la frontera. Tu cuerpo y mi cuerpo nunca fueron tangibles ni chocables.

         ¡Cuántas caricias sofocadas¡ ¡cuánta lumbre apagada¡, ¡cuánta ignorancia táctil¡, ¡cuánta atrofia afectiva¡, ¡ cuánta lejanía estando tan cercanos¡, ¡cuánta biología, anatomía y fisiología¡, ¡cuanta neurona, órganos y sistemas y cuán poca sexualidad y vida¡. Nos enseñaron a saber, pero no nos entrenaron a vivir. ¡Cómo sublimaros nuestros afectos en conocimientos científicos¡ pero ¿ por qué subordinar la vida a la razón ? pero ¿ es que debemos vivir para razonar o razonar para vivir?.

         Así que, ¡cuánta torpeza la nuestra, amor mío, cuando nos encontramos a solas, desnudos, y con el certificado oficial del cura y del juez de que ya podíamos tocarnos…..y a penas sabíamos. Todo fue improvisación. ¡Dios¡ deberíamos, todos, todos los que estamos aquí, estar orgullosos. Deberíamos darnos un beso. Porque hay que ver, ¡Con lo poco que tuvimos y lo alto que hemos llegado¡.







EL SENTIDO DEL TACTO (1)


             

Tú bien sabes, amor mío, que de los cinco sentidos que tenemos (hoy dicen que son más de cinco, pero tú y yo nos entendemos), cuatro de ellos los tenemos en lo alto, en la cabeza, esa parte en forma de cacahuete, medio añadido o medio estrangulado por el cuello y unido a una doble trapecio, también estrangulado por la cintura. Nuestro cuerpo parece una salchicha gorda, estrangulada por dos cuerdas y apoyada en dos palillos y con otros dos palillos acabados en dedos.

         La cabeza, esa “pequeña parcela de siete pozos” (cuéntalos, si no te lo crees), siete agujeros incrustados o encastrados, como rompiendo la figura geométrica. Siete agujeros ( 2 + 2 + 2 + 1 ) siempre al acecho de lo que ocurre en el mundo alrededor para engullirlo y llevarlo a la central de información, desde sus puestos de guardia particulares, haciendo un barrido a todo el horizonte de lo sensible.

         Pero ¿y el tacto?, tú sabes, amor mío, que el tacto es mucho más que un sentido, es un sentido total, está en todas partes. El tacto nos envuelve, nos arropa, él es nuestra frontera, acota nuestra propiedad; más allá de él ya no soy yo. El y yo coincidimos, nos superponemos.

         Te digo aún más, amor mío, un varón o una mujer podrán ser ciegos o sordos o anósmicos o agénsicos y, sin embargo, seguir siendo personas maravillosas, de personalidad elegante, y, aunque limitadas en algo, de trato exquisito. Pero al que le falte el tacto ( anestesia ), sólo vida vegetativa, ¿ qué es? o al que le falle el tacto necesariamente será un mal educado, por no tocar lo suficiente, por hacerlo demasiado, o por hacerlo a destiempo, fuera de lugar o de hora.

         Y es que el sentido del tacto ha sido el sentido maldito, el sentido pecaminoso, el sentido de los pecados gordos, el de los pecados mortales.

         Hoy se habla de la “cultura de la imagen”, todo tiene que entrar por los ojos, coches o colchones, perfumes o créditos bancarios, pornografía o teléfonos móviles. Todo lo audible, todo lo sabroso, todo lo oloroso, tiene que ser visible. Asistimos al desfile de la proliferación, como hongos, de cadenas musicales y de las FM. Hoy cualquier alcalde de pueblo, cuando está aburrido, se monta una emisora municipal o una televisión local para poder ser visto y oído aún por sus opositores (y maldita la necesidad que tenemos de saber que a la Srª. Salustiana le ha salido un juanete en el dedo chico del pie izquierdo). Sabores a granel y gratuitos, programas de cocina en todas las cadenas,”pruebe Ud.”, “degustación gratuita”, “aperitivos variados”, “tabla de quesos o de ahumados”. ¿Y los olores?, colonias, desodorantes, perfumes,….todos ellos con garantía de conquistar a la miss o al mister de turno (hasta trece anuncios seguidos en días prenavideños) y todo para unificar el olor y evitar el olor vital, el olor propio, el olor personal (no el mal olor, para esto basta y sobra con la higiene). ¡Qué contradicción¡ des-odorante, para que huelas, eso sí,  a lo que ellos quieren que huelas, y en frascos chiquitos y precios caros (¿ cómo no va a ser bueno siendo tan poco y tan caro?

         Pero…Y EL TACTO., ¿ dónde, cuándo, una cultura del tacto?.

         Fíjate, cariño mío, ¡qué contradicción¡ “el tocar es intocable”, “el tacto es intocable”. Yo puedo verte, oírte, incluso olerte, …pero ¿tocarte?.

         El acariciar, el rozar, el manosear, el besar, el tocar, el sobar,..Está prohibido, si no es oficial. Lo tocable se convierte en tabú, en intocable, en prohibido y, por si fuera poco, en pecado.

         Todos los demás sentidos pueden practicarse en público, pero el tacto NO. Antes era la última fila del cine o aquel rinconcito del parque, pero hasta el acomodador y su linterna o el municipal de turno eran los encargados de interrumpir el acto más osado de la inmoralidad pública. Criticado por señores de bien y multados por la autoridad competente como escándalo público, cuando tú y yo sólo intentábamos conocernos y reconocernos con el tacto. Siempre arrinconados al ámbito de lo privado.

         ¿ Por qué?.

         Incluso, ¿recuerdas, cariño mío, aquellos primeros viernes de mes, que acudíamos a cumplir con los requisitos de confesión y comunión, para asegurarnos el cielo eterno, y a mí el cura me manoseaba, me tocaba la barbilla casi sin barba o me acariciaba el pelo ( a ti no, porque una rejilla o celosía lo impedía) y casi lo único que me preguntaba aquel cura era si había habido contactos con mi propio cuerpo o con el tuyo, y cuántos, y hasta dónde habíamos llegado, y dónde?.

         La ducha caliente era una tentación y el bidé un manifiesto peligro. El aseo personal como prólogo del pecado por el posible placer prohibido que suponía el tocarse los genitales.

         ¡Cuántas veces no te besé, ni te acaricié, ni te estreché o estrujé entre mis brazos porque le tenía miedo a mi ya estrecha y escrupulosa conciencia moral porque podía estrangular o herniar mi alma. Era una idea fija. Aquel señor, ya viejo, y vestido de negro, encerrado en un kiosco, no precisamente de golosinas, con un silencio y una obscuridad alrededor, despachando recetas espirituales y antivirales, con aquel pelo a cepillo y aquella ridícula coronilla de cinco duros de extensión, con voto de castidad, pobreza y obediencia, y yo, allí, indefenso, aún niño, informalmente vestido y despeinado, con la vitalidad a flor de piel, disfrutando en sueños lo que en la realidad, despierto, sería pecado; y una y otra vez  oyendo aquello de que la médula espinal seguiría desgastando como siguiera yo haciéndome….. y que me quedaría como Lolo, el tonto del pueblo, y que me quedaría delgaducho, y que me moriría tísico ( ¿qué sería eso?, ¿echar sangre por la boca si yo me tocaba los bajos?), y que mis hijos saldrían enanos, feos, deformes porque mi semen estaría cansado, sin fuerzas, debilucho,… y yo sería el responsable no sólo de esos hijos, sino de los hijos de esos hijos….Yo, niño, me acordaba de aquel cuadro de Goya “la imaginación crea monstruos”.


         Siempre pensé que el hombre no era casto por naturaleza sino por mala educación. No era ahorro, era pobreza.

miércoles, 11 de mayo de 2016

LOS HOMBRES Y LOS VALORES MORALES (y 4)

El aplazamiento de los placeres ha caído en desgracia y nadie quiere tenerlo como compañero.

Lo queremos todo aquí y ahora y, además, que no nos suponga mucho esfuerzo.
Las gratificaciones, amplias e intensas, pero, además, inmediatas y fáciles.

Queremos burra, buche y leche, pero son incompatibles la presencia de los tres.

Hace algún tiempo escribí un artículo que lleva por título: “Critica, Criterio y Crisis”.
Y se me escapó que también tienen que ver con el término “crisálida”, que es la metamorfosis, la transformación.

La crisálida se convierte en mariposa.
Pero si brilla, por su ausencia, la Crítica, entonces no aparecerá el Criterio, porque rehuimos la Crisis.

¿Qué tipo de crisálida estamos incubando?.

¿Qué tipo de mariposa saldrá de ahí?.

No podemos hacernos con todo, no podemos hollar todos los caminos. Optar por uno es renunciar a los restantes. Pero no es verdad que lo que nos configura sea todo aquello a lo que renunciamos. Lo que nos transforma es lo que aceptamos y cogemos, no lo que dejamos.

¡Hay tantos productos ahí fuera que nos incitan a tomarlos¡.
Pero nuestra ignorancia no nos permite distinguir los solventes de los disolventes.

¡Cuánto error en nuestras elecciones en esta cultura de la acumulación que nos rodea y que nos idiotiza¡.

Hago mío un pensamiento en forma de pregunta, de no sé quién: “El niño que fuimos ¿se sentiría orgulloso del adulto que ahora somos”?. ¿Hemos colmado nuestras expectativas de niño o hemos fracasado?. ¿En qué recodo del camino cambiamos de rumbo para mejor o para peor?.

Nosotros, los mayores de 55 años, que acudimos casi a diario allá arriba, a El Egido, a impartir o a recibir clases, practicamos la higiene que nos mantiene, no sólo vivos, sino también, y sobre todo, sanos. Practicamos la gimnasia física, al obligarnos a andar; la gimnasia mental, al obligarnos a pensar; la gimnasia social, al obligarnos a la relación con los otros.

El hombre es un ser activo, que necesita hacer ejercicio. Ejercicio variado.
Pero ejercicio no tanto para tomar, para coger, como para saber qué debemos soltar, de qué no debemos depender.

“Si quieres hacer feliz a Pitocles, no le des cosas, quítale necesidades”, sólo así, si no las tiene, no se verá impelido a satisfacerlas.

Se trata de soltar, no de agarrar, se trata de “ser feliz” no de “estar contento”.

¿Si fuéramos conscientes de que debemos sacrificar algo de lo que somos para poder llegar a ser lo que podemos ser, actualizar la potencialidad que somos?.

No debemos renunciar al pasado, que nos ha configurado y condiciona nuestro presente, como no debemos dejar nuestro presente en manos de nadie, porque en él está escrito el futuro, lo que seremos.

El día que nos muramos (porque las personas “nos morimos”, los animales sólo “terminan”,”fenecen”) será cuando los demás (nosotros ya no estaremos) echen la raya de la suma total y digan “esto fue esta persona”.

Porque mientras vivimos estamos operando, sumando o restando, estamos “siendo”, no “somos”.

¡Parece una paradoja¡
TOMÁS MORALES 

martes, 10 de mayo de 2016

LOS HOMBRES Y LOS VALORES MORALES (3)



Cuando se ha instalado la mediocridad, cuando hemos renunciado a nuestras propias armas y estamos desarmados de criterios gnoseológicos y de principios morales, por la dictadura del “se”, somos presa fácil para el demagogo de turno, que es un excelente dominador del lenguaje y que te hace ver lo negro blanco y los cuatro ángulos del triángulo.
Sólo él sabe que es un estafador, pero nosotros no sabemos que estamos siendo estafados por un manipulador del lenguaje, por un mago de la palabra, por un sofista encantador en su forma de decir las cosas.

El demagogo no es que te atraiga a él, es él el que se mete dentro de ti, el que piensa por ti, el que te domina, esclavizándote, en un asedio interior.

Y nosotros, tan distintos al sofista, por pereza y comodidad, sólo somos dueños de un vocabulario canijo, con un lenguaje simplificado, empobrecido, con sólo palabras comodines, somos incapaces de distinguir los matices de la realidad, que nunca es o blanca o negra, sino que se extiende en una amplia gama de matices grisáceos.

Nunca ha habido tanta información y, quizá por eso, nunca hemos estado tan desinformados.
Porque tenemos que elegir qué emisora oír, qué periódico leer, qué cadena de televisión ver.
Y siempre son de la misma cuerda.
No me imagino a un lector de El País que no oiga la Cadena Ser y no vea la 4 o la 6 o quizá la 1ª, como al lector de La Razón oyendo Onda cero y viendo Antena 3.
Y esa opción elegida, ese punto de vista, esa perspectiva, te imposibilita tener otras y ponerte en lugar del otro.
Los otros, ya, serán adversarios (no digo enemigos).

Ese ruido ensordecedor, que hay ahí fuera, de los medios de comunicación te invita a ponerte los auriculares y las gafas. Te aíslan. Te amasan.

Tanta información que en vez de enriquecernos nos empobrece y crea en nosotros la indiferencia, pero por saturación.

Por higiene mental necesitamos poner un filtro, pero ¿qué filtro?. Un autofiltro. ¿Y eso cómo se hace?. Haciéndolo. Pero eso es muy complicado. Pues saldrás a comprarlo ya hecho en el mercado. ¿En qué mercado?. Son tantos que tienes que elegir uno.

Estamos enredados en la maraña y no podemos romper la red.

Desde pequeñitos nos van vacunando para inmunizar nuestro cuerpo, creando anticuerpos, que nos predispongan ante los ataques a nuestra salud corporal, sin embargo qué poco nos preocupamos de los contagios mentales y emocionales del “se”.

Se quejaba la paloma de que le costaba esfuerzo el volar, por la resistencia del aire.
Lo feliz que ella sería sin el aire.
Y Kant tendría que recordarle a la paloma que sin aire no podría volar, ni poco ni mucho, nada.

Igual nos ocurre con la libertad.
Si no hubiera tantas normas….

Sólo se puede ser libre habiendo normas, como sólo se puede nadar entre las dos orillas del río.

lunes, 9 de mayo de 2016

LOS HOMBRES Y LOS VALORES MORALES (2)


Vamos por la vida enarbolando, muy alta y orgullosos, la bandera tetracolor del “hedonismo”, el “consumismo”, el “relativismo” y la “permisividad” (confundida con la “tolerancia” y, peor aún, con el “respeto”) y todos ellos sobre un fondo de materialismo y nihilismo.

Como nada hay, ya, absoluto, todo es relativo, no existe la Verdad, ni la Bondad, ni la Belleza, ni la Justicia, ni… ni…. ya todo vale (como si todo valiera igual), hay que ser tolerante y permitirlo todo (como si toda idea y toda conducta fuera permisible), y lo que más vale es el cuerpo, al que hay que alimentarlo con placeres materiales (hedonismo) y con cosas, con muchas cosas, con cuantas más mejor, porque ellas, su posesión, su uso y su consumo son la felicidad.

Por si todo esto fuera poco, la alta y última tecnología viene, teóricamente a ayudarnos y a hacernos la vida más fácil, pero prácticamente nos nubla la mente y nos confunde.

Del mando a distancia para cambiar los canales de la tele (comodidad) y para abrir la puerta del garaje (comodidad), sin tener que molestarnos, aplicamos la analogía y queremos, también, adelgazar sin esfuerzo físico, aprender sin esfuerzo intelectual, amar y ser amado sin esfuerzo emocional,….

Nos autoengañamos creyendo que existe el chip de nuestro cerebro, y que basta cambiarlo como se cambian las pilas del mando.
Como si tuviéramos en nuestras sienes unos puertos USB al que poder conectar la información para obtener conocimiento y poder ser un poco más sabios.
Y, sencillamente, no es verdad, es una ilusión.

Esto nos hace livianos, débiles, inmaduros, flotantes, demediados, indolentes, …

Seguimos siendo tan simples y elementales que no tenemos otro método que aplicar la Filosofía del Esfuerzo, hoy tan en horas bajas.
Porque hoy, como ayer y como siempre, a nadar se aprende nadando (el conocimiento de técnicas sólo mejora lo ya sabido), como a andar se aprende andando y a escribir escribiendo.
Lo que venga después sólo serán ayudas a la mejora, nunca a la existencia de ese hábito.

Nunca ha habido tanto ámbito de libertad y nunca hemos estado tan desorientados, tan desnortados.
He ahí la causa de la renuncia a los propios principios morales y criterios personales en favor de la disolución en el anonimato del “se”.
Digo lo que “se dice”, pienso lo que “se piensa”, hago lo que “se hace”….
La tiranía del “se….”.

Hoy, más que nunca, muchos hombres, se llamen como se llamen, son “Vicentes”.

Renunciamos a encontrarnos a nosotros mismos, porque es más cómodo perderse en lo social, y no señalarse para no ser señalado.
Así nos sacudimos la ingrata tarea de tener que pensar, para luego decidir.
Que otros piensen por mí.
Me descabalgo, me apeo de mí mismo.

Hoy a cualquier problema le damos la solución del diálogo.
Hay que dialogar.
Hay que consensuar.
Éste es hoy uno de las grandes pecados de la modernidad, el someterlo todo al diálogo.
Pero el diálogo sólo toma el mínimo común múltiplo de todos los dialogantes.
Es apuntarse a la mediocridad y renunciar a la excelencia.
La excelencia, si fuera común, dejaría de ser excelencia, como si todas fueran excepciones no habría regla.

La verdad no puede estar sometida al consenso.

La mayoría podrá vencer pero no por eso tener razón.

domingo, 8 de mayo de 2016

LOS HOMBRES Y LOS VALORES MORALES (1)





Hace no muchos días mi amiga Mayte se lamentaba en “La inocencia pulverizada” de la escena del autobús, en que normalmente usa para subir a clase a El Egido, de dos adolescentes.
Sin criticar (sólo extrañada de) la moderna indumentaria de las adolescentes y admirando sus cuerpos esbeltos, se le retorcía el alma al oír el vocabulario que usaban (“pura pornografía”) que (suponiendo que fuera un lenguaje apofántico) estaría manifestando lo que en su interior pensaban y había.


Ya, entonces, le recordaba a Mayte que nuestros esquemas mentales y morales, como personas mayores que somos, estaban ya casi fijados y que los márgenes de los mismos apenas daban para procesar el vocabulario y la conducta de esta adolescencia.

Como acostumbro a vivir en verano en la Carihuela, paseo a diario hasta la zona de ocio del Puerto de Benalmádena, y sorteo a l@s boteller@s, sobre todo los fines de semana.
Intento procesar lo que veo y me cuesta. Y se me viene a la mente esa especie de revolución oculta que está practicando la juventud y que es una subversión de valores.
No es que yo haya sido un angelito, en mis tiempos mozos, pero no tanto ni así.

Estamos en plena crisis económica y el gobierno, hoy mismo, acaba de aprobar usa serie de medidas (entre ellas mi “congelación”) y con éstas y otras medidas saldremos y superaremos la crisis. Pero ¿y esa otra crisis de conciencia?.
Los occidentales, tan bien protegidos por el sistema asistencial y sanitario, padecemos una enfermedad de la que no sé cómo diablos podremos curarnos y superarla, me refiero a “la enfermedad de la abundancia”.
Abundancia de cosas para alegrarnos el cuerpo al tiempo que padecemos la enfermedad de la pobreza de nuestro mundo espiritual.
Nunca hemos tenido tanto pero, creo que, nunca hemos sido tan mediocres. Los reinos del ser y del tener.

De verdad que somos contradictorios. Yo mismo, en los recreos, voy a tomar café descafeinado, y cuando pido un cerveza la pido sin alcohol o cocacola sin cafeína, y en casa procuro ingerir comida sin calorías, y la mahonesa que sea ligh, y cuando fumaba eran, ya, al final, cigarrillos sin nicotina,…. Todo ligh. Me pregunto si seré yo, como persona, también una persona ligh, y mis hábitos son el reflejo de mi ser interior, como las adolescentes del autobús con su vocabulario. Y, la verdad, me asusto.

Observo, filosóficamente, a la sociedad y deduzco que hemos convertido lo accidental en substancial, lo epidérmico en medular, lo fenoménico en nouménico, lo adjetivo en substantivo, lo periférico en epicéntrico,….

Y cuando veo a esa juventud, que convierte un medio en fin, entregada y persiguiendo el éxito, el poder, el gozo, el dinero (con el que todo puede comprarse porque a todo le hemos puesto la etiqueta del precio), vislumbro ahí a un hombre sin substancia, pura apariencia, mucho hueco, mucho vacío.

jueves, 5 de mayo de 2016

LA FIRMA DE DIOS (3)

Yo no sé si los pobres son los bienaventurados, más bien creo lo contrario, porque ellos siempre tienen dos desgracias: una, ser pobres, y la segunda, como las desgracias nunca vienen solas, a la pobreza propia se le une el olvido ajeno y, en consecuencia, la situación de desamparo.

¿Es que los adobes peruanos están empecatados mientras las estructuras antisísmicas occidentales y japonesas están bendecidas por los dioses?

¿O es que a Dios le es más grata la ciencia y la tecnología de los ricos que los adobes manuales y artesanos de los pobres?

¿Será que Dios está con el progreso y todas estas desgracias “naturales” son mensajes a los pobres para que salgan de su atraso y progresen?

Los muertos nunca protestan ni reivindican pero hay que ver lo agradecidos que están a Dios aquellos que se salvaron de terremoto, del atentado, de la hambruna, de la epidemia,…

Me recuerda a aquel al que le tocó la lotería y exclamó, con un gesto de agradecimiento: “Dios es justo. Dios existe”. Ya tenemos a un converso o a un requeteconverso más y elevado a la enésima potencia.

Al que cree en Dios todo lo que ocurre en este mundo, sea bueno o malo, lo reafirma en su fe, sumamente agradecido, al igual que al que no cree lo reafirma en su descreimiento.

Los que creen están convencidos de que Jesús, con su muerte en la Cruz pagó todas las multas, que teníamos acumuladas, de todas las infracciones cometidas por todos los hombres a lo largo de todos los tiempos.

Los que no creen dicen que ellos nunca han tenido coche.

¿Nos convenceremos alguna vez de que la fe son creencias, sin pruebas concretas, y que las llamadas pruebas son pseudopruebas, al ser sólo emocionales, sentimentales, que nacen, crecen, viven y permanecen solo en el ámbito privado?

Porque si se prueba ya es saber y no creencia.
¿O es que hay personas interesadas en falsificar la firma de Dios?

Guerras y terremotos.

¿Pero qué decir del reciente maremoto, que nos han pasado por la tele una y otra vez, de Samoa, de magnitud 8,3, que tuvo lugar a las 7 de la mañana, y que a los 20 minutos se produjo el tsunami que penetró 800 metros tierra adentro, con las consecuencias catastróficas que uno puede imaginarse?.

Yo me acordaba de mi Málaga si algo parecido ocurriera.

¿O qué decir de las hambrunas africanas?

En Mayo de este mismo año, 2.009, se calculaba que al menos 13 millones de africanos necesitaban desesperadamente ayuda alimenticia.

Angola, Malawi, Zimbabue, Kenia,…
10.000 niños diarios más de la cuenta mueren a diario, en el mundo, cuando no llueve (como este año) o cuando llueve a destiempo.

Por si fuera poco, la ausencia o malas condiciones de las infraestructuras viarias, por las que podría llegar la ayuda humanitaria, agravan el problema.
Y cuando no es el retraso científico-tecnológico son las guerras tribales, raciales, civiles…

¿Qué hemos hecho, Dios, para merecer todo esto?

Ah, se me olvidaba, la solución dice tenerla Al Qaeda, que, en nombre de Dios, secuestra, atenta, lucha, mata,….

¿Cómo puede soportar un Dios que, en su nombre, se mate y se muera tan alegremente?

¡¡¡¡¡¡Qué horror ¡¡¡¡¡¡¡¡¡

¿Ahora mismo? Los millones de refugiados huyendo de una guerra que otros han originado: Siria, Afganistán, Irak, África subsahariana,…

 “¿Dónde estuvo Dios?”

“¿Dónde esta Dios?”


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miércoles, 4 de mayo de 2016

LA FIRMA DE DIOS (2)


Recuerdo, igualmente, las colectas públicas en las iglesias, en mi juventud, para recaudar fondos para los peruanos que, en 1.970, sufrió un terremoto de intensidad 7,8 en la escala de Richter, a consecuencia del cual murieron 80.000 personas, más 20.000 desaparecidos, más 3 millones de afectados.

Por si fuera poco, Perú ha sufrido otro muy reciente, en el 2.007, de 8,1 de intensidad, en el que, entre otras consecuencias, más de 76.000 viviendas fueron destruidas.

Cuando la gente preguntaba el porqué, los de siempre respondía lo de siempre, la culpa del terremoto es de los hombres y sus pecados. La misma respuesta que se dio en el siglo XIV al porqué de la “peste negra” que diezmó Europa.

Pero son muchos siglos de distancia.

¿Es que son más pecadores los pobres que los ricos?, ¿No son ellos los “bienaventurados?. Pues “vaya buenaventura”, como si los peruanos o turcos o negros africanos fueran más pecadores que europeos y japoneses. Porque se calcula que el terremoto de Perú habría causado en Japón no más de 15 muertos.

No es de extrañar, pues, que apareciera, entonces, una viñeta en la que aparece Dios tumbado en el diván de un psiquiatra, al que le pregunta: “Doctor, ¿yo existo?”.

Sin comentarios.

Todos hemos recurrido y recurrimos (yo, el primero) a la Wikipedia.
Wikipedi
a o la Enciclopedia Libre, es “uno” de los múltiples proyectos (sin duda, el más conocido) de la Fundación Wikimedia, organismo sin ánimo de lucro, pero hay varios más (Wikiccionario, Wikilibros,… y uno al que, a mí me gusta visitar, Wikiquote, “colección de citas famosas”.


Allí aparece una frase o cita de un portugués, psiquiatra, periodista, participante en la liberación de Angola y candidato a Premio Nobel. Se llama Melo Antunes.

“El azar es el pseudónimo que utiliza Dios cuando no quiere firmar”.
Cita que también la he encontrado como “El azar es la firma de Dios cuando quiere permanecer en el anonimato”.

martes, 3 de mayo de 2016

LA FIRMA DE DIOS (1).



Cuando yo era estudiante, algunos de mis profesores rizaban el rizo para mostrar tanto la Inmaculada Concepción de María como la maternidad y virginidad de la misma, al mismo tiempo.
Empleaban el siguiente argumento:

“Si Dios Pudo (hacerlo) y no Quiso, no es Dios, porque no sería Infinitamente Bueno.

Si Quiso y no Pudo, tampoco es Dios, porque no sería Omnipotente.

Es así que en la esencia divina está el ser Infinitamente Bueno y Omnipotente
Por lo tanto Pudo y Quiso. Luego María fue….”.

Claro que aplicando ese mismo argumento podríamos preguntarnos y preguntarles qué ocurre hoy mismo, que cuando no es una guerra es un terremoto y cuando no es una sequía es un tsunami.
“Si Pudo y no Quiso evitarlo…… Si Quiso y no Pudo evitarlo….Es así que en la esencia de Dios…..Luego….”

Luego ¿qué?

¿Dónde está la firma de Dios?
¿Será verdad que “Dios escribe con los renglones torcidos” como decía un libro que leí de adolescente, y que por eso no nos enteramos de sus mensajes?

Un día sí y otro también tenemos una guerra, civil, racial, internacional,… (Da igual, pero las tenemos). Y también muertos por aquí y muertos por allí, directos, más los de los efectos colaterales.

Y cuando no es una guerra es un terremoto o un maremoto,…Yo ya no sé si es que Dios no Quiere o no Puede graduar la escala Richter o ésta se le ha ido de la mano, pero lo cierto es que, casi siempre, las consecuencias, donde más se hacen notar es lejos de los países ricos y siempre les toca a los países pobres, como dejados de la mano de Dios, cuando precisamente ellos …

Otro de las cuestiones típicas de aquella filosofía escolástica que me enseñaban en la Facultad era cómo era posible compaginar la Omnipotencia divina y su infinita Bondad con presencia del mal en el mundo.

Es lo que se preguntaron aquellos intelectuales liberales ilustrados del siglo XVIII cuando a las 9,20 horas del día de Todos los Santos de 1.755, estando oyendo misa muchas personas, Lisboa casi desapareció del mapa.
Lisboa tenía, entonces, 275.000 habitantes, Se calcula que murieron 90.000. El seísmo que debía haber sido, con las mediciones modernas, de 9 en la escala Richter, fue seguido de tres maremotos más, por si fuera poco o faltara algo, un incendio, causando la destrucción casi total de Lisboa, capital de un país devotamente católico, con muchas inversiones en asuntos religiosos y una amplia e intensa actividad evangelizadora.

Y los ilustrados se preguntaban el porqué.

Voltaire, siempre a la vanguardia de la filosofía crítica arremetía contra Leibniz y Alexander Pope si éste era “el mejor de los mundos posibles”.