lunes, 30 de diciembre de 2013

5.4.- LA POLÍTICA


 
“Política” viene del griego “polis” = ciudad o, mejor, “ciudad-estado”.

Como todo estado pues la polis griega tenía sus instituciones legislativas, ejecutivas o de gobierno y judicial.

Las polis griegas eran, pues, “autónomas”, “autárquicas” y “autosuficientes”, aunque después,….

Cada ciudad era “polis”, lo que significa que había tantas formas de gobernarse como polis.

Sin embargo, la polis por excelencia, era Atenas. Cuna del saber y de la democracia.

Es, pues, un invento griego cuando todos los hombres libres tuvieron la oportunidad de intervenir activamente en la vida común.

En las reuniones de esos hombres libres se trataban los problemas de la ciudad y modos de resolverlos, buscaban el bienestar de todos, entre todos se tomaban las decisiones y lo decidido en asamblea tenía fuerza vinculante para la autoridad construida, que debía ponerlo en práctica.

Sólo los hombres libres eran los que intervenían y gestionaban los asuntos públicos pero, en el conjunto de la polis, eran minoría, ya que también vivían en ella los esclavos, los metecos o extranjeros domiciliados y los periecos o sometidos.

A tener en cuenta que ni las mujeres, ni los muy ancianos, ni los niños intervenían en las asambleas decisorias, lo que quiere decir que no más de un 15% de personas eran los “políticos”.

El gobierno de la polis es un proceso degenerativo desde la Monarquía (la mejor) que cuando degenera pasa a manos de una Oligarquía (los más ricos) para degenerar en el gobierno de todos (Democracia) la cual acabará degenerando en Demagogia o caos social.

Pero, cíclicamente, saldrá alguien excepcional que tome el poder (Monarquía) que, a su vez, degenerará….

El interés de Platón por su polis, Atenas, es lo que le llevó a fundar la Academia, primer centro de estudios políticos donde se formaron gobernantes para toda Grecia.

Los planes de Enseñanza/Educación que propone en La República, con unos procesos selectivos para poder pasar de nivel hasta llegar al último, el de los filósofos-gobernantes es digno de admirar.

La enseñanza/educación era común a niños y niñas, aunque éstas, posteriormente, lo abandonaban y se instruían en las labores típicas de la mujer, en lo que, con el tiempo, se denominaría “sus labores” (casa, cocina, niños, mercado,…), administración de la casa.

Los niños que no pasaban el primer grado selectivo quedaban en el nivel social de artesanos o trabajadores, que serían los encargados de “alimentar” a la polis.

Los que pasaban la selección se instruían en Ciencias que tuvieran que ver con los números.

Tras el posterior proceso selectivo, los que no lo superaban, se quedaban en el segundo nivel o clase social, el/la de soldados o guardianes o guerreros o /militares,.. a cuyo encargo quedaba “la defensa” de la polis, tanto de enemigos internos como de enemigos externos.

Los que superaban el corte de selección se preparaban, teórica y prácticamente, para dirigir la polis hacia el bien común. Era la clase más alta, la de los gobernantes o filósofos.

Toda su teoría política se muestra tanto en La República como en la posterior y menos ideal, más pragmática, Las Leyes.

Esa polis o ciudad ideal debe construirse a imagen del hombre y como en el hombre hay tres almas o tres funciones del alma con residencia o localización en una parte del cuerpo (alma racional-cerebro, alma irascible-pecho y alma concupiscible-abdomen) debe haber tres clases sociales.

Que nadie crea y admita que así se gobernaba y se vivía en Atenas. Toda esta estructura ideal es una utopía, de cómo debería ser una polis perfecta. No es una descripción de Atenas. Todo es muchos más imperfecto, tanto en el hombre como en la polis.

Pero esta sociedad ideal, integrada por clases sociales, con sus funciones correspondientes inspirará la organización estamental de la Europa Medieval y Moderna.

En Aristóteles las Ciencias Prácticas estudian al hombre como individuo (Ética) y como ciudadano (Política) y, siguiendo la tradición griega, la Ética queda subordinada a la Política. La polis está por encima de tanto la familia (Economía) como del individuo.

Sólo en la polis el hombre puede realizarse y actualizar (poner en acto) todas las potencialidades que encierra (tiene en potencia). Las demás instituciones le vienen cortas. Porque el individuo es, sobre todo, una parte de la polis.

El ciudadano se realiza plenamente cuando su vida es útil para sus conciudadanos, para la prosperidad de la sociedad en que vive.

A su vez, la polis alcanza su plenitud cuando educa a todos sus ciudadanos por medio de leyes, usos y costumbres.

Al respetar esa normativa común el hombre no obedece a otro hombre sino a la misma razón, manifestada a lo largo de los siglos.

Aristóteles, como cualquier griego de su época, considera a la mujer inferior al varón, admitiendo, además, la esclavitud, como “algo natural”.

“La naturaleza ha hecho a unos libres y a otros esclavos”

Lo que ha supuesto siempre y su pone una merma o mancha en su pensamiento social con tan elevada racionalidad en su filosofía.

¿Cuál es la mejor forma de gobierno? Pues depende de cada polis (de su número de habitantes, de su ubicación, de su economía,…

Las formas de gobierno son puras cuando buscan el bien común de la polis, gobernando Uno (Monarquía), Varios (Aristocracia, los mejores) o Todos (Democracia, el pueblo).

Serán impuras cuando busquen intereses privados en vez del Bien público y degeneran en Tiranía, Oligarquía y Demagogia.

Si hubiera Una persona excepcional, o si hubiera VARIAS,…la cosa quedaba clara, ellos gobernarían, pero como estas condiciones no son frecuentes, lo mejor suele ser un régimen mixto: democrático en las instituciones inferiores, aristocrático en las minorías selectas y monárquico en el poder supremo.

Después de Atenas llegaría el período Helenístico de Alejandro Magno.

Posteriormente Roma y su Imperio.

Y en el siglo V, caída del Imperio Romano de Occidente que queda en poder de los grupos bárbaros.

Es cuando comienza el poder de la Iglesia como Institución, que ocupará toda la Edad Media, hasta el Renacimiento y la Época Moderna.

Las clases sociales medievales serán tres: los que trabajan, los que rezan y los que guerrean.

La Iglesia detenta, en la práctica, los dos poderes: el poder religioso y el poder civil.

La teoría vigente de que “el poder viene de Dios” pone en evidencia que el poder religioso lo tiene por donación de Dios y el poder civil tiene que pasar por el reconocimiento y visto bueno de la Iglesia, por lo que, en la práctica, ella quita (con excomuniones) y pone (con coronaciones) el poder civil en manos del Rey o del Emperador.

La Edad Media es un período geocéntrico. Todo (la vida, la política, la economía, la ética, la familia,….) pasa por una concepción religiosa, geocéntrica.

Hasta el siglo XIV en que con Guillermo de Ockham va a romperse ese monopolio y, poco a poco, a través de una nueva clase social, la burguesía, la sociedad va a pasar a ser antropocéntrica (Renacimiento y Época Moderna).

Por si esto fuera poco la Iglesia, que en sus primeros momentos coincidía con los límites del Imperio Romano, perdió, desgajándose, todo el Imperio Oriental, con capital en Constantinopla (posteriormente Bizancio) con una religión ortodoxa y una cultura bizantina.

Con sólo dominio, durante la Edad Media, de la parte Occidental del Imperio, comienza a romperse desde dentro, con Lutero y la Reforma, que logra, con apoyo de la burguesía alemana, separarse de Roma.

Sólo le quedaba a la Iglesia Romana el dominio del cuadrante sur-occidental del Imperio.

El Regalismo, los nuevos estados, el triunfo de la Ciencia, la Revolución Francesa, La Ilustración, la Diosa Razón, La democracia,… secularización creciente.

Si analizamos nuestro siglo XXI comprobamos que nuestra concepción de la política está determinada por nuestra herencia greco-latina.

La política, hoy, es “el arte de tomar (llegar) al poder, de conservarlo (si ya se tiene o de intentar conseguirlo si se está en la oposición) y de utilizarlo”.

Pero también es “el arte de compartirlo”, porque no hay otra forma de conquistarlo que apoyándose en grupos sociales.

La verdad es que la Política es por defecto, porque si lo que reinase entre los hombres fuese la Ética sobraba toda la Política, sobraban las leyes, la policía, los tribunales, el ejército,….

Pero como esto es una Pura Utopía, porque los hombres son hombres y no ángeles, es por lo que hace falta la Política.

Si la Ética nos dice que debemos ser justos y todos y cada uno lo fuéramos ¿para qué iba a hacer falta la Política?

Pero como eso nunca ha sido, no lo es y, a no ser hipotéticamente, nunca lo será, de ahí la necesidad de la Política, que va más allá de la Ética y que te sanciona si no eres justo.

La política no es el reino de la moral, ni del amor, sino el ámbito de los conflictos de intereses que han de ser resueltos de forma pacífica...

Si la obligación Ética pretende validez universal (para todos los hombres, en todos los sitios, en todas las épocas,…) la Política se ciñe a lo particular (esta sociedad, aquí, ahora,…).

La Ética nos dice que “todo hombre tiene derecho al trabajo” y la Política pretende evitar el desempleo y crear puestos de trabajo para que se realice ese derecho que todo hombre tiene. Ella es la que proporciona y pone en funcionamiento los mecanismos para combatir el desempleo.

La Paz es un ideal Ético, y todos deseamos que entre palestinos e israelíes reine la paz y cada uno reconozca al otro como país, pero esa paz sólo puede conseguirse con negociaciones políticas. De la noche a la mañana ninguno de ellos sufrirá un ataque de Ética y reinará la paz. Como no se dará, de la noche a la mañana, milagrosamente, los puestos de trabajo.

El “hombre es social por naturaleza”, es verdad. Pero también es verdad que es “egoísta por naturaleza” (y no sólo “egocéntrico”, como el niño).

Es lo que Kant llamaba “la insociable sociabilidad del hombre”, lo que hace que no pueda prescindir de los demás ni renunciar enteramente a sus deseos.

Y ponía Kant el ejemplo de los árboles de una alameda, su competitividad entre ellos para llegar más alto con sus ramas para tomar la luz del sol, siendo los árboles más rectos, mientras los del exterior de la alameda son los más retorcidos y los más bajos, porque no tienen que esforzarse para tomar la luz del sol.

Por esta razón necesitamos la política.

         .- Para que los conflictos que surjan entre los hombres se resuelvan sin violencia.

         .- Para que nuestras fuerzas se sumen, en lugar de oponerse y contrarrestarse.

         .- Para librarnos de la guerra y del miedo a la barbarie.

         .- Porque no somos enteramente ni sabios, ni justos, ni buenos, ni solidarios, pero queremos serlo, por eso necesitamos, también, un Estado.

La política es “la gestión pacífica de los conflictos, de las alianzas y de las relaciones de fuerzas”

Es, pues, “el arte de vivir juntos en una misma ciudad y en un mismo Estado, con gentes que uno no ha elegido sino con las que se ha encontrado y que, muchas veces, son nuestros rivales, tanto o más que nuestros aliados.

Lo que supone compromisos, acuerdos para zanjar los desacuerdos, enfrentamientos pero regulados por leyes, una lucha por el poder y, sobre todo, la aceptación de una autoridad común.

De otra forma sólo habría violencia, que es, precisamente, lo que la política trata de evitar.

La política es la única paz posible, y esto dice todo sobre su grandeza (otra cosa son los políticos y su forma de hacer política).

Sin un poder legítimo no hay política, sino violencia del más fuerte.

Queremos un poder que garantice la convivencia pacífica y, para eso, le obedecemos libremente.

Si hacemos política es para ser libres, para proteger nuestras libertades fundamentales. Ella es la garantía no un obstáculo.

¿Alguien desearía vivir completamente solo, o en guerra permanente de todos contra todos? ¿”Una vida solitaria, menesterosa, penosa, casi animal y, además, breve” –como dice Hobbes?

Por eso es mejor una autoridad común, una ley común, un Estado: es mejor la política.

Nos equivocaríamos si viéramos la política como una actividad secundaria y despreciable, pues la verdad es lo contrario: ocuparse de la vida en común, de los destinos de una comunidad humana, es una tarea esencial en la que nadie, en menor o en mayor grado debe desentenderse, a pesar de que los políticos, muchas veces, a ello nos inciten con sus comportamientos tan poco ejemplares.

 No participar en la política, en la medida de las posibilidades de cada uno, es un gran error y una irresponsabilidad.

Es verdad que, en nuestras democracias, es imposible la participación directa en ella de una gran mayoría de nosotros, pero sí es posible, es real, la participación indirecta y efectiva en ella, colaborando en instituciones económicas, artísticas, culturales, deportivas, benéficas, asistenciales,…

Sólo así se favorece lo que debe ser toda sociedad: un ámbito pacífico de colaboración común; un conjunto de personas que, lejos de ser títeres del Estado, son capaces de organizarse con inteligencia y libertad.

Sólo esa libre asociación, esa creación de instituciones intermedias entre el individuo y el Estado protege a los particulares, pues hace imposible la omnipotencia del Estado.

Las personas, al unirse entre sí y dar lugar a la sociedad, no son simples súbditos o sujetos pasivos de los poderes estatales.

Tienen, por el contrario un papel activo que se concreta en forma de derechos políticos y deberes cívicos.

La libre asociación y creación de instituciones es un derecho y un deber ciudadano, una protección frente al peligro de un poder burocrático, impersonal y arbitrario.

En este sentido los medios de comunicación desempeñan un relevante papel político cuando defienden un espacio público libre para el debate.

Al permitir la expresión de la opinión pública ejercen un eficaz y deseable control de la autoridad.

Y todo ello, a pesar de la mala imagen dada de los políticos de primera fila, los que están en puestos claves y significativos.

Habría que modificar la ley electoral para poder elegir a los que, realmente, consideremos dignos y capaces de representarnos en los órganos decisorios del Estado y no, como hasta ahora mismo, que tenemos que elegir, por listas cerradas, a personas con las que discrepamos pero que es el partido de turno quien lo decide.

“Si quieres votar este programa, tendrás que elegir a estos candidatos, y por orden de lista”.

Votar o no votar, esa es la cuestión. No votar a ese o al otro.

Un modo de mecanismo imperfecto sin tener que rendir cuentas ante sus votantes, constantemente.

Y así, cada cuatro o menos años.

Esto es lo que, muchas veces, desanima.

domingo, 29 de diciembre de 2013

5.3.- LA JUSTICIA.


 
Nacemos necesitados. Necesitamos convivir. Nos vemos obligados a vivir en sociedad. Todos. Así que necesitamos jugar limpio, sin marcar las cartas ni salir con ventaja calculada.

Respetar de común acuerdo esa necesidad de estar relacionados es empezar a ser justos.

Al nacer, la naturaleza funciona siguiendo el instinto de supervivencia y conservación de la propia vida, para lo que ni siquiera nacemos capacitados y tienen que ser nuestros padres (sobre todo la madre, aún desde antes de nacer) los que adivinen nuestras necesidades de todo tipo para ir satisfaciéndonoslas.

Cuando se abandona el palomar infantil y ya hay que convivir y pelear con otras palomas, cuando se sale del claustro familiar y se ingresa en el claustro social todo es, ya, un poco menos fácil o más difícil.

Porque ya no son los intereses de uno sino los de todos los que se mueven en ese ágora social.

Es eso lo que exige inventar la justicia.

Y decimos bien, “inventar”, porque si algo reina en la naturaleza es la fuerza, el poder de la fuerza, y habrá que inventar mecanismos para que el más fuerte no se coma al más débil y todos tengan derecho a la vida.

Mientras la norma de los animales, en general, es comerse unos a otros, los animales humanos hemos creado la “justicia” para que eso no ocurra entre nosotros, porque la pura naturaleza, dejada a sus anchas,….

Justicia – iustitia – iustum – lo justo – lo suyo (ni más de, ni menos de, sino “lo suyo”, lo justo.

Tan in-justo es el más como el menos. Y la injusticia es un vicio.

Decimos que una “puerta está viciada” cuando “no ajusta” en su marco. Cuando no cierra porque “sobra” puerta, o cuando se pasa del marco y no cierra porque “falta” puerta. La puerta justa es la que ajusta, la ajustada.

Pero el cordero no tiene derechos ante el león para exigirle que respete su vida.

Entre los animales no hay derechos, porque tampoco hay deberes. El único deber que tiene cada animal es satisfacer su instinto, de cualquier tipo de instinto.

“Dar a cada uno lo suyo” es la definición de “justicia”.

Pero no por “gracia”, por pena, por piedad, por misericordia, por humanidad, por….sino por “deber”,

Porque el otro tiene derecho a lo suyo, los otros tienen el deber de respetarle y darle lo suyo.

Si uno viviera en solitario no habría ni se necesitaría “justicia”.

Los romanos decían que “iustitia est ad alterum” (la justicia tiene relación, está relacionada, con los otros). Tiene que haber otros ante los cuales reclamar justicia y pedir lo suyo, lo que le corresponde, y los otros deben respetárselo, dárselo.

 Si existe el “deber de” es porque existe el “derecho a”.

La “justicia” presupone el “derecho”.

Y un derecho sólo puede existir en un sujeto capaz de poseerlo y de reclamarlo.

Todo lo que hacemos afecta a los otros, porque afecta a la sociedad.

Del mismo modo que el bienestar de todo el cuerpo necesita del bienestar de todas sus partes (el dolor de muelas o la rotura de una pierna lo impediría), igualmente la salud del cuerpo social necesita la salud de los individuos que la forman.

Que un familiar sea drogadicto o alcohólico afecta al bienestar de la familia, como un ciudadano ladrón o asesino afecta al bienestar de la sociedad.

Lo que, a simple vista, parece totalmente privado, analizado detenidamente no lo es.

Las acciones externas que realizamos provienen de lo que internamente hemos pensado y decidido.

La justicia sólo afecta, o sólo preferentemente, a las acciones externas, a lo que hacemos o decimos, no a lo que pensamos, sentimos, deseamos, queremos.

Sólo la acción exterior es capaz de quitar o devolver algo al otro.

“De internis, neque ecclesia” –dice el adagio. De lo que pensamos, del mundo interior, nadie, salvo nosotros mismos, puede saberlo y, además, a ello no le afecta la justicia, que sólo se mueve en el campo externo o de las conductas, en lo que hacemos.

Fueron los griegos los primeros que tuvieron que enfrentarse al hecho de construir una “polis” (no una “urbs”, sino una “civitas”), una ciudad o sociedad de hombres libres, lejos, ya, de los antiguos poderes absolutos.

Esa “polis” compuesta de/por ciudadanos libres va a ser un campo de muchas posibilidades pero ambivalentes.

En ella, libremente, puede obrarse bien o puede obrarse mal.

Es lo bueno y lo malo que tiene la libertad, la posibilidad de hacerlo bien o de hacerlo mal.

Menos mal que está la ley.

“Sois libres –dice Herodoto- pero no completamente, porque tenéis un dueño, que es vuestra ley”

Las leyes atan, porque “ligan”, pero la libertad puede desatarse de la ley y obrar ilegalmente.

Luego vendrá la sanción, pero, precisamente, por poder obrar mal. Si estuviéramos determinados….

“Justicia Social” es “el ajustamiento de todas las partes que deben constituir un todo ordenado, la sociedad”

La Diké, como justicia universal, es el orden de la “naturaleza”, que incluye el orden de la “polis” y el orden de “las cosas humanas”, cumpliéndose cíclicamente.

A los tiempos de la “perturbación de la justicia” (injusticia y/o desorden) les sigue los tiempos de “cumplimiento de la justicia” (orden y/o justicia).

“Cosmos” à “Caos” (catástrofe o adikía) à “Diké” à “Cosmos” (orden) y vuelta a repetirse el ciclo

Es, pues, entre los griegos, en primer lugar una “concepción cósmica” que, ya con Platón y posteriores, pasará a ser “concepción ética”.

“Encaje”, “justeza”, cada pieza cósmica (agua, aire, tierra y fuego) encaja con las demás. Ni demasiado ni demasiado poco, en cada uno de ellos, sería un desequilibrio, una “injusticia o desajuste” en la naturaleza.

En el pensamiento griego, en su concepción cíclica del tiempo, la “justicia” se cumple cíclicamente, mientras en la concepción lineal del tiempo en el pensamiento cristiano la “justicia” tiene lugar “una vez para siempre”, que será en el fin del mundo. Y ya no hay posibilidad de dar marcha atrás y retractarse. Para siempre en “el cielo” (los justos, los buenos, los virtuosos) o para siempre en “el infierno” (los injustos, los malos, los viciosos).

Con la creación del hombre surgió el “Cosmos, orden justicia”, pero el hombre “peca”, desobedeciendo, y se produce el “caos o injusticia o desorden” con el pecado original. Habrá que esperar que vuelva Dios, en la persona de Cristo para librarnos del pecado, ordenarlo todo otra vez, equilibrarlo, indicarnos el camino correcto y ya, cuando llegue el fin del mundo, “al final de los tiempos” volverá Dios a “juzgar a los vivos y a los muertos” y según sea el juicio a cada uno…..

“Desorden” o caos à “Promesa” à “Pleroma” o cumplimiento à “Parusía” y cosmos.

El Pasado (el que ha de venir) à el Presente (el que ha llegado) à el Futuro terminal (el que ha de volver).

Si Diké dice relación a la Naturaleza, a la Fisis, a la Física, la Dikaiosyne, como virtud, entra en la Ética, bien a nivel del “alma” (individual) como virtud individual o bien a nivel de “polis” (sociedad) como virtud social.

Ya en otros artículos me he extendido en el ajuste entre las partes o funciones del alma en PLATÓN (almas vegetativa, sensitiva y racional), en su relación con el cuerpo (cabeza, tórax o pecho y abdomen o barriga), con las tres virtudes éticas (prudencia, fortaleza o valor, y templanza o moderación), con las tres clases sociales (gobernantes o filósofos, guerreros o militares y trabajadores o artesanos), con los componentes del mito del carro alado (auriga, el caballo dócil y el caballo indócil o desobediente) o con el mito de las edades (edad de oro, edad de plata y edad de hierro).

La JUSTICIA es la virtud que se da cuando cada parte hace “lo suyo”, cuando cada una cumple su función adecuadamente, ni más ni menos, cuando se da una jerarquía entre ellas, entonces el “hombre justo es el hombre equilibrado, encajado”.

Es, sin embargo, con ARISTÓTELES cuando el aspecto de la Justicia “para con el otro” constituye propiamente la Virtud de la Justicia como el “hábito de entregar a cada cual lo “suyo””

Y al decir “lo suyo” hacemos hincapié en el aspecto objetivo y real de esta virtud.

“El otro” tiene su parte en el mundo y hay que dársela y/o respetársela. No se trata de mi talante o de mi compasión con él el que él goce de su parte.

Anterior a mi voluntad de justicia existe una ordenación de las partes del mundo hacia cada hombre.

La Justicia como virtud es la realización de las cosas justas, no se trata de una concepción subjetiva, sino objetiva, de la justicia.

La Justicia ejecuta “el bien”, que es algo dado y anterior a la ejecución misma.

La relación “necesidades subjetivas de base que todos tenemos – cosas objetivas que las satisfacen” es una Justicia Objetiva, que responde a la relación objetiva “necesidad-cosas”

Cuando una madre de mamar a su hijo no hace nada raro, o “de más”, lo único que hace es obrar justamente. Y cuando los padres lo crían, educan, socializan,… no hacen nada extra-ordinario, sino lo ordinario, lo justo, lo suyo, es lo que tienen que hacer, es su obligación.

Es el niño el que tiene derecho a que les satisfagan las “necesidades” con esas “cosas” que hacen los padres.

Cuando sea mayor de edad será su obligación satisfacerse, con “cosas” sus “necesidades”. Los padres ya no están obligados. Si lo hacen, lo hacen por amor, por…lo que sea.

Igual que tiene derecho a independizarse y el padre ya no puede impedírselo, cosa que sí tiene cuando es menor de edad.

Derechos y deberes.

Los gobiernos y las leyes deben definir y respetar los derechos fundamentales de las personas:

         -A la vida, a la libertad y a la seguridad.

         -A la igualdad ante la ley.

         -A la propiedad y al trabajo en condiciones dignas.

         -A la educación y a la cultura.

         -Al descanso, a la asistencia médica, al vestido.

         -A la vivienda y a los servicios sociales necesarios.

Una “justicia legal” puede ser “injusta” si la ley es injusta.

La “justicia moral”, como virtud es “el respeto de todos los derechos de la persona humana”.

Una sociedad en la que haya individuos sin satisfacer sus necesidades básicas objetivas es una sociedad injusta.

La justicia es algo “objetivo” que los hombres han de convertir en “real”.

El concepto de justicia implica una igualdad de naturaleza de/en todos los hombres.

“Todos los hombres (varones y mujeres) somos IGUALES, no Desiguales, aunque, luego, seamos DISTINTOS no idénticos”.

En las relaciones entre los hombres ARISTÓTELES distingue hasta 5 ó 6 tipos de justicia (ya ampliado en otros artículos).

La Justicia es la “virtud de lo igual”, la virtud que regula el trato de hombre a hombre dentro de la vida comunitaria, basando este trato en la “Igualación”.

1.- Justicia CONMUTATIVA, es la que preside con su “Igualdad” todos los intercambios entre los hombres. Ante el pescadero o el estanquero o el farmacéutico quienes van a comprar su producto son “iguales”. Los boquerones, el tabaco y la medicina valen “igual, lo mismo”, tienen el mismo precio sea varón o mujer, creyente o ateo, joven o viejo,…. La relación de IGUALDAD preside la Justicia Conmutativa. Es la relación de uno a uno, entre individuos, comprador-vendedor.

IGUALACIÓN  en las transacciones  entre ciudadanos.

Tratar a “todos por igual”.

2.- Justicia DISTRIBUTIVA, viene presidida por la PROPORCIONALIDAD, ya no por la Igualdad. Habrá que darle a cada uno “lo suyo” que no tiene por qué ser “igual o lo mismo”. El maestro tiene derecho, por ser maestro, a presentarse a oposiciones de Profesor, quien no sea maestro, no.

Es la que rige las relaciones entre el TODO social (la sociedad) y las PARTES (cada uno).

La Persona tiene sus derechos ante la Sociedad (como el maestro) y la Sociedad tiene el deber de “darle, proporcionarle, lo suyo, lo que, en justicia, le corresponde”).

Tratar desigualmente a los desiguales e igualmente a los iguales. Darle a cada uno lo suyo no es darles a todos por igual.

Los “cargos” y las “cargas” deben ser repartidos proporcionalmente.

Es una relación del Todo con las Partes y de las Partes con el todo

IGUALACIÓN en la distribución de cargos (bienes) y cargas

3.- Justicia PENAL. Es la que rige entre el no cumplimiento de una norma obligatoria (pararse con semáforo en rojo, saltárselo) y la pena correspondiente.

Ni matarlo (sería un castigo “injusto”, por exceso), ni multarlo con 1 euro (sería, “injusto”, por defecto)

¿Cuál es la pena adecuada, “justa”, entre la infracción de una ley y la pena correspondiente?

Es lo que se refleja en el Derecho Penal, naturalmente siempre revisable

IGUALACIÓN en la imposición de las penas.

4.- Justicia SOCIAL es la que tiene por misión corregir las desigualdades que se derivan de la estricta aplicación de las dos anteriores.

Las desigualdades naturales –por herencia genética, por ejemplo- entre los hombres engendran fácilmente otras desigualdades que ya no son naturales.

La Justicia Social debe remediar estos desarreglos exigiendo que todos los ciudadanos tengan “su parte” de bienes, que no es la misma del que no tenga esa deficiencia.

Un cojo, un ciego, un sordo,….tienen derecho a medidas excepcionales, para suplir sus deficiencias y poder tener las mismas posibilidades que el que no las necesita.

A quienes más necesitan se les debe dar más para “equilibrar”, para “ajustar” con los que no lo necesitan.

(Rampas en autobuses, semáforos con sonidos, entradas accesibles a edificios, ceras rebajadas,….) No es una “gratificación” sino una “obligación” social, es Justicia Social, no privilegio particular.

Es una relación entre dos Todos Sociales, un Todo Social Parcial, concreto (un Colectivo de personas) y el Todo Social Total o Sociedad.

Es lo SOCIAL correcto.

5.- Justicia LEGAL. Es la justicia Perfecta cuando LA LEY es TOTALMENTE JUSTA.

Basta con cumplir con esa LEY JUSTA para que la Justicia se dé, completamente, en la polis.

De ahí que en la Ética a Nicómaco llama “justo” al que cumple las leyes.

6.- LA EQUIDAD. Es una justicia no escrita, incluso ilegal o a-legal. Es “ponerse en lugar del otro”. Es la interpretación extraordinaria de una ley.

Si la ley dice que “cuando un inquilino lleve x meses sin pagar el alquiler, puede ser puesto en la calle”, cumplirla, sería legal.

Pero ¿qué habría legislado el legislador si se hubiera encontrado con esta situación concreta: “una mujer, con cuatro hijos menores, recién viuda y que lleva x meses sin pagar el alquiler?

¿Qué es lo JUSTO, en estas situaciones concretas?, ¿No sería una injusticia cumplir la ley?, ¿No sería lo “justo”, en este caso, dejar en suspenso la aplicación de la ley?

Ésa es la EQUIDAD.

Todo Privilegio es una Injusticia. La parcialidad siempre es corrupción. La imparcialidad es el rasgo fundamental de la justicia.

¿Por qué, si no, se representa a la Justicia como una mujer con una venda en los ojos?

Pero los hombres, por ser hombres y no ángeles, la justicia sólo está garantizada entre nosotros por la fuerza coactiva de la autoridad.

Pero casi nada de esto ha ocurrido a lo largo de la historia.

Si recorremos la Historia de  países con una gran civilización, como Egipto, por ejemplo. El apaleamiento a los morosos, palos a loa alumnos vagos e indisciplinados, la muerte para los perjuros, mutilación y quemado vivo el parricida, mil palos para los adúlteros o, si era una mujer se le cortaba la nariz, cortarle la mano derecha o la izquierda o las dos al falsificador de moneda o de documentos, deportación a un penal o a unas minas de Etiopía a los funcionarios culpables de abuso de autoridad pero, eso sí, antes se les cortaba la nariz o las orejas.

En la Mesopotamia de Hammurabi (hae cuatro mil años) existía un inmenso desorden jurídico, consecuencia de la diversidad de pueblos del imperio.

Y eso que el gran legislador que fue Hammurabi se esforzó por aplicar el Derecho de la manera más humana, de ayudar a los socialmente débiles y asegurarles una existencia digna.

Y sus leyes concedían gran atención a la protección de las viudas y de los huérfanos, de los menores expuestos a malos tratos, de las mujeres frente a sus agresores.

Velaban, también, por impedir la venganza.

Sin embargo, a pesar de todo eso, su aplicación sería tachada hoy de monstruosa.

En la Babilonia de Hammurabi a los ladrones y sus encubridores se les podían cortar las manos, o pagar una cantidad treinta veces superior a lo robado y, a veces, lo pagaban con la vida misma.

El soldado que retrocedía ante el enemigo lo pagaba con la condena a muerte. Lo mismo que le ocurría al que raptara a una mujer. La esposa que odia o insulta a su marido debe ser lanzada al río atada de pies y manos o ser arrojada desde la torre de la muralla.

Al hijo rebelde se le grababa con hierro candente la marca de los esclavos, encadenarle y venderle.

Si el que se rebela es hijo adoptivo se le debe arrancar la lengua o arrancarle un ojo.
       

El Código de Hammurabi también regula la marcha del procedimiento judicial, el castigo a los injustos demandantes, a los que dan falso testimonio y a los jueces que prevarican.

A los culpables de violencia física se les aplica la Ley del Talión: ojo por ojo y diente por diente.

Ley del Talión que también les era aplicada a los médicos incompetentes.

Cuando un constructor levanta una casa y ésta se derrumba, si mata al propietario el constructor es condenado a muerte, si el que muere es el hijo del propietario deberá morir el hijo del constructor.

viernes, 27 de diciembre de 2013

5.2.- EL ESTADO


 
La Filosofía enseña  cómo debe uno relacionarse con los demás “sin violencia” y le incita a comportarse “racionalmente” en todo trato con el prójimo.

La Filosofía es un esfuerzo para que los hombres se reconozcan recíprocamente.

La Política, pues, tiene dos planos:

a.- El plano “filosófico”, el de la no violencia y

b.- El plano “de los hechos”, el de las violencias concretas.

Es preciso, pues, dominar este segundo plano sometiéndolo al primero. ¿Cómo hacer esto? (porque la razón no basta para terminar con las violencias concretas, por ejemplo la de un ladrón, la de un asesino, la de un estafador). Pues con un nuevo tipo de violencia, con la “violencia política”, que está sometida a lo “razonable”, a la Filosofía.

El violento es el que somete la razón a su capricho (robar, matar,…) mientras el político somete al violento valiéndose de otras violencias concretas como los Tribunales, las cárceles, las multas,…

Quien pone en razón a los violentos concretos, irracionales, caprichosos, interesados, “de hecho”, utilizando una violencia nueva es “el hombre político”, el “hombre del derecho”, el que hace de intermediario entre la Filosofía-la Razón y la violencia, al revés que el “violento concreto”, que es el que somete la razón a su violencia.

Decir “Estado” es decir “Poder”.

El Estado es el Poder de la Razón, que tiene capacidad para intervenir en la conducta de otros individuos o grupos y que viene concretado en las instituciones, cuya finalidad es el control y dirección política y social de una comunidad.

El Estado es la manera de organizarse que tienen las sociedades.

Podrá, pues, darse un “golpe de estado”, cuando la sociedad decide “organizarse de otra manera”, no darse un “golpe de sociedad”, que seguirá siendo la misma pero organizada de otra manera.

Es el Estado quien debe subordinarse a la Sociedad, no al revés (sería un “estatismo”, por ejemplo el “fascismo”).

La función del Estado es estabilizar las buenas relaciones entre los diversos grupos, que le preexisten, pero sólo él puede resolver los conflictos entre ellos porque es el único que posee “de hecho” el poder de forzar incondicionalmente.

Lo social-público (la nación) engendra un lazo horizontal entre los individuos, una “comunión” entre ellos, mientras que lo social-político (el Estado) engendra un lazo vertical entre los individuos y el Estado, una “subordinación” de aquellos a éste.

Los habitantes son “ciudadanos” de una nación y están sujetos a un “Estado”.

Los deberes, pues, con la “nación” privan por encima de los deberes para con el “estado”, éste también tiene sus deberes respecto a la “nación”, debe mirar por la cultura y las tradiciones (sobre todo si existen minorías nacionales dentro del mismo estado), manteniendo la soberanía, cumpliendo con su función de defensa cara al exterior y con su función jurídica puertas adentro.

Un profesor está al servicio de la nación, un gobernador civil está al servicio del estado y un jefe militar al servicio de ambos, de la nación y del estado.

¿Y si un profesor o un militar tuvieran que elegir entre “la nación” y “el estado”?. He aquí que se plantea un problema de conciencia.

¿Están, pues, bien definir a los profesores como “funcionarios del Estado”? ¿Y si se diera un “golpe de Estado”?

El Estado es la suprema “autoridad” civil.

“Autoridad” viene del latín “augeo” (“crecer”, “aumentar”), y de aquí el sustantivo “autor” (“el que hace crecer”).

La “autoridad” es la cualidad del “autor”, que es la fuerza que hace crecer y aumentar, de ahí que el Estado sea la fuerza suprema que somete a constante crecimiento a la totalidad de la nación.

¿Pero y si en vez de ser “fuerza que hace aumentar” a la nación fuese/se convirtiese en una “fuerza que hace disminuir” a la misma?..

El Estado es “soberano”, goza de la suprema autoridad en la nación, no hallándose sometido a ninguna otra autoridad terrestre.

Él es, en la nación, el árbitro supremo de los conflictos que surjan y respecto a otros Estados tiene un trato de igual a igual.

Pero la “supremacía” del Estado no es absoluta, porque no le exime de tener dos límites que no puede sobrepasar: La Ley y el Bien Común.

El Estado está sometido a la Ley y debe actuar en vistas al Bien Común.

Obviamente el “bien común” no es el “bien de los gobernantes”, sino de la comunidad, de los gobernados.

El Estado, a través de quienes ejercen el poder en cada momento (los gobernantes) está obligado a:

.- Legislar, con Leyes Positivas (concretando las Leyes Naturales, a las que no pueden oponerse, dejarían de ser “leyes” si fueran “antinaturales”).

.- Asegurar el orden público, obedeciendo/cumpliendo las leyes y haciéndoselas cumplir a los ciudadanos (asegurando el orden “de dentro”).

.- Defender las fronteras (asegurando que el enemigo externo no pueda imponernos “su orden”, invadiéndonos).

.- Hacer de árbitro en los conflictos entre particulares y grupos.

.- Proporcionar las condiciones del bienestar, tanto material como de otro tipo) de los ciudadanos para que puedan satisfacer las necesidades fundamentales (creando o facilitando trabajo, promoviendo la cultura, atendiendo a la sanidad, a las pensiones,….)

Una de las características que debe tener todo Estado es la “Neutralidad” en cuestiones filosóficas, religiosas, culturales, científicas,…

Pero, a lo largo de la historia, ha ocurrido con los Estados como lo que ocurre, a lo largo de la vida, en cada persona, el intento de dominio y de poder sobre los otros y la presencia de “Ideologías” que justifican/intentan justificar dicho dominio de los unos, ganadores/vencedores, y la sumisión de los otros, los perdedores/vencidos, con la excusa de “es para defendernos” o es “por su bien”.

Cuando el dominio de unos hombres sobre otros resulta intolerable, irracional, gratuito o absurdo se fabrican “ideologías” o “explicaciones pseudo-racionales” que conviertan el poder bruto en “autoridad” o “poder legitimado o racionalizado”.

Lo hacen los Estados respecto a otros Estados invadidos y lo hacen ciertos individuos sobre otros individuos iguales o superiores a ellos, pero con menor fuerza.

Pero el poder nunca es “completamente” razonable, porque en todo poder siempre hay algo de irracional e indemostrable.

¿No es, en el fondo, siempre, algo gratuito que unos manden sobre otros?

Y cuando las “ideologías” ya no pueden convencer a los dominados se les pide que tengan fe, como súbditos, en sus gobernantes, que confíen en ellos, que todo lo que hacen, aunque no lo entiendan, es por su bien, es lo mejor que puede hacerse.

“El aparato ideológico o de propaganda” es un producto del “poder”. Del “poder real”, que intenta legitimarse, si ya se está en él, o del “poder buscado”, el de la oposición que, sin estar en él, quiere hacer con él.

Ambos intentan dar explicaciones de sus hechos políticos.

Las ideologías son fuertes estados de conciencia fuertemente conectados con la actividad política.

A veces el papel ideológico viene de la mano de la moral, de la religión, de la ciencia, de la filosofía. Todas ellas pueden dar a luz “ideologías” justificadoras porque están preñadas de ellas.

Aunque no todas las paran. No toda religión pare ideología, aunque a lo largo de la historia lo haya hecho y todavía hoy lo intente de varias maneras y en los más diversos Estados.

Es por lo que antes nos referíamos a la necesidad de la Neutralidad de los estados.

Hasta no hace tanto las grandes macro-ideologías, en nuestra Europa, han sido cuatro: Fascismo, Comunismo, Socialismo, Liberalismo.

Cada uno barre para dentro e intenta llevar el agua a su molino.

Su labor propia es justificar el poder político y la distribución de éste dentro de la sociedad.

Quizás el Anarquismo fuera el intento de desideologización absoluta. Al negar el poder, se niega la posibilidad de justificarlo.

¿Habría, pues, que eliminar/suprimir el Estado? ¿Es ello posible?, ¿es viable? ¿Sería el mejor tipo de sociedad una sociedad anárquica, una sociedad sin estado? ¿No sería una utopía, con único “lugar” en la mente humana de algunos/muchos?

Podemos distinguir dos tipos de Estados:

 1.- “Estados de hecho”, aquellos en que el poder no conoce límites.

 2.- “Estados de derecho”, aquellos en que el poder político está limitado por las leyes emanadas de una cámara realmente representativa.

El marco en el que debe moverse el estado es en la Constitución, ley de máximo rango, emanada del pueblo y aprobada por el en referéndum.

Dentro, “nada contra la Constitución” y fuera “nada contra los Derechos Humanos” (que deberían estar recogidos en el Preámbulo mismo de todas las constituciones).

En otro lugar hemos hecho referencia a la “patria” como “unidad afectiva”, a la “nación” como “unidad moral” y ahora añadimos que el “Estado” debería ser “unidad de servicio”.

El estado ha de colocarse al servicio de la nación, como su “unidad objetiva” y no como “suplantación”, “ahogo”, “represión”,…

Hay dos respuestas extremas en esta polémica:

1.- Una arrincona al Estado dejando toda la iniciativa a la Sociedad (es el Liberalismo)

2.- La otra deja de lado a la Sociedad y deja todo el papel al intervencionismo Estatal (es el Comunismo)

Quizá sea, aristotélicamente, el término medio en el que se encuentre la virtud.

Pero como es la Persona Humana la que debe desarrollarse y realizarse y esto lo hace en el Patria, en la Nación y en el Estado. Ella debe ser el canon a seguir.

Ya hemos dicho que el poder estatal se ejerce a través del “gobierno” o conjunto de individuos y organismos que administran la nación.

El poder del Estado abraza los poderes representativo, legislativo (las Cámaras), judicial (los jueces) y ejecutivo (el gobierno).

Usualmente el Jefe del Estado y el Jefe de Gobierno recaen en personas distintas.

Las formas de gobierno clásicas, tanto las de Platón como las de Aristóteles, ya han sido expuestas en otro apartado.

MAURICE DUVERGER divide las formas de gobierno, fundamentalmente, en dos: sistema monocrático y sistema dualista.

1.- En una Monocracia el gobierno está centrado en un solo hombre, bien se trate: a) de un soberano hereditario (el de Arabia Saudí), b) de un dictador que se ha apoderado del país por la fuerza (dictaduras iberoamericanas) y c) un presidente que concentra en él todos los poderes (el representativo, el legislativo, el ejecutivo y el judicial (la España de Franco).

Stalin, durante toda su vida como mandatario en la URSS, es el ejemplo típico de Monocracia.

Lo típico de las Monocracias es que las Asambleas no son representativas y sólo tienen valor consultivo, quedando la última decisión siempre en manos del Jefe del Estado.

2.- En el Sistema Dualista están separadas las funciones de Jefe de Estado y Jefe de Gobierno.

Los ministros, con el Jefe de Gobierno dependen, más o menos, de un parlamento.

En caso de que dependan más del Jefe de Estado es cuestión de un gobierno Presidencialista (el de EEUU).

En caso de que dependan más del Parlamento el Gobierno es Parlamentario (España, Gran Bretaña,…)

Otra división clásica es la que hace MAX WEBER que clasifica a los Gobiernos como:

1.- De autoridad Carismática (Fidel Castro, el recién fallecido Hugo Chávez…)

2.- De autoridad Tradicional (el rey de Arabia Saudí)

3.- De autoridad legal-racional (los gobiernos de los países occidentales).

Resumiendo:

LOS REGÍMENES POLÍTICOS: pueden ser TOTALITARIOS, AUTORITARIOS O DEMOCRÁTICOS.

LAS FORMAS DE GOBIERNO: pueden ser MONARQUÍAS, REPÚBLICAS, CAUDILLISTAS.

Las tres Formas de Gobierno son posibles, teóricamente, en cada uno de los regímenes políticos.

Otra cosa son los SISTEMAS DE PRODUCCIÓN: que pueden ser CAPITALISTA-LIBERAL O SOCIALISTA, según que la iniciativa económica….

La DEMOCRACIA puede entenderse como “garantía” (caso del “Estado de Derecho”) y como “participación” en las decisiones.

RESUMEN:

1.- En los Regímenes Políticos TOTALITARIOS (NO hay “Garantías” y NO hay “Participación”)

2.- En los Regímenes Políticos AUTORITARIOS (SÍ hay “Garantías”, pero NO hay “Participación”).

3.- En los Regímenes Políticos DEMOCRÁTICOS (SÍ hay “Garantías” y SÍ hay “Participación”).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

5.-1.- EL HOMBRE, “ZOON POLITIKON” (animal social-de la polis-politico-ciudadano)


Para que unas partes, individuales (los hombres) formen un todo (la sociedad) puede ser conseguido por imposición de una autoridad o por consenso común y voluntad propia.

Pero mantener el orden en ese todo humano, en esa sociedad, hacen falta unas leyes y una autoridad que legisle, que imponga la ley, que la vigile y que la juzgue.

Estamos refiriéndonos al Estado como modo de estructurarse una sociedad.

El Estado puede ser de muchas maneras, desde tiránico hasta democrático, desde republicano hasta monárquico, desde monárquico absoluto hasta monárquico democrático, desde…. a….

Toda sociedad humana, para ser auténtica, necesita tanto la libertad para moverse en ella como una autoridad que imponga y vigile, con la ley, la forma de moverse en ella.

En el tema anterior incidíamos en el progreso como lema de una época, la ilustrada, y terminábamos con las patologías a que puede dar lugar/ha dado lugar ese progreso desenfrenado, a toda costa.

E incidíamos, igualmente, en la ambivalencia de ese progreso, sus aspectos positivos de progreso y sus aspectos negativos de retroceso.

Sólo los pueblos libres son capaces de progresar, pues sin libertad desaparece la iniciativa, decae la economía y se paraliza la vida social. Sería una perfecta colmena humana, una maquinaria engrasada en que lo normal es su funcionamiento mecánico.

“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no puede igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida” – hace exclamar a Don Quijote en consejos a su escudero.

La libertad es como la sangre de la sociedad. Sin ella sólo sería una “máquina” sin iniciativa, una sociedad paralizada, estática, repetitiva, de mantenimiento de las mismas funciones.

La sociedad debe ser dinámica y es la libertad la que promueve las iniciativas sociales, que surgen, crecen y se consolidan, pero no a cualquier precio, sino dentro de la legalidad por la que la sociedad se rige y que la autoridad gobierna.

Una sociedad sin estado, si es amplia, es imposible. Sólo vale para pequeñas comunidades donde la tradición y los más viejos la controlan, pero que apenas avanzan.

El Estado es mucho más que una simple máquina, porque sus componentes son seres humanos, todos libres y diferentes entre sí, capaces de obrar solidariamente, pero también igual de capaces para liarse en una guerra de todos contra todos hasta poner en peligro, desestabilizar y acabar con la sociedad de la que, hasta entonces, formaban parte.

La máquina, una vez puesta en funcionamiento, sólo necesita (y no necesariamente) un vigilante que compruebe que cumple con la rutina de su única función.

Pero el Estado es mucho más que una máquina porque su función, su quehacer, es (como señalábamos en el tema anterior) es tan ilimitado como lo es el bienestar de los innumerables seres que lo componen y que no todos necesitan lo mismo.

La autoridad, pues, es una exigencia natural de la sociedad, que sólo podrá ser salvada del caos, gracias a ella.

Aristóteles había distinguido las tres formas puras e impuras de gobierno según el número de personas que gobernasen.

Formas puras son aquellas cuya finalidad es el “bien común” de todos y no el privado de uno o de algunos.

Formas impuras, pues, las contrarias, las que tienen como finalidad el bien propio.

Formas puras, pues, serían: Monarquía – Aristocracia – Democracia (el poder en manos de Uno, de Varios (los “mejores”), de Todos (el pueblo).

Formas Impuras serían: Tiranía – Oligarquía – Demagogia (Uno (el tirano), Varios (los ricos) y Todos = Ninguno, anarquía.

Mientras una Autoridad Despótica se ejerce no sobre ciudadanos sino sobre “súbditos o esclavos), con unas órdenes o leyes que sofocan la libertad y que, por lo tanto, facilitan el desorden y la rebelión, la Autoridad Política se ejerce sobre hombres libres que, ellos mismos, han elegido para ser gobernados, pero no por imposición autoritaria sino por diálogo y con razones, apelando a la responsabilidad de todos y cada uno y, siempre, estando abierta a la rectificación.

Alguien sugirió que a la Estatua de la Libertad, en la costa Este de Estados Unidos le falta la “otra pata”, la Estatua de la Responsabilidad en la costa Oeste.

Y todo lo que cabe entre esas dos estatuas, Libertad y Responsabilidad, está la vida política.

Ni es fácil saber Mandar/Gobernar (porque no se nace sabiéndolo, hay que aprenderlo) sobre el todo social ni es fácil obedecer y acatar las normas de funcionamiento.

Es un equilibrio el que ha de mantenerse. Lo más fácil es ladearse hacia un lado o hacia el otro, sobrepasarse o exceso autoritario, o no llegar o defecto permisivo.

Pero la única manera de resolver las dificultades es con el “diá-logo”, con la exposición mutua de “razones”, limpiamente y serenamente.

El diá-logo supone confianza y colaboración mutua, condición imprescindible de toda conducta libre y responsable.

La autoridad debe hacerse comprender y aceptar y los ciudadanos acatar lo acordado.

De lo contrario, la protesta sustituirá al diálogo, la fuerza a las razones, las medidas de presión a la negociación.

Sería una lucha partidista en la que cada uno quiere llevarse el agua a su camino, tirar para taparse con la manta, y sólo saldrán beneficiados tanto los más fuertes como los más astutos.

La autoridad se ejerce sobre personas libres, lo que supone una dificultad para la autoridad y para los ciudadanos libres.

Por eso, al ser la libertad un valor del máximo rango, una autoridad corrompida, que dañe la libertad de los ciudadanos, es un daño gravísimo.

Nada hay más digno, pues, que ejercer la autoridad con justicia y sólo será justa si se somete a la ley y es razonable.

Si no está medida y sometida a la ley está usurpando el lugar de ésta y se vuelve despótica.

Los problemas sociales no tienen UNA sino varias y distintas soluciones posibles, unas mejores y otras peores, y no sólo uh modo sino varios cómo hacerlo, debe pues consultar y decidirse por la mejor forma de hacerlo y distribuir funciones, coordinar tareas.

La autoridad va a ser quien decida, pero serán las organizaciones quienes intenten resolver los problemas.

La función de la autoridad es “organizadora”.

Igualmente es función de la autoridad el promulgar leyes (se sobreentiende que “leyes justas”), cumplirlas y hacerlas cumplir, sancionando su incumplimiento.

De ahí la tercera función de la autoridad, la función coactiva, superior a la fuerza de toda persona individual que pretenda atropellar el derecho incumpliendo la ley.

Si nos preguntáramos en quien o en quienes debe recaer la autoridad la respuesta es de Perogrullo: “en el mejor o en los mejores”. Y la pregunta siguiente salta a la vista: ¿Quién o quiénes son ellos?

Sean quienes sean o los que creamos que son deben cumplir ciertas condiciones:

.- Someter su autoridad a la ley.

.- Limitar la duración de su mandato.

.- Respetar una división de poderes que sirva de contrapeso.

.- No elegirse a sí mismos.

.- Poseer cierta excelencia intelectual (que no sea un inculto y/o ignorante), ética (que no sea una mala persona, injusta, desleal,…) y política (que sepa o tenga experiencia de gobierno).

Cuando se le acercaba a Platón algún discípulo que quería ser político, gobernar, el filósofo le preguntaba cómo dirigía la economía de su casa, y en caso de que el alumno respondiera que nunca la había ejercido en su casa, con su familia, la pregunta de Platón siempre era la misma: “¿si no sabes dirigir, administrar, llevar tu casa, quieres hacerlo en la polis?”

La función de la autoridad es crear y sostener la convivencia, de modo que la discordia y la violencia estén ausentes. Y, para ello, la única solución es “la ley” que obligue a…. (preceptos positivos) y prohíba que…..(preceptos negativos).

“Ley” proviene del latino “ligare” (“atar”), en cuanto que estamos ligados, “atados” a ciertas leyes, entre otras la leyes físicas, biológicas, fisiológicas, y de las que no podemos desprendernos y, según otros proviene de  “legere” (“leer”), en cuanto que las leyes no se inventan, sino que “se leen”, se descubren, porque ya estaban allí, aunque “en-cubiertas”, “en-terradas” y lo que hace el científico es “descubrirlas”, “desenterrarlas”.

Igualmente el hombre, ya no como ser vivo, sino en cuanto hombre, al ser “social por naturaleza” está sujeto a unas “leyes naturales sociales” (los Derechos y Deberes humanos) que deben ser concretados en leyes positivas, humanas, que nunca deben ser opuestas a las naturales, y que son variables según cultura, tiempo, lugar,…

Las leyes no son mordazas o prohibiciones, corsés, que sean obstáculos para la libertad, en sí, no son un instrumento represivo del estado (aunque en ciertas condiciones, de tiranía, puedan serlo) sino que es la posibilidad social para poder vivir en convivencia.

La ley es como el camino seguro por el que se debe caminar y seguir para no caer en la cuneta de la violencia, pero no puede uno andar por él como le dé la gana, porque los demás también gozan del mismo derecho que tú para transitar por él. Habrá que ir como lo ordene la ley: aquí hay un stop, aquí no se puede adelantar, se debe camina por la derecha o por la izquierda, de noche habrá que llevar un chaleco reflectante para poder ser visto por otros,….

Si la violencia es “la fuerza y el poder sin medida”, la ley es la medida que limita la fuerza y el poder. También los débiles tienen derecho a caminar.

Es Platón quien habla:

         “La ley no existe para privilegiar a un grupo concreto, sino para el bien de toda la sociedad, y para ello introduce armonía entre los ciudadanos por medio de la persuasión o de la fuerza, hace que unos hagan a otros partícipes de los beneficios que cada cual puede aportar a la comunidad”.

Una ley que en vez de mirar el “bien general” de la sociedad buscara sólo el “bien privado” de uno o de un grupo, sería un “privi-legio”, que debe estar ausente en la sociedad.

La ley, al asegurar la paz y la seguridad es un aval para el hombre, muy distinto a la sucesión de guerras, guerrillas, revueltas, insurrecciones, atropellos,…. tan frecuentes en la historia y que sólo se explicarían por la finalidad de derrocar al tirano y a las leyes tiránicas que ha impuesto.

Y cuando no puede llegarse a un acuerdo, tras el diálogo, porque el diálogo no existe ni lo permite el tirano, el pueblo, la sociedad, se levanta en armas.
La definición clásica de ley es “orden (no simple consejo), racional (no irracional o supranacional), dirigida al bien común (no al propio, al de uno o al de unos cuantos (que sería “ley privada), promulgada (y dada a conocer) por quien está al mano de la comunidad (por la autoridad, por el gobernante, no por un ciudadano cualquiera).

Al ser racional, la ley no se funda en el capricho ni en el afán de poder del legislador sino en el descubrimiento de que esa orden es la mejor para el bien de todos, que es lo que más y mejor conviene al hombre en sociedad.

Tanto los poderosos como los débiles son igual de ciudadanos y ello queda garantizado por la ley justa.

Se repite la misma solución que llevó en la esfera económica a la fijación de pesos y medidas para el intercambio de bienes.

Un kilo o un Kilómetro tienen el mismo peso y la misma distancia para todos, lo que facilitó el comercio entre los hombres.

Alguien se imagina que un kilo, aquí……o un Kilómetro allá……tuvieran….

Cuando se consiguió que la ley fuese “escrita” eso supuso un avance social.

Podríamos decir que, ahora y así, teóricamente, cualquiera podría ser juez. Bastaría saber si la balanza y el metro son lo “justo”.

El Estado se expresa en la ley y la ley se convierte en rey invisible que somete a los trasgresores de la norma e impide los abusos de los más fuertes.

Al aceptar la ley, el hombre acepta sobre sí una medida racional, no la violencia ni la arbitrariedad.

“Si la estabilidad social depende del respeto a la ley, el pueblo deberá luchar por su ley como por sus murallas” – Heráclito dixit.

La muralla es la defensa contra los enemigos exteriores como la ley lo es de los enemigos interiores.