martes, 28 de febrero de 2017

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (46) EL ANDRÓGINO (2)

EL ANDRÓGINO (2)

“Mi dios es el ser humano: el hombre (varón) y la mujer. Mi dios es el andrógino” –pone en boca de un personaje en “La vieja sirena”

La teología es, ahora, la antropología.

“Ya sabes que no espero nada de los dioses... Si existen no se ocupan de nosotros” –como dirían algunos filósofos griegos.

Personas.

Varones y mujeres son personas. Igual de personas. Ni más ni menos.
Pero al que sólo es varón o a la que sólo es mujer les falta, para ser “la persona total”, la otra parte.

A cada uno le falta el otro.

¿Y si se pudiera ser ambas cosas?

El andrógino como ideal.

“En mis novelas defiendo la validez de cualquier opción sexual, no tengo tabúes contra ninguna opción sexual, y creo que todas son respetables.
Pero, sobre todo, pienso, siguiendo a Jung, que todos llevamos dentro componentes femeninos y masculinos  que la sociedad nos obliga a reprimir, porque la educación tiende a crear caracteres puros masculinos y femeninos.
La androginia encierra, para mí, el deseo de llegar a ser personas completas, profundizando en nuestra otra mitad, dejando fluir libremente lo que llevamos dentro y que la educación represiva nos hace ocultar u olvidar.
Que las mujeres sean fuertes y seguros, y los hombres sensibles, me parece no sólo posible sino deseable”

No se cansa, J.L. Sampedro, de desenmascarar al cristianismo y su moral religiosa, de atacarlo constantemente por la unidirección impuesta de la opción heterosexual, porque es la única que asegura la reproducción, que es la única forma de incrementar la grey de creyentes y adoradores del único Dios verdadero.

Si la persona es tanto el varón (que no me gusta llamarlo “hombre” por su doble significación de “género” y de “varón”) como la mujer y que no importa su sexo para detentar la misma calidad de persona, el mito del andrógino surge en Sampedro “por el deseo de saber en qué consiste ser hombre (varón) y mujer. El mito del andrógino tiene una trascendencia social, pues le parece el modelo adecuado para una nueva sociedad que sueña poder ayudar a crear”.

“Hay que respetar todas las variantes sexuales siempre que sean consensuadas y respeten a los demás. No se puede establecer un modelo único y exclusivo (el heterosexual) y pretender que los demás los homosexuales) no son naturales (siendo el andrógino, sólo, un ideal).
¿Por qué no puede describirse someramente, detalladamente, una relación sexual cualquiera (por pecaminosa) como se describe con todos los detalles un asesinato?, Me niego a aceptar una censura que no me parece justificada (…) se hace desde una moral que yo considero contra natura. La razón principal es que hay unas creencias que le tienen miedo al placer y a la vida. Y reprimen el placer y la expresión de la vida en forma de placer. A estas alturas, con nuestro conocimiento científico, no se pueden entender ciertos tabúes (…) creer que todas las formas de sexualidad son delictivas, perversas o pecaminosas no tiene justificación de ningún tipo y menos aún científica. Lo serán en cuanto perturben la vida de los demás, pero mientras no lo hagan, no tienen justificación (…) en general, son unas tendencias que se producen naturalmente en el individuo y es tan natural como lo contrario. ¿Se puede decir que un ternero que nace con dos cabezas es antinatural? No. Es tan natural como uno que nace con una cabeza. Lo que sucede es que es mucho más extraño, es un mutante. Es hijo y producto de la naturaleza. Y yo creo que muchas de las llamadas perversiones sexuales son producto de la naturaleza y de las formas de ser de cada uno”.

“Se percibe, de nuevo, el peso de una moral que va contra natura. Yo creo que en el sexo casi todo es natural, aunque no sea habitual o, a veces, no sea de buen gusto. Dentro de ese marco de pensamiento “El amante lesbiano” viene a ser una reivindicación de la libertad.
Creo que el puritanismo hace un gran daño a la cultura, a la literatura y, en definitiva, a la vida”.

La separación por sexos en la educación, que ha sido la norma durante toda la historia de la humanidad bajo el dominio del cristianismo y su moral, incluso hoy, en los pueblos, cuando se acude a la misa de doce los domingos, las mujeres ocupan los bancos delanteros y los varones los traseros.

Las enseñanzas, que hoy, en los centros públicos, son las mismas para varones y mujeres, todavía en los centros privados de la Iglesia existe esa separación, incluso con algunas materias para unos y para las otras.
La Educación Física, que hoy la contemplamos como normal, realizando los mismos ejercicios los chicos y las chicas, no hace tanto sería incomprensible.

No ha mucho que ser cocinero, modisto, enfermero, matrón,… era una rareza y usurpación de roles exclusivamente femeninos. Hoy, los grandes cocineros y modistos son varones.

“Una de mis obsesiones es el aprendizaje del “recibir”, no sólo del “dar” (y en eso) la androginia tiende a un intercambio de papeles. A que haya un doble juego de “dar-recibir”. Se trata de vivir, a la vez, con la doble actitud cultural del rol masculino y del rol femenino”.

“Creo que el andrógino debe entenderse como un desarrollo de las posibilidades que toda persona encierra y de eso que hemos llamado cualidades masculinas y femeninas. No se trata de borrar las diferencias, sino de potenciar nuestras posibilidades. Por mucho que desarrolle mi parte femenina nunca voy a sentir como una mujer y por eso desearé siempre lo que la mujer me aporta”

La actividad y la pasividad en la relación sexual estaban asignadas exclusivamente a un sexo o al otro.
La postura del misionero era la postura ideal, no tanto para disfrutar del placer como para asegurar mejor la reproducción.
Todo otra forma de actividad sexual que no fuera encaminada a ello era considerada, animal, aberrante, pecaminosa,…

¡Bendita la hora en que ya están “saliendo del armario”, mostrándose como lo que son y sienten y viviendo “su” sexualidad, a pesar del rancio discurso de muchos desde los púlpitos, confesionarios, pastorales!

“Los biólogos no siempre distinguen, llaman hermafroditas (de “Hermes” y “Afrodita”) a los infusorios con su bisexualidad funcional y también a las especies bisexuadas, con dobles genitales, como los caracoles, ¡envidiables caracoles!”.

Uno, a estas alturas de los tiempos, sigue preguntándose por qué los curas y las monjas, cuyas vidas dicen ser las más queridas por Dios, tienen que seguir siendo célibes y, al mismo tiempo, directores de la sexualidad de los seglares.
¿Por qué las mujeres no pueden administrar los sacramentos y ser sacerdotisas?

Si hasta los gobiernos y los ejércitos han abierto sus puertas a las mujeres, aunque no hayan llegado, aún y en general, a los altísimos puestos de responsabilidad y de dirección, ¿por qué, todavía, ese machismo excluyente del sexo femenino en la Iglesia?

“Aprenderás que el amor tiene muchos más rostros, más encarnaciones de las que tú te figuras”.

Y, en “El amante lesbiano” afirma: “nuestras nupcias son dobles. Vivimos andróginos, turnándonos en el sexo, disfrutando los dos roles, ambos encima o debajo… ¡Qué deleite!


lunes, 27 de febrero de 2017

ACOMPAÑANDO A J,L. SAMPEDRO (45) EL ANDRÓGINO COMO IDEAL

ANDRÓGINO COMO IDEAL.

“Andros” = Varón.
“Ginaicós” = Mujer,

Ha mucho tiempo que abundé en el mito del andrógino tal como lo expone Platón en El Banquete y que, contra lo que se afirma alegremente, que en el principio existía el andrógino y que al ser cortado por la mitad, por Zeus, al verlo como un ser fuerte, autosuficiente, rápido,… como si no sintiera necesidad de los dioses y adorarlos, dará lugar al varón y a la mujer y que, desde ese mismo momento, se buscan para juntarse otra vez.

Estaban unidos y felices, los desunieron sintiéndose incompletos y tienden a encontrase otra vez para volver al paraíso primero.

Pero lo que afirma Platón es que existían los tres tipos: varón-varón, mujer-mujer y varón-mujer (andróginos).
Al ser cortados y separados, por la espalda, el varón busca a su media naranja, otro varón; la mujer a la otra media naranja, otra mujer, y en tercer lugar el varón busca a la mujer y/o la mujer al varón.

Homosexuales (del “mismo sexo”) y heterosexuales (de “distinto sexo”)

La sexualidad, pues, no es única (la heterosexual) como durante milenios ha tratado de defender y predicar el cristianismo, considerando antinaturales, aberrantes, pecaminosas y perseguibles hasta la muerte las relaciones homosexuales, metiendo a los demonios y a las brujas de por medio para justificar sus crímenes.

Resumen del andrógino en “El Banquete”:

Como he expuesto antes, la palabra andrógino proviene, etimológicamente, del griego “andró” y “gynos”,  “aner-andrós” –varón- y de “gyné-ginaikos” –mujer-. Hoy popularmente se designa así a quien tiene características indefinidas, con rasgos de varón y mujer.

Otros lo equiparan al concepto de hermafrodita. Pero veamos lo que nos cuenta el genio de Platón (circa 428-347 AC) en su diálogo sobre el amor conocido como “El banquete” (obra que debería ser de obligada lectura).

Nos describe así el Mito del andrógino, en boca de Aristófanes:

“En otro tiempo la naturaleza humana era muy diferente de lo que es hoy. Primero había tres clases de hombres: los dos sexos que hoy existen, y uno tercero compuesto de estos dos, el cual ha desaparecido conservándose sólo el nombre. Este animal formaba una especie particular, y se llamaba andrógino, porque reunía el sexo masculino y el femenino; pero ya no existe y su nombre está en descrédito.

En segundo lugar, todos los hombres tenían formas redondas, la espalda y los costados colocados en círculo, cuatro brazos, cuatro piernas, dos fisonomías, unidas a un cuello circular y perfectamente semejantes, una sola cabeza, que reunía estos dos semblantes opuestos entre sí, dos orejas, dos órganos de la generación, y todo lo demás en esta misma proporción. La diferencia, que se encuentra entre estas tres especies de hombres, nace de la que hay entre sus principios. El sol produce el sexo masculino, la tierra el femenino, y la luna el compuesto de ambos, que participa de la tierra y del sol. 

De estos principios recibieron su forma y su manera de moverse, que es esférica. Los cuerpos eran robustos y vigorosos y de corazón animoso, y por esto concibieron la atrevida idea de escalar el cielo, y combatir con los dioses. Zeus examinó con los dioses el partido que debía tomarse y se expresó en estos términos: ‘Creo haber encontrado un medio de conservar los hombres y hacerlos más circunspectos, y consiste en disminuir sus fuerzas.

Los separaré en dos; así se harán débiles y tendremos otra ventaja, que será la de aumentar el número de los que nos sirvan; marcharán rectos sosteniéndose sólo en dos piernas, y si después de este castigo conservan su impía audacia y no quieren permanecer en reposo, los dividiré de nuevo, y se verán precisados a marchar sobre un solo pie’.

En seguida mandó a Apolo que curase las heridas y colocase el semblante y la mitad del cuello del lado donde se había hecho la separación, a fin de que la vista de este castigo los hiciese más modestos. Hecha esta división, cada mitad hacía esfuerzos desesperados para encontrar la otra mitad de que había sido separada; y cuando se encontraban ambas, se abrazaban y se unían, llevadas del deseo de entrar en su antigua unidad, con un ardor tal, que abrazadas perecían de hambre e inacción, no queriendo hacer nada la una sin la otra. 

Cuando una de las dos mitades perecía, la que sobrevivía buscaba otra, a la que se unía de nuevo, ya fuese la mitad de una mujer entera, lo que ahora llamamos una mujer, ya fuese una mitad de hombre; y de esta manera la raza iba extinguiéndose. Zeus, movido a compasión, imagina otro maniobra: poner delante los órganos de la generación, porque antes estaban detrás, y se concebía y se derramaba el semen, no el uno en el otro, sino en tierra como las cigarras. 

Zeus puso los órganos (Nota: algunas traducciones dicen ‘las vergüenzas’) en la parte anterior y de esta manera la concepción se hace mediante la unión del varón y la hembra.

Entonces, si se verificaba la unión del varón y la mujer, el fruto de la misma eran los hijos; y si el varón se unía al varón, la saciedad los separaba bien pronto y los restituía a sus trabajos y demás cuidados de la vida. De aquí procede el amor que tenemos naturalmente los unos a los otros; él nos recuerda nuestra naturaleza primitiva y hace esfuerzos para reunir las dos mitades y para restablecernos en nuestra antigua perfección. 

Cada uno de nosotros no es más que una mitad que ha sido separada de su todo, como se divide una hoja en dos. Estas mitades buscan siempre sus mitades. Los varones que provienen de la separación de estos seres compuestos, que se llaman andróginos, aman las mujeres; y la mayor parte de los adúlteros pertenecen a esta especie, así como también las mujeres que aman a los varones y violan las leyes del himeneo. Pero a las mujeres, que provienen de la separación de las mujeres primitivas, no llaman la atención los varones y se inclinan más a las mujeres. 

Del mismo modo los varones, que provienen de la separación de los seres, buscan el sexo masculino. Mientras son jóvenes aman a los varones; se complacen en dormir con ellos y estar en sus brazos; son los primeros entre los adolescentes y los adultos, como que son de una naturaleza mucho más varonil. Sin razón se les echa en cara que viven sin pudor, porque no es la falta de este lo que les hace obrar así, sino que dotados de alma fuerte, valor varonil y carácter viril, buscan sus semejantes; y lo prueba que con el tiempo son más aptos que los demás para servir al Estado. 

Estos varones a su vez aman a los jóvenes, y si se casan y tienen familia, no es porque la naturaleza los incline a ello, sino porque la ley los obliga. Lo que prefieren es pasar la vida los unos con los otros en el celibato. El único objeto de los varones de este carácter, ya sea que amen o sean amados, es reunirse a quienes se les asemeja. Cuando el que ama a los jóvenes o a cualquier otro llega a encontrar su mitad, la simpatía, la amistad, el amor los une de una manera tan maravillosa, que no quieren en ningún concepto separarse ni por un momento”.
 


Nota al pie: tal vez de aquí deriven los conceptos de “la media medalla”, “la media naranja” y “los partió con un rayo”




domingo, 26 de febrero de 2017

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (44-4) ECONOMÍA

“Como he dicho en más de una ocasión, hay, básicamente, dos clases de economistas: LOS QUE SE DEDICAN A HACER MÁS RICOS A LOS RICOS Y LOS QUE NOS PREOCUPAMOS POR HACER MENOS POBRES A LOS POBRES”

Frase frontispicia para la posteridad y que siempre irá ligada, unida, al nombre de J.L. Sampedro.

Estamos acostumbrados a llamar al Norte “ricos” y al Sur “pobres”, pero hay muchos pobres entre los pocos ricos del Norte y algunos “ricos muy ricos” entre los muchos pobres del Sur.
No todo es tan fácil. Los puntos cardinales no son identificativos totalmente.

“No estoy muy seguro de que la economía sea realmente una ciencia. Pero eso es otra historia”

ANECDOTARIO HISTÓRICO

A finales de la década de los 50 vino el Plan de Estabilización, en el que unos pocos economistas tuvimos un papel decisivo.
Llegó un momento en que la política económica seguida por el régimen había ido acabando con las reservas de divisas y casi llegamos a estar en quiebra, lo que atrajo la atención de expertos extranjeros del Fondo Monetario Internacional.
Hubo una persona que se dio cuenta de la oportunidad.
Como pasa tantas veces, se habla mucho más de otros, pero el verdadero artífice, digamos el detonador, fue Juan Sardá.
Juan Sardá era un catedrático de economía de antes de la guerra, de los que habían tenido que huir al exilio y lograron retornar.
Aunque no logró ser repuesto en la Universidad, sí consiguió un trabajo en el Banco de España y pudo hablar con estos señores extranjeros.
Tuvo el buen criterio de plantear la cuestión al Ministro de Hacienda y la suerte de que el Ministro tuviera la sensatez de aceptar las cosas con realismo.
Se designó a un grupo de economistas españoles, entre los que me encontraba, para sentarse a hablar con el grupo de economistas del Banco Mundial y de la OECE (Organización Europea de Cooperación Económica, fundada originalmente a raíz del Plan Marshall de los americanos.
(…)
El Plan de Estabilización es, sencillamente, la transformación de una economía que funcionaba con cien mil cajas y sistemas especiales, en base a lo que llamaban la “autarquía”, en una economía más civilizada, en la línea de lo que se hacía en Europa.
Cuando nos pusimos a estudiar todas las medidas con la idea de unificación nos encontramos con auténticas barbaridades.
Por ponerles un ejemplo: existía una disposición en virtud de la cual la carne de caballo se reservaba para las viudas y huérfanos de la guerra.
Increíble; aparte de que en España no había costumbre de comer carne de caballo, la medida pudo tener algún sentido en la inmediata posguerra, pero en el 57 era sencillamente un disparate.
Otra disposición eximía a los fabricantes de churros y patatas fritas al aire libre, en las ferias, de un determinado artículo del reglamento regulador de la actividad. Y cuando acudimos al reglamento mencionado nos encontramos que el artículo en cuestión obligaba a tener salida de humos al exterior.
Evidentemente, el que fríe los churros en la calle no necesita salida de humos al exterior.
Y así, todo.
Era demencial.
La peseta tenía treinta y tantos cambios diferentes.
Según la mercancía que se importara, elñ dólar valía una cantidad distinta: las anchoas en lata tenían un cambio, pero enrolladas con una alcaparra dentro tenían otro.
Ríanse, ríanse, pero esto es así.
Y había calado tanto en algunas cabezas que un día, hablando con un alumno que terminaba la carrera y buscaba trabajo, el chico me dice: “eso de los cambios especiales está muy bien, ¿cómo se las arreglaban los españoles cuando la peseta tenía sólo un cambio?.
De modo que al pobre chaval le parecía increíble tener un solo cambio, pero tener treinta y dos le parecía algo buenísimo.
Verdaderamente demencial.

Pero el Plan de Estabilización se abrió camino en medio de aquel caos (…)


sábado, 25 de febrero de 2017

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (44-3) ECONOMÍA.


Es verdad que si seguimos como hasta ahora, ordeñando la tierra y abusando del consumo de las fuentes de energía que ahora utilizamos, como éstas tienen unos límites físicos y, a este ritmo, algún día se terminarán, entonces….Además de que, por nuestro bien, debemos apostar por una economía ecológica, porque nos cargamos el planeta y en él estamos y vamos todos.
Y todos sabemos que estamos refiriéndonos a la capa de ozono, al aire, a los rayos ultravioletas, a los cánceres de piel, …

Sabemos, y lo notamos, que el aire que se respira en el centro de una gran ciudad no es el mismo que se respira en lo alto de la montaña o por un paseo marítimo.
Y si la Economía es la “ciencia de la escasez” ¿qué estamos haciendo y que deberíamos hacer?.

¿Puede seguirse manteniendo la “utilidad” (de unos pocos) como el primero y principal criterio de la economía?.
No estamos, ya, en el siglo XVIII y las sociedades humanas han cambiado mucho y si la economía es (y lo es) una ciencia social, no debe regirse por los mismos patrones por los que se rigió.

De los hechos (“siempre HA SIDO así”) no puede ni debe concluirse que DEBE SEGUIR SIENDO ASÍ, porque las sociedades han cambiado.

Con ideas e instituciones de hace 200 años no pueden afrontarse los nuevos problemas de las sociedades actuales, porque las leyes económicas “no son leyes naturales”, sino humanas y promulgadas por los hombres y no debe ser el bien individual el destinatario de las plusvalías, sino la sociedad entera.

Los cuerpos materiales siguen siendo los mismos que antes pero la Física, como ciencia que tiene como objeto el estudio de los cuerpos materiales, ha cambiado, y mucho, sus modelos teóricos.
A nadie se le ocurre, hoy, ser un newtoniano acérrimo.

¿Y las demás ciencias: la Química, la Astronomía, la Geología,…?

Los conocimientos científicos son temporales, nacen nuevos pero en sus mismas entrañas traen la fecha de caducidad, aunque no se vea bien y aparezca un tanto borrada.

¿Por qué no la Economía?

Lo triste es que la “nueva economía” es la “vieja economía” pero con Internet, lo que potencia el lucro individual sin apenas repercutir en la sociedad.

“He podido compaginar la economía con la escritura porque me considero un economista tercermundista, que estima la actividad económica como un hecho social y no únicamente técnico.
A mí lo que me importa son los comportamientos humanos. Siempre he entendido la economía como una ciencia social. No sé nada de técnicas financieras…”

Ante de que se le preguntara confesaba que, a pesar de haber estado varios años trabajando en un banco, no sabía hacer una gestión bancaria, que su misión era “redactar los informes anuales” y para eso no hacía falta saber técnicas económicas.

Y cuenta cómo, además, seguía de profesor de Economía, cita los varios libros de economía, además de artículos y trabajos de menor envergadura, que, entonces, había publicado, además de dos novelas y obras de teatro, aunque el reconocimiento literaio no le llegarían hasta mucho más tarde.

“…Reducir el tiempo a dinero…es un reduccionismo economicista absolutamente aberrante; es confundir una economía de mercado con una sociedad de mercado.
Vivimos en una sociedad que da “valor” a lo que tiene “precio”, que es la expresión poética de la diferencia entre economía y sociedad de mercado”

Y me viene a la memoria Machado: “Todo necio (o sólo el necio) confunde valor y precio” (Proverbios y Cantares)

Y Sampedro clama contra el otro dicho “el tiempo es oro”. NO. “El tiempo no es oro. El oro no vale nada. El tiempo es vida”.

La Economía está enferma de envidia de la Física. La Economía del siglo XIX envidia la gran creación newtoniana, envidia la organización planetaria de Laplace.
El universo de Newton es concebido como un reloj, absolutamente predecible…La economía envidia a la Física y de ahí empieza su aficción por las aplicaciones matemáticas, en el primer tercio del siglo XIX”

¿Pero cómo pueden matematizarse los fenómenos humanos?
Como he indicado anteriormente, la Economía parte de un supuesto: “si todo sigue igual…” Pero es que no tiene que seguir siendo igual, es que no hay leyes económicas naturales como naturales son las leyes de la Física o de la Química.

¿Cómo pueden cuantificarse las variables humanas, en sí incuantificables?. ¿Cómo puede cuantificarse la fuerza de una huelga de obreros, que incide en el economía, o la huelga de los consumidores sobre un determinado producto de una país?

Si sólo se tienen en cuenta variables cuantificables el modelo que de ello sale debe ser precioso, pero ni la sociedad tiene que adaptarse a él ni él será capaz de fotografiar la saciedad posterior.
                                                
“En economía, los que piensan como yo, los disidentes de la corriente económica actual, si queremos exponer una teoría tropezamos con los conceptos que ha elaborado la teoría anterior: la productividad, el consumo, la rentabilidad, y con eso no podemos hacer nada.

Hay que saltar por encima de eso y aprovechar otro campo. Yo, por ejemplo, me he centrado en el desarrollo económico, que tiene tantos aspectos sociales, para atacar el aspecto exclusivamente económico”

viernes, 24 de febrero de 2017

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (44-2) ECONOMÍA: EL RELOJ, EL GATO Y MADAGASCAR

Esto lo escribió en el número 1 de la Revista de Estudios Andaluces, con el título “El reloj, el gato y Madagascar”, allá por el año 1.983, muy lejos, todavía del 11M, pero que ya se le notaba por dónde iba caminando.

En ese artículo (y voy a detenerme en él, porque me ha gustado lo que dice y cómo lo dice), y escribiendo de Sistemas Diferentes, expone la diferencia básica entre un reloj, un gato y Madagascar.

Al primero lo podemos desmontar y volverlo a montar, poniéndolo de nuevo en funcionamiento.

El gato también es desmontable, por desgracia para él, pero si hacemos una disección completa, no conseguiremos infundirle después nueva vida.

En cuanto a Madagascar (un país, una colectividad humana), ni siquiera cabe hablar propiamente de “desmontar”, y, en todo caso, no tendría esa palabra el mismo sentido que antes.

Existen, por tanto, estructuras diferentes (o, si se prefiere, sistemas: no es éste el lugar para comparar ambos vocablos), agrupables por lo menos en estos tres tipos: mecánico, biológico y social. La idea no es nueva, y tiene sus precedentes en antiguas filosofías y en autores como Ramón Llull o los mismísimos sufíes.
Entonces, si se acepta lo expuesto, la cuestión es ésta: ¿Está el relojero preparado para comprender a Madagascar? 
La respuesta, claro, es negativa.
En cambio, juzgo más fácil que el estudioso de Madagascar interprete correctamente el reloj, aunque solo sea porque se usan relojes en Madagascar.
Pues bien, el error de muchos economistas actuales consiste en entrenarse en relojería para actuar sobre lo social, dando por hecho que Madagascar es interpretable según el modelo del reloj.
Me refiero, como es natural, a los economistas convencionales que, con su microeconomía marginalista y su macroeconomía keynesiana a cuestas, ya se creen capacitados para abordar, por ejemplo, los problemas del desarrollo económico.
Peor aún, tales economistas incluso se ufanan de su preparación técnica, aunque ciertamente el reloj puede explicarse con más precisión que Madagascar y a ellos les llena de orgullo el rigor y la elegancia de sus análisis.
En otras palabras, el error de estos economistas consiste en querer estudiar la realidad social con instrumentos conceptuales únicamente aptos para analizar sistemas mecánicos y, sólo en cierta medida, los biológicos.
El error tiene graves consecuencias, sobre todo en cuanto se pasa del análisis estático al indispensable estudio de procesos económicos, porque la diferencia evolutiva separa profundamente los tres tipos de realidad usados aquí como ejemplos.

En efecto, el reloj no se transforma a lo largo del tiempo; sus movimientos internos se repiten monótonamente.
El gato sí se transforma, pero es un proceso programado y cuyas líneas generales conocemos: nacimiento, crecimiento, decadencia y muerte.
En cambio, las sociedades varían de una manera imprevisible, porque se autotransforman.

Los humanos son hechura de la sociedad en la que nacen, pero también creadores de lo que dejan.

Pensar que el desarrollo social puede comprenderse reduciéndolo al funcionamiento mecánico del reloj o a la trayectoria vital del gato es un desatino.

Aunque todo lo anterior sea elemental y obvio, no es difícil comprender por qué las universidades del mundo occidental más avanzado –en el Tercer Mundo abundan, por suerte, las excepciones– siguen explicando una economía esencialmente constituida por marginalismo y keynesianismo con aditamentos que no se toman muy en serio.
Las principales razones se condensan en dos.
La primera es la atracción intelectual de los métodos matemáticos, que inspiran al científico la confortable sensación de estar manejando verdades y descubriendo otras mediante inatacables cadenas de razonamiento.
Se cae así en una tentación de buena fe.
En cambio, la segunda razón no es tan inocente.
El éxito de esta ciencia convencional se debe –sépalo o no el economista convencional– a que racionaliza y, aparentemente, legitima todo un sistema social de mercado, beneficioso para los poderes establecidos. 
Así por ejemplo, se “demuestra” que el libre mercado conduce automáticamente a la asignación óptima de recursos, lo cual no sería cierto ni en la hipótesis de la competencia perfecta (nunca verificada en la realidad, ni verificable), pues, según ha escrito alguien tan poco sospechoso de mis heterodoxias económicas como Samuelson, el ajuste de la oferta y la demanda puede dar lugar a que los ricos tengan leche para sus gatos, mientras los pobres no pueden comprarla para sus hijos.
El autor de este resumen es Nacho Escolar, que afirma que
“Estos días estoy en Atenas, participando en un seminario sobre Europa al que las organizaciones Europanova y Friends of Europe invitan a 40 jóvenes líderes europeos de distintos países para debatir sobre Europa.
Desde Atenas, la zona cero de la política de austeridad, el artículo de Sampedro cobra un sentido nuevo.
Alguien pensó que Grecia se podía desmontar, como el reloj, y aplicaron al país el tipo de vivisección que se le puede aplicar a un gato”.
Pero Grecia es una sociedad, no un gato, y menos un reloj.
Nadie sabe exactamente cómo va a ser la economía del futuro, porque son muchas las posibles variables que entran en la economía y, nunca, las sabremos.
Podremos predecir (y quizá nos equivoquemos) alguna variable, como por ejemplo: la situación actual.

Y poder predecir que “si la economía sigue esta tendencia que ahora lleva entonces….”?. Pero ¿Y si no?. ¿Y si interviene otra variable, ventajosa o no ventajosa?. Entonces nuestra predicción debe fallar.

jueves, 23 de febrero de 2017

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (44-1) ECONOMÍA

 ECONOMÍA 

Sin números no se entiende la Economía, pero los números son muy fríos y cuando se contextualizan muchas veces, y en general, echan sangre.

“Para presentar la realidad económica me encanta comenzar parafraseando a Bécquer:
         ¿Qué es economía? ¿Y tú me lo preguntas? “Economía eres tú”

Estamos haciendo economía no sólo cuando estamos despiertos, hasta dormidos, directa o indirectamente, estamos haciendo economía, porque estamos gastando la electricidad del frigorífico y la del despertador, nuestros pequeños ahorros están siendo manejados por otros, aunque no les hayamos dado permiso para que lo inviertan aquí o allí y puede ser que los perdamos, todo o parte, o que ganemos (cosa rara).

Todos queremos disfrutar, y cada vez más, de un buen “nivel de vida”, pero esto, en realidad, ha quedado reducido a “nivel de consumo” de bienes y de servicios.

Pero pensemos. Sin economía no podríamos vivir, pero la vida no se reduce a economía.

“Creo que lo más importante de nuestras vidas no lo es”

La honradez, la ciudadanía, la solidaridad, el amor,… los valores humanos son “gratis”

“Robinson Crusoe comía, planeaba su ocio, distribuía el empleo de su tiempo, pero no hacía economía. Cuando optaba por cavar en tierra un canalillo desde el manantial a su choza, en vez de ir todos los días a buscar agua, estaba, sin duda, tratando de obtener la máxima satisfacción con el mínimo esfuerzo, que es el objetivo atribuido tradicionalmente a la ciencia económica. Pero también ése es un fin de la técnica, y eso es lo que hacía Robinson, resolver un problema técnico más propio del ingeniero que del economista”

La mayoría de los actos humanos presenta algún aspecto económico, y ello ocurre cunado los ejecuta el hombre en sociedad.
La Economía es una actividad social.

“El economista interviene cuando convivimos con otros hombres, con los que intercambiamos bienes y servicios. Al aparecer el negro Viernes empieza a haber economía en la isla de Robinson, porque la economía es una actividad social: no es la práctica del hombre, sino de los
hombres.
“Economía eres tú” es falso; la verdad es: “Economía somos nosotros”

En la economía, generalmente, está por medio el dinero: se intercambia el dinero por electricidad o por carburante o por alimentos. Pero también puede haber un Banco de tiempo, un banco de actividades, un banco de favores, donde el dinero está ausente y seguramente, ese intercambio es más gratificante, por ser más humano.

A Adam Smith se le reconoce como el “padre de la economía moderna” y es conocido, sobre todo, por su obra “La riqueza de las naciones”,  un estudio acerca del proceso de creación y acumulación de la riqueza (temas que, por otra parte, ya habían sido abordados por los mercantilistas y los fisiócratas, pero sin el carácter científico de la obra de Smith)

La utilidad y el valor, sobre todo desde Smith, son, para los economistas, tan centrales como lo es la salud para el médico.

Pero, seamos sinceros y asomémonos a la realidad ¿no será más abundante y más impresionante la pobreza que la riqueza?
Asomémonos a la pirámide de ricos y pobres a lo largo de los últimos siglos.
La lucha por la competencia, como mecanismo de ganancia, ha tirado al suelo no a los pobres, que ya estaban allí, sino a los un poco ricos que han sido arruinados por los ricos más fuertes.
La base de la pirámide ha estado y está incrementándose por la caída de los vencidos.
La pirámide va desdibujándose: menos ricos, pera cada vez más ricos, y más pobres y cada vez más pobres.

“Una autoridad en la materia dijo, hace cinco lustros, que los dos tercios de la humanidad sufren hambre crónica, y esa afirmación no alude sólo a los pueblos primitivos, faltos de medios para  explotar la naturaleza.

En Estados Unidos se decretó, oficialmente en 1.964, una gran cruzada contra la miseria, y si el lector quiere saber por qué le recomiendo la lectura del libro de Michael Harrington “La cultura de la pobreza en los Estados Unidos”

 En esta obra, el investigador católico Michael Harrington establece una teoría de la pobreza contemporánea como cultura que se perpetúa a sí misma, como modo de vida.
Los trabajadores no calificados, los ancianos, las minorías, todos ellos seres humanos, norteamericanos, gente que vive en un submundo económico en la nación más rica del mundo, y de todas las épocas, aparecen en este libro en una descripción que es a la vez reportaje y análisis.

Quizá el aspecto más importante es la "invisibilidad" de la pobreza, la forma en que se ha pasado por alto la enorme cultura de necesidad y desesperación que existe en medio de la plenitud.

“Si la economía es lo que hacen la mayoría de los Premios Nobel de Economía, cada vez soy menos economista (…)
En economía me importa mucho más la gente que los bienes.
No se puede explicar lo que pasa con los precios sin tener en cuenta la estructura social”

Alguien dijo que “el hombre no existe, los que realmente existen son los hombres”.
Lo mismo podíamos decir con la pobreza: “la pobreza no existe, los que realmente existen son los pobres.

“Los economistas no convencionales somos quienes viajamos hacia el sur en un carromato tirado por un jamelgo y cuya ruta pasa junto a la vía en que en ese momento hace una parada un tren de lujo dirigiéndose hacia el norte.
Los colegas sentados en el tren le invitan a que deje su carro y vaya con ellos.
La técnica que manejan es muy superior, así como la velocidad y la comodidad durante el trayecto”

Es el humanismo de Sampedro frente al “frío” estudio académico de los economistas al uso, manejando los “fríos” números.
Desde el carro, con el jamelgo, se ven y puede hablarse con ellos, con los pobres reales.
Desde el tren y cómodamente sentado se suman y se restan cifras, la pobreza.

“A uno le gustaría viajar cómodo y de prisa, y sentirse importante, instalado en una técnica rigurosa, pero no puede subirse al tren porque éste camina, inevitablemente hacia el norte (es decir, hacia la justificación y asentamiento del poder establecido), mientras que uno quiere progresar, aunque resulte penoso, hacia el sur, es decir hacia el conocimiento del cambio social para contribuir a él.
Por eso, cada hora de camino hacia el sur, aunque sólo suponga cinco kilómetros de ruta insegura, es un inmenso avance comparado con el camino que los otros han recorrido en su opuesto objetivo. Pues mientras su progreso en el espacio es históricamente negativo, nosotros avanzamos hacia el futuro.
Y eso implica negarse a servir intereses establecidos –por caducos ya, y opresores-  para sumarse en cambio a las fuerzas profundas de la historia y vivirlas en medio de la gente, por los campos y plazuelas.
Porque, como cantó Neruda, “no es hacia abajo ni hacia atrás la vida”

Esto lo escribió en el número 1 de la Revista de Estudios Andaluces, con el título “El reloj, el gato y Madagascar”, allá por el año 1.983, muy lejos, todavía del 11M, pero que ya se le notaba por dónde iba caminando.




miércoles, 22 de febrero de 2017

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (43-2) ESCRIBIR ES VIVIR


Nureyev y Nietzsche.
Nietzsche y Nureyev.
  
Tampoco Sampedro:

         “No concibo un día sin pensar en ideas literarias, sin tomar notas, sin llevar mi cuadernillo, apuntar algo, discutirlo un poco…no, no me lo imagino. Ése es mi  caso personal y el de otros muchos autores”

No lo sabía, pero se ve que, sin saberlo, he copiado su manía, o su costumbre.

Y lo que no sabíamos:

         “Yo he escrito con tesón y perseverancia durante 40 años sin ser conocido como escritor. Era conocido como economista, Catedrático de Economía pero, además de ganarme la vida con mi trabajo de economista, me levantaba a las cuatro de la mañana para escribir novelas. Y pese a escribir y publicar unas cuantas, con buenas críticas y todo, a mí no se me consideró escritor hasta los años ochenta.
Escribir durante cuarenta años sin que el esfuerzo esté recompensado por éxito, ni por fama, ni por dinero, sólo tiene una explicación: que la recompensa consiste en la satisfacción íntima, en el “dolorido sentir”, en palabras de Garcilaso.
Al igual que Garcilaso de la Vega, tras un desengaño amoroso, escribió aquello de que “nadie me podrá quitar el dolorido sentir”, tampoco me podía ni me podrá quitar nadie el “dolorido sentir” de la creación de esas horas matutinas a lo largo de tantos años.
Yo me levantaba a las cuatro de la mañana porque era la hora en que ni yo molestaba a nadie ni a mí me molestaban, la hora en que no suena el teléfono y, en mi caso, la hora en que pasan las ideas”

A las cuatro de la mañana.
Yo, por el contrario, lo mío es trasnochar hasta las tantas de la mañana, con el móvil cerca (para familiares y amigos) y el teléfono descolgado para no tener que cabrearme con quien quiere venderme una vajilla o un seguro de vida.

Creo, maestro, que muchos días coincidirían su “levantamiento” con mi “acostamiento”.

“Se da la paradoja de que uno escribe para vivir su propia existencia que, a su vez, es el resultado de vivir otras vidas diferentes”

A veces creo que son las madres las mejores novelas vivas, que viven su vida viviendo, sobre todo, las oscilaciones de las vidas de sus hijos.

“Los escritores manejamos palabras, manejamos el lenguaje. Alguna vez he dicho que somos albañiles del lenguaje. Somos albañiles y nuestros ladrillos son las palabras”

Con la diferencia de que Sampedro sabe qué ladrillos (qué palabras escoger) para construir una casa, un tabique, un muro,… y los demás (los como yo) no lo sabemos.
Y qué plano (estructura de la novela, trama, desarrollo,..) es el adecuado para el tema elegido, y los demás (los como yo) no lo sabemos

“No sé muy bien por qué uno se dedica a escribir, cómo nace el escritor…Sé que en mi caso fue una necesidad vital.
Para mí, escribir no es un trabajo, es una necesidad vital. Escribir es un esfuerzo, un esfuerzo tremendo (…) pero no es un trabajo (…) El esfuerzo es dedicar tiempo, energía,…por el mero placer de crear o por pasión deportiva.
El trabajo sería eso mismo pero con la intención de venderlo en el mercado para ganarse la vida, para conseguir dinero, para comer, para vivir, o por afán de lucro.
La diferencia (entre esfuerzo y trabajo) lo establezco en la finalidad”

El trabajo siempre es oneroso y, generalmente, no grato. Se trabaja porque hay que ganarse la vida. El esfuerzo no, es algo gratificante. Se esfuerza uno por el placer de hacer lo que se está haciendo, pero si se reconoce ese esfuerzo ahí fuera, mejor que mejor, aunque no se lo busque.

“Hasta ese momento conocía el placer interior de la necesidad vital cumplida, pero “Octubre, octubre” añade el placer del reconocimiento a mi trabajo (¿o esfuerzo?) de escritor en la sombra desde los años cuarenta hasta los ochenta. Al fin, sin dejar de ser economista (yo: trabajo) el mundo se entera de que soy escritor (yo: esfuerzo)”

“Mi forma de escribir es poner el oído para adentro y tratar de escuchar…Mi problema no es el resultado, sino el camino…Necesito creerme la historia que cuento porque si no me la creo yo, menos se la va a creer el lector. Para ello…apoyarme en el dato (cinco años acumulando datos históricos para escribir “La vieja sirena”. El segundo mecanismo es mi propia vida interior.. Si cuento cosas que yo creo que vivo, entonces me lo creo, pero…no es que yo escriba lo que vivo, es que yo vivo lo que escribo. Es muy diferente porque yo no lo he vivido antes y lo he escrito después…Por eso, cuando me preguntan si voy a publicar mis memorias respondo que ya las he ido publicando en novelas”.

Y la metáfora que usa es muy ilustrativa (y ya en otra reflexión anterior)

Escribir es mi enfermedad. Para bien o para mal, seré escritor hasta que me muera. Con tal de hacerlo, desnudaría mi alma sin pudor y pintaría las ajenas sin respeto. Ahondar el pozo, barrenar en los impulsos y en los símbolos. Ésa será mi única salvación posible. Si “analizar” sólo deja en las manos muertos fragmentos, músculos de carbón piedra, “escribir” es, en cambio, crear, encontrar eñl sentido de la vida.
Ésa es mi victoria, pero también mi cruz”

Como Nietzsche.
Y si escribir sobre sí mismo es confesarse, incluso desnudarse ante el público, escribir sobre los demás es ir dejando jirones de sí pegados a sus personajes.
En el personaje de la novela puede haber algo objetivo, real, aunque hay mucho inventado, bastante de la circunstancia perimetral y, queriendo o sin querer, seguramente inconscientemente, trozos de uno mismo.

¿Para quién o para quiénes escribe Sampedro?.

“Escribo para contar la historia de mi esperanza, de cómo la descubrí entre los hombres del río (…) Quiero ofrecerla a los asfixiados por tanto aire prefabricado (…) a los que no se dejan comprar por el automóvil o la gran cruz ni satisfacer por espectáculos para mayores…”

“Otra vez sin saberme ni encontrarme, Volviendo a escribirme a mí mismo, tanteando mis adentros. Reflejarme en el papel. Si no, ¿cómo seguir?”

“La máscara es el yo más verdadero; el yo elegido”

¿A qué escribir, entonces? Vaciarme será desangrarme, creí. Pero el vacío hay que construirlo.
Ya lo explicó Barbusse: “se comienza por escribir lo que creemos; se acaba por creer lo que está escrito”. Más aún si está impreso”

“Revivir no es vivir otra vez, sino volverse a vivir. Me revivo en mis novelas; no analizo”


“Reviviendo mi sensación de ser dos en uno: el que vive para escribir y el que escribe para vivir”

martes, 21 de febrero de 2017

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (43-1) ESCRIBIR ES VIVIR

ESCRIBIR ES VIVIR

“La escritura se ha convertido en mi forma de vivir, de conocerme, de explicarme a mí mismo (…) también escribo para darme, para encontrar a otros, aunque me sirvo de la literatura para ello”

A mí me ocurre exactamente lo mismo.
Escribo, en primer lugar, para ordenar el desorden de mis ideas revoloteando entre las neuronas. No me basta con ordenarlas mentalmente, porque luego no recuerdo el orden. Necesito graparlas ahí fuera, para poder, en cualquier momento, revisar el orden, por si tengo que reordenarlo.
Porque reconozco que soy un maniático.
Cuando leo algo ya escrito, con este invento con el que estoy haciéndolo, “marco, copio, corto, pego” no paro de rectificar lo ya rectificado.

Si, además de eso, compruebas que hay personas que entran en tu blog y te matizan, te critican, les gusta, te siguen,.. es un plus sobreañadido al placer de haberlo escrito.

“Mis novelas, que tardo años en escribir, y de las que necesito hacer varias versiones, no las entrego a la imprenta mientras creo que el filón no está agotado. Y mis dos primeras novelas han esperado medio siglo para ver la luz.
No. Nunca tuve compulsión de publicar y, de hecho, cuando las novelas se convierten en libro impreso, me olvido de ellas, las dejo en manos de los lectores y vuelvo la mirada a mi interior”

Cualquiera que me vea a las 8,30 horas, cargado con mi mochila camino del gimnasio y con una libretilla y un lápiz en la mano, parándome en mitad de la acera para escribir esa idea que revoloteaba en mi cabeza, o sentado en el banco del parque que, a diario, cruzo antes de llegar a mi destino, escribiendo y escribiendo, debe de considerarme un bicho raro, pero es un material que “ya lo he agarrado” y cuando abro el ordenador lo grapo para que no se esfume.
Ya tengo un hito alrededor del cual puedo seguir pensando.

Cuando alguien me pregunta cuándo he escrito sobre cualquier tema, sobre La Desbandá, por ejemplo, lo remito a Google y que le pregunte a él, porque yo sé que está ahí, pero no sé donde.

Y a veces, cuando, queriendo o sin querer, me tropiezo con aquel artículo que escribí para una revista me retrotraigo a aquellos tiempos y rememoro situaciones. Y me siento satisfecho.

“La escritura se convierte, así, en una manifestación de ese arte de vivir que es ser quien eres. Es decir, ser lo que no sabes que vas a ser, porque todavía lo estás siendo”.

Ya lo había dicho Sartre: mientras esté vivo estoy siendo y sólo el día que muera se podrá echar la raya final de la suma y se podrá decir: “éste fue Sartre”.

Las piedras “son”, los hombres son “siendos” y sólo el día que dejen este mundo se acabaron sus gerundios, y aparecen los estáticos presentes.

“Hay escritores que exploran en su interior y escritores cronistas de la realidad exterior. En lo que a mí respecta, no hay distinción, es artificiosa. Un historia exterior a mí, que yo selecciono para contarla, pasa a formar parte de mí. No sé tomar distancias, ni objetivarla, ni quiero hacerlo” (…) Cuando me baso en una historia como la de los gancheros de “El río que nos lleva”, me la apropio, los convierto en “mis” gancheros y a la vez me hago a mí mismo al incorporarlos. No soy el mismo después de meterlos en mí, me transforman y me revelo a través de ellos”

Es sólo una cuestión de matiz entre historia interna e historia externa, pero no hay separación.

Yo necesito algo para hacerlo mío y alrededor de lo cual poder seguir tejiendo con mi mente argumentos, contra-argumentos, historias, detalles,.. pero soy incapaz de empezar a manchar un folio en blanco, necesito que la mancha ya esté en él.

Ni escribir para ser famoso, ni para salir en la tele, ni para ligar, ni para ganar dinero, ni… (¡hay tanto programa basura en que mundólogos, macarras y calientapollas ganan, con una intervención, más que un escritos que…a mí me da asco pero, como decía aquel: “ si hay mierda tiene que haber moscas”)
Escribir por amor al arte, por el placer de escribir, por necesidad vital.

Nietzsche, en sus destierros voluntarios, buscando un clima dulce, aprovechaba las servilletas (¿) de los bares o recortes de papel de periódico para ir anotando ideas que le llegaban, y cuando alguien le preguntó (-es lo que cuentan-) por qué escribía tanto, le respondió: “¿es que acaso yo soy libre para escribir o para dejar de hacerlo?”

Necesidad vital.

Es lo mismo que cuenta Sampedro del bailarín ruso Nureyev cuando una periodista le preguntó qué consejo le daría a un muchacho o a una muchacha que quisiera dedicarse al ballet: “si puede, que lo deje”, de lo que se deduce que para Nureyev la única razón seria para dedicarse al ballet es no poder evitarlo.

Nureyev y Nietzsche.
Nietzsche y Nureyev.



lunes, 20 de febrero de 2017

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (42-2) LAS CIUDADES


La perspectiva y la vida.

¿Cómo va a ser igual mi visión estética de un paisaje que la visión que de él tiene un constructor de bloques de viviendas?.
El burgués es el burgués y los que no lo somos, no lo somos.

Pero… “El burgués de hoy se ha desprestigiado y corrompido tanto que ya sólo usamos el término (“burgués”) con contenido peyorativo, pero no olvidemos que los burgueses de otros tiempos, además de explotar al prójimo nos dejaron legados como Florencia o la Barcelona
modernista, por poner algún ejemplo”

La verdad es que hoy hay muchos burgueses que tienen sus casas llenas de cuadros de valor incalculable, pero no es por amor a la estética, sino como inversión.
Siempre midiéndolo todo con el “patrón dinero”

“Antes de ir a Estocolmo yo ya había leído (…) el paisaje escandinavo me fascinaba; cuando llegué allí me quedé deslumbrado. Agua, bosque, lagos…una lujuria tropical…Y luego, la libertad de vida.
Cuando llegué allí y a unos compañeros del congreso se les ocurrió ir a bañarse, yo dije: “es que no he traído bañador”. “No hace falta dijeron ellos”. Nos desnudamos y nos zambullimos en el agua. Lo peor es que el agua del Báltico estaba glacial. Salí enseguida, excusándome, pero me contestaron: “No, si ha aguantado Ud. mucho tiempo”.
En fin, que aquello era otro mundo, otro planeta para un español en el año cincuenta.
Escribí “Congreso en Estocolmo” bajo el impacto de aquellas sorpresas fascinantes”

Usa como ubicación el nombre de varias ciudades para tratar temas distintos pero que, conociendo la historia, van adosados a ella.

“Elegimos presentar escenarios reales con historias animadas, por un lado para facilitar la lectura y, por otro para ilustrar las ideas principales. Todas tienen un motivo. Por ejemplo:
TAHITÍ para evocar el interesante viaje de Bougainville para tratar el tema de mundo natural-mundo cultural.
TOMBUCTÚ nos pareció adecuado para las tribulaciones de Tierra acerca del mundo físico, la naturaleza y sus destrozos.
GINEBRA, en tanto que ciudad internacional, era apropiada para hablar de dinero, del inicio del capitalismo y la independencia.
VENECIA: ¿qué lugar mejor para evocar el placer de vivir?
Y, para finalizar, KNOSOS, por ser el origen, la cuna de la civilización helénica”

Pero también MILÁN como una ciudad-trampa, con “sus suburbios, las tapias, hangares, talleres cerrados, viviendas baratas, solares, charcos… Humo y bruma, suciedad y escombros, faroles solitarios y siniestros. Todo inhumano, sórdido y hostil. Al bajar el cristal percibe un vaho húmedo, apestando a basura y a residuos químicos…”

Y ARANJUEZ, la ciudad que significó tanto para él, porque allí vivió, mejor dicho, la vivió en su época dorada de curiosidad intelectual y ¿cómo si no, en “El río que nos lleva”, de sus gancheros y sus troncos de madera río abajo?

“Conducir la madera era un jugoso paseo por la orilla del río, a la sombra de los árboles frondosos, inclinados sobre la corriente como para ver desfilar a sus compañeros muertos. Se cruza el puente de la calle de la Reina y empiezan a mano izquierda los viveros y los jardines del Príncipe. Luego se pasa por el embarcadero de la Casita del Labrador y después ante la casa de los Marinos, donde se guardan las reales falúas en que pasearon reyes y reinas. Más adelante, el Castillo, todo de verde hiedra, y el Parterre, con sus aspilleras y sus garitas de piedra de Colmenar, especie de amable fortaleza para proteger los juegos amorosos y las intrigas cortesanas (…) ¡es tan diferente del hálito caliente y el olor a mies de los terrazgos anteriores¡

Y, ¿cómo no? TÁNGER, otra ciudad vivida y cuando más mella hace en la persona de un niño y que se le queda grabada, como toda experiencia grata en edad infantil, grapada en su memoria:

“El haber pasado mi infancia en Tánger ha sido para mí un inmenso regalo del destino, perenne en mis raíces y marcándome definitivamente.
El carácter internacional de la ciudad y su gobierno por una administración mixta semiautónoma bajo la distante soberanía del sultán marroquí atraían a gentes de los más diversos países.
En la calle se oían distintos idiomas, se usaban monedas diferentes y se practicaban varias religiones en iglesias, mezquitas, sinagogas y otros lugares sacralizados.
Prácticas y costumbres, banderas y días festivos, a veces con desfiles y procesiones que pasaban ante mi vista. Tantas maneras de vivir tan naturalmente coexistentes me hacían sentirme como en un bosque encantado, donde cada cual se aparecía con sus verdades y ámbitos respectivos, enseñándome a respetarlos y a comprenderlos hasta donde mis pocos años lo permitían.
Vivía yo así, en un mundo gratamente tolerante y permisivo”

“…mi Tánger era femenina, transpira feminidad…mi Tánger es polimorfa, habla lenguas diferentes e inspira humanismos distintos…
En aquella Tánger de 1.920, en fin, inició su curso el río que soy, como un arroyuelo poco turbulento serpenteando por el espacio doméstico en cuanto pudo gatear, primero, y luego tenerse sobre sus pies

Nunca una “ciudad visitada” será una “ciudad vivida”.
Nunca, jamás, un turista de Palencia será un perchelero.


Yo también podría describir mi “Salamanca vivida” de mis años universitarios en sus dos etapas: cuando estaba en el Seminario de Calatrava y luego, una vez secularizado, con mis primeros devaneos, con los primeros amores, con aquellos diarios en cuadernos de papel cuadriculado.

domingo, 19 de febrero de 2017

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (42-1) LAS CIUDADAES

LAS CIUDADES

Yo nací en un pueblecito castellano, Aldeanueva de Figueroa, agrícola y ganadero, de la provincia de Salamanca, en uno de los cordeles del Camino de Santiago (de ahí lo de “Figueroa”), lindando con Fuentesaúco (“el buen garbanzo y el buen ladrón, de Fuentesaúco son” con cuya primera parte todos estaban de acuerdo, pero la segunda parte los llevaba a los demonios, así que ellos respondían: “y el ladrón más fino, de tu tierra vino”) ya en la provincia de Zamora.

Mi pueblo llegó a tener 984 habitantes, pero en la actualidad no llega a 290 (la sangría demográfica comenzó en los años 60, con la emigración, sobre todo interior, al País Vasco, Asturias, Santander y Madrid) Las causas ya las he expuesto en otro artículo.

En la escuela de niños nos juntábamos unos 70 niños, con un maestro republicano, y que no quiso “rehabilitarse” realmente, pero que con el sueldo de maestro y con cuatro o cinco hijos tuvo que ejercer, al mismo tiempo, como contable de la Hermandad de Labradores, por lo que las pizarras de la escuela siempre estaban ocupadas de cuentas y más cuentas, y no tuvo más remedio que enfundarse la camisa azul con el yugo y las flechas, frustrado y amargado por la situación política, el franquismo, “nada nos enseñó”, éramos bárbaros infantiles cuya obsesión era romperle la vara de fresno con la que nos pegaba, cuando iba a su casa a mear.

Le doy las gracias al maestro interino que llegó y que, por él, marché del pueblo a la ciudad para ingresar en el Seminario (única manera de estudiar, de manera casi-casi gratis, para los que no disponíamos de dinero para ir a estudiar por libre.

Pero reconozco que desde los veintitantos años soy de ciudad, como J. L. Sampedro:

“Yo soy un hombre de ciudad. Sólo viví en un pequeño pueblo a los ocho años y, aunque esa experiencia fue decisiva en mi vida, mi paisaje vital es el urbano. No creo que fuese capaz de adaptarme a la vida en un pueblecito, aunque no me importaría vivir en una ciudad más pequeña que Madrid, como Alicante o Andorra. Necesito tener a mi alcance una serie de actividades culturales: cine, conferencias, librerías, etc…”

Cuando esto escribía el maestro, pasaba parte del invierno en Alicante y, en verano, presidía la Universitat d´Estiu d´Andorra.

Yo le hubiera aconsejado que hubiese, no visitado, sino residido y vivido en Málaga, la bien llamada “Ciudad del Paraíso” porque todo te lo facilita.

Cuando el novelista escribe los escenarios suelen ser inventados, pero nunca del todo, hasta en los inventados hay algo o mucho de los recuerdos de paisajes ya pisados.
Además, aunque intente reflejar un paisaje real siempre tendrá que pasarlo por el tamiz de la subjetividad.

Pero de todos es sabido el tiempo dedicado y la cantidad de información recogida cuando quiere que la escena ocurre en algún lugar concreto, como en “Octubre, octubre” y (como veremos en otra entrada) la manera de disimular una sordera para escuchar a una tertulia de mujeres hablar desenfadadamente tomándolo por sordo.

Por eso “mi Madrid de “Octubre, octubre” es como un pequeño pueblo con gentes conocidas y cercanas”.

Pero en otros casos no es así.

“Cuando hablaba de Milán, que yo no conocía cuando escribí “La sonrisa etrusca” tenía planos, mapas de transportes urbanos, guías,…Y tampoco conozco Alejandría, pero en este caso porque no quería verla como era en la actualidad. Para encontrar una ciudad paralela viajé a Estambul, que podría ser hoy su equivalente, una ciudad llena de contrastes, de bullicio, con todo el color y calor de las ciudades del Mediterráneo del siglo III”

Una ciudad siempre será inabarcable porque depende del sujeto.
Las mismas calles, las mismas plazas, las mismas playas…¿cómo va a ser lo mismo para el que, de turista, estrena su mirada, como para el que las ha vivido y las vive?.
Ese barrio, cochambroso para algunos, es vital para otros.

“Cualquier ciudad es, siempre, muchas ciudades: tantas como residentes y visitantes tenga y haya tenido en el pasado. Cada persona conoce ciertos paseos y recintos y los vive a su manera”

Ayer mismo se cumplieron 80 años de La Desbandá. ¿Cómo va a ser la carretera de Málaga a Almería, la Carretera de la Muerte, igual para el que la recorre en coche o autobús como lo fue para los miles y miles que tuvieron que ir caminando, días y días, con hijos de leche y padres ancianos, descalzos y sin comida,….?

Incluso yo, que he escrito bastante sobre ello no puedo emocionarme como la que sobrevivió y, desde su nueva residencia en Francia, cuenta, gimiendo y llorando, en un video con el que yo lloré sólo con imaginarme lo que ella pasó, y que con nudos en la garganta, con voz entrecortada narraba su peregrinaje y la muerte alrededor, con sangre aquí y allá, manchando la carretera…

Todos sabemos que el mismo hecho, presenciado por dos personas, puede ser interpretado de manera muy distinta, como un asesinato o como un simple homicidio.
En la perspectiva no sólo interviene lo objetivo, sino también, y mucho lo subjetivo.

Yo soy de las personas a las que no le gusta la aventura, ni la improvisación. Y si proyecto un viaje a París me proveo de libros de viaje, de planos, de entrar en los foros, para conocer opiniones de quienes ya han estado allí.
Pero conozco personas que hacen, exactamente, lo contrario, a la aventura, a ver qué es lo que sale,…

Es verdad que a mí los viajes no me despiertan muchas sorpresas porque, poco más o menos, sé con lo que voy a encontrarme (aunque no coincidan exactamente mis expectativas con la realidad)

Dice Sampedro que:

 “la información no suple el conocimiento. Conocer algo, de verdad, exige vivirlo. Sólo entonces nos entrega su secreto, cuando lo hemos convertido en vivencia personal” (…) aunque sea descubrir el Mediterráneo…Los Mediterráneos descubiertos por uno mismo se hacen nuevos para el descubridor, se le entregan renacidos”

Y recuerda sus vivencias en Aranjuez, presente siempre en su corazón, a pesar de alejamientos geográficos.


“Fue en mis últimos tiempos de Aranjuez cuando ya empecé a imaginarme escritor, sin duda al impulso de tales vivencias”

sábado, 18 de febrero de 2017

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (41-2) LA PALABRA

“Qué eran los nombres puestos a los hijos, al nacer, sino, deseos de los padres o padrinos a que los niños se parecieran a lo que el nombre puesto significa? “Irene” (paz), “Teófilo” (amigo de Dios), “Teodoro” (espada de Dios), “Amanda” (digna, merecedora de ser amada), “Amador” (amante), “Eugenio-Eugenia” (bien nacidos)…

En eso sí que nos parecemos, Maestro, yo, camino a mi gimnasio diariamente, Ud. en “nuestra incivil guerra civil”, esa definida como la de “los justamente vencidos y la de los injustamente vencedores”.

“Mi libretita y mi diccionario de bolsillo hicieron la guerra conmigo. Fiel a mi costumbre de pasar páginas de diccionarios  y enciclopedias, metí en mi macuto un pequeño Sopena y en los ratos libres o de espera iba pasando páginas y anotando aquellas palabras que por algo llamaban mi atención”

Yo grapo y dejo presas en mi libretilla las ideas volanderas antes de que se me esfumen para, cuando llegue a casa, manosearlas, ordeñarlas, sacarle todo el jugo posible, hilvanar un artículo y subirlo a/ colgarlo en este blog.

“In principio erat verbum” (“en el principio era/fue la Palabra”), pero sólo el Verbum Divinum, que llevó a cabo la creación con su palabra: “Y dijo Dios: “haya luz” y…Y dijo Dios “que las plantas… que las aves…que los peces….que … y todo ocurrió según la “palabra divina”.

Porque la palabra humana no estaba en el principio, sino al final de un largo y tortuoso camino por el que iba abriéndose paso la evolución.

“El lenguaje es el final de un largo y difícil proceso creador”

No nos lo dio Dios, hemos ido creándolo los hombres de distintas formas en distintos lugares y si ninguna Torre de Babel por medio.

Y si la evolución nos ha ido haciendo “hombres” (hominización) ha sido el lenguaje el que ha ido haciéndonos “humanos” (humanización).

“El lenguaje da al ser humano sus alas más poderosas para acercarse a la estrella con las cumbres de la poesía lírica y la mística.
Por la palabra podemos salvarnos y con ella dialogamos, sobre todo en el hablar consigo mismo durante el viaje de la vida (…)
Porque el lenguaje, siendo esas alas, también es cárcel, pues condiciona nuestro pensamiento y encarrila fácilmente nuestro entendimiento, descarrilándolo también.
El lenguaje, con frecuencia, es una trampa; se usa para engañar y persuadir con falsedades o encadenar con creencias.
A veces se usa así con deliberada maldad egoísta; otras veces se hace hasta con buena intención, por alguien que está él mismo engañado.
El caso es que la palabra, como los alimentos desconocidos o nuevos, debe ser recibida con criterio crítico, pues puede ser un bálsamo o un veneno.
Finalmente, no sólo hay que reivindicar siempre el derecho a la palabra, como máxima expresión de nuestra humanidad. Pero también –y a esto se falta muchas veces- hay que cumplir el deber de usarla en pro de la dignidad propia y ajena. Pues, como proclamó magistralmente Martin Luther King, hay una conducta más escandalosa que la de los malvados, y es el silencio de los hombres “buenos” que callan y miran para otro lado sin protestar de las maldades”

Pecar por hablar, pecar por no hablar, pecar por hablar demasiado, pecar por no hablar lo suficiente y gritar a los cuatro vientos (asistimos, a diario, a la cruda realidad de los refugiados).

La palabra tiene doble filo, puede ser salvadora y condenadora, puede producirte placer y dolor, alegría y tristeza, amor y odio.

Decía Aristóteles que conocer una cosa era tenerla en la cabeza, no realmente, sino intencionalmente.

Dar nombre a algo es poseerlo de cierta manera.

“Reducimos a palabras el mundo para hacerlo inteligible y, luego nos extraviamos en la maraña verbal. Sin ella no existiría el mal. No hay Maldad en el tigre, aunque mate: no conoce el vocablo “crueldad”. La serpiente del Edén era el conocimiento; es decir, el lenguaje. Sólo el hombre puede ser malo, pues sólo la palabra le distingue de la naturaleza. Siempre esclavo de las palabras; nunca puede vivir –hacerme- sin ellas. Siempre me dominaron”

“Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo. Allí donde están las fronteras de mi lengua están los límites de mi mundo” nos decía Wittgenstein en el Tractatus lógico-philosophicus.

Recuerdo en mis clases cuando, todos los años, al tratar el tema de la voluntad y el conocimiento, de la elección, de la decisión, les hacía ésta o parecida pregunta: “¿os gustan los caretinómicos”? Se quedaban con la boca abierta y su pregunta, automática, era: “y eso, ¿qué es?”. A veces le seguía la broma y les decía que eran unas galletas típicas de Ponferrada, cuyos componentes principales eran turrón, helado, chocolate….” Y, sólo entonces algunos decían que sí les gustarían, otros decían que no, porque odiaban el chocolate.
Luego, después, les aclaraba que “caretinómicos” era una palabra vacía que me había inventado para que cayeran en la cuenta de lo absurdo que es “elegir-optar” por algo sin “conocer-saber” qué es.

O lo que es lo mismo: “nada es (debe ser) querido si no es conocido” y querer algo sin saber qué es, es algo absurdo, inconsecuente.

El diccionario, como conjunto de palabras, además de ser un círculo vicioso porque unas palabras de definen por otras y éstas por otras y siempre sin salir del diccionario, es, a la vez, como un gran almacén lleno de cajas en las que metemos las cosas.
Pero llega un momento en que el almacén (el diccionario) puede colocar algunas cajas (palabras) más, pero es que la realidad no cabe del todo.
No hay una caja (una palabra) para cada cosa y llega un momento en que en una misma “caja” (palabra) tenemos que meter cosas muy distintas.

Imaginaos la caja (palabra) “león” y en ella tenemos que meter una Provincia española, una Ciudad, un Animal, una Persona normal, un Papa, una cualidad (estás hecho un “león”)…

Sólo conociendo el contexto en el que se encuentra esa palabra, en que se usa esa palabra, podemos saber a qué realidad se refiere.
Estamos refiriéndonos a la “equivocidad” de las palabras.

De hecho, un chiste, no es más que otra interpretación de la palabra que se confunde con la interpretación usual de la misma.

Así como la música no es como Napoleón la definía: “el menos molesto de todos los ruidos” o, también he leído “el más bello de los ruidos”.
La música, la melodía, es más y distinto a un ruido, y no basta el oído para captarla y sentirla, hace falta una sensibilidad especial.

Si en otro tiempo “creer la palabra de otro” era algo normal, hoy la descreencia en ella es lo normal.

Cuando veo una acción y la califico como injusta no tiene las mismas consecuencias que si es un juez el que la juzga así.

La “palabra” (sentencia) de un juez tiene efectos sociales, la mía no.

Un tipo de los “actos del habla” es el “declarativo”, que es aquel que provoca un cambio en el mundo por medio de esos actos.

Ya hemos dicho lo de la “sentencia” de un juez, pero también “bautizar”, “casarse”, “vetar”, “levantar una sesión”.
No es igual decir “sí, quiero” ante un juez o un cura que decirlo en una discoteca.
En los dos primeros casos produce el efecto del “matrimonio” con todas sus ventajas y sus inconvenientes, el tercero no, sólo sirve, quizá, para llevar al huerto a la otra persona.

Luego hay “palabras tabú”, que no deben pronunciarse por si acaso tiene efectos no deseados (tengo en el blog una entrada con el título: “el tabú de la palabra” pero habrá que preguntárselo al que lo sabe casi todo, Google).

Quitadle al acto sexual la palabra, deja de ser un hecho humano y queda convertido en un hecho natural, fisiológico, como lo haría un toro o un perro, pura y simple “genitalidad”

“Añadir literatura, palabra, al sexo, es añadirle cultura, es transformar un acto natural, previsto biológicamente para la reproducción de la especie, en un acto humano”


Si para practicar sexo basta y sobra con los genitales, para la sexualidad son tantas o más necesarias las palabras, en forma de susurro, de gemido, de piropo, de murmullo,…