lunes, 28 de agosto de 2017

MITOS SOBRE EL AMOR



• MITO DE LA MEDIA NARANJA.

Derivado del mito amoroso de Aristófanes, en el Banquete de Platón, que supone que los humanos fueron, en los primeros tiempos, sólo un ser: con dos caras, cuatro brazos, cuatro piernas,.. pero que, por su soberbia y desafío a los dioses, al no tener que necesitarlos, fueron divididos en dos partes que vuelven a unirse en un todo absoluto cuando encontramos a nuestra “alma gemela”, a nuestro compañero/a ideal.

Es un mito que expresa la idea de que estamos predestinados el uno al otro; es decir, que la otra persona es inevitablemente nuestro par, y solo con ella nos sentimos completos.
El mito platónico del amor expresa un sentimiento profundo de encuentro de la persona consigo misma, “y su culminación es recuperar los aspectos que nos fueron amputados y de esa manera, recuperar nuestra propia y completa identidad. Es decir, poder ser todo lo que somos y lo más plenamente posible”.

El mito de la media naranja sería una imagen ingenua y simplificada del mito platónico que intenta transmitir esa búsqueda de la unidad perdida, pero su principal defecto es que “uno más uno” termina resultando uno, lo cual es un grave error, no sólo aritmético, que es asimilado mayoritariamente por mujeres.

Tanto el varón como la mujer son dos naranjas enteras y que quieren convivir, disfrutando de los buenos momentos y compartiendo los malos para hacerlos más llevables


• MITO DE LA EXCLUSIVIDAD.

Creencia de que el amor romántico sólo puede sentirse en una única persona porque se cree que el amor es de “todo o nada” y si una persona se da “toda entera a otra persona” nada queda para otra.
Sólo una persona con otra persona.
Este mito es muy potente y tiene que ver con la propiedad privada y el egoísmo humano, que siente como propiedades a las personas y sus cuerpos.

Y es un mito que sustenta otro mito: el de la monogamia (y, por supuesto, heterosexual) como estado ideal de las personas en la sociedad.

¿Por qué no pueden amarse, intensamente, tres personas, a la vez y simultáneamente?.

• MITO DE LA FIDELIDAD,

Creencia de que todos los deseos pasionales, románticos y eróticos deben satisfacerse exclusivamente con una única persona: la propia pareja.
Ninguna otra persona puede interponerse entre la pareja, que debe ser siempre fiel, “en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, en la presencia y en la ausencia….”

• MITO DE LA PERDURABILIDAD (o de la pasión eterna).

Creencia de que el amor romántico y pasional de los primeros meses puede y debe perdurar tras miles de días (y noches) de convivencia, para siempre, “hasta que la muerte los separe”.
El amor no puede ser un amor pasajero, sino para siempre, pase lo que pase.

Y uno se pregunta por qué.

Si tras la creencia de que no va a ser temporal, sino para siempre, llegado el momento de que ambas personas consideran que se han equivocado ¿no van a poder, amigablemente, recoger la palabra dada y devolver la palabra recibida?.

¿Por qué no?

Si ellos se dieron la palabra y, mutuamente y de acuerdo, deciden dar marcha atrás. ¿por qué no?

• MITO DEL MATRIMONIO O CONVIVENCIA.

Creencia de que el amor romántico-pasional debe conducir a la unión estable de la pareja, y constituirse en la (única) base del matrimonio (o de la convivencia en pareja).
Esto crea problemas porque vemos que la institucionalización de la pasión ¿puede estar y ser institucionalizada una pasión? y el paso del tiempo, acaban con ella, desgastándola poco a poco.

Por eso nos divorciamos y buscamos nuevas pasiones que nos hagan sentir vivos, aunque, en seguida, las personas vuelvan a casarse y, quizá, cometiendo el mismo error que la primera vez.

¿Por qué no va a poderse, de nuevo, reiniciar otra convivencia?

El matrimonio en la Era de la comunicación a escala mundial pero, a la vez, la era de la soledad ha visto, así, aumentada su dimensión mitológica e idealizada:

“La idolatría del matrimonio es la contrapartida de las pérdidas que produce la modernidad. Si no hay Dios, ni cura, ni clase, ni vecino, entonces queda por lo menos el Tú. Y la magnitud del tú es el vacío invertido que reina en todo lo demás. Eso significa también que lo que mantiene unido al matrimonio y a la familia no es tanto el fundamento económico y el amor, sino el miedo a la soledad”

De acuerdo con lo de la soledad, pero no es el objetivo fundamental, sino la convivencia feliz.

Cuando se “huye de” un lugar es porque se desea “ir y llegar a” otro mejor.

• MITO DE LA OMNIPOTENCIA.

Creencia de que “el amor lo puede todo” y debe permanecer ante todo y sobre todo.

Este mito ha sujetado sobre todo a las mujeres que han creído en este poder mágico del amor para salvarlas o hacerlas felices, pese a que el amor no siempre puede con la distancia, con los problemas surgidos de la convivencia, ni con la pobreza extrema.

NO.

El amor es una fuerza que puede mucho, pero que no puede con todo, no lo puede todo.

• MITO DEL LIBRE ALBEDRÍO. 

Creencia que supone que nuestros sentimientos amorosos son absolutamente íntimos, totalmente voluntarios, libres y que no están influidos de forma decisiva por factores socio-biológicos-culturales ajenos a nuestra voluntad. 

Que lo hacemos sólo porque queremos.


• EL MITO DEL EMPAREJAMIENTO.

Creencia en que la pareja es algo natural y universal, de todos y desde siempre.
Que todas las civilizaciones, en todos los tiempos y en todos los lugares…

Y NO es verdad.
La convivencia de dos en dos ha sido, así, reificada en el imaginario colectivo, e institucionalizada en la sociedad.

MITOS Y SÓLO MITOS, pero que hemos asumido como reales, universales, existentes…


Y NO es verdad.

domingo, 27 de agosto de 2017

EL PRÍNCIPE AZUL Y LA PRINCESA ROSA: LOS DOS MITOS HISTÓRICOS DEL AMOR




Los dos principales mitos del amor romántico son el príncipe azul y la princesa maravillosa, basados en una rígida división de roles sexuales (él es el salvador, ella es el descanso del guerrero) y estereotipos de género mitificados (él es valiente, ella miedosa, él es fuerte, ella vulnerable, él es varonil, ella es dulce, él es dominador, ella es sumisa). Estos modelos de feminidad y masculinidad patriarcal son la base de gran parte del dolor que experimentamos al enamorarnos y desenamorarnos, porque se nos vende un ideal que luego no se corresponde con la realidad.

Principalmente porque todos somos fuertes y, a la vez, somos frágiles, activos y pasivos, dominadores y sumisos; pero curiosamente nos encajonamos/tratamos de encajonarnos en unas etiquetas que determinan nuestra identidad, sentimientos, actitudes y comportamiento para toda la vida.

Estas etiquetas nos proporcionan una seguridad (soy el abuelo en la familia, soy el profesor en la escuela, soy la esposa complaciente, soy la ejecutiva agresiva, soy el adolescente problemático, soy el chico romántico, soy la joven alocada, soy el jefe tiránico…), pero nos quitan libertad para reinventarnos, para cambiar, para evolucionar o aprender nuevas formas de relacionarnos.

La pareja, por ejemplo, es una categoría social mitificada como el lugar donde hallar gozo, paz, calma, tormento, alegrías, estabilidad, bajo la promesa de la fusión total.
Son muchos los enamorados y enamoradas que desean levantar cuanto antes su amor sobre la estructura sólida de la pareja feliz, un mito que ayuda a concluir los relatos y que se presenta como el paraíso sentimental gracias al cual evadirnos de esta realidad.

Hasta ahora la feminidad pasiva ha sido mitificada en los relatos para tranquilizar a los machos y suavizar su ancestral miedo a las mujeres, por un lado, y para ofrecer modelos de sumisión idealizada a las mujeres, por otro.

Muchas de las mujeres de las culturas patriarcales han sido educadas para asumir en muchos casos el rol de mujer fiel cuya máxima en la vida no es alcanzar la libertad (deseo masculino por excelencia), sino el amor a través de un hombre (lo que se supone que es normal en las mujeres).

La princesa del cuento es una mujer de piel blanca y cabellos claros, rasgos suaves, voz delicada, que se siente feliz en un ámbito doméstico (generalmente un lujoso palacio, al cuidado de sus padres) y cuyas aspiraciones son muy simples: están siempre orientadas hacia el varón ideal de sus sueños.
La princesa es leal a su amado, lo espera, se guarda para él, como hiciera Penélope durante más de veinte años esperando a Ulises. 
La princesa encontrará su autorrealización en el gran día de su vida: el día de la boda con el príncipe esperado y amado.
La princesa es una mujer discreta, sencilla, llena de amor y felicidad que quiere colmar de cuidados y cariño a su esposo y que, además, le dará hijos de cuya paternidad no podrá dudar, podrá estar seguro.
La princesa es una mujer buena frente a las mujeres malas, aquellas representadas como personas malvadas, egoístas, manipuladoras, caprichosas, insaciables, débiles y charlatanas.
Las mujeres malas disfrutan pasionalmente del sexo, pero a pesar de que atraen a los hombres por su vivacidad y sus encantos, no ofrecen seguridad al macho, que casi nunca las eligen para ser princesas ni les piden matrimonio.
Son tan atractivas como peligrosas, por eso evitan enamorarse de ellas, como fue el caso de Ulises con Circe.

El príncipe azul es otro mito que opera en el imaginario femenino porque se nos ofrece siempre como figura salvadora, del mismo modo que Jesucristo o Mahoma salvaron a la Humanidad de sus pecados.
Nótese que Eva es la mujer mala por cuya curiosidad y desobediencia los seres humanos fuimos condenados al dolor y la muerte. 
Sólo un Hombre como Jesús podía venir a salvarnos; pero ni con su muerte logró que su padre nos perdonase. 
Jesús es un hombre bueno y valiente que cree en las causas justas y no le importa sacrificarse por ellas.

Del mismo modo, el príncipe azul es un héroe porque pone la misión (matar al dragón, encontrar el tesoro, derrotar a las hordas malvadas, devolver el poder a algún rey, etc.) por delante de su propia vida.
El príncipe azul es un hombre activo, saltarín, espadachín, gran atleta, buen jugador, gran estratega, noble de corazón.
Es joven, travieso, algo ingenuo; a las mujeres les derrite este modelo porque es un ser valiente y bueno que necesita campo para correr y que pese a su gallardía, es tierno y dulce en la intimidad. 
El príncipe se convierte en Hombre en todos los relatos, porque la aventura que vive es su rito de paso de la juventud a la adultez, dado que tiene que superarse a sí mismo para poder lograr su triunfo (el amor de la princesa rosa).
Así podrá protegerla, enseñarla, amarla para siempre, serle fiel y hacerle muchos hijos.






sábado, 26 de agosto de 2017

viernes, 25 de agosto de 2017

EL AMOR CORTÉS (Y 2)

El “amor cortés” es una reacción de un sector de la sociedad feudal contra esa valoración negativa de la dimensión sexual humana.
Buscan erotismo asociado a amor, lo que supone una ideología subversiva pero es una Tercera Vía que rompe el fijismo de las dos alternativas o caminos que la sociedad patriarcal y los teólogos habían decidido para la mujer.

Digámoslo en palabras populares: “hacer el amor (o follar) con la persona que desean, sin obligación, sino por gusto y libremente, sin permiso de padres, maridos o curas”

Si se lo denomina “amor cortés” es porque proviene y se da en la corte, fueron propuestas de la nobleza, ideales, tanto de ellos como de ellas y le dieron un nombre: “el servicio de amor”.
 Esta tercera vía era el escape de la mujer al dominio que sobre su vida y sus sentimientos de la sumisión paterna, con ideología religiosa o no, y que, como toda represión llevó a la imaginación femenina a buscar caminos acordes con sus deseos, que no hipotecaran su libertad y le permitieran gozar del amor elegido por ellas, y de una manera libre, que no comportara las cargas del matrimonio y de la responsabilidad del hogar, de la maternidad y del cuidado de los hijos.

Floreció en la corte, pero el pueblo sencillo lo tenía a mano para contemplarlo también en sus intimidades, porque los criados y las doncellas, del pueblo, estaban al tanto de ellos, siendo muchas veces cómplices, mediadores y correos para concertar entrevistas o para esconderlas, ya que debían quedar ocultas para sus correspondientes maridos o esposas o familiares o la misma corte.

Los hijos no primogénitos de una familia se las tenían que ingeniar para subsistir, y lo hacían acercándose a la corte valiéndose de influencias familiares o de las mismas mujeres a las que prestaban “el servicio de amor”.

Solían enrolarse en el ejército, como mercenarios de quienes mejor les pagasen y los que tenían más suerte se casaban con jóvenes de buenas familias.
Caballeros porque, al estar desheredados de tierras, poseían un caballo y eran los más predestinados a ser amantes de esposas ajenas.

Nobles, caballeros, trovadores que, con su poesía y sus canciones, encandilaban a las damas exaltando y revalorizando a la mujer y que les llevaba  a procurar sus favores.

Es un vasallaje, pero al revés.

El amante es el vasallo y la dama se convierte en “señor”, proclamando sus virtudes y siendo considerada, moralmente, superior al varón, hasta llegar a decir de ella que Dios la creó de mejor material que al varón, como una muestra de su saber y poder.

El amor siempre ha sido, es y será un valor moral, aunque en este caso, en vez de ir dirigido a Dios (como lo hacían, lo hacen y lo harán los curas y las monjas) ahora es dirigido a la dama o al amante.

No hay obligación, ni en ellas ni en ellos, de corresponder y si se hace es porque se quiere y se desea, con la consiguiente recompensa sexual y disfrute de ambos.

Aunque, a veces, suele distinguirse entre “amor puro”, el que une los corazones de los amantes, con toda la fuerza de la pasión, que incluye el beso en la boca, el abrazo y el contacto físico, con la amante desnuda, sobre la hierba o en la cama pero con exclusión del placer último, prohibido a los que quieren “amar puramente”, y “amor mixto”, que incluye todos los placeres de la carne y llega “al último acto de Venus”, aunque hay amenaza de consecuencias no deseadas.


“Me extraña que alguien pueda ser tan casto como para que consiga controlar los deseos carnales. Todo el mundo consideraría milagroso que alguien, situado en medio del fuego, no se quemara”.

miércoles, 23 de agosto de 2017

EL AMOR CORTÉS (1)

EL AMOR CORTÉS.

El siglo XII, en que vive Pedro Abelardo, entraba con cambios de todo tipo: culturales, espirituales, ideológicos…que influirían en la vida y en las costumbres de la época.

La Iglesia se resentía al ver surgir nuevos movimientos que la criticaban, por su forma de vivir (contraria a su predicación). Me refiero a los Albigenses o Cátaros (los “puros”), también llamados “los buenos hombres” y que, automáticamente, sería considerada una herejía, con su Cruzada correspondiente, y las consecuencias derivadas de ello,

Era una crítica manifiesta a la Iglesia “impura” (quien haya leído la vida de la Iglesia en aquellos y anteriores tiempos, lo comprenderá al momento).

El otro fenómeno, social y religioso, que surge en el siglo XII es el “amor cortés”.

San Agustín y los Padres de la Iglesia de los siglos IV y V habían echado raíces con su teología y su concepto de la sexualidad.

San Agustín (del que hemos escrito bastante en entradas anteriores) no concibe que la sexualidad, ni siquiera de la pareja, pueda ser portadora de ternura, de amistad, de diálogo, de espiritualidad,..

Proclamaba y defendía una valoración negativa de la sexualidad (reducida a sexo y a genitalidad) y que sólo debería servir para engendrar niños.

La sociedad patriarcal, disfrazada de teología, había asignado espacios para las mujeres y de los cuales no podían ni debían salirse.

1.- La “virginidad”, como vida perfecta y superior a la maternidad, que obligaba a estar encerradas, de por vida, en el silencio del claustro = ser monja.

2.- La “maternidad”, que conllevaba ser entregadas por los padres, que eran los que concertaban el matrimonio, casi siempre por su conveniencia y que, muchas veces, la entrega era a hombres mayores, viejos, y que nada tenían que ver con las ilusiones y deseos bien legítimos que ellas soñaban con realizar en su vida: ser madres.
Así, se veían utilizadas, primero por los padres, que decidían por ellas (pero “por tu bien” como eterna coletilla), y después por los maridos, maridos ni siquiera buscados y, muchas veces, no deseados, pero la desobediencia a la autoridad…

Si las primeras vivían encerradas en el convento, las segundas vivían encerradas en el hogar, desde bien jóvenes, criando hijos y obligadas a guardar fidelidad y a estar dispuestas a los deseos del marido cuando llegara a casa, aunque él podía hacer, fuera de casa, lo que le diera la gana.

Muchas mujeres optaron por el claustro, en los monasterios, pero no porque esa fuera su ilusión sino porque la vida matrimonial que se les ofrecía no era, ni mucho menos, para entusiasmar a nadie.

La que no ocupara uno de estos dos espacios (el convento o el hogar) sólo tenía la calle, o sea, las putas, que practicaban sexo (como las madres) pero que no tenían hijos (como las monjas).

María, la madre de Jesús, cuyo culto (como veremos) es del siglo IX, será “Virgen y Madre”, cuya contradicción manifiesta se tapa como un “misterio” (¿cómo una figura geométrica puede ser circunferencia y triángulo a la vez, al mismo tiempo?)

La otra figura era María Magdalena, la prostituta (¿en qué capítulo y versículo y de qué evangelio aparece como “prostituta”?) aunque siempre aparecerá como “arrepentida y haciendo penitencia, semidesnuda y con una larga cabellera tapándole sus pechos, y con las manos tapando sus partes pudendas.

Santa Clara y Santa Inés se fugaron de casa, para que sus padres no las casaran, y se fueron con San Francisco, a fundar la orden religiosa de las “Clarisas”
Su madre había tenido veintidós hijos y había muerto en el parto.
La madre de Santa Teresa de Jesús tuvo 16, siendo ella la última.

Les parecía más libre el claustro que el hogar. Allí, al menos, podían cultivarse intelectualmente, en la música y en las artes y no estarían sujetas a los caprichos de un hombre y a la esclavitud de un hogar lleno de hijos a los que atender.

Aunque, luego, no fuera así.

martes, 22 de agosto de 2017

CINTURÓN DE CASTIDAD (2)



Desde épocas diferentes, y sobre todo alejadas en el tiempo, es difícil, muy difícil, comprender la sensibilidad, la violencia, el fanatismo, la forma de vivir y de pensar, el afán de aventuras, el espíritu de violencia, la exaltación religiosa, el odio, la persecución y el linchamiento hacia otras religiones y los creyentes en ella.

Leemos las Cruzadas medievales y su afán por recuperar “los santos lugares” y no acabamos de comprenderlas, a no ser que haya otros intereses, sobre todo económicos, latentes, que serían las auténticas fuerzas jugando con la credulidad y la exposición a la muerte de tanto cruzado voluntario.

Si fue cierta la Cruzada de los Niños, ya es que se nos presenta como inimaginable.

Sólo se nos hace algo comprensible ese afán de aventuras si se nos promete “el oro y el moro” y viviendo encerrados en pequeñas ciudades o en castillos, contemplándose unos a otros, día tras día, de manera rutinaria, sin otro tema de conversación que el que hacía referencia a las pequeñas acciones e incidencias cotidianas, ni otra fuente de emoción que la que emanaba de ellos mismos.

Crédulos religiosos y ante cualquier autoridad social, política o religiosa que les asegurase que….y, sin posibilidad de contrastar la información, la aceptaban como verdadera.
Así que recibían todas estas manifestaciones externas, con pasión, con entusiasmo, casi con delirio, escapando de su aburrimiento, de su bostezo permanente.

Los señores, y sobre todo la burguesía, no sólo defendían sus propiedades y su fortuna, sino también a sus mujeres, que les pertenecían pero que cualquier desliz amoroso engendraría un “hijo natural” (no legítimo), en lo que no estaba de acuerdo su dueño al tener que repartir su herencia con un hijo de “su” mujer, pero no “suyo”.

Pero, así como los nobles encerraban a sus damas en los inaccesibles castillos (lo que no impedían totalmente los deslices amorosos de las mismas) y defendían su honra familiar con la espada, los burgueses habrían ideado otro método para preservar a sus esposas contra el adulterio.

Así que, cuando un burgués se veía obligado a salir de viaje, pondría, entonces, en su mujer “un cinturón de castidad, una pieza de metal ingeniosamente realizada, que cubriría las partes sexuales de la mujer y que impedía, así, que ningún hombre pudiese tener relaciones de tal índole con ella. Aquel cinturón, aquel complicado artefacto, se cerraba con un candado, del que sólo el esposo poseía la llave”.

Y uno se imagina cómo esa mujer podría hacer pipí, sin que el orín, en contacto con el metal, produjera una oxidación del metal que, al estar en contacto con sus órganos genitales, no causara infecciones de todo tipo que, en aquellos tiempos, acarrearía la muerte de la mujer.
Pero si el aparato de marras permitiera orinar normalmente, igualmente permitiría que cualquier varón pudiera introducir su pene por donde saldría el orín.
Además de que, todo candado que cierra también puede abrirse.

Y no digamos nada sobre las defecaciones.

Ya en la Odisea nos cuenta Homero que la bella Afrodita (Venus), al instante de nacer, con su virginal, noble y perfecta desnudez, se presentó sonriente  a los dioses inmortales del Olimpo que, al verla, quedaron estupefactos y maravillados ante el espectáculo incomparable de su divina hermosura.

Y como la diosa iba sembrando amor a su paso, todos los dioses se enamoraron de ella.
Incluso su padre Zeus o Júpiter, quedó hechizado por la joven, pero viendo que su hijo no correspondía a sus deseos incestuosos ordenó, como castigo, que Afrodita se casara con su horroroso y deforme hijo Hafaistos o Vulcano.

Así fue cómo el dios más feo tuvo por mujer a la diosa más bella del Olimpo.
Sin embargo Afrodita no quería por marido sino a Ares o Marte, pero como ya estaba casada no tuvo más remedio que tener al dios de la guerra por amante.

Como el feo Hefaistos era muy celoso le tenía prohibido a su mujer que hablase con el hermoso y apuesto Marte.
Pero, al ser advertido por el Sol de que era engañado por su mujer preparó una habilísima celada a los amantes.
Ésta consistió en que, mientras estaban juntos, los encerró en una sutil red de hierro que había elaborado en su fragua y, tras inmovilizarlos, los expuso a la burla y regocijo de los demás dioses.

Se ha dicho que Hefaistos-Vulcano colocó sobre el cuerpo de la hermosa e infiel Afrodita un complicado artefacto para evitar que ésta pudiera volver a engañarle (lo que, naturalmente, no parece cierto que la diosa de la belleza y del amor lo hubiera permitido).
Hefaistos-Vulcano convencería a Zeus de la infidelidad su mujer, regresaría cojeando a su fragua, se divorciaría de la caprichosa Afrodita-Venus y, acto seguido, ésta se casaría con Ares-Marte, con el que tuvo dos hijos: Cupido-Eros, que es el dios del amor y Anteros, que es el dios del amor correspondido.

Hasta aquí el mito, y sólo mito, que nos narra Homero.

Pero ni los griegos ni los romanos pensaron siquiera en colocar a sus mujeres el dicho cinturón de castidad.
Y eso que algunos tenían motivos para ello, pues en aquellas fechas había muchas Mesalinas.

Ese horrendo cinturón, que recibió varios nombres, como Cinturón de Venus, o Cinturón Florentino (también se habría usado en Florencia), tomaría carta de naturaleza en toda Europa, pero en los siglos XV y XVI (no en la Edad Media)

Hoy, dichos cinturones, son piezas de museo, se harían de mil clases y modelos, todo los perfectos que uno pueda imaginarse pero, como dice el adagio: “quien hizo la ley, hizo la trampa” y las mujeres se las habrían ingeniado para saltar aquella metálica barrera, aquel “telón de acero” con el que sus celosos maridos, pensando en ellos, en sus hijos y en su heredable fortuna, querían evitarles las malas (aunque buscadas y placenteras) tentaciones.


¿Sería verdad que fueron los trovadores (¿quiénes si no?) inventaron la ganzúa logrando abrir los candados que cerraban las partes carnales más apetecibles de las más bellas mujeres?

lunes, 21 de agosto de 2017

CINTURÓN DE CASTIDAD


EL CINTURÓN  DE CASTIDAD.

La imagen del caballero medieval que parte a las cruzadas y deja atrás a su damisela protegida por un cinturón de castidad es, casi seguro, sólo una mentira histórica y un mito surgido en el siglo XVIII para ejemplificar el oscurantismo de esa época.

No hay mejor táctica para arremeter y denigrar a una época pasada como que una época posterior magnifique sus prejuicios.

En la exposición celebrada en Budapest, sólo para mayores de 16 años, se expusieron veinte ejemplos de estos cinturones y otros materiales para explicar cómo nació este mito durante la Ilustración y cómo evolucionaron luego estos objetos.

Los visitantes se encontraron con unos brutales objetos de metal con candados y orificios protegidos por dientes de metal ante los que la primera pregunta que surge es como podían sobrevivir a ellos sus supuestas usuarias.

"El mito del cinturón de castidad surgió durante la Ilustración (como el “derecho de pernada”) para señalarse como una manifestación más de la oscura Edad Media".

Una leyenda falsa que no tenía techo y no hacía más que crecer.     

De hecho, hasta una época tan reciente como la década de 1990 se consideraba aún, como un hecho, que en la Edad Media y durante las distintas cruzadas se obligaba a la mujeres a usar esos aparatos para asegurar su fidelidad durante la ausencia de los esposos.
Estaba en juego la legitimidad de los hijos y la herencia del señor.

No sólo en la cultura popular, sino que también artículos científicos y los propios museos alimentaron un mito que choca contra el sentido común.

Sólo con observarlos queda claro que el uso de estos objetos causaría heridas, incluso mortales, por el contacto con el metal y que son incompatibles con la higiene personal, por lo que causarían infecciones.

Aparte de que los candados que los cierran pueden abrirse fácilmente, anulando su supuesta misión protectora.

A partir del 1.990 el interés de la ciencia se centró en determinar la época de fabricación de estos objetos, "algo que con un simple análisis de material se puede averiguar" y resultó que todos estos objetos eran falsificaciones del siglo XIX".

El mito del cinturón de castidad tiene también su origen en los textos de la Roma clásica que hablan de cintas, cinturones y cuerdas de castidad, o de Venus, que, según los investigadores actuales, no son más que símbolos y no descripciones de objetos reales.

"Son símbolos de la virginidad o castidad" y "si alguien se ponía el cinturón de castidad significaba que esa persona era inocente".

Un cinturón simbólico, pues, algo muy distinto a ver a tantos ateos con una cruz colgada al cuello, símbolo “desimbolizado” (palabro mío) y convertido en adorno, joya, poder,….o como el vestido blanco de la novia, símbolo de “pureza y virginidad” cuando se ha estado conviviendo, incluso tenido hijos…

La conclusión es que en la literatura medieval, incluso en autores de textos eróticos como Boccaccio o Rabelais, el cinturón de castidad aparece muy pocas veces y siempre con un claro sentido simbólico.

Pero lo que era un mito se convirtió en realidad siglos más tarde, cuando a finales del XIX la masturbación era vista como un pecado ante el que el cinturón era un remedio.

Hay constancia de que hasta los primeros años del siglo XX se presentaron varias patentes de diferentes cinturones de castidad, cuya misión era evitar que los jóvenes se masturbaran.

Estos cinturones "modernos", en los que el cuero sustituye al metal, también servían o pretendían servir para proteger a las mujeres de violaciones, en un momento en el que iban incorporándose a espacios que habían sido hasta entonces exclusivos de los varones, como las fábricas.


Un mito más que, a base repetirlo, lo convertimos en verdad de una época que no nos gusta.

domingo, 20 de agosto de 2017

DERECHO DE PERNADA.

EL DERECHO DE PERNADA

La “atrocidad sexual del derecho de pernada”, ¿algo más que un mito medieval?
El derecho de pernada o «ius primae noctis» era el privilegio feudal por el que los nobles tenían potestad de pasar la primera noche, la noche de bodas, con la casada mujer de sus vasallos, esto es, de desvirgarla

Bajo el prisma de la Ilustración surgieron una serie de mitos sobre la Edad Media que redujeron este periodo a la mayor pestilencia moral de la historia.

Los cinturones de castidad, que nunca existieron; la quema de brujas, más bien del siglo XVI; y otra serie de abusos como el derecho de pernada se exageraron y deformaron para desprestigiar a la nobleza y a la Iglesia, las dos grandes fuerzas medievales.

Pero, ¿existió realmente el «ius primae noctis»?

Sí, lo que no está documentado es que fuera algo frecuente más allá del plano teórico.

El que “pudieran hacerlo” no implica que “lo hicieran” ni que “tuvieran que hacerlo”.

El derecho de pernada o «ius primae noctis» era el privilegio feudal por el que los nobles tenían potestad de pasar la noche de bodas con la mujer de sus vasallos, esto es, de desvirgarla. Se estimaba uno de los muchos abusos que sufrían los vasallos, que en la práctica pertenecían al señor de la región tanto como la tierra o las cosechas.

El origen de este “derecho” debió tener un origen germánico.

Aunque esta práctica ya estuvo presente en la primitiva sociedad griega y ya  Herodoto hizo referencia a la costumbre de una tribu líbica por la que se «presentaba al rey todas las doncellas que estaban para casarse, y si alguna le agradaba, él era el “primero en conocerla”.
Lo que no es, exactamente, igual.

En la Edad Media,  el Derecho de Pernada podría tener su antecedente directo en una costumbre germánica por la que el señor de cada pueblo se reservaba la primera cópula con la novia.
Una práctica que derivaba de las propiedades mágicas que se le achacaban a la sangre del desfloramiento.
En sentido estricto, esa costumbre germánica consistiría en el derecho del señor de compartir la cama con la recién casada, derecho que éste perdería a cambio de un pago en metálico.

El concepto del privilegio sobre la primera noche se perpetuó en la época feudal, aunque siempre asociado a impuestos o tributos.

La mayoría de historiadores reducen la incidencia del “derecho de pernada” a casos y lugares muy concretos, aunque recuerdan que este privilegio feudal se ejercía de forma indirecta mediante el pago de un impuesto al señor por haber autorizado el enlace de sus vasallos.

Es más, era tradicional en muchos lugares que el señor simulara  el acto sexual o saltara encima de la novia en las celebraciones que seguían a la boda, a modo de recordatorio del poder del noble sobre sus vasallos y como remanente de lo que algún día fue el “derecho de pernada”.

Quienes defienden que nunca existió se aferran a la escasa documentación y los pocos textos legales en los que hay referencia a este abuso, pero obvian que, en el caso medieval, la tradición escrita es endeble y poco resistente al tiempo.

Fernando el Católico puso fin a muchos de los abusos de la nobleza contra los vasallos catalanes y se menciona que «ni tampoco puedan (los señores) la primera noche quel payés prende mujer dormir con ella o en señal de senyoria».

Una frase que demuestra que el derecho de pernada había sido algo al menos teórico en otro tiempo.

Pero una cosa era la teoría y otra la práctica.

El «ius primae noctis» despertaba un fuerte rechazo entre los vasallos, a los que dejaba humillados, y podía derivar en levantamientos campesinos.
Resultaba una forma demasiado aparatosa y poco práctica de reivindicar el poder feudal.

No obstante, los abusos sexuales sobre esposas de los vasallos eran algo frecuente sin que hiciera falta que los señores invocaran derechos, pues bastaban las amenazas para acallar el suceso.

Los siervos estaban desprotegidos.

La Iglesia protegía los matrimonios

Incluso los reyes habían tratado de combatir este tipo de abusos durante siglos y eran la consecuencia de un poder central demasiado débil.

Los reyes apenas contaban con territorios y soldados propiamente suyos y su poder dependía de la lealtad de los nobles. 
Tanto Alfonso X El Sabio  como Fernando El Católico y otros monarcas con auténtico poder estipularon leyes contra los abusos de la aristocracia y prohibiendo explícitamente el “derecho de pernada”.

Además, la creciente autoridad de la Iglesia también fue ganando fortaleza con el paso de los siglos y permitió que el matrimonio fuera amparado por la institución eclesial.
Al consolidarse el matrimonio religioso, quedaba claro que el derecho canónico estaba por encima de cualquier uso o fuero ancestral y que, si Dios y la Iglesia bendecían la unión, sobraba la intervención de la nobleza.
A partir de que la Iglesia monopolizara los matrimonios, los abusos sexuales pasaron de ser un pseudoderecho a ser los caprichos de un señor descontrolado incapaz de respetar la dignidad de las personas a su cargo.


El matrimonio era, ya, algo sagrado que ni siquiera los señores feudales podían mancillar

sábado, 19 de agosto de 2017

SANTO TOMÁS DE AQUINO: LA SEXUALIDAD Y LA MUJER (Y 5)


Todos sabemos, por Historia de la Ciencia que hubo que esperar hasta 1672 para que el anatomista holandés, Regnier de Graaf, descubriera la existencia de los óvulos y su participación en el proceso reproductivo de los mamíferos, gracias a la invención, a inicios del S. XVII, del microscopio.

Hasta esa época (400 años después de que vivió Santo Tomás) los únicos hechos claros acerca de la reproducción humana eran la necesidad del acto sexual, el aporte masculino, y la interrupción de los ciclos menstruales cuando se producía un embarazo y, en cambio, el proceso generativo de las plantas era ampliamente conocido.

En este contexto, no es de extrañar que la forma más natural de explicar la generación se sirviera de la agricultura, y así entendieran que, para producir un nuevo ser humano, la semilla (“semen-seminis” y de ahí semen) del hombre debía encontrar un “suelo fértil” en el cuerpo de la mujer.

Esta especulación seguramente se veía confirmada porque algunos flujos menstruales presentaban color similar a ciertos limos, que a su vez resultan ser muy fértiles para las plantas.

De ahí también que se hable del hombre como “potencia activa” en el proceso.

Con esta idea en mente volvamos a repasar el párrafo, cuando dice:

“Porque la potencia activa que reside en el semen del varón tiende a producir algo semejante a sí mismo en el género masculino”.

La lógica es bien sencilla: si planto una pepita de manzana, me sale un manzano; si un hueso de naranja, un naranjo; si un hueso de aceituna, un olivo; y si una semilla de hombre, un hombre. 

Pero a veces nace una mujer (de hecho la mayoría de las veces, pero los antiguos no tenían forma de saberlo, porque las mataban- afirma el defensor del Tomas de Aquino)

¿Qué ocurrió, para ello si, teniendo que nacer “varón”, nació “mujer”? 

La respuesta que ellos daban es que hubo un fallo, un defecto en el proceso y por eso no resultó un varón, sino una mujer.

O dicho de otro modo:

Que nazca mujer se debe a la debilidad de la potencia activa, o bien a la mala disposición de la materia, o también a algún cambio producido por un agente extrínseco, por ejemplo los vientos australes, que son húmedos.

Esta sería una conclusión científica, de la ciencia del S. XIII, pero ciencia al fin y al cabo.
Entonces, lo que hace el santo al reproducirla, no es emitir una opinión religiosa, sino enunciar un hecho científico errado.

No está demás recordar que seguidamente, Santo Tomás repudia que esta conclusión científica tenga aplicación ante los ojos de Dios, cuando agrega:

“Pero si consideramos a la mujer en relación con toda la naturaleza, no es algo ocasional, sino algo establecido por la naturaleza para la generación”.

¿Esa no era la otra versión del Génesis, la de que no la “creó” (como afirma la primera versión: “Dios creó al hombre: Varón y hembra los creó”) sino que la extrajo de la costilla para consuelo del varón, como ayuda, como instrumento “para la generación”, “hecha para parir”?
Pero no en pie de igualdad.

Y el autor, tomista convencido, recomienda a los creyentes que no se “casen”, nunca, con la ciencia, ni siquiera la de nuestra época, ni con la “Eva mitocondrial”, ni con el big bang como el momento de la creación “porque los científicos pueden cambiar de opinión mañana”

Y mi pregunta es: ¿“cuando se recurre a una autoridad (la de Aristóteles, del siglo IV a. C) que avala la postura de un autor (siglo XIII d. C) no es porque, se supone, que está de acuerdo con dicha autoridad”?

Santo Tomás tiene un concepto negativo de la mujer, inferior en comparación con el varón, es un “complemento”, nada que ver con el “substantivo”, del varón, de categoría superior.

Se da por supuesto que el “semen (la semilla) masculino” es bueno y si falla lo nacido es por la mala disposición de la tierra en que ese semen se siembra.

Tiene que ser la mujer la responsable y la culpable del desaguisado (nacer mujer era un “error” de la naturaleza, nada que ver con ser nacer varón y, en este caso el varón padre se refleja y se prolonga en el varón hijo, pero si nace mujer, al ser inferior al varón, la responsable y culpable será la mujer, y la hija, inferior, será el reflejo y la prolongación de la madre, mujer.

¿Recuerdan la parábola del sembrador?

“Salió el sembrador a sembrar y una parte cayó en terreno pedregoso….otra parte en terreno…pero la que cayó en terreno apropiado produjo el 100 x 1…”

viernes, 18 de agosto de 2017

SANTO TOMÁS DE AQUINO: LA SEXUALIDAD Y LA MUJER (4)


Si yo me apoyo en el pensamiento de un autor es porque estoy, en lo esencial, de acuerdo con él.

Sin embargo los tomistas acérrimos escamotean contenidos de la obra de Santo Tomás cuando puede perjudicarle, a él y a la Iglesia Católica.

“La mujer es defectuosa y mal nacida” dice Tomás de Aquino.

 “En lo que se refiere a la naturaleza del individuo, la mujer es defectuosa y mal nacida, porque el poder activo de la semilla masculina tiende a la producción de un perfecto parecido en el sexo masculino, mientras que la producción de una mujer proviene de una falta del poder activo.” (Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica)

Y es cierto que, así, literalmente, lo dice.

Pero los tomistas, para disculpar ese pensamiento, recurren y afirman que hay que ir a la fuente de lo dicho.

Así nos encontramos con que en la primera parte de la Summa Theolgica, tratando acerca de Dios, se habla de la creación y de las criaturas, específicamente de la creación del hombre y en la cuestión 92 de esta primera parte, titulado “el origen de la mujer", aparecen 4 artículos, el primero de los cuales se pregunta;

 “Al producir Dios la primeras cosas ¿debió o no debió hacer a la mujer?”

En otro lugar me he extendido sobre la estructura de dicha obra (La Summa Theologica): Pregunta – objeciones (los que responden que no a la pregunta) – respuesta a estas objeciones – posición ortodoxa – argumentos de autoridad sobre la posición ortodoxa – respuesta y posición/postura del autor – corolarios.

En este caso, la primera objeción a que la mujer haya sido hecha junto con las primeras cosas, se toma de Aristóteles (siglos anterior al Cristianismo aunque posterior a la aparición del Génesis), que, como es sabido, Aristóteles es, no sólo una, sino la principal de las grandes influencias del Santo.

Objeciones por las que parece que la mujer no debió ser hecha en la primera producción de las cosas:

1.    Dice Aristóteles en el libro “De Generatione Animalium”:

“La mujer es un varón frustrado. Pero en la primera creación de las cosas no era conveniente que hubiera nada frustrado ni imperfecto. Por lo tanto, en la primera institución de las cosas no debió ser hecha la mujer”.

O sea, que la idea de la inferioridad de la mujer no proviene del cristianismo (cosa que ya todos sabíamos), sino que se remonta a los griegos, y no a cualquiera, sino al máximo representante de la filosofía clásica. 

Santo Tomás dice:

1.    Considerada en relación con la naturaleza particular, la mujer es algo imperfecto y ocasional. Porque la potencia activa que reside en el semen del varón tiende a producir algo semejante a sí mismo en el género masculino. Que nazca mujer(en vez de varón) se debe a la debilidad de la potencia activa, o bien a la mala disposición de la materia, o también a algún cambio producido por un agente extrínseco, por ejemplo los vientos australes, que son húmedos, como se dice en el libro “De Generatione Animalium”. 
2.    Pero si consideramos a la mujer en relación con toda la naturaleza, no es algo ocasional, sino algo establecido por la naturaleza para la generación. La intención de toda la naturaleza depende de Dios, Autor de la misma, quien al producirla no sólo produjo al hombre, sino también a la mujer.

Los defensores de Santo Tomás interpretan el texto anterior de manera torticera y para entender este párrafo se afirma que, al escribir esto, Santo Tomás no está expresando un juicio religioso o de valor acerca de las mujeres, sino solamente constatando un “hecho científico” (¿)… o al menos lo que pasaba por “hecho científico” en su época.

Y esto se confirma con la frase con que concluye esta explicación: “como se dice en el libro De Generatione Animalium“.

jueves, 17 de agosto de 2017

SANTO TOMÁS DE AQUINO: LA SEXUALIDAD Y LA MUJER (3)



La Iglesia Católica, en lo esencial, no ha cambiado nada, o muy poco, respecto a la minusvaloración y menosprecio a las mujeres desde que fue conformándose desde los siglos IV y V por los Padres de la Iglesia y, sobre todo, por San Agustín y en el siglo XIII por Santo Tomás, que recoge todo lo anterior y, con la estructura de la teoría platónica (los dos mundos, contrapuestos) y con la inestimable ayuda de la Física y Metafísica aristotélica, de la mano de Averroes, para explicar este mundo.

El tomismo sigue vigente en la Iglesia, aunque con pequeños retoques, pero manteniendo la misma esencia, y se denomina “neotomismo”.

Saque usted sus conclusiones de su incardinación en el mundo actual.

Santo Tomás había nacido en el Castillo de Rocaseca, cerca de Nápoles, Italia, en 1225.
Es el último hijo varón de una numerosa familia de doce hijos.
Su padre se llamaba Landulfo de Aquino.

Santo Tomás era alto y grueso, pero no exageradamente.

Cerca del Castillo donde nació estaba el famoso convento de los monjes Benedictinos llamado Monte Casino. Allí lo llevaron a hacer sus primeros años de estudios.
Los monjes le enseñaron a meditar en silencio.
Lo que lee o estudia lo aprende de memoria con una facilidad portentosa.

Continúa sus estudios por cinco años en la Universidad de Nápoles, superando a todos sus compañeros en memoria e inteligencia.

Conoce a los Padres Dominicos y se entusiasma por esa Comunidad.
Quiere entrar de religioso pero su familia se opone.
Santo Tomás huye hacia Alemania, pero por el camino lo sorprenden sus hermanos que viajan acompañados de un escuadrón de militares y se lo llevan preso.
No logran quitarle el hábito de dominico, pero lo encierran en una prisión del castillo de Rocaseca...

Tomás aprovecha su encierro de dos años en la prisión para aprenderse de memoria muchísimas frases de la Sagrada Biblia y para estudiar muy a fondo el mejor tratado de Teología que había en ese tiempo, y que después él explicará muy bien en la Universidad.

Sus hermanos al ver que por más que le ruegan y lo amenazan no logran quitarle la idea de seguir de religioso, le envían a una mujer de “mala vida” (pero de “buen ver”) para que lo tiente y lo haga pecar.

Tomás toma en sus manos un tizón encendido y se lanza contra la “mala mujer”, amenazándola con quemarle el rostro si se atreve a acercársele.
Ella sale huyendo y así vence las pasiones de la carne.

Esa noche contempló en sueños una visión celestial que venía a felicitarlo y le traía una estola o banda blanca, en señal de la virtud, de la pureza que le concedía Nuestro Señor.


Es, como puede suponerse, más “agiografía” que “biografía”, pero así se ha querido que fuera visto el santo a lo largo de la historia.

martes, 15 de agosto de 2017

SANTO TOMÁS DE AQUINO: LA SEXUALIDAD Y LA MUJER (2)


A continuación transcribiré algunas citas (que creo que son auténticas) de Santo Tomás de Aquino sobre el tema que nos ocupa.

1.-  “Los vírgenes obtienen el cien por ciento del salario celestial; los viudos, el sesenta por ciento y los casados el treinta por ciento”.

2.- “En las mujeres hay más cantidad de agua, por eso pueden ser seducidas más fácilmente por el placer sexual”.

3.- “A las mujeres, resistir al placer sexual les resulta más difícil por el hecho de que ellas poseen menos fuerza de espíritu que los varones”.

4.- “La mujer no responde a la primera intención de la naturaleza, que apunta a la perfección, sino a la intención secundaria de la naturaleza, como putrefacción, malformación y debilidad de la edad”.

5.- “Nada arrastra tanto hacia abajo el espíritu del varón como las caricias de la mujer y los contactos corporales”.

6.- “La mujer posee menor fuerza física y también una menor fuerza espiritual. El varón tiene una razón más perfecta y una virtud más robusta que la mujer”.

7.- “A causa de su mente defectuosa, que, además de en las mujeres, es patente también en los niños y en los enfermos mentales, la mujer no es admitida como testigo en asuntos testamentarios”.

8.- “Hay que amar más al padre que a la madre, porque él es el principio activo de la procreación, mientras que la madre es el pasivo”.

9.- “El marido tiene la parte más noble en el acto marital, y por eso es natural que él tenga que sonrojarse menos que su esposa cuando exige el débito conyugal, porque el acto marital posee siempre algo vergonzante y causa sonrojo”.

10.- “Por su inteligencia más perfecta, el varón puede adoctrinar mejor la inteligencia de los niños”.

11.- “La mujer necesita al marido no sólo para la procreación y la educación de los hijos, sino también como su propio amo y señor, pues el varón es de inteligencia más perfecta y de fuerza más robusta, es decir, más virtuosa”.

12.- “Al hacer el voto de castidad y desposar así a Cristo, las mujeres son elevadas a la dignidad del varón, con lo que quedan libres de su subordinación a él y están unidas de forma inmediata a Cristo”.

13.- “Las relaciones sexuales frecuentes llevan a la debilidad de la mente”.

14.- “A diferencia de lo que ocurre con la comida y la bebida, la fuerza sexual -mediante la que se transmite el pecado original- está infectada y corrompida”.

15.- “Si por la virtud de Dios se concediera a alguien la gracia de no sentir placer desordenado en el acto de la procreación, incluso en este caso ese acto transmitiría el pecado original al hijo, ya que en el placer sexual, que es el transmisor del pecado original, no se trata del placer sexual actual sentido en el instante de la procreación, sino del placer sexual habitual basado en la condición humana, y ésta es igual en todas las personas”.

16.- “El acto marital impide los actos espirituales y constituye un obstáculo para una mayor honestidad”.

17.- “Una de las malas consecuencias de la lujuria es la feminización del corazón humano”.

18.- “Un matrimonio sin relaciones carnales es más santo”.

lunes, 14 de agosto de 2017

SANTO TOMÁS DE AQUINO: LA SEXUALIDAD Y LA MUJER (1)

Santo Tomás, las mujeres y el sexo

Santo Tomás de Aquino (1.224 – 1.274) fue el teólogo más influyente de la Edad Media y cuya influencia teológica y moral aún sigue.

En su tiempo se excluía a la mujer de los ministerios ordenados, para lo que Tomás tuvo que encontrar una justificación como teólogo, además de la tradición de que Jesús de Nazaret no había hecho a ninguna mujer apóstola.

La principal razón, decidió, era que la mujer era portadora de una naturaleza inferior, en relación al varón.

Aunque SantoTomás se limita a sistematizar lo que fue la opinión general de su tiempo, es importante adentrarse en su ética sexual y su concepción de la mujer, porque sus explicaciones han sido determinantes hasta nuestros días.
La influencia de este importante Doctor de la Iglesia católica sigue viva hoy en día, con el neotomismo que, yo mismo, tuve que estudiar. Difícilmente habrá un sacerdote o seminarista católico que no conozca al menos parte de su obra.

Ésta es (de manera harto resumida)  su doctrina:

1. Dios creó primero al varón, haciéndolo el origen del resto de la humanidad.

2. Dios creó a la mujer de la costilla del varón y para el varón.

3. Dios creó al varón a su imagen en todo el sentido del término, dado que Dios es la fuente de todo.

4. Dios creó a la mujer a su imagen sólo desde el punto de vista de que ella también tiene una mente.

5. La fuente activa en la semilla del varón, (el semen), deriva su poder parcialmente de las estrellas.

6. La semilla del varón contiene a un futuro niño.

7. En la procreación, la mujer sólo contribuye con su útero, que es como un campo arado en el que se ha sembrado una semilla.

8. Cuando nace un varón, el nacimiento es perfecto.

9. Cuando nace una mujer es porque el semen es débil, porque el material del útero es inadecuado o por la influencia de factores externos como los vientos del sur que hacen que la atmósfera sea húmeda.
Se trataría de un accidente.

10. Sin embargo, las mujeres cumplen un propósito en el plan de Dios porque Él, en su providencia, puede hacer uso inclusive de accidentes.
Ellas son útiles para la generación.

11. Hablando en forma estricta, cada mujer es un monstruo de la naturaleza.

12. Sin embargo, los órganos sexuales femeninos también se levantarán al momento de la resurrección porque tal evento corregirá los defectos de la naturaleza.

13. El varón tiene mayor poder de razón que la mujer porque Dios lo preparó para la actividad intelectual.

14. Aunque la mujer se une carnalmente al varón para la generación, no se une a él en sus facultades superiores.

15. Por todo lo anterior, San Pablo prohibió a las mujeres que enseñaran o tuvieran autoridad sobre otras mujeres.

16. Un varón ejerce la autoridad en forma natural.

17. La mujer está sujeta al varón porque él es su comienzo y su final.

18. El cabello de una mujer es un símbolo de su sujeción al varón.

19. Dios creó a la mujer como ayudante del varón pero sólo en lo relativo a la generación, no a las otras tareas del varón.

20. El varón está en estado de perfección y significa la eminencia de la naturaleza humana; por consiguiente, el varón puede representar a Cristo en la Eucaristía.

21. La mujer está en estado de sujeción, por lo que no puede significar eminencia de grado y no puede ser la expresión de la perfecta naturaleza humana.
Por consiguiente, la mujer no puede representar a Cristo en la Eucaristía.

sábado, 12 de agosto de 2017

ABELARDO Y ELOÍSA (Y 9)

 El Epitafio del cenotafio (“sepulcro o monumento funerario vacío”) de Abelardo y Eloísa, rezaba así:

Aquí,

Bajo la misma losa, descansan
El fundador de este Monasterio:
Pedro Abelardo
Y la primera Abadesa, Eloísa,

Unidos otro tiempo por el estudio, el talento,
El amor, un himeneo desgraciado,
Y la penitencia.

En la actualidad, esperamos, que una felicidad
Eterna los tenga juntos.

Pedro Abelardo murió el 21 de abril de 1142
Eloísa, el 17 de mayo de 1163.