miércoles, 30 de diciembre de 2015

ENCANTO DE LA VEJEZ (Y 4)



        Leo un artículo de un señor que fue presidente de la banca. Ya el título me pone en guardia. “La jubilación como una escalada”.

        La vida del escalador, del montañista, es así, siempre forzada y sufriendo en la escalada y mientras escala hasta llegar a la cima.
        La vida de un paseante vitalista, como yo, naturalmente que no es así.

        Escalada, escala, escalera.

        Si alguien ve la vida como una escalera, tendrá que escalar, al vivir. La escalera siempre es un lugar de paso, nunca una morada en la que residir.
        Y escalar, recorrer la escalera, siempre es sacrificio, menos para bajar, más para subir. La ley de la gravedad es la ley de la gravedad.
        El premio de la escalera es el rellano, cuando se llega.
        El premio de la escalada es la cima, cuando se llega.
        El premio del paseo es el pasear mismo, mientras se va, porque no hay llegada obligatoria.

        Considerar la vida como una escala implica un reto, llegar, implica una aventura. Y la aventura puede terminar en bienaventuranza o malaventura, en tragedia, incluso.

        Yo ahora soy pensionista, pero no jubilado del trabajo. Yo ahora trabajo mucho, más que antes, pero de otra manera. Un trabajo jovial y libre, no forzado ni obligatorio. Un trabajo “no trabajoso”.

        Sin embargo todos Uds. saben que hay muchas personas que sufren “el síndrome de las vacaciones” y, que, precisamente en vacaciones, aparecen las grietas de la convivencia matrimonial y comienza a hervir el agua del divorcio o la separación.

        ¡Qué despropósito¡. ¡Cuando más tiempo hay para estar juntos y convivir más intensamente, se tambalea la convivencia¡.

        ¿Santifica el trabajo?. ¿Es el ocio una incubación de vicios?.

        ¡Qué diferentes la mentalidad religiosa cristiana y la mentalidad laica griega¡.

        “El ocio (no la vagancia), el tiempo libre, es el punto cardinal alrededor del cual gira todo” –dice Aristóteles.

        Yo soy aristotélico.

        No estoy de acuerdo  con el refrán: “el ave nace PARA volar y el hombre PARA trabajar”.
        Ese PARA me pone malo, porque adultera el sentido de las frases.
        Una silla es un mueble hecho por el hombre PARA…
        Igualmente, una cama ha sido hecha por el hombre PARA…Pero, ¿para qué es la montaña?. ¿Para qué son los ríos?. ¿Para qué es el sol?.

        El sol no ha sido hecho PARA alumbrar y calentar; sino que alumbra y calienta PORQUE es sol.
        El ave no ha sido hecha PARA volar, sino que vuela PORQUE tiene alas.
        El ojo no está hecho PARA ver, sino que vemos PORQUE tenemos ojos.

        El hombre no está hecho PARA trabajar, sino que no tiene más remedio que trabajar PORQUE, de lo contrario, no tendría para comer y moriría de hambre.

        ¡Qué error de categoría¡. ¿Confundir seres naturales con seres  artificiales¡.

        Si pudiéramos vivir sin trabajar…

        Pues nosotros, ahora, los jubilados, podemos hacerlo, podemos no trabajar en lo que no nos gusta y podemos hacerlo en lo que sí nos apetece.

        Éste es el encanto que tiene el ser mayor. Es el encanto que tiene la jubilación.

        No el trabajar para ser feliz, sino ser felices trabajando o sin trabajar.

        Pero “la felicidad” no es sólo “mi felicidad”, ésta es la “felicidad privada”. ¿Pero puedes tú decir que eres feliz si tu pareja, si tus hijos, si tus padres, si tus seres más queridos no lo son?.

        La felicidad nunca está en el bolsillo de una persona individual. La felicidad es/tiene que ser altruista, implica a otros. La felicidad no se arruga ni encoge, la felicidad es elástica, es expansiva, difusiva, invasiva. La felicidad da de sí, se derrama, se difunde o no es felicidad.

        Alguien, no sé quién (pero me da igual, porque las verdades siempre tienen autor, pero nunca tienen propietario), no son propiedad de nadie.
El teorema de Pitágoras, no es de Pitágoras, es de todos los que nos lo hemos apropiado y lo usamos).

Dicen que alguien dijo: “como siga cumpliendo años, llegaré a ser pensionista, pero jubilado, jamás”.

        Pues aquí tienen a uno que piensa lo mismo y lo dice ante Uds.
        A fines o a primeros de mes voy al banco, como todos Uds. para ver si me han ingresado la pensión. Porque yo, como algunos de Uds., soy pensionista.

Pero yo no estoy jubilado. La prueba de lo que digo es que estoy aquí, dando cuenta de mi trabajo.

        Solemos confundir las palabras. Nosotros, ahora, estamos ociosos. Pero el ocio no es no hacer nada. Eso es la pereza, la madre de todos los vicios (como decía la enseñanza de la Iglesia).
        El ocio es no tener que trabajar para ganar un salario (que eso sería el neg-ocio, la negación del ocio, el tener que trabajar para comer).
El ocio es lo que te permite destinar todo el tiempo a actividades saludables, placenteras, beneficiosas.
Cuando vamos de senderismo con un guía, él y nosotros hacemos lo mismo, pero él está neg-ociando, nosotros estamos ociando. Lo hacemos porque nos da la gana, porque nos gusta y porque nos apetece. A él, a lo mejor no, pero lo tiene que hacer.

        El hombre productivo, trabajador, tiene sus paréntesis de ocio: los fines de semana, las fiestas, las vacaciones,… en los que puede destinar el tiempo a actividades que le gustan (jugar al fútbol en la urbanización, cortar el césped, montar en bicicleta,….), cosa que no puede hacer en las jornadas laborales.
        Para éstos el ocio es una pausa en su trabajo, para recuperar el aliento, para reponer fuerzas, para poder seguir trabajando al menos al mismo ritmo.
       
        Nosotros no. Nuestro ocio ya no es pasajero. Nuestro ocio ya es un estado.

“Estamos ociosos”, no es que tengamos ocio, no, vivimos en el ocio, es decir, sin tener que trabajar en lo que, seguramente, no te apetecía pero que tenías que hacerlo. Ahora, en el ocio, puedes hacer, porque te gusta, lo que no pudiste hacer cuando trabajabas.

¡Qué suerte, poder hacer lo que quieres y porque quieres y cuando quieres¡. Algo que a todos os deseo.

        Tanto el tener que trabajar como el no poder trabajar, tanto el trabajo obligatorio como el paro obligatorio, son los dos polos opuestos de una existencia humana sin salida. Unos porque tienen que hacerlo, otros porque no pueden hacerlo.
Nosotros, los pensionistas, somos superiores, podemos hacerlo, podemos no hacerlo, todo depende de si nos apetece o no.

        ¡Bienaventurados, nosotros¡. ¡Qué envidia les damos¡.

        Déjenme que filosofe un poco. ¿Por qué trabaja el hombre? (Dejo aparte la motivación religiosa del Génesis de que es un mandato de Dios, como contrapartida o castigo por haberlo desobedecido al comer la manzana y pecar de nuestros primeros padres. Yo no sé, ya, quién puede creerse eso).

        Filosofo. Por tres motivos fundamentales trabaja el hombre. Tres son las motivaciones del trabajo, del trabajar:
       
        1.-Por motivos externos, motivaciones externas. Por cobrar un salario para poder comprar lo necesario para vivir, o para conseguir un premio, o para evitar un castigo.
        La fuerza que me impulsa a trabajar está fuera del trabajo (el salario, el premio o el castigo, las vacaciones, los incentivos, subir de categoría, pagar la hipoteca, la luz, el gas,…) por todas esas cosas trabajo. Por motivos externos.

        2.- Por motivos internos o intrínsecos. Trabajar por el placer que produce el trabajo, por la satisfacción que conlleva el trabajar, por el orgullo de sentirse agente o realizador, autor de esa obra. Trabajar por el placer de trabajar en sí, no por algo externo al trabajo.
¿Uds. creen que Picasso trabajaba por o para ganar dinero?, ¿por motivaciones externas al arte?. Picasso no podía no crear. Esa era su vida. El placer de crear, además obras geniales.
        Le preguntaron a Nietzsche: “Y, ¿Ud. por qué escribe?”. Y decía Nietzsche: “Pero Ud. cree que yo puedo no escribir?. Escribo porque no tengo más remedio, me lo pide el cuerpo, disfruto, hay una fuerza dentro de mí que me impulsa a escribir, al tiempo que gozo escribiendo. No, pues, por motivos externos.

        Pero también hay otro tipo de motivaciones, ya no en relación con uno mismo (porque cobro, porque me gusta), sino por los otros. Son las

        3.- Motivaciones trascendentes o transcendentales. Las que trascienden al sujeto trabajador, las que están más allá de él.
        Trabajar por las consecuencias de su trabajo para otras personas. Para satisfacer no ya sus necesidades, sino las necesidades de otras personas distintas a él. Esas otras personas pueden ser sus familiares pero también pueden ser gente no familiar, personas anónimas.

        Todos somos testigos de compañeros que trabajan con ancianos, con inválidos, con niños que padecen cáncer, con mujeres maltratadas, con personas que viven solas,…..
        Trabajan, gratis, por ellos, para ellos, no para uno. Son motivaciones transcendentes.

        Nosotros, los pensionistas, por motivaciones externas ya, gracias a Dios y a la Seguridad Social, NO. Pero ¿trabajar por motivaciones internas y transcendentales?. Más que nadie.
        Tus hobbys y tu compañía.

        Los nuevos aprendizajes, queridos, por placenteros, sin motivaciones de dinero, por una satisfacción intelectual o sentimental, para sacarte esa espinita que tenías ahí clavada y que ahora te la arrancas, por el placer que ello te produce.
        O ese trabajar prestando servicios a la comunidad, a los colectivos necesitados, sin ánimo de lucro, por solidaridad con los que sufren, y que te llena, que te plenifica.
       
¡Dios, qué grandeza la de muchos pensionistas¡.
 Esa actividad de voluntariado que da un nuevo sentido, esta vez transcendente, a su vida, orgullosos, con la autoestima al alza, viéndose mayores pero considerándose útiles socialmente.

        Dicen que una vez, una persona, se acercó a una cantera y se encontró allí a muchos hombres trabajando. Le preguntó a uno; “¿Qué está Ud. Haciendo?” a lo que el cantero le respondió: “Pues ya lo ve Ud. picando piedra”.
        Se acercó al segundo y le hizo la misma pregunta: “¿qué está Ud. haciendo?”. Pues ya lo ve Ud. ganándome el jornal para poder comer yo y mi familia.
        Preguntado, igualmente, un tercer cantero, éste respondió, orgulloso, “estoy haciendo una catedral”.

        Los tres hacían lo mismo. Los motivos, sin embargo, eran distintos.

        Esto es lo que me gusta de la tercera edad, que podemos hacer lo mismo que los trabajadores adultos, pero sin cobrar, y por motivos superiores, por ayudar, por solidaridad.


        ¡Bienaventurada edad, la nuestra¡

martes, 29 de diciembre de 2015

MORIR Y MORIRSE.



"Ha muerto" José Fernández Arrimadas.
"Se ha muerto" mi vecina del 5º.
“Se nos ha muerto José Luis San Pedro”
"Se me ha muerto" mi padre.

¡Ay¡, los pronombres.
Parece igual, pero no es lo mismo.

Los otros, siempre, "fenecen" o "se mueren". Los míos "se me mueren", porque en esos "míos" hay algo de mí.
La co-existencia siempre es inferior a la amistad y a ésta la supera, con creces, la con-vivencia.

Si "algo se muere en el alma cuando un amigo se va", "moribunda está mi alma ahora que mi padre no está". No "algo" de ella, es ella misma.

Desde el mismo momento en que nacemos comenzamos a envejecer. Al día siguiente de nacer somos un poco más viejos que el día anterior. Cada minuto que pasa incrementamos nuestro "debe", merman nuestros ahorros vitales, o, mejor, biológicos. Uno envejece. Pero la RAZÓN y la VERDAD nunca envejecen, aunque, muchas veces, aparezcan aletargadas, como dormidas, pero no están muertas. Es nuestra inexperiencia y nuestra ignorancia la que nos dificulta traerlas, de nuevo, a la vida, como las notas del arpa de Bécquer. 
Hay pocos Pacos de Lucía o de Manolos Sanlúcar.

Todo hombre, sea creyente, ateo o agnóstico, sea blando o sea duro, lo quiera o sin quererlo, morirá. No sólo morirá, sabe que morirá y este saberlo es una ventaja pero, también, conlleva angustia.
El animal muere. Los hombres mueren, se mueren o se me mueren..
La certeza de saber que se morirá y la ignorancia, el no saber, cuándo será, crea un desasosiego que se incrusta en lo más hondo de nuestro ser.
Saber por anticipado el hecho de morirse e ignorar la fecha del suceso hace que la muerte siempre la llevemos en los bolsillos, como un peso o como unas alas, como un deseo o como un temor, como liberación o como cadena, pero siempre como un lastre.
A todo hombre, ser temporal por excelencia (porque sólo él sabe que lo es y lo vive), con un comienzo, un desarrollo y un fin, le gustaría ser eterno.

¿Os habéis dado cuenta que nacemos "enrollados" (la actitud fetal), que vivimos "desenrollándonos", "desarrollándonos" y que morimos "medio enrollados"?.
Nuestra vida es un guión ("¬---") que discurre entre dos comas " ,,".
La vida es " ,,,, ----- ,,,,".
El deseo de no morir, de no desaparecer del todo, es lo que, consciente o inconscientemente, busca todo hombre, tanto en el plano biológico (la prolongación de su vida más allá de ella misma, en los hijos, en los nietos,….) como en el plano cultural (dejar a toda la humanidad, en testamento, verdades de las que él sea el autor o el descubridor, aunque nunca propietario), como en el plano moral (dejar huella de hombre bueno en los que le rodean).
Maneras distintas de querer ser eterno en lo efímero, de querer ser río no siendo corriente. 
El hombre, limitado en el tiempo ("desde…..hasta….") y limitado en el espacio (aquí o allí, pero siempre en un solo sitio).
 
Un ahora y un aquí, limitado, pero descontento de/con su esencial limitación, que quiere/desea/ansía/busca lo ilimitado.

El hombre como ser absurdo, que busca ser lo que no puede ser, que quiere esencializarse desesencializándose, que, siendo temporal, quiere ser eterno.
El hombre como el agujero que quiere ser mayor que la mesa de la que es agujero. Que quiere ser un agujero sin bordes, sin límites.
¿Os imagináis un agujero sin bordes?, ¿un agujero en la tabla, más grande que la tabla misma?. Pues eso es el hombre. Un ser absurdo. "Una pasión inútil" – que diría el filósofo.
 
Pasión/apasionado por llegar a ser como Dios.
 
Inútil, por no poder conseguirlo.
 
La vida como una carrera a ninguna parte.
Deseo íntimo y último de ser Dios, completo, lleno, sin huecos, sin vacíos, sumamente perfecto, plenitud, completitud, al tiempo que sabe que él es hueco, agujero, y que, a lo máximo que puede aspirar y conseguir es a taparlo un poquito, rellenarlo un poquito.

Este hombre, que no es ni ángel ni bestia al 100%, pero que en su mano está agrandar o empequeñecer el agujero humano. 
Es esta humanidad, a fin de cuentas, la que le pedirá cuentas.
El hombre, mortal por esencia, pero que ve la muerte como su verdugo. 
Como si llegar al final de la novela fuera aniquilarla como novela y no como culminación de la misma.

¿Deberíamos ver a la muerte como la esposa con la que nacemos ya casados y de la que es imposible divorciarse?.
"Muero porque no muero" – que diría aquella recia castellana, de armas tomar.
¿"Bendita sea la muerte o maldita la hora en que tenga que morirme"?.
¿Es la muerte una esperanza o un contratiempo?, ¿Se la espera o uno se desespera con sólo pensarla?.
¿Habrá que racionalizarla para no temerla?.
"Mientras yo esté, ella no está conmigo. Cuando ella llegue, yo ya no estaré. ¿Por qué temerla si ella y yo somos incompatibles? –que decía el filósofo. 
¿Por qué preocuparse tanto por aquello que a mí, como ser vivo, no me afecta, puesto que nunca podemos tutearnos?.

Pero no corren buenos tiempos, ni para la lírica ni para la filosofía.

Aquí y ahora, la erudición, los sabedores, (como dice Castilla del Pino) priman, han desplazado a la sabiduría y a los sabios. 
La propaganda es tomada como información y no es vista como deseo interesado, por algunos, en que germine en mentes incautas.
¿Ya nadie se acuerda de Tierno Galván y su sentencia sobre las promesas electorales?.
La moda sustituye a la costumbre.
Ser el primero es preferible a ser mejor, en lo que sea. 
El aparentar prima sobre el ser.
La Moral privada tapona la Ética universal. 
La credulidad ha desplazado a la fe.
 
Los nuevos dioses, temporales, relativos e interesados, han apeado de la peana al Dios eterno y absoluto y a la Razón.
Hemos convertido, hemos reducido, la sexualidad a sexo, y así andamos de "jodios".
Todos queriendo ser y creyéndonos levadura y siendo, sólo, hombres-masa, que diría el filósofo. La rebelión de las masas. 

La cantidad prima sobre la calidad. 

"Como somos mayoría, lo queremos de Almería" aunque sea mejor lo de Málaga o La Rioja.
Creemos habitar en oasis y estamos colgados de espejismos.
Acostumbrados a dorar la píldora, a disimular, a silbar mirando al cielo…


"Hoy me ha "dao" por ser "honrao", así que como para aguantarme".

domingo, 27 de diciembre de 2015

ENCANTO DE LA VEJEZ (3)


        Nosotros, ahora, somos los que más y mejores motivos tenemos para vivir felizmente.
        Tenemos la hipoteca pagada. Tenemos ya a los hijos fuera de casa. Estamos jubilados y, sin tener que trabajar, cobramos para vivir. Tenemos todo el tiempo libre. Y además somos muchos los que nos encontramos en estas circunstancias.
        Incluso, a veces, nos molesta que nos llamen “los de la 3ª edad”, por eso los que quieren aprovecharse de nosotros han adoptado un anglicismo, somos los “seniors” de la sociedad. Y los interesados, económicamente, se están fijando en nosotros. Y eso es bueno para ellos, no tanto para nosotros.
        Como hoy, comparados con nuestros padres, tenemos: un mayor nivel cultural que ellos, mejor salud que ellos y mayor poder adquisitivo que ellos, los económicamente interesados se han caído del guindo y, a base de piropos, zalemas y alabanzas, se han propuesto que sigamos siendo, también ahora, unos grandes consumidores. Consumidores de productos y consumidores de servicios.
        Productos de cosmética (sobre todo femeninos), productos de alimentación (lo que no tiene sal, ni azúcar, ni colesterol,….), ropa de marca, productos de ocio, productos financieros, cultura, estudios, viajes, gimnasio, competiciones de petanca y &, tertulias, …
        Los productores están al loro. No quieren que se escape del mercado ningún colectivo capaz de consumir.
 Primero fueron los varones y mujeres adultos. Luego (y todavía) los jóvenes. Después fue el colectivo de singles, los que viven y quieren vivir solos, a quienes se les ofertan tanto pisos pequeños, como su financiación, mobiliario, servicios,…. Y ahora somos los seniors. Desde desfiles de modas a viajes del Imserso, desde los gimnasios y actividades acuáticas en piscinas climatizadas hasta excursiones organizadas por las asociaciones correspondientes.

        Cuenta Miguel Delibes, en La hoja roja, que, antiguamente, cuando los hombres se jubilaban, empezaban a apagar bombillas de las lámparas, para ahorrar. ¿Para qué tener encendida las cuatro si con una veo bien y, encima, ahorro?. El jubilado comenzaba a restringir gastos.
        Hoy no le hacemos caso a Delibes. Y estamos cayendo en la trampa que nos han puesto los productores y vendedores. Quieren que nos veamos reflejados en las cosas. Tanto vales cuanto tienes. Así que, frustraciones fuera. Y, algunos, bastantes, con el despido anticipado se acercan al concesionario de Mercedes. Esa ha sido su frustración vital, no poder tener un Mercedes. Pues, a darse ese capricho. Pero el Mercedes no sólo hay que pagarlo, hay que mantenerlo, y pagar seguros, e Impuestos de circulación. Y no lo vas a dejar en la calle. Y habrá que salir con él para que la gente lo vea y te vea y te envidie (o, al menos es lo que él se cree). Y eso cuesta pasta. Y eso no es necesario.

        Las cosas son trampas. Es la trampa del “tener”. No se “es mejor” por “tener más”.

        Se cuenta de un filósofo austero que solía pasar todos los días por la calle donde se exhibía y se vendía todo tipo de mercancías y donde se agolpaba la gente. Y comenzaba a reírse a grandes carcajadas. Y cuando la gente le preguntaba de qué se reía, respondía: “la de cosas que no necesito. Me río de lo feliz que me encuentro comprobando qué diferente soy de todos vosotros”.

Solía decir: “Si quieres hacer feliz a alguien, no le des cosas, quítale necesidades”.

        ¿No os dais cuenta de que si uno se crea necesidades luego tiene que satisfacerlas para acallarlas?.

        Dice el genial filósofo español, José Antonio Marina que, puesto que el hombre nace siempre en un grupo social, muchos piensan que la identidad se define por la pertenencia a ese grupo.

        Pero se trata de una decisión que siempre encierra una gran arbitrariedad. Porque yo, tú y el vecino del 5º pertenecemos a muchos colectivos. Mi raza, mi lengua, mi sexo, mi nación, mi clase social, mi religión, mi civilización…. ¿Por qué elegir una y no otra como punto de referencia?. Entonces, yo, puedo convertirme en un racista, un machista, en un nacionalista excluyente, en un fanático, en un….

        ¿Por qué no elegimos, como punto de referencia, la pertenencia a la especie humana, en la que cabemos todos, porque todos somos igual de personas, y. sobre ella construir los derechos humanos, universales?.

        Nosotros ya pertenecemos a otro colectivo, el de los jubilados o, mejor, pensionistas. Pero no sólo somos eso. También somos esposos (lo digo yo, varón), hijos, padres, hermanos, abuelos, lectores, escritores, conferenciantes, españoles, hablamos castellano, somos andaluces, blancos, católicos,….
        Todos tenemos muchas identidades.


        Apostarlo todo a una identidad es una prueba manifiesta de inmadurez y de pobreza voluntaria. Toda la actividad estará volcada hacia esa identidad. Así salen los racistas, xenófobos, inquisidores, nacionalistas, mutilados afectivos,…

miércoles, 23 de diciembre de 2015

ENCANTO DE LA VEJEZ (2)

Analicemos los años. ¿Cómo contamos los años?.


        Perece que sólo los niños y los adolescentes quieren ser mayores de lo que son.

        Los niños no cuentan la vida por años, sino por fracciones, por meses, incluso días.
        “Tengo cuatro años y medio”. “Tengo cuatro años y nueve meses”. “Ya casi tengo cinco”. Cuando cuenta no mira al hoy, está pensando en el mañana. Mira hacia delante. No deja nada atrás. Incluso cuenta lo que todavía no tiene. Quiere ser mayor de lo que es.

        A los adolescentes también les ocurre algo parecido. “Ya voy a cumplir 16”. Parece que no puede tener 15. No. Voy a cumplir 16. ¿Pero si yo te preguntaba cuántos tenías, no cuántos ibas a tener?.
        Pero “ya tengo 18, voy a sacarme el carnet de conducir”. Ya ha llegado a una de las metas tan deseada durante los últimos años. Ya puede conducir. No se fija en que, como ya es mayor de edad, ya es responsable y ya puede ir a la cárcel.

        Luego ya “tengo 26 tacos, tío, ¡joder¡”

        Cuando uno llega a los 30, no es que haya llegado, es que “ya cumplí los 30”. A partir de los 30 ya se cumplen años. El casorio, los hijos, el cole, el trabajo, las prisas. Como no tiene uno tiempo para nada no tiene tiempo ni de pensar en el tiempo que tiene. ¡”Cumpleaños feliz, papᔡ. “Anda es verdad, hoy cumplo años”. ¿Cuántos, papá?. Y tú dices, muy displicentemente, como con desgana: “37”, casi para tus adentros.

        Lo de los 40 esto ya es otro cantar, esto ya es para caerse. Se acabó el número 3, y el 4 ya es otra cosa “De cuarenta para arriba…”, pero si estás soltero, por suerte o por desgracia para ti, “solterón y cuarentón, qué suerte tienes, ladrón”. ¿De verdad que es suerte?. ¿Tener que pavonearse para atraer a una pava?. Aparentar tener una conversación agradable, mariposeando de flor en flor todos los fines de semana, visitas al Eugenio´s de Torremolinos y soltando la pasta. Y seguir más despistado y más preocupado que Adán el día de la madre.
       
        Lo de los 50. ¿Qué te voy a contar?. Los hijos en la Universidad o en los primeros años de trabajo, explotados. Y tú ya no estás para trotes. Cada vez cansa más el trabajo. Así que en los 55 uno ya ve la prejubilación, ese despido fraudulento, pero consentido, para que cobres el paro durante x años, justo los que te llevan a la jubilación. Al paraíso. A la meta soñada. A la felicidad. Aunque uno no esté, uno ya se ve allí, saboreando las mieles de la victoria. Viéndose apuntado a todos los viajes habidos y por haber. (Luego comprobará que eso también cansa y ¡como en casa en ningún sitio¡).

        El jubilado ya deja de contar. Lo que le interesa del tiempo es el primero de mes para ir al Banco.

        A partir de los 85 ó 90 ya empieza, otra vez, a contar mirando para atrás. “Parece mentira. Pero si parece que fue ayer cuando tenía 70”¡. O empieza a contar como los niños: “93 y 7 meses”. “Para Octubre los 94”.

        Vamos a pensar con la cabeza.
        Dios nos dio 10 mandamientos para que los cumpliéramos y, así, poder entrar en el reino de los cielos.
        Como yo sólo soy un hombre, os voy a dar 10 consejos para que podáis ser reyes en la tierra.

        1.-Los números no esenciales tienes que tirarlos a la basura. Y cuando hablo de números esenciales, hablo de los números de la edad, del peso, de la altura, de la glucosa o del colesterol. Deje que sus médicos se preocupen de sus números. Para eso les paga Ud, para que se preocupen por sus números. Ud. cumple las prescripciones y se olvide de los números.

        2.-Mantenga sólo amigos alegres. Un gruñón, un criticón, un “avinagrao” nunca puede ser un amigo. Échese amigos optimistas, simpáticos, sonrientes, chistosos. Páseselo bien cuando esté con ellos y recordando los buenos momentos cuando esté solo. Unas cañas, un paseo, una excursión, una tertulia,….todo eso.

        3.- Manténgase siempre aprendiendo. Aprenda informática, jardinería, artesanía. Aprenda a hacer sudokus y crucigramas. Lea. Reflexione sobre lo que lee. Escriba sus reflexiones. Mándeselas a un amigo por correo electrónico. Entre por internet en las revistas que le interesen, en los artículos o editoriales que desee. Pero siempre con el motor del aprendizaje encendido. Es la Gimnasia Mental que decíamos antes. Gimnasia continua, aunque no sea muy intensa. No hay que dar acelerones mentales. Recuerda siempre que un cerebro vago, un cerebro holgazán, un cerebro apagado, es el lugar ideal del diablo. Y a nuestra edad, el diablo tiene un nombre. Pero hay que declarar persona “non grata” al señor ese alemán (de cuyo nombre no quiero acordarme aunque sí que me acuerdo).

        4.- Disfruta de las cosas sencillas, de las cosas pequeñas, que, además, suelen ser gratis. Un paseo tranquilo respirando a fondo. Ese banco a la sombra viendo pasar a la gente o jugando a unos niños, oyendo a los pájaros, oliendo a pino, saboreando un helado. Todo parsimoniosamente. Sin prisas. Tranquilo. Con los cinco sentidos alerta y funcionando. Charlando con tu pareja y/o con tus amigos. Ojeando la prensa gratuita.  Cosas y situaciones que las tienes a mano. Soltando, para tus adentros, un ¡joer¡ ante esa belleza escultural que se acerca, que llega y que pasa. Los ángeles existen.

        5.- Ría. Ría mucho. Ría a menudo, sin cortarse. Ríase del mundo, poniéndoselo por montera. Ríase de los políticos y de los banqueros. Ríase de los precios de las angulas. Ríase de los sueldos escandalosos de los ejecutivos. Ríase de los que compran  sin necesidad y de los que venden por interés. Ríase del precio de un cafelito o de una caña por estar sentado en una terraza. Ríase de la televisión y de sus horteros programas. Ríanse, por favor, por lo que sea o de lo que sea, pero ríanse. Ríanse  de todo lo que yo estoy diciendo (¡ya veo que no se ríen). Ría hasta atragantarse. La risa es el abono, el fertilizante de la vida.

        6.- Si tienes que llorar que sea: o por necesidad (en este caso durante muy poco tiempo) o por alegría. Las lágrimas más sabrosas son cuando uno se troncha a reír. Las lágrimas mejores son las lágrimas de la emoción. Hay que huir de los lugares que produzcan melancolía o malos recuerdos. Apartarse de los que sólo recuerdan cosas amargas y situaciones tristes. La vida  ha dejado de ser un valle de lágrimas. Eso era en otros tiempos. La vida es un parque, un jardín, sembrado de optimismo y donde crece la alegría. Y tu tienes que ser el jardinero de tu propio jardín, el vividor de tu vida. Que la vida no es para que pase, sino para vivirla.

        7.- Rodéate de todo lo que amas, de los que amas y de los que te aman. De personas, de animales y de cosas con las que tengas una relación de amor. Tus seres queridos, por supuesto. Pero también tu perro o tu gato. Tus libros. Tu música preferida. Los juegos que más te gustan ver o practicar. Tus recorridos de paseo o de senderismo. Tus compañeros senderistas. Tus recuerdos. Tu hogar. Sobre todo tu hogar (espero, supongo y deseo que tu casa sea un hogar. Porque una casa se compra, sólo hace falta dinero. Un hogar se construye, sus materiales son el amor). Tu hogar es tu refugio. En ningún lugar mejor que en él.

        8.- Mantenga su salud si  ya es buena. Mejórela si es inestable. Busque ayuda si está dañada. El estómago y las piernas son los carriles de la salud. Hay que despedirse de la panceta y darle la bienvenida a la fruta. Sabemos que tenemos que olvidarnos de unos hábitos dañinos y que tenemos que practicar otros saludables. No tenemos que hacer lo que nos gusta; nos tiene que gustar lo que tenemos que hacer. Lo sabemos. Debemos hacerlo.

        9.- No vaya, ni de paseo, a ese lugar que le recuerda malas experiencias. No viaje donde pueda producirle remordimiento y culpabilidad. Hay muchos lugares que le producirán alegría y placer. Un centro de ocio donde jugar o ver jugar o mirar escaparates, donde cuchichear. Un paseo donde vea a gente feliz. Una playa. Una excursión a la sierra o a ese lugar que  tantas veces deseó visitar.
        No vaya ni que lo lleven donde asome el sufrimiento o donde more la muerte.

Y 10.- No se corte, ¡por Dios¡. Dígale a la gente que ama, que la ama. Dígaselo a menudo. No se corte. Dígaselo. A su pareja, a su hijo, a su nieto. La palabra “amor” siempre tiene efectos curativos.


martes, 22 de diciembre de 2015

ENCANTO DE LA VEJEZ



        Si le preguntáramos a un agricultor  o a un horticultor cuál es el momento más esperado para él, y le obligáramos a decantarse por una de estas tres opciones: 1.- cuando está sembrando o plantando. 2.- cuando lo está regando, cuidando y el fruto está madurando y 3.- cuando llega el momento de la recolección, de la recogida. Todos sabemos cuál va a ser su elección.

        Entre sembrar (que conlleva inversión, riesgo y esperanza), cuidar (que supone trabajo y dedicación) y recogida de cosecha, de fruto (que conlleva la ganancia y el disfrute), ésta es la meta y el momento esperado y deseado por el trabajador.

        No me explico cómo algunas personas, al jubilarse, se deprimen. Es como si el agricultor y el horticultor estuvieran deseando continuar trabajando y que no llegara el tiempo de la recolección.

        ¿Por qué ven la vejez como un naufragio y no como la llegada a la playa para tumbarse, disfrutar del paisaje, manejar el tiempo a su antojo,…?.

        Es verdad que el hombre se realiza trabajando. Pero deben coincidir trabajo y vocación. Trabajar sólo por un salario no es muy emocionante. Y esto ocurre muchísimas veces. Además, hay muchos tipos de trabajo y, precisamente, el trabajo asalariado no es el trabajo ideal.

        Bienaventurados nosotros, mayores jubilados, que trabajamos. Que trabajamos mucho. Que trabajamos, incluso, más que antes, pero que no realizamos un trabajo oneroso, sino un trabajo lúdico.
        Ya no tenemos que trabajar para comer. Ahora lo hacemos porque: 1.- porque nos gusta, 2.- porque nos da la gana y 3.- porque nos es gratificante.

        Los que están aprendiendo (niños-adolescentes-jóvenes) son económicamente improductivos.
        Los que están trabajando y produciendo, (los adultos), están cansados de trabajar para poder comer ellos y sus familias. Ellos son los encargados de repostar para que el coche de la economía siga corriendo.
        Nosotros, los mayores jubilados, somos los turistas de la vida que vamos montados en el coche.

        Un niño con arrugas es casi una ofensa a la naturaleza.
        Un joven torpe y cansado, apático, es casi un pecado contra la estética.
        Un adulto, vago y juerguista a la vez, improductivo y dilapidador, es como una broma de mal gusto.
        Un mayor con arrugas, algo torpe, pacífico y realista, con unas ganas enormes de vivir, aunque con los sentidos no tan finos como antes y la cabeza con menos pelo, es lo suyo, es lo normal, es lo natural.
        Dicen que estamos en “tiempo de pérdidas”. Pérdida es si a los 40 tienes cataratas o algo de sordera o los pies más cansados o algo de glucosa….a nuestra edad eso no es pérdida, es, sencillamente, ausencia. Pero igual que la sensatez está ausente en el joven y aún más en el adolescente.

        Optimistas, por favor. Seamos realistas, seamos optimistas. Vivimos si no en el mejor de los mundos posibles, sí en un mundo maravilloso.
        ¿Eres de los que lloran al saber que las rosas tienen espinas o perteneces al grupo al que yo pertenezco, al grupo que ríe al saber que, aunque haya espinas, lo importante son las rosas?.

        ¿Eres de los que tus temores y tus miedos no te permiten que arranques el coche de tus deseos o perteneces al grupo al que yo pertenezco, el que pone en marcha la maquinaria de los deseos a pesar del miedo a pinchar o del temor al mal tiempo?.

        ¿Eres de los que se sientan a ver pasar el tiempo, eres de aquellos a los que la vida le va robando tiempo o eres de los que usas, gastas, aprovechas el tiempo, disfrutándolo?.

        Recuerda: Tiempo no gastado no es tiempo ahorrado sino tiempo perdido.

        Leo que ya hay más personas mayores de 65 años que menores de 15. Y esto sí que es para meditar.
        Leo que el 25% de los españoles, ahora mismo somos mayores de 60 años y que cuando lleguen a esta edad los famosos niños del “baby boom”, los nacidos durante la explosión demográfica de entre los años 1960 y 1975, el % casi será el doble.
        Nadie puede ni debe intentar, ni nosotros deberíamos preocuparnos, y menos obsesionarnos, por vestir como jóvenes, por parecer jóvenes, por actuar como jóvenes. Que ser joven no es el ideal, con el negro futuro que les espera por delante. ¿Para qué necesito yo jugar un partido de fútbol a ritmo juvenil?. ¿Para qué necesito yo teñirme de negro mis canas?. Reivindico mis canas, reivindico mis arrugas, reivindico mi cuerpo un tanto deformado y ya no tan juvenil, reivindico la menor agilidad en los movimientos, reivindico la ausencia de prisas, porque puedo salir diez minutos antes para llegar siempre a tiempo. Porque todo eso es mío, me pertenece. Yo soy yo en ellos. Sin ellos yo sería otro. Y, como Unamuno, “yo quiero ser yo y seguir siendo yo, así y no disfrazado” Pero ¿por qué una mujer tiene que aparentar tener menos años de los que tiene, si está estupenda para su edad, y con la memoria tan  cargada de experiencias maravillosas?.

        Hoy, a los 65, se puede empezar y terminar una carrera universitaria, además por hobby, por el placer de saber; y se puede uno divertir de mil maneras, y se puede viajar más y mejor que nunca y conocer lo que nunca imaginaste que podrías conocer; y se puede tener amantes, ¡claro que sí¡, y se puede uno casar y compartir la vida, incrementándola y coloreándola; y se puede jugar al golf,….

        Hoy, sí. Hoy podemos decir que existe otra vida tras los 60. ¡Por supuesto que sí¡.

        Yo no sé si será aquello del castigo divino de “trabajarás y ganarás el pan con el sudor de tu frente…” (una pregunta, los Catedráticos de Filosofía, al trabajar, no sudamos por la frente, ¿nos habría tenido en cuenta Dios?). Digo que no sé si será el castigo divino o una ley de la naturaleza humana, pero hemos dividido la vida en tras grandes apartados:
        1.- Prepararse, durante muchos años, para trabajar.
        2.- Trabajar, durante muchos años, para vivir.
        3.- Vivir, durante muchos años, ya sin trabajar. Y aquí estamos nosotros, los del jubileo a diario.

        Parece como si nosotros, los mayores, estuviéramos al margen de la maldición divina, ya que no tenemos ni que prepararnos para trabajar ni tenemos que trabajar para vivir. Porque, aunque nos paguen poco, como vivimos con poco, tenemos suficiente, mejor y más tranquilos que el que gana mucho pero tiene muchos gastos (mantener el yate y la amante).
        Nosotros, ya, con poco tiramos.

        Pero hagamos un análisis, o mejor, dos análisis:
1.- Analicemos el trabajo.
2.- Analicemos los años. ¿Cómo contamos los años?.


domingo, 20 de diciembre de 2015

ADMINISTRADORES Y ADMINISTRADOS.



Lo bueno que tiene una democracia es que el poder reside en el pueblo, en los Administrados (teóricamente, porque….)

Cada 4 años, en nuestra democracia española (a no ser que el gobernante las adelante) hay elecciones.

Los que se presentan como Administradores lo hacen con un programa que prometen cumplir si los Administrados “delegan”, “prestan” (No “Dan”) su voto para cumplir ese programa, que los convence más que los programas de sus adversarios políticos.

¿Qué hacer si los Administradores, vencedores en la contienda electoral, nada más comenzar a gobernar comienzan a hacer todo lo contrario de lo que prometieron hacer?

Nada.

O, mejor, pueden hacer dos cosas: 1.- Ajo y Agua (A joderse y Aguantarse hasta que pasen los 4 años), y 2.- Protestar, con manifestaciones, para que se les devuelva el voto prestado, y que se convoquen nuevas elecciones, a lo que, normalmente, el Gobernante mandará a las Fuerzas del Orden a disolverlas.

Y no hay más.

Si va a reformarse la ley electoral (que debería hacerse, porque “no somos iguales” y un voto en una circunscripción vale mucho más o mucho menos que en otra, pero que los beneficiados por ella no lo consideran urgente, obviamente) habría que ensayar otra forma de elección.

¿No puedo yo, no estoy en mi derecho, a reclamar mi voto, prestado por un programa prometido y no cumplido, desde el principio?

Si “moralmente” tengo todo el derecho (como exigirte que me devuelvas el libro prestado si estás deteriorándomelo, cuando prometiste cuidarlo) ¿por qué no “legalmente”?

¿Y la hipocresía reinante en nuestros candidatos?

Doña Celia, imitando al estrambótico Mas, no va a ir la primera en la lista.
Pura y dura hipocresía.
¿A quién piensa engañar?

Todavía no he parado de reírme cada vez que paso por cualquier puente sobre el Guadalmedina o cuando veo la bahía de Málaga con ese puente sobre ella, de 11 kilómetros. Y que fueron promesas y ganchos electorales para incautos, pero como el voto de un crédulo vale igual que el voto de un escéptico…

¿No debería tener un coste/costo electoral la promesa incumplida?

¿No tengo derecho a recuperar mi voto y “prestárselo” a otro candidato, discurrido un tiempo prudencial?

¿Se impondrá la “doble vuelta” con sólo dos candidatos? Porque, como haya tres o más, es imposible que gobierne la lista más votada.

Los Administradores son sólo “vicarios del pueblo” y no de una vez por todas.

Si la democracia es importante, como forma de gobierno, es porque, en vez de recurrir a la fuerza, a la violencia, para hacerse con el poder, se recurre a la forma civilizada de la contienda electoral, con los votos, que son los que dan o no dan el acceso al poder.

El Parlamento es “una guerra civil civilizada” donde la palabra sustituye a la fuerza.

Son los ciudadanos, su bienestar, el objetivo de la democracia, no los entes colectivos, bancarios, empresariales,…
Recordemos que es la pequeña y la mediana empresa la creadora de puestos de trabajo y a las que se les debería facilitar su actividad y no las grandes corporaciones empresariales, acostumbradas a incrementar, duplicar o triplicar el monto del acuerdo previo de la concesión.

“Cuantas más leyes, más ladrones” –decía el sabio Lao Tse.
Y es que, cuantas más lindes haya, más posibilidades hay, para los espabilados, de escapar por ellas, bordeándolas y sin pisarlas totalmente, de manera ilegal.

Y es que el triunfo de la “legalidad” sobre la “eticidad” lleva a este desaguisado de “he actuado legalmente” (¿y moralmente?)

¿Puede uno, hoy, fiarse del poder, de cualquier tipo de poder, económico, social, político, religioso,…?

Hasta la religión, en otro tiempo “bálsamo de Fierabrás” para la conducta moral, está más preocupada por su “poder” en  la sociedad, exigiendo la Religión en la escuela, ya no siendo ejemplo de nada, descuidando que es la convivencia social de todos los ciudadanos lo que importa, aquí en la tierra, sin tratar, prioritariamente, de llevarlos al cielo.


Confesar que “me he equivocado” no es suficiente en un político.

viernes, 18 de diciembre de 2015

EL SEXO EN LA IGLESIA



Distingamos entre: 1.- El sexo en los fieles y 2.- El sexo en el clero.

“O reproducirse o abstenerse”, “o tener muchos hijos o ninguno”, “o voto de paternidad o voto de castidad y abstinencia total”

1.- Respecto a la sexualidad en los fieles la Iglesia, sin saberlo ni quererlo, es una gran aliada de la selección natural pues sus instrucciones van encaminadas a incrementar la eficacia reproductiva/reproductora.
El lema sexual parece haber sido/ser: “ningún espermatozoide en vano”.

“O reproducirse o abstenerse” ese es el lema sexual de la Iglesia.

Pero la actividad sexual, sólo reproductiva, no es arbitraria, libre, de “aquí tepillo y aquí te mato”, sino que queda reducida al ámbito del matrimonio y, dentro de éste, con una sola finalidad (que no es el placer, ni el juego lúdico entre dos cuerpos y almas entrelazados, ni el afecto) sino la simple y mera reproducción.

Hay que incrementar la grey de Dios. Cuantos más adoradores, mejor. Él se lo merece todo y nosotros Lo necesitamos.

Incluso parece que la Iglesia deseara que la actividad sexual se produjera sin placer, para no distraerse de su finalidad. Incluso con dolor. Hasta sería más meritorio (que yo no sé por qué), lo que contrasta con sus recelos en aceptar, sin más, las modernas técnicas biotecnológicas que permiten la posibilidad de, aún sin contrato y sin placer, sin afecto que dar ni recibir,…quedar la mujer inseminada y ser reproductivas (la inseminación artificial, la donación de óvulos y de espermatozoides, los úteros de alquiler,…) consideradas perniciosas, por antinaturales (como si el hombre no pudiera echar mano de la cultura cuando la naturaleza pone algún obstáculo).
Aunque, si esas nuevas técnicas se aplicasen dentro del matrimonio, lo serían algo menos, pero siempre reprobables (no queramos enmendarle a Dios su obra o echarle en cara el defecto de la naturaleza, suplantándolo).

Pero si, con estas técnicas está ausente el contacto pecaminoso de dos cuerpos encendidos ¿por qué no recibirlos con beneplácito?

Claro que, matizando más, al decir “matrimonio” estamos diciendo “matrimonio cristiano”, bendecido o bendito, contraído ante Dios y no ante cualquier concejal de pueblo.

De aquí que los separados que vuelvan a casarse deberán “vivir como hermanos y en total abstinencia”.
Si hasta era/es pecado “desear” a la mujer del prójimo (lo que lleva a preguntarme cuántos pecados tendré yo acumulados en mi haber desiderativo pecaminoso, con esta imaginación que se me desborda).

Bien pensado, y consecuentemente, será pecado hasta desear a la mujer propia si no va acompañado ese deseo con el propósito inmediato de hacerla madre.

Y, mejor pensado todavía, debería la pareja consultar y prever cuáles son los días fértiles de la mujer para copular y quedarse embarazada, consultando al Sr. Ogino al que se le acusa de ser millonario en paternidad, a su pesar. De lo contrario sería vicio libidinoso, lujuria, al ser relación sexual sin propósito reproductivo.

O sea que, para la Iglesia, tanto las parejas de hecho como los separados, si copulan, son “fornicadores”.

Lujuria, fornicación, masturbación, homosexualidad, pornografía, prostitución,…son el conjunto de vicios, pecados contra la virtud de la castidad.

Hemos afirmado antes que la Iglesia sería un organismo cooperante de la selección natural, pero habría que matizar que eso sería así si, nada más nacer los hijos se independizaran de los padres y siguieran, inmediatamente o a los pocos días de nacer, los mismos pasos, pero eso no es así.
Porque no se trata de cuántos hijos puedan nacer (que, prácticamente, puede ser un parto cada 9 meses) sino de cuántos hijos cabe esperar que puedan ser criados hasta alcanzar la edad adulta y reproductiva.

No sólo “nacer” sino también, y sobre todo, “criar”

Pero, de manera natural, todas las civilizaciones han establecido, de manera expresa o tácita, no incrementar la natalidad hasta unos límites suicidas por su relación con los recursos disponibles, individual y socialmente (y sin haber leído el “Ensayo sobre el principio de la población”, de Thoms Malthus y su afirmación del aumento de la riqueza en proporción aritmética, mientras la población lo hace en proporción geométrica, lo que conlleva un desajuste entre ambas).

El control de natalidad siempre ha existido, a su manera, bien impidiendo los embarazos, bien provocando los abortos, bien matando a los nacidos deformes, …. o con las guerras, haciendo desaparecer a los jóvenes y adultos en edad de engendrar.

Sin embargo, la Iglesia Católica siempre consideró a las familias numerosas como una bendición de Dios, como una muestra de generosidad paternal, (como si fuera Éste el causante de los nacimientos o que necesitara de un mayor número de personas para que le suplicaran, le llevaran ofrendas, le adoraran,,,)

Lo cierto es que Occidente, olvidándose de la Iglesia y de Dios ha echado el freno de la natalidad, bajándolo a menos de 2 por pareja, aunque en otras culturas van camino de la superpoblación.

Para la Iglesia, pues, todo acto sexual, deliberada y voluntariamente infecundo es intrínsecamente malo.

Pero lo cierto es que, tener muchos hijos y no poderlos criar y atender adecuadamente no sólo es antievolutivo sino una irresponsabilidad desde el punto de vista moral.

Y, una pregunta, si la Iglesia apuesta por la Maternidad/Paternidad como algo maravilloso ¿por qué apuesta y supervalora la “castidad”?

Y lleva a preguntarnos por qué Dios nos ha creado sexualmente activos todo el año en vez de, como en los animales, una época de celo en la que la hembra desea copular y quedarse preñada/embarazada.

Si la sexualidad está presente los 365 días del año ¿no será que no tiene como única finalidad la reproducción sino que también está la dimensión afectiva, de donación y recepción de cariño, de comunicación,…

Y si la virginidad  es un valor superior a la maternidad ¿qué pasaría si todos hubiéramos apostado y apostáramos por ella.

¿No será el orgasmo y el placer erótico la trampa que la sexualidad nos lanza para la paternidad/maternidad?

El clero tiene la misma inclinación sexual que los laicos pero renuncian a satisfacer ese deseo en aras de otros valores que consideran superiores, culturales o religiosos.

Lo de las monjas embarazadas por padres espirituales, confesores y curas, auténticos sementales que incumplen la palabra voluntariamente dada está la historia llena y, naturalmente, no eran “posesiones diabólicas” sino pura “jodienda” (y perdón)

Actualmente asistimos a una oleada de pederastia por parte del clero y es que el contacto con los niños, en catequesis y demás, abusando de la inocencia infantil,…

Pero, en realidad, la obligación del celibato en el clero es tardía, no es desde los tiempos de Jesús de Nazaret sino que la primera vez que aparece es en el Concilio de Elvira (Granada) años 300-306, aunque la norma se relajará bastante en los años siguientes.

En 1.074 todavía se excomulgaba a clérigos que estaban casados o que vivían en concubinato.

Y habrá que esperar al Concilio de Trento, siglo XVI para que se establezca como norma obligatoria.

Pero el celibato no es una imposición de origen divino sino sólo y totalmente de origen humano.

Se ha defendido que la causa de establecer el celibato a los clérigos, y no tener familia, era para liberarlos/estar libres de cargas familiares y así poder dedicarse, con dedicación exclusiva, a su labor religiosa, pastoral,…
El secreto de confesión también estaría más a salvo, al no tener con quien, en la intimidad, intercambiar información.

Pero hay otra causa del mismo.
Las donaciones de los fieles a la Iglesia, al no tener familia directa que heredase y/o gastase, cuando el clérigo fallecía volvían a la Iglesia.

Últimamente están surgiendo hechos muy significativos y que manchan a la Institución Eclesial:
1.- Salir del armario, confesando su homosexualidad y sus relaciones homosexuales.
2.- La pederastia, fruto, en parte, del trato con niños, indefensos e inmaduros, en su función catequética y del voto de castidad voluntariamente jurado.

3.- La inmatriculación y primera inscripción en el Registro de la Propiedad de edificios religiosos (catedrales, iglesias, ermitas,…)

lunes, 14 de diciembre de 2015

LA VIOLENCIA: LOS VARIOS TIPOS

         

        Por desgracia, nos desayunamos a diario, con la muerte, por violencia, de una persona (generalmente, aunque no totalmente, de una mujer).

Y el origen, ya lejano, de esa violencia habría que buscarlo en las religiones, en todas las religiones, de corte “falocentrista” y que, siempre, han hipertrofiado la supervaloración de un sexo (macho-varón) en detrimento e infravaloración del otro sexo (hembra-mujer).

La “plaza pública”, la “calle”, la “oficina”, la “fábrica”, lo “extradoméstico” versus la “casa”, la “cocina”, la “compra”, la “administración” del sueldo ganado por el varón

Y qué duda cabe que la mayor violencia que puede ejercerse sobre la otra persona es la Violencia Física que puede acabar con la vida directa, de golpe, o paulatinamente.

VIOLENCIA FÍSICA ES/SON

        Desde la muerte directa hasta los golpes, palizas, correazos, cachetes, agarrones, tirones de pelo, apretones dolorosos, pellizcos, empujones, patadas, arrojarte cosas, intento de ahorcamiento, secuestro, privación de libertad, encierros, mordeduras, cortes, quemaduras, amenaza con armas, obligar a vestirte como no te gusta, abandonarte en lugares peligrosos, violación, todas las formas de agresión sexual.

       
VIOLENCIA PSICOLÓGICA (PSÍQUICA). Es la violencia mental o emocional

        (Esta violencia es la más difícil de erradicar, porque no deja huellas físicas visibles y es la más difícil de curar porque reduce la autoestima y la seguridad. Te va comiendo el alma)

Y no sólo la ejerce el varón contra la mujer, también, y mucho, la contraria (y más en los tiempos que corremos de “paro laboral y despidos a diario)

        .- Abuso verbal: rebajarte, ridiculizarte, insultarte, humillarte, utilizar juegos mentales e ironías para confundirte, palabras despectivas
       
        .- Abuso no verbal: gestos, expresiones, posturas.

        .- Intimidación: arrojar objetos, destrozar la propiedad, asustar con miradas, gestos  o gritos.

        .- Desprecio: tratarte como inferior, tomar decisiones importantes sin consultarte.

        .- Aislamiento: Control abusivo de tu vida mediante vigilancia de tus actos, de tus movimientos, espiarte, escuchar tus conversaciones (tus correos, tu móvil), impedir el cultivo de tus amistades, prohibirte salir.

        .- Provocar confusión: Manipular para hacerte aparecer como mentirosa, culpabilizarte siendo la víctima, darte órdenes contradictorias y, luego negar que lo ha dicho.

        .- Amenazas de: suicidarse, matarse, herirse, herirte, golpearte, llevarse a los niños, meterse con los suegros.

        - Abuso económico: impedirte trabajar aunque sea necesario para el sostén de la familia, recompensas o castigos monetarios, control abusivo, quisquilloso, de las finanzas, del gasto, de las compras,  negación del sustento.

       
VIOLENCIA SEXUAL

        Obligarte a tener relaciones sexuales, obligarte a tener sexo con otras personas, realizar, durante el acto sexual, acciones que te duelen o te humillan, agarrar tus senos, nalgas, sexo u otras partes de tu cuerpo contra tu voluntad, obligarte a exhibirte o desnudarte, dirigirse a ti de manera obscena, ponerte apodos sexuales, no hacer caso de tus ideas y deseos sexuales, obligarte a usar/no usar anticonceptivos, obligarte a tener hijos o a abortar, contarte sus aventuras sexuales con otras mujeres o con hombres, burlarse de tu cuerpo, de tus deseos o de tus reacciones sexuales.

VIOLENCIA  SOCIAL.

        Impedir que puedas verte con amigos/amigas y/o familiares; sabotear tus relaciones sociales, aislarte de la calle, de la gente, de tener contactos con la sociedad.


LA VIOLENCIA DOMÉSTICA es más amplia que la violencia contra la mujer.
La violencia doméstica es la que ocurre/se da en la familia que habita la casa (mujer, varón, hijos, padres, suegros, tíos…y de las personas de trabajo doméstico)

LA VIOLENCIA DEL VARÓN SOBRE LA MUJER, recibe varios nombres:

        “Violencia  SEXISTA”, “Violencia  MACHISTA”, “Violencia contra LAS MUJERES”, “Violencia de GÉNERO” (el preferido) (¿mala traducción del inglés “gener”?) debe decirse “violencia de SEXO”

En Castellano “GÉNERO” es una categoría gramatical, y se aplica a las palabras (los substantivos, adjetivos, artículos,…..pueden ser masculinos, femeninos y neutros, pero ¿aplicable a las personas?

En SOCIOLOGÍA, en cambio, SEXO = diferencias biológicas entre varón y mujer.
                                                  GÉNERO = Diferencias psicológicas, sociales y culturales.

Por lo tanto, hablar de “violencia de género” implica subrayar que es una violencia derivada de la construcción social y cultural de la masculinidad y de la feminidad.

        (Me pregunto yo: ¿la mujer negra hotentote sufre violencia de género? ¿La niña a la que se le practica la ablación del clítoris? ¿Cuáles son las diferencias sociales y culturales de ellas en sus sociedades respectivas?

Pero, también, se podría hablar de una

VIOLENCIA ECONÓMICA, que es la que practican los Bancos (y se denomina “abuso”) o los Patronos (que sería la “explotación”.

VIOLENCIA RACIAL y que la conocemos y denominamos “discriminación” y/o “segregación”

VIOLENCIA RELIGIOSA, asociada a lo que denominamos “fanatismo”, “intolerancia”, “persecución”, “prohibición”…

VIOLENCIA INFANTIL o VIOLENCIA ESCOLAR, más conocida como “bullying” o “acoso escolar”, bien sea físico, verbal, psicológico, social.

VILENCIA LABORAL, más conocida como “mobbing” o “asedio”, “acoso”, “hostigamiento”, “acorralamiento”, “boicot”…


Y, últimamente, VIOLENCIA FILIAL, en forma de “amenazas”, “chantajes”, “hurto”… de los hijos contra los padres para obtener, de ellos, más dinero.

domingo, 13 de diciembre de 2015

¿PALABRA DE HONOR? EL VALOR DE LA PALABRA.


¿PARA QUÉ SIRVE LA “PALABRA DADA”.

Repaso el “programa” del P.P. de las últimas elecciones y de lo que “decía” que iba a hacer  a lo que “ha hecho”

Bien sean las “palabras dichas” (en los mítines) o las “palabras escritas” (en los programas?

¿Para qué sirven?. ¿Puede uno fiarse de ellas y de quien las pronuncia y/o escribe?


        
         Cuando yo era pequeñajo, mi padre me llevaba a la feria del ganado. Íbamos a Fuentesaúco (Zamora), a 9 kilómetros de distancia de mi pueblo. Íbamos en la burra. Alguna vez iba detrás pero, por lo general, como era tan chico, iba montado delante. Nunca íbamos solos. Muchos agricultores de mi pueblo acudían, asiduamente, a la feria.
         Dejábamos los burros a las afueras del pueblo, en la “posá”, y cuando el posadero le decía que si le echaba una “postura” al animal, mi padre siempre decía que no, “porque sólo le echa paja y nada de cebada” – me decía luego.

         Acudían los labradores porque unas veces  había que cambiar el animal y otras porque había que vender o comprar.
         Mi padre compraba o cambiaba, cuando lo necesitaba, vacas y bueyes, para arar; a veces algún burro, generalmente burra, y una vez compró una cabra, mocha, de raza granadina, que daba mucha leche. Los domingos mi madre hacía una cazuela enorme de leche a la que le echaba achicoria (el café estaba prohibido, por caro; la achicoria era mucho más barata).

         En esas ferias de ganado se le preguntaba al dueño cuánto “pedía” por ese animal. Se seguía mirando y se le preguntaba a otro. Así hasta recorrer a todos los vendedores y ver todo el ganado.

         Cuando alguien le echaba el ojo a uno y le gustaba, se acercaba de nuevo al dueño y comenzaba el tira y afloja. Siempre había un tercero, incluso un cuarto, que intermediaban en el trato. “Sube algo, hombre; y tú, bájate un poco de ahí” y continuaba el forcejeo.
         Llegaba un momento en que el intermediario agarraba las manos de ambos, comprador y vendedor, las arrimaba, las juntaba, y cuando ambos “chocaban las manos” se pronunciaba la palabra mágica: “trato hecho”, con la mano del intermediario (que no cobraba nada, que era conocido o amigo o nada que ver con los dos “tratantes”) encima de las otras dos.

         No hacía falta nada más. Ni contrato ni nada. Se iba al banco (aunque, generalmente, se llevaba el dinero encima) se sacaba dinero, se pagaba y el comprador se marchaba para casa arreando el animal comprado, siempre por un camino, nunca por la carretera, porque la guardia civil la tenía bien vigilada.

         El trato hecho era suficiente. Se habían “dado la palabra”, los dos. Uno de que se lo había vendido y el otro de que se lo había comprado y ya no había marcha atrás. Aunque llegase alguien ofertando más por el animal vendido u ofertando otro animal por menos dinero.
         Estaba “cerrado el trato”. Y se acabó.

         Eran palabras no simplemente dichas, sino palabras dadas, preñadas, comprometidas, palabras que llevaban prendido un compromiso, una “promesa con”, y ésta, siempre, se cumplía.

         La palabra tenía un valor no sólo de comunicación, sino de ejecución.

         “Dar la palabra”, el “te doy mi palabra” era mucho más que una información. En la palabra iba prendida la persona. “Te doy mi palabra” era decir “te doy mi persona”, “comprometo mi persona” si no cumplo lo acordado.
         En “lo que digo” va “lo que soy”, en el mismo paquete, en un mismo kit. Y como “soy una persona honorable, honrada” queda comprometida mi honorabilidad, mi honor. “Palabra de honor”.

         “Faltar a la palabra dada” era “fallar la persona”.

         “Me lo prometiste” (solemos decir cuando alguien nos falla y no cumple lo dicho), no decimos únicamente “me lo dijiste”.

         Era un “auténtico juramento”, era poner a Dios por testigo de lo prometido, era autorizar a Dios para que me castigara si no lo cumplía.

         “Te lo juro por mi hijo”, era decir “que se muera mi hijo si no…”.

         Nosotros, de pequeñajos, solíamos jurar con la fórmula: “que me caiga ahora mismito aquí muerto si….”.

         Pero llegó un momento en que por aquello de “verba volant, scripta manent”, “las palabras vuelan, se las lleva el viento, donde dije “digo” digo “Diego”…pero lo escrito, las palabras escritas permanecen, esas no se borran ni desaparecen”……Ahora ya sólo hace falta la firma, que es el “juramento” pero ya no puedes volverte atrás, no por lo que dice el contrato, sino porque lo has firmado, sea lo que sea lo que el contrato ponga.

         Los contratos y las firmas son productos de la desconfianza. “Como no me fío de ti, dámelo por escrito”, ahora podré reclamártelo, vía judicial, si es necesario, porque ya no puedes “decir” que … está “dicho por escrito” aquí.

         Voy a un Banco a pedir un préstamo para una hipoteca y le doy al Director “mi palabra de honor” de que se lo devolveré con intereses y me mirará con una cara de ….(no sé cómo decirlo)…. Que me extenderá el contrato para que se lo firme o, si no, no hay préstamo.

         Sin embargo, las palabras que dice el sacerdote, en el momento cumbre de la misa, en la consagración, surte el efecto de la transformación del pan en el cuerpo de Cristo y del vino en su sangre. Son “palabras sagradas”, son “palabras mágicas”, que producen el efecto.
         Igualmente cuando te confiesas y el sacerdote dice “ego te absolvo a pecatis….”, “dice que te perdona” y “quedas perdonado”.

         ¿Y qué decir de la “palabra de Dios”?.

         Pero las palabras humanas han dejado de ser “honorables” porque los hombres hemos dejado de “ser honrados” o, aunque lo seamos, el otro no se fía de nuestra palabra, por lo tanto, tampoco se fía de nuestra persona.

         En otros lugares he escrito sobre la “cultura de la vergüenza” de Japón y la “cultura de la culpa” de la sociedad de herencia judeocristiana de Occidente.

         Para los japoneses “la vergüenza” es la máxima sanción que se puede recibir por una conducta incorrecta, y no experimenta atenuación alguna de su pena al hacer pública su falta, ni siquiera confesándola al sacerdote.
         El japonés vive de cara a los demás, necesita saber qué buena imagen tienen los otros de él. La sociedad es el espejo que le devuelve su imagen. Se orientan en la vida según el juicio de los demás.
         Prefieren suicidarse a tener que soportar la vergüenza ante la sociedad. En ellos no existe el sentimiento de culpa al estilo occidental. Para ellos lo malo es lo sucio exterior, no lo interior. Lo realmente importante es lo que los otros ven de uno, de cómo lo ven. No aguantarían la mirada de reproche. Es una moral fundada en la “vergüenza”.

         Esta “vergüenza” de la ética japonesa ocupa el mismo lugar que la “buena conciencia” en la ética judeocristiana occidental.

         Cuando un occidental ha pecado y siente el sentimiento de “culpa” no tiene más que confesarse para que, tras arrepentirse, la pena le sea conmutada por unas avemarías, y la culpa perdonada en nombre de Dios.

         Un japonés, en la feria de ganado de Fuentesaúco, que “diera su palabra” y no la cumpliera, sabiéndolo los demás, no soportaría el peso de la “vergüenza”, se “moriría de vergüenza”, literalmente, porque no soportaría los aguijones en la cara, ante una mirada real y de frente o toda la espalda clavada con los aguijones de las posibles y supuestas (fueran reales o ficticias) miradas por detrás.
         Un judeo cristiano occidental, en cambio, si triunfa en la vida, aún trapicheando, aún siendo un “sinvergüenza” o por serlo, será admirado por la gente, por el alto lugar que ha llegado a ocupar, sin importarle tanto el “cómo”, como envidiando no haberlo hecho él. Como él cree que todo el mundo es sinvergüenza, que todos lo que quieren es triunfar, si él triunfa sobre los demás aspirantes a ganadores, se considera el mejor y se ufana de serlo y los demás lo aplaudirán, premiándolo socialmente.

         Mientras mi japonés lo que desea es “estar a gusto” entre los demás, mi occidental a lo que aspira es a “estar arriba”.
         El primero es capaz de morir por honor, el segundo sólo por el éxito.
         El primero se siente a gusto en medio de la ley, el segundo bordeándola, traspasándola a veces y, ante el peligro, situarse otra vez en la frontera.
         El primero sería, si lo fuera, un cazador legal, el segundo, como más disfruta es, siendo un furtivo.
         El primero es un esclavo de la palabra, de su palabra, el segundo se considera un señor, un dueño de ellas, por lo tanto se considera con licencia para transgredir su propia palabra.
         Miradas lacerantes frente a miradas exaltantes.

         Si incluso es un piropo llamarle a uno “sinvergüenza” si ha conseguido lo que uno también hubiera querido para sí pero que no había conseguido (estafar a Hacienda, ligarse a una joven, esquivar un radar, evadir un impuesto, engañar a un ingenuo, salirse de la disco sin pagar, evitar un multa…)

         ¡Hosanna en las alturas¡, bendito el  que viene en nombre del éxito, bendito el triunfador.


         ¡Me quedo con mi japonés¡.