sábado, 28 de julio de 2012

EL BESO Y LA CARICIA.


No concibo el surgir del amor sin la mirada. Ella es la que da la primera noticia de la presencia de la amanda, la que te acerca y acerca a la persona amada.
Pero, una vez colocados los cuerpos a la distancia justa, al alcance de las manos, los ojos deberían estar tapados con una venda, porque creo que los órganos amatorios, los que mantienen e incrementan el amor, son los labios y las yemas de los dedos.
En ellos es donde más concentrada se encuentra el alma.
Son el beso y la caricia los alimentos del erotismo, la savia amorosa.
Esa inmediatez húmeda labio-labio y ese suave paseo táctil con la yema de los dedos por el atlas cutáneo de todo el cuerpo, sin cotos prohibidos, permitidos y/o deseados, recorriendo todos los rincones de la geografía de la mujer.

En los labios y en las yemas de los dedos es donde más concentrada está el alma erótica de las personas.

Un hombre torpe en el beso y en la caricia no puede ser buen amante.
El amor no surge o, si surge, se estropea y desaparece, por no tocar o por tocar demasiado o por no saber tocar o por tocar a destiempo. E igualmente con el beso.

Ese suave paseo con los dedos y los labios, hollando el cuerpo del otro, para detectar las zonas erógenas y, una vez descubiertas, dejar allí, bailando, las yemas de los dedos o los labios lubricados, poniendo en marcha el manantial del placer…
Ese paseo táctil, calmado, ese tecleo cutáneo, tocando de memoria, debe despertar la superlativa melodía, ser como un bolero, enredándose y fundiéndose dos intimidades emocionales, y bailando sobre ellas, con el tiempo parado.

El amor es un concentrado de besos y caricias.

Quizá esa sea la única manera de entender la vida, no razonándola, sino viviéndola, a dosis intensas, en momentos eternos.

El animal es reproductivo, no erótico. A la hembra, en celo, cualquier macho a mano le vale para dejarse montar y quedar preñada.
El hombre, por el contrario, es más erótico que reproductivo (aunque también).

El animal, propagando la especie, cumple su función natural. El hombre no.
Sexualidad es mucho más que genitalidad y la paternidad se ha convertido en una opción, no en una necesidad.
El hombre, realmente, ha empezado a disfrutar de la sexualidad cuando ha sido capaz de separarla de la reproducción.

Mientras la hembra animal es sólo genital y paridora, la hembra humana, la mujer, sin período de celo, es, sobre todo, sexual y erótica, placentera, lo que le permite desear y tener relaciones sexuales, sin finalidad reproductiva, en todo tiempo y lugar, sólo por placer, dejando la función paridora a la razón.

jueves, 19 de julio de 2012

“PORQUE” Y “PARA”



Ante una pregunta responder con un “porque” es estar ubicado y mantenerse en el campo de la cientificidad, de Verdadero o Falso, de la Prueba.
Responder con un “para”, en cambio, es estar en el campo del “artificialismo” y que puede llegar estar en el campo religioso o de la creencia.

Afirmar que “vemos “porque” tenemos ojos” (causa eficiente) es lo opuesto a afirmar que “tenemos ojos “para” ver” (causa final).
La “causa eficiente” denota el origen de la acción, la “causa final”, en cambio, denota la meta de esa acción.

Todos los “seres artificiales” (sillas, pantalones, bolígrafos, bombillas,…) están hechos por un “artí-fice”, un artista, un experto, “para” sentarse, vestirse, escribir,…
Pero los “seres naturales” (montañas, sol y luna, ríos, atmósfera,…) no remiten a un “artí-fice”, sino a la naturaleza como origen y “causa eficiente” y sin ninguna “finalidad”, no están hechos “para”.

El sol (ser natural) está formado por….., esa es su naturaleza y, por eso, alumbra, no está hecho “para” alumbrar. Al revés que la bombilla (ser artificial) y que, también alumbra.

La silla del ebanista y el pantalón del sastre nada tienen que ver con el sol o la montaña.

Aplicarle a los “seres naturales” (el sol y la montaña) el mismo “esquema explicativo” (causa eficiente y causa final, “ebanista” y “para sentarse”, “sastre” y “para vestir”) de los “seres artificiales” es un salto ilegítimo propio de mentes infantiles y “crédulas” (que denota otro concepto distinto a “creyente”).
A este salto ilegítimo, inadecuado, incorrecto,… se le denomina “artificialismo” (consideración de “todos” los seres como “seres artificiales). En este caso, Dios sería el “artífice” del sol, de la montaña y de la atmósfera, de los seres vivos,…

El sol no está hecho “para” lucir, sino que luce “porque”….. Sus componentes no están diseñados “para”, sino que “porque” son esos sus componentes es por lo que…

La pregunta por el porqué de los seres naturales termina en la “naturaleza”.

El sol, el río y la montaña no son “teleológicos”, la silla, la bombilla y el pantalón sí lo son.

En general, hasta el Renacimiento y la Edad Moderna, preguntarse por el “porque” de la naturaleza era responderse con “Dios” como artífice y creador que, además, los había hecho “para” .
Hasta que no se superó ese esquema teleológico-aristotélico no pudo haber ciencia.

Afirmar que los cuerpos pesados “caen verticalmente “para” ir a su lugar natural”, el centro de la tierra, es de muy distinta índole a afirmar que “caen verticalmente “porque” el cuerpo de mayor masa (la tierra) atrae al cuerpo de menor masa (un cuerpo pesado cualquiera) y, además, según una fórmula concreta, la de la Ley de la Gravitación Universal, lo que supone que cuerpos de distintas masas, actuando de la misma manera, lo harán con velocidades distintas.

Las religiones, en general, son “teleológicas”, no son científicas, son ajenas al esquema “verdadero-falso”, ellas funcionan con otros esquemas.

El camino aristotélico, muy acorde con las religiones, era, científicamente, un callejón sin salida. Y, hasta que no se abandonó, la ciencia ni podía surgir ni avanzar.
No puede verificarse ni falsarse que sea Dios, o que no lo sea, el artífice del universo. Puede creerse o no, pero no saberlo.

El contrapeso, el otro lado de la balanza, de Aristóteles serían Galileo y demás científicos modernos, sobre todo, Newton.

En la sociedad anglosajona estuvo vigente una polémica: ¿“tenemos nariz “para” poder llevar gafas y cabeza “para” poder llevar sombrero” o “llevamos gafas “porque” tenemos nariz y sombrero “porque” tenemos cabeza?.

martes, 17 de julio de 2012

REFLEXIONES CON ORTEGA (3)

ENAMORARSE (3)

Una definición que, a mí, me gusta de la libertad es: “la posibilidad de responder o no responder, con estímulo y sin estímulo”.
Es decir el hombre es el único animal que, con hambre y ante un suculento plato, puede no responder comiendo.
El hombre es el único animal capaz de ponerse en huelga de hambre.

Existen “ilusiones sensitivas” (ves, oyes, hueles,….un estímulo y lo interpretas mal (“ayer te vi. en el paseo del parque por la noche” – “imposible, estaba en Madrid”. Has visto un estímulo (a alguien) y lo has interpretado mal, viéndome a mi. Te has equivocado. Estabas en un error. Pero eso no invalida la normal sensación/percepción sensitiva. Lo normal es no equivocarse, aunque uno se equivoque muchas veces. Lo normal es el acierto.

Eso mismo ocurre con el amor. A veces hay equivocaciones, errores. Pero lo normal es que se ame lo que se desea, a la persona elegida. Lo normal es el acierto.

Pero nunca, nadie, se enamora del físico de una persona. A lo más, se desea ese físico. Incluso uno puede solazarse con él.
Ocurre que en el trato con el físico, en poco tiempo, se percibe, también, su psiquismo, su carácter, su forma de ser. Y aquí ya estamos en el campo del enamoramiento o no enamoramiento.

Mientras el varón puede ejercitar sexo sin afecto y sin entusiasmo, la mujer (aunque también) mucho menos. En ella es más difícil la disociación sexo-afecto (con la excepción de la pornografía pura y dura, en la que sólo el dinero está de por medio).

El varón, cuando se acerca a una mujer, va a ella como a una fiesta, a un frenesí, al éxtasis, a lo que rompe su monotonía, va cargado de expectativas que espera ser satisfechas, y se encuentra que la mujer, menos ilusa, es feliz haciendo lo que hace.

En el mundo animal la selección de macho por parte de las hembras no es transferible a ese otro, también animal, llamado mujer.

¿Cuál es el mejor varón para una mujer?, ¿el genio?, ¿el gran científico?, ¿el talentoso?
En general, los grandes hombres son/han sido sólo eso, unos pobres grandes hombres, pero difíciles de amar y de ser amados, de dejarse amar.
Es raro (a no ser por otros motivos ocultos) que la mujer se enamore de un genio, de un hombre excelente (lo que (con mala intención) llevaría a considerar a la mujer como una persona antidarwinista, al no trabajar a favor de la mejora de la especie humana).
Una mujer que realizara la noble acción de amar a un genio sería negativamente criticada por el pueblo, viendo motivos ocultos de mujer aprovechada, aunque fuera un amor sincero.

¿Es verdad que el alma femenina se cierra hacia dentro mientras que la masculina consiste en darse, creativamente, al público?
¿Es verdad que, en general, la mujer es más hermética que el varón?
¿Por qué ser un “hombre público” es un mérito, un Pro, mientras que la “mujer pública” es degradante?
¿Por qué será que el genio literario epistolar goza de más predicamento en la mujer que en el varón? ¿Tendrá algo que ver con esa alma hermética femenina “aperturable” sólo desde dentro? ¿No es verdad que quien mejor se destapa es quien se encuentra/se ve/se sabe tapada?

Todos sabemos qué es ser madre, ser esposa, ser hermana, ser hija, ¿pero qué es ser mujer?
Cunado el hombre mira a la mujer ¿la ve como mujer o sólo como futura madre de sus hijos, como esposa, como amante?
Si hubo un tiempo en que la mujer era el cotizado premio al vencedor de un torneo, posteriormente, en el mundo social será ella, desde su encanto particular, quien seleccione al varón que, junto a otros varones, concursará, pero no para elegir sino para ser elegido por la mujer.
La mujer sería la manifestación de la causa final aristotélica, que “actúa atrayendo”.

A lo largo de la historia a la mujer se le ha negado la capacidad talentosa, reservada, en exclusiva, para los varones. Porque el talento consiste en una aptitud para crear ciertos productos socialmente útiles: la ciencia, el arte, la riqueza, el poder, las leyes, la técnica, la guerra,…. ¿Cuántas mujeres figuran como talentosas, en este sentido, a lo largo de la historia?
¿Podríamos decir lo mismo, hoy, cuando el clima social ha hecho de la igualdad de los sexos el suelo que pisamos?

¿Podemos, hoy, seguir manteniendo vivo el adagio de que “el varón vale por lo que “hace” mientras la mujer vale por lo que “es”?
Si antiguamente la mujer fue más del “sentir” que del “hacer”, ¿puede, hoy, seguir manteniéndose?

¿Qué persona es más depositaria del “flechazo”, la mujer o el varón (entendiendo por el mismo “la súbita coincidencia entre aquel molde ideal de mujer/varón y esa mujer/varón, pasajeros, que pasan ante el/ella)?

Un individuo, como un pueblo, queda mejor definido por los ideales a los que aspira, que por sus realidades. Los cien pájaros volando (capaces de ser cazados) son superiores a ese pobre pajarillo cazado.

La mujer vendría representada por una flecha, (que indica dirección), mientras al varón le correspondería más el círculo, indicador de reposo.

¿Tienen las almas una forma? El alma de un anciano y el alma de un niño, el de una persona cerebral y otra sentimental, el de una persona magnánima y altruista y la de otra persona pusilánime y egoísta, el alma de una mujer y el alma de un varón…. ¿Cómo pueden ser iguales?

¡En menudo lío interrogatorio estoy metiéndome¡

REFLEXIONES CON ORTEGA (2)

ENAMORARSE (2).

La elección que hacemos nos retrata y nos delata. Si maduros o inmaduros, capeados o espontáneos, reflexivos o veleidosos.
Ya el mismo instinto sexual es selectivo.

Darwin, además de la selección natural, inter-especies (la más y mejor preparada) e intra-especie (el más apto), también expone la “selección sexual”. Las hembras seleccionan a los machos con los que aparearse, de ahí la exhibición variada (plumaje, berrea, fuerza,…) del macho, para ser la opción de la hembra.

Pero si ya el instinto sexual es selectivo, el amor lo es en grado sumo.

Vemos mujeres/varones a las(os) que todos(as), casi sin excepción, deseamos. Pero a esas otras no.

El instinto sexual te empuja a “follar” (¡perdón¡) a casi la mayoría de personas con falda/pantalón, pero el esquema selectivo interno sirve de filtro: para éste(a) sí, para este(a) no.

Porque se desean los cuerpos, se aman a las personas.

- ¿Cómo puedes amar a Silvia, si es bajita y gorda?.
- Tú no sabes la persona que es, si la conocieras….(no dice “si la vieras”, porque está viéndola o recordándola).

¿Un amor para toda la vida?, ¿amores múltiples?, ¿amores sucesivos?.

No es necesario “un amor para toda la vida”, como siempre han predicado la religión y moral cristianas, que lo consideran imprescindible, “matrimonio monógamo, heterosexual e indisoluble”. La sociedad, en general (ya cada vez más) no está de acuerdo (separaciones y divorcios así lo atestiguan).
Siempre, al final, la última (la única) palabra es de la pareja.

¿Amores simultáneos?. Difíciles, pero no imposibles. Siempre habrá preferencias y, por lo tanto, dolor para la persona preterida, al menos en nuestra cultura occidental.

¿Amores sucesivos?. Por supuesto que sí.

La indisolubilidad es una amenaza religiosa hipócrita e innecesaria. El divorcio algo normal. La nulidad, otra hipocresía religiosa, por lo general sólo al alcance de los pudientes.

Muchas religiones y sociedades admiten como una práctica normal la poligamia, generalmente más poligínica que poliándrica, porque el semen siempre está disponible, pero el óvulo, una vez fecundado, no admite más semen reproductivo (cuando los hijos suponían un capital humano), aunque en nuestros ancestros fuera normal la poliandría y el matriarcado (a fin de cuentas, la maternidad es una prueba, mientras la paternidad es, sólo, un acto de fe).

Es verdad que la sociedad, durante casi toda la historia, tradicionalmente, ha llamado “macho” al varón con variada práctica sexual, al tiempo que, a la mujer, por eso mismo, ha sido denominada “puta”.

Quien se divorcia varias veces y, sucesivamente, va emparejándose con personas parecidas ¿no está amando a la misma mujer, aunque genérica?.

Otra duda que surge. Cuando el amante ama ¿ama (verbo transitivo) al otro o se ama (verbo reflexivo) más a sí mismo?.

¿Puede conocerse al amante más por su amor o más por el objeto amado?. ¿Se delata, al amar, o es el objeto amado el que lo delata?.

Si el deseo o apetito sexual (constitutivo de toda persona normal) es hacia casi todas las personas, el amor es sólo para una/alguna. No se ama todo lo que se desea, aunque lo que se desea puede llegar a ser amado, mientras lo que se ama, siempre se desea.

“Beber sin sed y amar en todo tiempo es lo único que diferencia al hombre del animal” - pone Ortega en boca de Beaumarchais.

La mujer es la única hembra entre los animales que desea actividad sexual en período no reproductivo.

miércoles, 11 de julio de 2012

REFLEXIONES CON ORTEGA

ENAMORARSE.

“Desear”, “enamorarse”, “amar”, “querer”. Parece que todo es igual, pero es distinto.
Cuando oigo a alguien decir: “estoy locamente enamorado/a” suelo echar a correr o, al menos, distanciarme, porque es peligroso/a.

El enamoramiento no es otra cosa que “un estado anormal de atención a aquello de lo que se dice estar enamorado/a”. No hay distancia atencional entre el sujeto y el objeto. Éste ocupa, llena totalmente, todo el espacio y no hay sitio para otras cosas, personas u objetos.
El enamoramiento es una parálisis, un bloqueo de la atención. Da igual lo que le digas o hagas, él seguirá a lo suyo, atado al objeto. Vive en otro mundo, en su mundo.

El enamoramiento, pues, no hace al enamorado más rico, sino al contrario, lo empobrece, porque al tener ocupado todo el espacio atencional, todo lo que pudiera o quisiera entrar rebota, se pierde, es eliminado.

El objeto amado desaloja de la conciencia a toda otra persona u objeto. Es tal la intensidad de la atención que conlleva, en un mismo kit, la despreocupación de todo lo demás.
En este sentido, quizá, sólo al místico, enamorado de Dios (que es “omni-todo”) no puede faltarle nada. Sólo él puede decir: “sólo Dios basta”.

“Imbecilidad transitoria” – lo llama Ortega pues equivale, transitoriamente, a la pérdida de todo un mundo, por aislarse y encadenarse, para no dejarla escapar, a “una cosa/persona” del mundo.
Es renunciar al todo, en el que siempre habrá más riqueza posible, por esa parte, aunque sea rica (que puede ser que lo sea o no, aunque así lo vea el enamorado).

Si toda persona, durante su vida, viene, por naturaleza, pertrechado de una “porosidad” a través de la cual entran y salen ella y el mundo que le rodea, el enamorado ha taponado, por dentro, los poros.

“El alma del enamorado huele a cuarto cerrado de enfermo” – otra vez Ortega.
El ambiente vital que respira el enamorado no se renueva, es asfixiante, “está sorbiéndole los sesos”.

Lo opuesto al “en-amoramiento” es el “en-odiamiento”, donde el odiador no para de entrar y salir hiriendo a todo lo que se menea.

¿Por qué todas las jerarquías eclesiásticas, de cualquier religión, ven con malos ojos y persiguen a sus místicos?.
Respuesta fácil. Porque ellos, los místicos, no respetan la intermediación exclusiva entre Dios y los hombres. No quieren pagar tasas ni respetar aduanas. Tratan directamente con Dios. Amante y amado autoencadenados, sin tener que pagar servicios prestados.

¿Y si el Dios de los místicos fuera sólo un dios (con minúsculas), un ídolo?. Sería un idólatra. Y podría hacer mucho mal a quienes, consciente o inconscientemente, idolatrasen al idólatra y lo siguieran. Todos se perderían.

¿Que quién garantiza eso?. Eso mismo me pregunto yo. La tendencia a no dejar el cayado, de seguir siendo pastores, lleva implícita la consideración de los demás como ovejas o personas inmaduras que necesitan ser y estar “tutoriadas” siempre. El imaginario lobo del demonio de pensar por sí mismo siempre será visto como el peligro de soberbia y de condenación.

¿Es el místico, en unión directa enamorada con Dios, más rico que el teólogo que sólo indirectamente, a través de la razón, se acerca a Él, considerándolo siempre como inalcanzable, por rebosamiento de su perfección en las categorías cognoscitivas humanas?.
¿El éxtasis o la razón?. ¿Cuál enriquece/empobrece más?, ¿el amor a/de Dios o el saber de Dios?.

Porque la experiencia privada empieza y acaba en uno mismo.

Mientras el místico es como la esponja, que sólo absorbe divinidad, el teólogo es como el frontón en el que chocan y se confrontan las razones de los otros.
Mientras el primero se encuentra saturado de Dios, el segundo siempre está ávido de otras razones a confrontar con las suyas para optar por las de más peso argumentativo.

¿Es el misticismo una “hipnosis” y el místico un “hipnotizado”?.

Una buena pregunta.

¡Que respondan los psicólogos o los psiquiatras o cualquiera de la tribu Psi.

lunes, 9 de julio de 2012

“AMOR” Y “AMORES”.


¡Hay tántos tipos de amor¡ (amor a la patria, amor a Dios, amor filial, amor maternal/paternal, amor al saber /filo-sofía), amor a la ciencia, amor a los hombres (filantropía), amor a las artes, amor platónico, amor a los animales, amor a las plantas, etc, etc, etc,….)
Como ¡hay tantos tipos de juegos¡ (juego de la petanca, del parchís, del ajedrez, del fútbol, de baloncesto, de la brisca, de….. etc, etc, etc…)

Mi pregunta es qué tendrán en común los “amores” (porque algo deben tener) para ser, todos, “amor”.
E igualmente con los juegos.

¿O el amor es algo abstracto y es sólo una palabra que necesita una determinación, una concreción (patria, Dios, hijos,….) para ser algo?
E igualmente con los juegos.

Tú preguntas a alguien: ¿jugamos? Y él, automáticamente, antes de responder sí o no, te contestará con otra pregunta: “¿a qué?”. Porque “el juego” no es “un juego”. Y, si hay que jugar, habrá que jugar a “algo”.
Igualmente confiesas a alguien: “estoy enamorado” y responde, preguntando, “¿de quién?. Porque tiene que haber algo o alguien de lo que/de quien estar enamorado. No puede uno estar “enamorado” del “amor”.

“Hablemos del “amor”, pero comencemos por no hablar de “amores””. Así comienza la obra de Ortega y Gasset “Estudios sobre el amor”.

Hablamos de “amor-amar”, no de “deseo-desear”.
Porque, mientras el “deseo” muere, desaparece, cuando se logra lo “deseado”, el “amor”, en cambio, es el “eterno insatisfecho”.
La “veleidad y el veleidoso” lo desea todo (“culito veo, culito deseo”) pero en cuanto aparece la más mínima dificultad, el mínimo sacrificio, cesa y “a otra cosa”.
Por el contrario, el “amor” arrostra con todas las dificultades para obtener lo “amado” y, una vez conseguido, para mantenerlo e incrementarlo.

El deseo es pasivo. El sujeto “deseante” desea que el objeto deseado venga a él, porque él es (y así se considera) el centro de gravitación.
El amor, en cambio, es lo contrario, es activo. En el amor la gravitación está en lo “amado”.

Mientras el deseo es centrípeto, como un movimiento inmigratorio, el amor, en cambio, es centrífugo, movimiento de emigración.

Amar es empeñarse en que lo amado exista, y que, además, exista siempre.

La duda que siempre surge es si el amor nunca es objetivo, sino visionario. Si el amante no ve o minimiza los posibles defectos, maximizando las posibles virtudes.
¿Es verdad que el amor no ve la realidad, sino que la suplanta?
¿Son las realidades fantaseadas, imaginadas, las que suscitan el amor, porque las “realidades reales” serían demasiado vulgares?

¿El “amor altruista” no será, en el fondo, un larvado “amor egoísta”, aunque disfrazado?.

¿Cuánto de cosmética, de maquillaje, de ortopedia, hay en el amor?.

La mente del amante está habitada por la persona amada, de ahí que, en el auténtico amor, se da la proximidad continua y el contacto permanente, aunque estén alejados espacialmente.

Es verdad que el amante desea, también, la unión corporal con el otro, pero no es eso lo que, en primer término, desea.

Para que exista ese auténtico amor la persona no tiene que ser maciza, sino porosa, para que uno pueda salir y el otro pueda entrar, para juntarse, abrazarse, estar unidos.
Un carácter fuerte difícilmente será un buen amante.

¿Es, el amor, ciego?, como generalmente se afirma?.
Lo cierto es que el amor es una actividad sentimental y poco o nada tiene que ver con la función intelectiva y racional.

(En otro lugar he escrito sobre “amar, enamorarse, querer”), no me preguntéis dónde, preguntárselo a Google).

viernes, 6 de julio de 2012

LAS ESTRFELLAS Y LOS GENES.


“Nacer con buena estrella o nacer “estrellado”, “nacer con buenos o malos genes”. La obsesión por los orígenes.
Sabemos que “estamos aquí”, sabemos, deduciéndolo, que algún día “no estaremos” pero estamos obsesionados por el “de dónde venimos”.
Como nos resistimos a “perecer del todo” y “ser polvo”, nos imaginamos y creemos en finales eternos y felices (nosotros, tan temporales y tan desgraciados muchas veces).

Durante gran parte de la historia hemos buscado nuestro origen en lo más alto, en las estrellas (la perenne astrología y los actuales horóscopos y demás ídolos, así nos lo confirman).
Actualmente practicamos la religión del origen genético. Estamos asistiendo y practicando el “fundamentalismo genético”.

Es verdad que, a veces, en nuestras vidas ocurren fenómenos extraños y que nos inquietan, tanto porque no podemos conocerlos como por no poder dominarlos, y deseamos y pedimos que se repitan, si nos han sido propicios (“¡qué pena que sólo haya sido un sueño¡”) o, si nos han sido maléficos, (“¡qué horror¡, menos mal que sólo ha sido un mal sueño”).

Lo asombroso, lo raro, lo insólito, lo extra-ordinario,… nos llena de intranquilidad.

Los sueños (siempre tan presentes a todos y en todo tiempo y lugar) durante casi toda nuestra historia fueron considerados como el camino, el medio, que tenían tanto Dios como el espíritu de nuestros familiares muertos para comunicarse con nosotros, los vivos. Sería horrorosa la entrevista personal y en directo.
Y, para saber qué nos querían comunicar, con nuestro sueño, allí estaban, esperando para intervenir e interpretar, los intermediarios: los brujos, los curanderos, los adivinos, los sacerdotes o profetas y las sacerdotisas.
Ellos descifraban el cifrado lenguaje. No era igual lo patente, manifestado en el sueño, que lo latente, lo que realmente significaba.

Si analizamos la historia antigua y media, tanto religiosa como laica (y, en algunas sociedades, la actual) de la humanidad veremos ese mismo método comunicativo.

Acudir a las estrellas para ver en ellas nuestro destino fue el camino más transitado. No en vano las estrellas eran dioses (Luna, Marte, Mercurio, Júpiter, Venus, Saturno (toda la semana) o morada de los dioses.

Hoy, cuando el nuevo aparataje astronómico no divisa el final del universo, cada vez más amplio, hemos dado marcha atrás, cambiado de dirección y estamos buscando nuestros orígenes aquí abajo, en lo más cercano, en lo profundo, en nuestros genes.

Los secretos del “de dónde venimos”, del “qué somos” y del “a dónde iremos”, creemos encontrarlos, hoy, en el descifrar el lenguaje genético.
El nuevo mapa genético nos muestra que “los genes hablan” pero que no sabemos, todavía, qué quieren decirnos.

Del hecho de que nos sucedan, a veces, cosas, ¿es porque nos “tenían” que suceder o sólo porque “podían” sucedernos?.

¿Somos los seres vivos la realización de un plan, de un destino ya prefijado?, ¿ o sólo somos el resultado casual y fortuito de átomos inorgánicos (Carbono, Hidrógeno, Oxígeno, Nitrógeno, algo de Calcio y una pizca de sulfuro, más apenas un poquito de otros elementos (comprables en la farmacia de la esquina) y, de todos ellos, recombinados: ¡VOILA¡, la vida?.

La casualidad, el azar, nos puso en la vida pero todo lo que la rodea era y es opuesto a la vida y propenso a la extinción de la especie (no en vano el 99,99% de las especies que han existido en nuestro planeta han fenecido, ya no existen).

Y si nosotros seguimos estando no es tanto por nuestra adaptación al medio (que también) como por el conocimiento y el dominio que del medio tenemos.
Tuvimos que trabajar y tuvimos que inventar, para no perecer.

¿Cómo si no, con 40º a la sombra, con los virus y las bacterias al acecho, con los alimentos corrompibles/corruptibles, con el colesterol y la glucemia jugando con nosotros, con el atoro de nuestras arterias, con las proclives enfermedades congénitas o ….podemos seguir vivos aún?.

Pero siempre habrá “vendedores de polvo!, los astrólogos, que, ignorantes voluntarios de información veraz, suplen la ausencia de conocimiento con una imaginación desbordada y con un lenguaje amenazador, a la busca y captura de “crédulos pudientes, incultos e incautos”.

Los astrónomos, en cambio, pertrechados de las matemáticas y de la metodología científica, se rodean de y nos envuelven con teorías que intentan proporcionarnos explicaciones plausibles desde el primer segundo del Big Bang.

Mientras, los genetistas, profundizan en el engranaje de los componentes genéticos, intentando buscar y encontrar la última explicación de lo que somos y de tal como somos.

(P.D. ÚLTIMA NOTICIA: EL BOSÓN DE HIGGS, LO MÍNIMO DE LO MÍNIMO)