La extraña pasión por la
ética, el sentimiento profundo por obrar de manera justa y benévola, aparece en
todas las éticas de todos los tiempos, y antes que en las religiones reveladas.
Obrar justa y benévolamente
en esta sociedad y en esta vida y, si luego y además, existiera la otra, “se te
dará por añadidura”.
“Dios, si existe, no puede
dejar tirado a este buen marxista que soy yo” -¿os suena?. Tierno Galván.
La “extraña pasión” por ser
justo, benevolente,…con los otros, ser honesto y solidario,…ser coherente con
los principios asumidos,…ser justo e imparcial,…buscar el autodesarrollo, el
auto respeto, la dignidad humana,…sincero sentimiento ético de la vida, de esta
vida.
Ser kantiano, del Kant de la Razón Práctica , del deber que
cumplir (aunque su pietismo le impidiera entregarse voluptuosamente).
Quien conozca la vida y la
obra de Kant no se lo imagina gozando de los placeres que esta vida podía
ofrecerle.
Compartir con Kant el sentido
de la dignidad y el autorrespeto, la consideración imparcial de la dignidad de
todos los hombres, la búsqueda del perfeccionamiento propio y de la felicidad
ajena.
Sus “imperativos categóricos”
sobre los “imperativos hipotéticos”.
No buscar la “felicidad
eterna” sino hacerse “merecedor de ella” en el comportamiento ético consigo
mismo y con los demás.
“Quiere para los demás lo que
quieres para ti”, en positivo, en afirmativo, que me gusta más que el “no
quieras para el otro…”
“El deber por el deber”,
frío, de Kant versus “el deber por el placer de cumplir con el deber”.
La búsqueda del
perfeccionamiento y del despliegue de capacidades por el goce que produce la
propia búsqueda, cuanto más de su consecución.
Pasión por la continua
preocupación por cambiar y transformar las estructuras sociales para que todos
los hombres tengan la posibilidad de alcanzar la felicidad.
Goce en la lucha por
cambiarlas, mientras están cambiándose y cuando se han cambiado habiendo
participado en el proceso.
Y, todo, aquí, en este mundo.
Las religiones del libro, sin
embargo, han alimentado, en los seres humanos, el ficticio dualismo de
pasión/razón, cuerpo/alma, este mundo/el otro mundo, peregrinaje/estancia,
tiempo/eternidad,…o el “soma (cuerpo)/psique (espíritu) platónico, los dos
mundos,…
Incluso Aristóteles, el más
terrenal de los grandes griegos, como definiendo al hombre como “animal
racional”, considerando a la razón como lo más genuinamente humano, su esencia,
con olvido total de la “sensibilidad humana” y el “sentimiento ético” de la
vida, genuinos y exclusivamente propios de la especie humana.
Y es que, para él, el “logos”
y la contemplación, que hasta te hace entrar en contacto con lo divino.
¿Y qué decir de Santo Tomás,
despreciador del mundo de las pasiones (influencia órfico-pitagórica que cala
en Platón, sigue en Aristóteles y todos sabemos la influencia de éstos en la
tradición judeo-cristiana y en Santo Tomás y el cristianismo medieval?
Pero ¿acaso la “razón” no es
una búsqueda “apasionada”, habiendo otras importantes pasiones, como la defensa
de la justicia, la imparcialidad,…?
¿Por qué tanto empecinamiento
en desacreditar y despreciar las pasiones, tanto en el ámbito cristiano como en
el pagano?
Más aún ¿no son,
precisamente, las pasiones (y no la razón, supuestamente universal) lo que nos
hace seres individuales, distintos y singulares?
Sin “pasión” no hay Ética,
aunque ella esté enmarcada por la razón, por “razón apasionada”, a fin de
cuentas.
Nadie pone en duda que la
Ética necesita de buenos razonamientos, pero conseguir la vida buena, la
moralización de la sociedad, sólo es posible por la fuerza del apasionamiento.
Con un fuerte y apasionado
sentimiento ético de la vida, los sentimientos religiosos no son sino estorbos
al propiciar la mediación: el amor al otro por amor a Dios, el amor a la
justicia por la recompensa que se desea conseguir.
No es verdad que “muerto
Dios” la vida ya no tiene sentido, el hombre quedaría privado de sentimientos y
afectos y estaría en el nivel animal.
El sentimiento ético de la
vida tiene que ver con los revolucionarios morales, los inconformistas
apasionados, capaces de asumir riesgos con generosidad y alegría, sabiendo que
el que siembra con inteligencia y generosidad saboreará los frutos más
exquisitos.
Pero sabemos que la “riqueza
moral” no se adquiere por el trabajo individual, por el esfuerzo o el mérito,
sino que debe haber una sociedad en la que…
Nos hace la sociedad y
nosotros actuamos mejorándola.
Somos su hechura y ella es
nuestra hechura.
La sociedad es el caldo de
cultivo adecuado.
Y hay una retroalimentación
hombre moral – sociedad moral – hombre moral.
No se trata de imponer, se
trata de seducir, de convencer, porque las personalidades que tienen fuerza
“arrastran” y las pasiones profundas conmueven.
El caminante moral no tiene
un camino por el que andar sino que tiene que hacerlo al andar (“Caminante, no
hay camino…de Machado)
Sólo la “razón apasionada”
merece respeto moral.
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