Apodado “doctor iluminado”,
“árabe cristiano”, “doctor inspirado” (aunque sus enemigos lo denominasen “Doctor
Phantasticum”) y mallorquín de nacimiento vivió en la
Edad Media , cuando en España convivían (o,
mejor, sólo coexistían) las tres grandes religiones monoteístas o religiones
del libro, la judía, la cristiana y la musulmana, con sus grandes diferencias y
lo que él intenta es superarlas y convertirlas en una síntesis superior, lo que
explica el carácter dialógico de su filosofía.
“Ponerse en el lugar del
otro” es la divisa central de su filosofía.
Ésta es la razón de su
insistencia en que los cristianos aprendieran la lengua de “los infieles”,
única manera de comprenderlos y de dialogar con ellos.
En su ciudad natal conoció y
compró un esclavo musulmán de quien se sirvió como maestro para aprender el
árabe.
(Me viene a la mente, ante
esta “lógica relacional o interpersonal” luliana, “la filosofía intersubjetiva”
de Jürgen Habermas o “la ética del discurso” de Karl-Otto Apel)
Pero su voluntad de diálogo
no significa que fuera un ecléctico ni un relativista (Lulio era franciscano,
tras haber llevado una vida lúdica variada, adulterios incluidos, y haberse,
previamente casado y ser padre) creyendo muy firmemente en el Dios cristiano.
Su sistema es, pues,
“teocéntrico” y convencido, como está, de que “el hombre existe para que adore
a Dios, lo reconozca y ame, lo honre y sirva”
De ahí su incansable labor
apologética y proselitista (conocedor de las técnicas misioneras para convencer
a los musulmanes y atraerlos a la religión cristiana), por lo que viajó,
incansablemente, por toda Europa, por Tierra Santa, por Asía Menor, por el
Magreb,…para propagar sus ideas pero sin intentar imponerlas por la vía de la
coacción o de la fuerza física, sino por el diálogo y el entendimiento
dialógico de las tres religiones monoteístas.
Es una continuación del
espíritu de la reconquista pero permutando “la espada de los caballeros por la
espada de la palabra”.
Y todo por su convicción de
que la verdad posee una fuerza intrínseca que hace superflua la coacción física
y la violencia.
Sueña con una “Pax
Christiana” basada en la convivencia pacífica de los pueblos bajo la tutela del
Papado, lo que expone en su obra Blanquerna, la primera novela utópico-social
europea, como lo que, posteriormente, será la “Paz Perpetua”, de Kant.
Ramón Lulio encarna la
síntesis de un espíritu aventurero, teosófico y visionario del siglo XIV y el
saber enciclopédico del siglo XIII.
Fue un gran soñador y un
profundo creyente, pero también un racionalista, anticipándose a su tiempo.
Rechaza el dualismo Razón-Fe,
de Averroes, su “teoría de la doble verdad” (“algo puede ser verdadero para la
razón y no para la fe, y viceversa”)
Todas las verdades de la fe,
las verdades reveladas, también pueden ser conocidas por la razón (no sólo los
“Preambula fidei” de Tomás de Aquino).
Dios, en su bondad y
misericordia, quiere que lo conozcamos por todos los medios posibles.
Lulio sería/es un “ilustrado”
y se opone al intento de legitimar la fe por medio de la autoridad y se
pronuncia por el libre examen.
De ahí sus escasas
referencias, en sus escritos, al testimonio de la Biblia y de la Patrística.
He ahí el carácter moderno de
su filosofía.
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