lunes, 22 de octubre de 2018

RAIMUNDO LULIO (RAMÓN LLULL)




Apodado “doctor iluminado”, “árabe cristiano”, “doctor inspirado” (aunque sus enemigos lo denominasen “Doctor Phantasticum”) y mallorquín de nacimiento vivió en la Edad Media, cuando en España convivían (o, mejor, sólo coexistían) las tres grandes religiones monoteístas o religiones del libro, la judía, la cristiana y la musulmana, con sus grandes diferencias y lo que él intenta es superarlas y convertirlas en una síntesis superior, lo que explica el carácter dialógico de su filosofía.

“Ponerse en el lugar del otro” es la divisa central de su filosofía.
Ésta es la razón de su insistencia en que los cristianos aprendieran la lengua de “los infieles”, única manera de comprenderlos y de dialogar con ellos.

En su ciudad natal conoció y compró un esclavo musulmán de quien se sirvió como maestro para aprender el árabe.

(Me viene a la mente, ante esta “lógica relacional o interpersonal” luliana, “la filosofía intersubjetiva” de Jürgen Habermas o “la ética del discurso” de Karl-Otto Apel)

Pero su voluntad de diálogo no significa que fuera un ecléctico ni un relativista (Lulio era franciscano, tras haber llevado una vida lúdica variada, adulterios incluidos, y haberse, previamente casado y ser padre) creyendo muy firmemente en el Dios cristiano.
Su sistema es, pues, “teocéntrico” y convencido, como está, de que “el hombre existe para que adore a Dios, lo reconozca y ame, lo honre y sirva”

De ahí su incansable labor apologética y proselitista (conocedor de las técnicas misioneras para convencer a los musulmanes y atraerlos a la religión cristiana), por lo que viajó, incansablemente, por toda Europa, por Tierra Santa, por Asía Menor, por el Magreb,…para propagar sus ideas pero sin intentar imponerlas por la vía de la coacción o de la fuerza física, sino por el diálogo y el entendimiento dialógico de las tres religiones monoteístas.

Es una continuación del espíritu de la reconquista pero permutando “la espada de los caballeros por la espada de la palabra”.
Y todo por su convicción de que la verdad posee una fuerza intrínseca que hace superflua la coacción física y la violencia.

Sueña con una “Pax Christiana” basada en la convivencia pacífica de los pueblos bajo la tutela del Papado, lo que expone en su obra Blanquerna, la primera novela utópico-social europea, como lo que, posteriormente, será la “Paz Perpetua”, de Kant.

Ramón Lulio encarna la síntesis de un espíritu aventurero, teosófico y visionario del siglo XIV y el saber enciclopédico del siglo XIII.

Fue un gran soñador y un profundo creyente, pero también un racionalista, anticipándose a su tiempo.

Rechaza el dualismo Razón-Fe, de Averroes, su “teoría de la doble verdad” (“algo puede ser verdadero para la razón y no para la fe, y viceversa”)
Todas las verdades de la fe, las verdades reveladas, también pueden ser conocidas por la razón (no sólo los “Preambula fidei” de Tomás de Aquino).
Dios, en su bondad y misericordia, quiere que lo conozcamos por todos los medios posibles.
La Razón ni es inferior ni está subordinada a la Fe.
La Fe sola no basta, lo contrario de lo que defenderá Lutero tres siglos después, “sola fide” (“sólo la fe basta”), porque el vulgo carece de suficientes conocimientos teóricos para tener acceso a las regiones superiores de la fe.

Lulio sería/es un “ilustrado” y se opone al intento de legitimar la fe por medio de la autoridad y se pronuncia por el libre examen.

De ahí sus escasas referencias, en sus escritos, al testimonio de la Biblia y de la Patrística.

He ahí el carácter moderno de su filosofía.

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