miércoles, 31 de octubre de 2018

RELIGIÓN, ECONOMÍA Y SOCIEDAD (3)



¡Hay que ver lo trabajador que es, lo buena persona que es, un padre ideal, una persona digna,…..pero “pobre” y nadie quiere serlo voluntariamente a pesar de lo solemne que se dice que es ser pobre¡

Ésta ha sido la norma en la sociedad católica, aunque hoy día, con el avance de la secularización, cuando ya no se bendice la mesa, cuando no se reza el rosario en familia, cuando a misa ya no se va y si se va es por el vermut posterior y la charla con los amigos…. Ya no está de moda presumir de “dignidad”, soportando la “pobreza”.

La diferencia con la ética protestante es palpable, Dios los quiere ricos y dignos, la ética católica los quiere pobres para poder ser dignos, porque “es más difícil que un rico se salve que…” y como todo hombre tiene la obligación moral de salvarse…

El catolicismo, durante tanto tiempo medieval, no sólo tolera la mendicidad sino que la glorifica.
Por una parte los mendigos seglares son considerados como una “clase beneficiosa” a la salud de la sociedad porque le dan al rico la ocasión de perfeccionarse mediante la limosna y, por otro lado, no sólo permiten, sino que incitan a que haya “órdenes mendicantes”, exaltando su función moralizadora.
No en vano uno de los tres votos de los clérigos, de cualquier orden, es la “pobreza” (interpretada individualmente, porque comunitariamente siempre han dispuesto de mucha riqueza de todo tipo, incluso aprovechándose del pueblo inculto pero rico que le hacía donaciones a cambio de rezos y misas gregorianas para la salvación de sus almas).

Al llegar Calvino prohíbe terminantemente la mendicidad, la legislación inglesa sobre los pobres se hace durísima y, aún, en 1.830, en Inglaterra se condenaba con la pena de muerte hasta trescientas formas de hurto.

Esta diferencia de valoraciones entre las dos religiones está vinculada con sus actitudes respectivas ante lo económico: entre los calvinistas la riqueza es el síntoma clave de haber sido elegido por Dios, un “bienaventurado”, mientras que para los católicos, por el contrario, dicho síntoma es la pobreza (“Bienaventurados los…”)

Digámoslo claramente: “el catolicismo ha sido una “cultura del subdesarrollo económico”.

Y, naturalmente hay unas consecuencias morales ante esta actitud ante la economía.
Si en el puritanismo calvinista la aspiración a la riqueza ha de ir unida a un hondo ascetismo ético porque, como la riqueza se obtenía mediante una acción racional en el mundo, lo propio del “santo calvinista” no era recluirse en un monasterio sino seguir actuando en el mundo de manera racional a través de la profesión con el fin de alcanzar el “estado de gracia” en la tierra y la salvación en la otra vida, tras la muerte.
De aquí que las riquezas –símbolo de haber sido y ser un elegido de Dios –debía seguir utilizándose racionalmente es decir, no para el lujo y sus formas ostentosas sino para fines útiles al individuo (su salvación) y a la comunidad (felicidad).
No se piden mortificaciones al rico, y menos ayunos y abstinencias, sino un uso práctico y generoso de su riqueza.

La acumulación de riquezas va unida a un puritanismo y a un antihedonismo que estimulan el cultivo del ahorro.
Y ese capital ahorrado será después reinvertido y, por tanto, a un aumento de la producción o a una donación benéfica (hospitales, clínicas, comedores, educación, fomento social,…que tanta importancia tienen en el mundo anglosajón).

En ese ascetismo ético ha de influir la no existencia de un sacramento como el de la confesión católica, porque el protestante tiene que estar siempre sobre sí en un control atento y vigilante y no necesita un cura que lo vigile.

Pero también es verdad que ese puritanismo moral, esa especie de dogmatismo moral influye/tiene que influir en la conducta práctica de esos pueblos: observancia rigurosa del Día del Señor (Lord´s day), dedicado totalmente ese día a actos religiosos; el repudio a las bebidas alcohólicas (que no se despachan en días festivos); represión de las manifestaciones eróticas,…
Por el contrario, en los países católicos ha habido una flexibilidad, una laxitud, en la moral práctica que contrasta con el puritanismo anterior (poder oír la misa del domingo los sábados (los cazadores de mi pueblo), la importancia de la comida y de la bebida (recordemos lo de la virtud de la pobreza, los que tienen hambre y sed,…) lo que contrasta con la poca atención del acto de comer y de la comida en los anglosajones.

Es verdad que en los países católicos se va (o se iba) a misa los domingos y fiestas de guardar pero, a continuación, estaba el vermut, la romería, la procesión, el cántico, el baile,…alegría para el cuerpo (para el alma la misa, la confesión y la comunión).

Todos sabemos lo que es la Cuaresma y lo previo a ella, el Carnaval (que yo siempre lo he considerado una hipocresía porque era (es) el permiso civil y religioso para trasgredir las normas sociales, incluso las morales, hedonismo a tope durante esos días de vino, cante y baile… porque al llegar el Miércoles de Ceniza (Pulvis eris…) se acabó ese rollo, confesión general, por Pascua Florida, comunión, abstinencia de comer carne y caldo de carne (el cocido santo, con bacalao) y el ayuno, que si pagabas una bula te eximían de ello (yo fui, allá, en mi pueblo, “bulero”, como el Lazarillo) y, si no, pecabas al incumplir un mandamiento, en este caso, no de la Ley de Dios sino de La Santa Madre Iglesia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario