Sevillano, de origen
judío-francés, estudiante en Salamanca de Humanidades, Filosofía y Derecho y
que, en 1.502 se embarca para América para dedicarse, como su padre, a explotar
y combatir a los nativos hasta que se encontró con el dominico y predicador
Fray Pedro de Córdoba y cuyo influjo hizo que abandonara sus posesiones,
conseguidas como un vulgar conquistador y encomendero y dando un giro de 180
grados alza su voz (aunque no fuera el primero, que fue otro dominico, Antonio
de Montesinos) contra el régimen brutal que imperaba en las encomiendas,
convirtiéndose, con los años, en el protector más conocido e influyente de los
indios, siempre en litigio con los intereses de los conquistadores, del Consejo
de Indias y de los teólogos que, como
Ginés de Sepúlveda, rechazaban sus tesis.
Para defender sus ideas cruzó
14 veces el Atlántico, dialogó con Fernando “el Católico”, con el Emperador
Carlos V, con su hijo, entonces príncipe. Felipe, con altos representantes de la Corte , hasta con el Cardenal
Cisneros que lo nombró “Procurador Universal y Protector de los indios”.
Consiguió, tras entrevistarse
con el Emperador Carlos, a finales de 1.541,
a quien tanto impresionaros no sólo sus escritos, sino sus informes
orales, que dispuso la destitución de varios miembros del Consejo de Indias y
la elaboración y promulgación, al año siguiente, de “Las nuevas Leyes de
Indias”, claramente favorables a los derechos de los indios y desfavorables
para sus explotadores PERO, como siempre, el poderoso “lobby” de los
encomenderos presionó tanto que, tres años después, fueron revocadas por la
propia Corona y siendo mal visto en la corte Bartolomé de las Casas y, para
quitárselo de encima, se le nombró Obispo de Chiapas, lo que le obligó a volver
a América.
Todo lo que le ocurrió, a
partir de entonces, fue negativo, incluso llegó a ser desterrado y encarcelado
un par de veces.
A pesar de su celo reformista
y proselitista debió de actuar bastante torpemente pues desaprobaban su
actuación (aunque siempre fuera bien intencionada) tanto las autoridades
civiles como las eclesiásticas, franciscanos, agustinos, incluso algunos
dominicos incluidos.
Aislado, hostigado y
considerado como elemento perturbador fue denunciado a la Corte y no tuvo más remedio
que regresar a España y ya no volvería a ausentarse.
Por estas mismas fechas su,
más que adversario, enemigo Ginés de Sepúlveda, partidario de la guerra contra
los indios, había escrito su “Demócrates segundo” que, aún si licencia para ser
publicado, circulaba como manuscrito y del que Bartolomé de las Casas recibió
un ejemplar.
Para poder exponer sus
respectivas y contrapuestas tesis el Consejo de Indias convocó un debate, en
Valladolid, en dos sesiones, 1.550 y 1.551, es la famosa “Controversia de
Valladolid” y que supuso un triunfo para B. de las Casas.
Fray Domingo de Soto redacto
un Sumario de la
Controversia y el Consejo de Indias declaró como ilegítima la
esclavitud de los indígenas americanos.
Recobrado su prestigio y
ansioso de un poco de descanso se retiró al sevillano Convento de San Pablo
donde, durante dos años, se dedicó a publicar varios escritos y a proseguir su
Historia de las Indias, obra que no vería la luz nada más y nada menos que
hasta el siglo XIX.
Aunque, quizá con tono panfletario,
su defensa de los indios apareció en su “Brevísima relación de la destrucción
de las Indias”, de 1.542 y publicada en Sevilla en 1.552.
La obra es un implacable
ajuste de cuentas contra los conquistadores y colonizadores del Nuevo Mundo.
Se expresa en un lenguaje
maniqueísta de “buenos y malos”, con “ovejas mansas” y “leones, tigres crueles
y hambrientos de muchos días”
“Durante 40 años los
españoles no han hecho otra cosa que “despedazar a las mansas ovejas, matarlas,
aniquilarlas, afligirlas, atormentarlas y destruirlas. Para ello se han valido
de dos procedimientos: de “injustas, crueles, sangrientas y tiránicas guerras”
y “oprimiéndolos con la más dura, horrible y áspera servidumbre en que, jamás,
hombres y bestias pudieron ser puestas”.
Y el único motivo de ese
cruel proceder no fue otro que el afán de “acumular oro y henchirse de riqueza
en muy breves días”.
El mismo tono y el mismo
contenido implacable caracterizan los 8 restantes Tratados que consagra al
tema.
Fue el primer documento
anti-colonial moderno y su repercusión en toda Europa, incluso en el
subcontinente americano es fácil de imaginar y será recordado y citado una y
otra vez como testimonio de la opresión española sobre la población nativa.
El libro sería prohibido por la Inquisición por lo que
circulaba como libro clandestino.
Es fácil de imaginar que en
el extranjero fue un “best seller” por la sencilla razón de que los países
protestantes y enemigos de España creyeron encontrar en él la prueba palmaria y
definitiva de la crueldad que achacaban a España.
Sólo imaginarse que fueron 21
las ediciones en holandés, 8 en italiano, 6 en francés, 4 en alemán, 2 en
inglés y 2 en latín: 43 traducciones en 70 años”.
Lo que, también es fácil de
imaginar cómo todo ello contribuyó a incrementar la leyenda negra que, ya
entonces, circulaba sobre España y de la que, también, se hizo eco nada menos
que Montesquieu: “yo no terminaría nunca ni siquiera contar todos los bienes
que los españoles no hicieron y todos los males que hicieron”
Ni debemos negar, ni relativizar,
ni minimizar las barbaridades que se cometieron (porque se cometieron) pero
¿esos países que pusieron el grito en el cielo, dándonos lecciones de moral,
fueron los que, más tarde, trataron de la manera más abyecta e inhumana a las
poblaciones de sus dominios coloniales, desde Holanda y Francia, a Alemania e
Inglaterra y sin olvidarse de Bélgica, con el racismo y el “apartheid” más
repugnante, en África y en Asia?
¿Y hablamos de los viles
negocios con el tráfico de esclavos?
¿Y qué decir de la violencia
y del exterminio sistemático de EEUU contra los indios nativos?
NO, nosotros no fuimos un
modelo a imitar pero los demás no fueron Hermanitas de la Caridad en el trato de la
población de sus colonias.
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