miércoles, 24 de octubre de 2018

FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS


Sevillano, de origen judío-francés, estudiante en Salamanca de Humanidades, Filosofía y Derecho y que, en 1.502 se embarca para América para dedicarse, como su padre, a explotar y combatir a los nativos hasta que se encontró con el dominico y predicador Fray Pedro de Córdoba y cuyo influjo hizo que abandonara sus posesiones, conseguidas como un vulgar conquistador y encomendero y dando un giro de 180 grados alza su voz (aunque no fuera el primero, que fue otro dominico, Antonio de Montesinos) contra el régimen brutal que imperaba en las encomiendas, convirtiéndose, con los años, en el protector más conocido e influyente de los indios, siempre en litigio con los intereses de los conquistadores, del Consejo de Indias  y de los teólogos que, como Ginés de Sepúlveda, rechazaban sus tesis.

Para defender sus ideas cruzó 14 veces el Atlántico, dialogó con Fernando “el Católico”, con el Emperador Carlos V, con su hijo, entonces príncipe. Felipe, con altos representantes de la Corte, hasta con el Cardenal Cisneros que lo nombró “Procurador Universal y Protector de los indios”.

Consiguió, tras entrevistarse con el Emperador Carlos, a finales de 1.541,  a quien tanto impresionaros no sólo sus escritos, sino sus informes orales, que dispuso la destitución de varios miembros del Consejo de Indias y la elaboración y promulgación, al año siguiente, de “Las nuevas Leyes de Indias”, claramente favorables a los derechos de los indios y desfavorables para sus explotadores PERO, como siempre, el poderoso “lobby” de los encomenderos presionó tanto que, tres años después, fueron revocadas por la propia Corona y siendo mal visto en la corte Bartolomé de las Casas y, para quitárselo de encima, se le nombró Obispo de Chiapas, lo que le obligó a volver a América.

Todo lo que le ocurrió, a partir de entonces, fue negativo, incluso llegó a ser desterrado y encarcelado un par de veces.

A pesar de su celo reformista y proselitista debió de actuar bastante torpemente pues desaprobaban su actuación (aunque siempre fuera bien intencionada) tanto las autoridades civiles como las eclesiásticas, franciscanos, agustinos, incluso algunos dominicos incluidos.

Aislado, hostigado y considerado como elemento perturbador fue denunciado a la Corte y no tuvo más remedio que regresar a España y ya no volvería a ausentarse.

Por estas mismas fechas su, más que adversario, enemigo Ginés de Sepúlveda, partidario de la guerra contra los indios, había escrito su “Demócrates segundo” que, aún si licencia para ser publicado, circulaba como manuscrito y del que Bartolomé de las Casas recibió un ejemplar.

Para poder exponer sus respectivas y contrapuestas tesis el Consejo de Indias convocó un debate, en Valladolid, en dos sesiones, 1.550 y 1.551, es la famosa “Controversia de Valladolid” y que supuso un triunfo para B. de las Casas.

Fray Domingo de Soto redacto un Sumario de la Controversia y el Consejo de Indias declaró como ilegítima la esclavitud de los indígenas americanos.

Recobrado su prestigio y ansioso de un poco de descanso se retiró al sevillano Convento de San Pablo donde, durante dos años, se dedicó a publicar varios escritos y a proseguir su Historia de las Indias, obra que no vería la luz nada más y nada menos que hasta el siglo XIX.

Aunque, quizá con tono panfletario, su defensa de los indios apareció en su “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”, de 1.542 y publicada en Sevilla en 1.552.
La obra es un implacable ajuste de cuentas contra los conquistadores y colonizadores del Nuevo Mundo.

Se expresa en un lenguaje maniqueísta de “buenos y malos”, con “ovejas mansas” y “leones, tigres crueles y hambrientos de muchos días”

“Durante 40 años los españoles no han hecho otra cosa que “despedazar a las mansas ovejas, matarlas, aniquilarlas, afligirlas, atormentarlas y destruirlas. Para ello se han valido de dos procedimientos: de “injustas, crueles, sangrientas y tiránicas guerras” y “oprimiéndolos con la más dura, horrible y áspera servidumbre en que, jamás, hombres y bestias pudieron ser puestas”.

Y el único motivo de ese cruel proceder no fue otro que el afán de “acumular oro y henchirse de riqueza en muy breves días”.

El mismo tono y el mismo contenido implacable caracterizan los 8 restantes Tratados que consagra al tema.

Fue el primer documento anti-colonial moderno y su repercusión en toda Europa, incluso en el subcontinente americano es fácil de imaginar y será recordado y citado una y otra vez como testimonio de la opresión española sobre la población nativa.

El libro sería prohibido por la Inquisición por lo que circulaba como libro clandestino.

Es fácil de imaginar que en el extranjero fue un “best seller” por la sencilla razón de que los países protestantes y enemigos de España creyeron encontrar en él la prueba palmaria y definitiva de la crueldad que achacaban a España.

Sólo imaginarse que fueron 21 las ediciones en holandés, 8 en italiano, 6 en francés, 4 en alemán, 2 en inglés y 2 en latín: 43 traducciones en 70 años”.
Lo que, también es fácil de imaginar cómo todo ello contribuyó a incrementar la leyenda negra que, ya entonces, circulaba sobre España y de la que, también, se hizo eco nada menos que Montesquieu: “yo no terminaría nunca ni siquiera contar todos los bienes que los españoles no hicieron y todos los males que hicieron”

Ni debemos negar, ni relativizar, ni minimizar las barbaridades que se cometieron (porque se cometieron) pero ¿esos países que pusieron el grito en el cielo, dándonos lecciones de moral, fueron los que, más tarde, trataron de la manera más abyecta e inhumana a las poblaciones de sus dominios coloniales, desde Holanda y Francia, a Alemania e Inglaterra y sin olvidarse de Bélgica, con el racismo y el “apartheid” más repugnante, en África y en Asia?

¿Y hablamos de los viles negocios con el tráfico de esclavos?

¿Y qué decir de la violencia y del exterminio sistemático de EEUU contra los indios nativos?

NO, nosotros no fuimos un modelo a imitar pero los demás no fueron Hermanitas de la Caridad en el trato de la población de sus colonias.

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