martes, 22 de diciembre de 2015

ENCANTO DE LA VEJEZ



        Si le preguntáramos a un agricultor  o a un horticultor cuál es el momento más esperado para él, y le obligáramos a decantarse por una de estas tres opciones: 1.- cuando está sembrando o plantando. 2.- cuando lo está regando, cuidando y el fruto está madurando y 3.- cuando llega el momento de la recolección, de la recogida. Todos sabemos cuál va a ser su elección.

        Entre sembrar (que conlleva inversión, riesgo y esperanza), cuidar (que supone trabajo y dedicación) y recogida de cosecha, de fruto (que conlleva la ganancia y el disfrute), ésta es la meta y el momento esperado y deseado por el trabajador.

        No me explico cómo algunas personas, al jubilarse, se deprimen. Es como si el agricultor y el horticultor estuvieran deseando continuar trabajando y que no llegara el tiempo de la recolección.

        ¿Por qué ven la vejez como un naufragio y no como la llegada a la playa para tumbarse, disfrutar del paisaje, manejar el tiempo a su antojo,…?.

        Es verdad que el hombre se realiza trabajando. Pero deben coincidir trabajo y vocación. Trabajar sólo por un salario no es muy emocionante. Y esto ocurre muchísimas veces. Además, hay muchos tipos de trabajo y, precisamente, el trabajo asalariado no es el trabajo ideal.

        Bienaventurados nosotros, mayores jubilados, que trabajamos. Que trabajamos mucho. Que trabajamos, incluso, más que antes, pero que no realizamos un trabajo oneroso, sino un trabajo lúdico.
        Ya no tenemos que trabajar para comer. Ahora lo hacemos porque: 1.- porque nos gusta, 2.- porque nos da la gana y 3.- porque nos es gratificante.

        Los que están aprendiendo (niños-adolescentes-jóvenes) son económicamente improductivos.
        Los que están trabajando y produciendo, (los adultos), están cansados de trabajar para poder comer ellos y sus familias. Ellos son los encargados de repostar para que el coche de la economía siga corriendo.
        Nosotros, los mayores jubilados, somos los turistas de la vida que vamos montados en el coche.

        Un niño con arrugas es casi una ofensa a la naturaleza.
        Un joven torpe y cansado, apático, es casi un pecado contra la estética.
        Un adulto, vago y juerguista a la vez, improductivo y dilapidador, es como una broma de mal gusto.
        Un mayor con arrugas, algo torpe, pacífico y realista, con unas ganas enormes de vivir, aunque con los sentidos no tan finos como antes y la cabeza con menos pelo, es lo suyo, es lo normal, es lo natural.
        Dicen que estamos en “tiempo de pérdidas”. Pérdida es si a los 40 tienes cataratas o algo de sordera o los pies más cansados o algo de glucosa….a nuestra edad eso no es pérdida, es, sencillamente, ausencia. Pero igual que la sensatez está ausente en el joven y aún más en el adolescente.

        Optimistas, por favor. Seamos realistas, seamos optimistas. Vivimos si no en el mejor de los mundos posibles, sí en un mundo maravilloso.
        ¿Eres de los que lloran al saber que las rosas tienen espinas o perteneces al grupo al que yo pertenezco, al grupo que ríe al saber que, aunque haya espinas, lo importante son las rosas?.

        ¿Eres de los que tus temores y tus miedos no te permiten que arranques el coche de tus deseos o perteneces al grupo al que yo pertenezco, el que pone en marcha la maquinaria de los deseos a pesar del miedo a pinchar o del temor al mal tiempo?.

        ¿Eres de los que se sientan a ver pasar el tiempo, eres de aquellos a los que la vida le va robando tiempo o eres de los que usas, gastas, aprovechas el tiempo, disfrutándolo?.

        Recuerda: Tiempo no gastado no es tiempo ahorrado sino tiempo perdido.

        Leo que ya hay más personas mayores de 65 años que menores de 15. Y esto sí que es para meditar.
        Leo que el 25% de los españoles, ahora mismo somos mayores de 60 años y que cuando lleguen a esta edad los famosos niños del “baby boom”, los nacidos durante la explosión demográfica de entre los años 1960 y 1975, el % casi será el doble.
        Nadie puede ni debe intentar, ni nosotros deberíamos preocuparnos, y menos obsesionarnos, por vestir como jóvenes, por parecer jóvenes, por actuar como jóvenes. Que ser joven no es el ideal, con el negro futuro que les espera por delante. ¿Para qué necesito yo jugar un partido de fútbol a ritmo juvenil?. ¿Para qué necesito yo teñirme de negro mis canas?. Reivindico mis canas, reivindico mis arrugas, reivindico mi cuerpo un tanto deformado y ya no tan juvenil, reivindico la menor agilidad en los movimientos, reivindico la ausencia de prisas, porque puedo salir diez minutos antes para llegar siempre a tiempo. Porque todo eso es mío, me pertenece. Yo soy yo en ellos. Sin ellos yo sería otro. Y, como Unamuno, “yo quiero ser yo y seguir siendo yo, así y no disfrazado” Pero ¿por qué una mujer tiene que aparentar tener menos años de los que tiene, si está estupenda para su edad, y con la memoria tan  cargada de experiencias maravillosas?.

        Hoy, a los 65, se puede empezar y terminar una carrera universitaria, además por hobby, por el placer de saber; y se puede uno divertir de mil maneras, y se puede viajar más y mejor que nunca y conocer lo que nunca imaginaste que podrías conocer; y se puede tener amantes, ¡claro que sí¡, y se puede uno casar y compartir la vida, incrementándola y coloreándola; y se puede jugar al golf,….

        Hoy, sí. Hoy podemos decir que existe otra vida tras los 60. ¡Por supuesto que sí¡.

        Yo no sé si será aquello del castigo divino de “trabajarás y ganarás el pan con el sudor de tu frente…” (una pregunta, los Catedráticos de Filosofía, al trabajar, no sudamos por la frente, ¿nos habría tenido en cuenta Dios?). Digo que no sé si será el castigo divino o una ley de la naturaleza humana, pero hemos dividido la vida en tras grandes apartados:
        1.- Prepararse, durante muchos años, para trabajar.
        2.- Trabajar, durante muchos años, para vivir.
        3.- Vivir, durante muchos años, ya sin trabajar. Y aquí estamos nosotros, los del jubileo a diario.

        Parece como si nosotros, los mayores, estuviéramos al margen de la maldición divina, ya que no tenemos ni que prepararnos para trabajar ni tenemos que trabajar para vivir. Porque, aunque nos paguen poco, como vivimos con poco, tenemos suficiente, mejor y más tranquilos que el que gana mucho pero tiene muchos gastos (mantener el yate y la amante).
        Nosotros, ya, con poco tiramos.

        Pero hagamos un análisis, o mejor, dos análisis:
1.- Analicemos el trabajo.
2.- Analicemos los años. ¿Cómo contamos los años?.


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