Nosotros, ahora, somos los que más y mejores motivos tenemos
para vivir felizmente.
Tenemos la hipoteca pagada. Tenemos ya a los hijos fuera de
casa. Estamos jubilados y, sin tener que trabajar, cobramos para vivir. Tenemos
todo el tiempo libre. Y además somos muchos los que nos encontramos en estas
circunstancias.
Incluso, a veces, nos molesta que nos llamen “los de la 3ª
edad”, por eso los que quieren aprovecharse de nosotros han adoptado un
anglicismo, somos los “seniors” de la sociedad. Y los interesados,
económicamente, se están fijando en nosotros. Y eso es bueno para ellos, no
tanto para nosotros.
Como hoy, comparados con nuestros padres, tenemos: un mayor
nivel cultural que ellos, mejor salud que ellos y mayor poder adquisitivo que
ellos, los económicamente interesados se han caído del guindo y, a base de
piropos, zalemas y alabanzas, se han propuesto que sigamos siendo, también
ahora, unos grandes consumidores. Consumidores de productos y consumidores de
servicios.
Productos de cosmética (sobre todo femeninos), productos de
alimentación (lo que no tiene sal, ni azúcar, ni colesterol,….), ropa de marca,
productos de ocio, productos financieros, cultura, estudios, viajes, gimnasio,
competiciones de petanca y &, tertulias, …
Los productores están al loro. No quieren que se escape del
mercado ningún colectivo capaz de consumir.
Primero fueron los varones y mujeres adultos.
Luego (y todavía) los jóvenes. Después fue el colectivo de singles, los que
viven y quieren vivir solos, a quienes se les ofertan tanto pisos pequeños,
como su financiación, mobiliario, servicios,…. Y ahora somos los seniors. Desde
desfiles de modas a viajes del Imserso, desde los gimnasios y actividades
acuáticas en piscinas climatizadas hasta excursiones organizadas por las
asociaciones correspondientes.
Cuenta Miguel Delibes, en La hoja roja, que, antiguamente,
cuando los hombres se jubilaban, empezaban a apagar bombillas de las lámparas,
para ahorrar. ¿Para qué tener encendida las cuatro si con una veo bien y,
encima, ahorro?. El jubilado comenzaba a restringir gastos.
Hoy no le hacemos caso a Delibes. Y estamos cayendo en la
trampa que nos han puesto los productores y vendedores. Quieren que nos veamos
reflejados en las cosas. Tanto vales cuanto tienes. Así que, frustraciones
fuera. Y, algunos, bastantes, con el despido anticipado se acercan al
concesionario de Mercedes. Esa ha sido su frustración vital, no poder tener un
Mercedes. Pues, a darse ese capricho. Pero el Mercedes no sólo hay que pagarlo,
hay que mantenerlo, y pagar seguros, e Impuestos de circulación. Y no lo vas a
dejar en la calle. Y habrá que salir con él para que la gente lo vea y te vea y
te envidie (o, al menos es lo que él se cree). Y eso cuesta pasta. Y eso no es
necesario.
Las cosas son trampas. Es la trampa del “tener”. No se “es
mejor” por “tener más”.
Se cuenta de un filósofo austero que solía pasar todos los
días por la calle donde se exhibía y se vendía todo tipo de mercancías y donde
se agolpaba la gente. Y comenzaba a reírse a grandes carcajadas. Y cuando la
gente le preguntaba de qué se reía, respondía: “la de cosas que no necesito. Me
río de lo feliz que me encuentro comprobando qué diferente soy de todos
vosotros”.
Solía decir: “Si quieres
hacer feliz a alguien, no le des cosas, quítale necesidades”.
¿No os dais cuenta de que si uno se crea necesidades luego
tiene que satisfacerlas para acallarlas?.
Dice el genial filósofo español, José Antonio Marina que,
puesto que el hombre nace siempre en un grupo social, muchos piensan que la
identidad se define por la pertenencia a ese grupo.
Pero se trata de una decisión que siempre encierra una gran
arbitrariedad. Porque yo, tú y el vecino del 5º pertenecemos a muchos colectivos.
Mi raza, mi lengua, mi sexo, mi nación, mi clase social, mi religión, mi
civilización…. ¿Por qué elegir una y no otra como punto de referencia?.
Entonces, yo, puedo convertirme en un racista, un machista, en un nacionalista
excluyente, en un fanático, en un….
¿Por qué no elegimos, como punto de referencia, la
pertenencia a la especie humana, en la que cabemos todos, porque todos somos
igual de personas, y. sobre ella construir los derechos humanos, universales?.
Nosotros ya pertenecemos a otro colectivo, el de los
jubilados o, mejor, pensionistas. Pero no sólo somos eso. También somos esposos
(lo digo yo, varón), hijos, padres, hermanos, abuelos, lectores, escritores,
conferenciantes, españoles, hablamos castellano, somos andaluces, blancos,
católicos,….
Todos tenemos muchas identidades.
Apostarlo todo a una identidad es una prueba manifiesta de
inmadurez y de pobreza voluntaria. Toda la actividad estará volcada hacia esa
identidad. Así salen los racistas, xenófobos, inquisidores, nacionalistas,
mutilados afectivos,…
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