“Estoy enamorado de Elsa”.
“Amo a Elsa”.
“Elsa y yo nos queremos”.
Parece que todo es igual, pero no.
Yo, como tantísima gente de mi generación, leía y meditaba con fruición a ese judío, místico ateo, teólogo, filósofo, psicólogo y sociólogo, que le había añadido la “libertad” al freudismo y al marxismo, me refiero a Erich Fröm y a su “Arte de amar”, a su “Miedo a la libertad”, aunque yo disfrutaba, sobre todo con “Y seréis como dioses”.
“El amor –dice E.Fröm- es un arte, una acción voluntaria que se emprende y se aprende, no una pasión que se impone contra la voluntad”.
“Amor es decisión de amar a una persona y compromiso de seguir amándola”.
Distingue Fröm varios tipos de amor: “amor autopersonal” o de autoestima, “amor maternal”, “amor filial”, “amor fraternal” que también incluye el amor al prójimo, “amor de amistad”, “amor a la patria”, “amor a Dios”, “amor a los animales”, “amor a las plantas”, “amor a las flores”, “amor a las ideas”, “amor a la poesía”,….
Los griegos (siempre los griegos) disponían de cuatro palabras al referirse al amor: 1.- “Filía” o amor entre amigos. 2.- “Eros” o amor romántico o sexual. 3.- “Ágape” o amor incondicional; y 4.- “Storge” o amor afectivo o familiar.
Pero “amar” no es “enamorarse”.
Enamorarse es muy fácil, amar es más difícil.
Enamorarse es mariposear, es ir de flor en flor, “culito veo, culito quiero”. Amar, sin embargo, es renunciar a todas las demás flores para quedarse sólo en ésta.
De lo primero que uno se enamora es del cuerpo, de lo que esa persona tiene; la meta es seducirla. Una vez hecho, ¡a otra cosa mariposa!. Enamorarse es una actividad siempre en movimiento.
Amar no. Se ama el alma de esa otra persona, lo que es. Amar es quedarse, es detenerse, pararse.
El que se enamora es como el cazador, que lo que quiere es cobrar la pieza, sin pararse a mirar si la perdiz es macho o hembra, o el conejo es coneja.
Enamorarse es un sentimiento individual, muy intenso, que puede ser correspondido o no. Es la fase inicial, que conlleva fecha de caducidad. Al enamoramiento se le ha llamado “locura transitoria” y “secuestro mental”. El enamorarse no tiene edad, puede uno enamorarse a cualquier edad. Para el enamorado la otra persona es fascinante, es maravillosa, porque no la ve como ella es, sino idealizada, recalcando las virtudes y ciego para los defectos. El otro no es un ser real, sino ideal o idealizado. Es el “contigo, pan y cebolla” y el “contigo viviría hasta debajo de un puente”. Es una fase muy fuerte, obstaculiza o anula otras tareas (estudio, trabajo, familia,…) pero es un estado pasajero. La intensidad del enamoramiento no está hecha para durar mucho, sino para hechizar, para conquistar.
“Cuando una persona se enamora –leo la última noticia- doce áreas del cerebro trabajan conjuntamente para liberar los productos químicos que inducen a la euforia, como son la dopamina, la oxitocina y la adrenalina”.
No es de extrañar que, al estar tan ocupado el cerebro, relegue otras tareas tan o más urgentes.
El enamorado, además, suele ser un malabarista verbal, usa una retórica edulcorada para encandilar a la otra persona, que cae rendida a sus pies.
¿Por qué D. Juan Tenorio como canon y prototipo y no Romeo, Marco Antonio, Calixto, Otelo, incluso, Don Quijote?
D. Juan es un enamoradizo impenitente, que suelta palabras bonitas envueltas en papel de celofán (“no es verdad Ángel de amor,…Paloma mía,..Gacela mía,….Estrella mía….Hermosa mía…. “están respirando amor”), es un cautivador, “de vista fascinadora, de palabra seductora…”es un calavera sin escrúpulos: “por donde quiera que fui/ la Razón atropellé, / la Virtud escarnecí, / a la Justicia burlé / y a las mujeres vendí”.
¿A qué tipo de mujeres?. A todas. “yo a las cabañas bajé (a las plebeyas) / yo a los palacios subí (a las damas) / yo a los claustros escalé (Dñª Inés, la monja novicia, consagrada a Dios, a quien le disputa la mujer).
“… lo sagrado…ni clérigo ni seglar…”
¿A cuántas? Le pregunta Don Luis: “¿cuántos días empleáis / en cada mujer, Don Juan?. // “partid los días del año / entre los que ahí encontráis (suma y divide) : UNO para enamorarlas / OTRO para conseguirlas / OTRO para abandonarlas / DOS para sustituirlas / y una HORA para olvidarlas”
“No sé qué fascinación / en mis sentidos ejerce / que siempre hacia él se me tuercen / la mente y el corazón”.
“Tu presencia me enajena / tus palabras me alucinan / tus ojos me fascinan / y tu aliento me envenena”.
Respuestas de Dñª Inés.
Pero este “conquistador insensible, que sólo quiere engatusarlas para poseerlas, un practicante del método kleenes, pero que no se deja conquistar, se mutará en un conquistador conquistado”.
Ha jugado al amor, con el enamoramiento, y ha caído en las redes del amor (ésta es la moraleja). De la apuesta inicial (ésta, la novicia, como una más, de mi colección) ha pasado al compromiso (por lo tanto a la renuncia a las demás).
“No es un amor terrenal / que cual ráfaga se apaga. / Es incendio que se traga…”
De “cazador” de cuerpos femeninos, nadando en un caldo de endorfinas hasta poseerlas y sólo para poseerlas, a “cazado” por el alma de una novicia.
Este condenado, que iría de patitas”, al infierno, por enamoradizo canalla e impenitente, por usar a las personas como medios, como trofeos que exhibir, quedará redimido al caer en el amor salvador.
Para el enamorado, su pareja es perfecta, es la persona más maravillosa del mundo mundial. Las verrugas son lunares, la cojera es garbo al andar, los ronquidos son melodías repetidas, no es gorda, sólo un poco rellenita,…
El enamoradizo suele ser un mal amante.
Quizá sea verdad lo que dicen: “empezamos a amar cuando dejamos de estar enamorados” o “el enamoramiento es sólo la introducción o el prólogo al amor”. Pero hay mucha gente que sólo sabe prologar, pero no novelar.
El amor no se dice; el amor o se ve o no hay amor.
Cuando uno de los dos dice al otro: “dime que me amas”. El otro, si la ama, de verdad, debería responder: “¿es que no lo ves, con tus ojos, te lo tengo que decir con mi voz”?. ¡Malo¡.
Alguien ha dicho que para amar a una persona, ésta no tiene que ser bellísima, sino ser lo suficientemente poco fea para que sea posible un acercamiento que posibilite el conocimiento, paso previo y necesario para el amor.
Amar no es enamorarse. Amar es obrar (“obras son amores”). Amar es dar y darse sin esperar nada a cambio. No se ama para ser amado (la madre, “el amor materno” es el mejor prototipo del amor, el amor incondicional). No se busca ni se intenta la reciprocidad. Sencillamente, se ama y ya está. La felicidad del que ama está en el dar, pero ese dar no es quitarse algo, privarse de algo, para dárselo a la persona amada. Amar es compartir lo mejor de sí mismo con otra u otras personas. Y puede que no se vea correspondido en igual medida. Uno es feliz viendo a la otra persona feliz. Por eso el que ama respeta a la otra persona como es, con sus virtudes y sus defectos. No intenta cambiarla, moldearla, hacerla a la medida de uno.
Creo que era Unamuno el que decía: “si, de verdad me amas, ámame como soy, no como tú quieres que sea, estarías amándote a ti mismo en mí”.
En el amor hasta sobran las palabras, tan necesarias en el enamoramiento pasajero.
Cuando uno de los dos llega a decir: “si lo sé no me caso”, habría que preguntarle con quien pensaba él/ella que iba a casarse. ¿Con la persona perfecta, idolatrada, ideal,… o con una persona normal, con virtudes y defectos?.
El que se enamora sólo ama las coincidencias; el que ama acepta y se enamora, también, de las diferencias.
Porque amar es ver y aceptar los defectos del otro y ayudarle a superarlos. Porque el amor no está en las nubes, tiene los pies en el suelo.
En el amor no hay príncipes azules, sino personas nunca ideales y perfectas.
Si el enamoramiento es una conquista, con vencedor y vencido, en el amor no hay lucha, sino camaradería y convivencia.
Uno puede enamorarse sin ser correspondido, pero en el amor entre personas adultas uno no puede amar a quien no lo ama, porque, en contra de lo que se dice, “el amor no es ciego” (el enamoramiento, quizá, sí).
Amamos lo que el otro es, pero también lo que sabemos que el otro puede llegar a ser.
Empezamos, realmente, a amar, no cuando encontramos a la persona perfecta, sino cuando aprendemos a ver perfectamente a una persona imperfecta.
Pero al sentirse amado se corresponde con amor, sin ser, éste, solicitado ni exigido.
Quererse es darse y tomarse recíprocamente.
“¿De qué sirve que el entendimiento se adelante, si el corazón se queda?”.
Querer no es desear. Se desea todo lo bueno, lo bello,… porque lo que se desean son los fines. “El deseo, ese gran agujero” que nunca se colma ni se calma.
Desear no es querer. El que todo y sólo desea, nada quiere.
Querer es arrostrar, también, con los medios que nos lleva a la meta. Se ama la meta y se va amando mientras se va.
El verbo “querer” en latín se dice “volo, vis velle, volui”. De aquí viene “veleidoso”, el veleta que lo quiere todo, pero que, en cuanto se presenta el primer obstáculo, desiste y… “a otra cosa, mariposa”. El enamorado es un corto de vista, que ve lo que no hay o lo ve como no es.
El querer es un kit completo, son los fines y los medios los queridos, por eso nunca se desanima, el esfuerzo y el tesón siempre están presentes, el desánimo no existe; el desear, en cambio, es sólo espuma, basta soplar para que se diluya.
Los que se quieren siembre están ayudándose mutuamente.
No es, pues, igual “enamorarse” (girar alrededor del propio ombligo) que “amar” (hacerle bien al otro), ni que “quererse” (hacerse el bien mutuamente).
Amigo, lector de estas líneas, aunque no estés ENAMORADO, AMA, en la acción ya va un premio. Si, además, la otra persona te responde, AMÁNDOTE, entonces es que OS QUERÉIS.
Y esto, EL QUERERSE, es ya…..¡LA LECHE¡
Estos conceptos me fueron transmitidos cuando estudiaba bachillerato, geniales.
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